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Crónica

Quique González: 25 años haciendo amigos

Cultura - JTG - Sábado, 16 de Diciembre de 2023
El cantautor madrileño dejó un concierto insuperable en una Copera llena.
Quique González en la Copera.
JTG
Quique González en la Copera.

Un cuarto de siglo lleva defendiendo sus canciones este madrileño (del Real Madrid además), que ha encontrado en los valles pasiegos su lugar en el mundo. Y a veces lo ha hecho con un cuchillo en la boca, solo contra el mundo, que diría Lapido. Afortunadamente para él en ese pulso al destino ha encontrado un hueco importante en el corazón de considerables personas. Su melancolía, su bonhomía, y su buen hacer le han permitido un fiel público, suficiente como para mantenerse y llenar donde va, en este caso la Copera. Y es muy de agradecer volver a escucharle en una sala tras otros conciertos en el Falla, de acústica aberrante para conciertos amplificados. Por cierto, un 10 para los técnicos de sonido y luces; sonó como un disco y se le pudo contemplar con claridad, sin exceso de humo ni la habitual discotequera histeria luminosa. No es ajeno a este resultado el capital humano y material que le acompaña en la sombra, un sinfín de instrumentos y un afinador a cada lado del escenario poniéndolos a punto. Eso es cuidar al público como se merece. 

Encima del tablero sus confidentes Edu Olmedo, Jacob, Toni Brunet y un monumental Raúl Bernal de papel decisivo en el total. Amigos y residentes en todas la esquinas del país, pero que se unen por la fuerza centrípeta del ‘gato’. Impecables es poco. Y él contento, feliz de tenerlos alrededor. 

Como ya había avisado, la primera parte del concierto se iba a dedicar a ‘reponer’ en esta sala el disco ‘Daiquiri blues’, que si no recuerdo mal se estrenó aquí en la Tren

Como ya había avisado, la primera parte del concierto se iba a dedicar a ‘reponer’ en esta sala el disco ‘Daiquiri blues’, que si no recuerdo mal se estrenó aquí en la Tren. Se trata de una grabación esencial en su trayectoria, grabado en USA con la crema de los estudios de Nashville, un sueño para el artista, como reconoció entonces en una entrevista para un medio granadino. No es una colección de canciones muy trotona, es más bien interiorista y contemplativa, preciosista y de pincel fino, con arreglos de orfebrería delicada y hecho para una penumbrosa y confidencial voz baja. En su presentación hubo momentos que se separaron de la ‘noche americana’ y nos presentaron a un González con aspecto de cancionista Breliano, caso de ‘Riesgo y Altura’. Contó también que alguna de aquellas composiciones estuvieron inspiradas en personas de aquí, como  ‘Riesgo y Altura’ (sin señalar, solo sugerir), o ‘Restos de Stock’, originalmente compuesta para Miguel Ríos. Como en aquella grabación el capítulo se cerró con la incomparable ‘Algo me aleja de ti’, de Lapido, a dos voces con Bernal (menos grave que de costumbre). 

Escuchada esa primera parte de patrones más tranquilos, la segunda se escogió más briosa por comparación, dentro de lo que cabe en este compositor que no es la alegría de la huerta precisamente. Por cierto que perfecto en voz, intención y apostura, a pesar de que, como confesó al final, había estado convaleciente días antes. Insisto en que las relecturas de sus clásicos fueron muy gustosas, con el dulce sabor a madera del contrabajo cuando se requería, un baterista muy ajustado y con swing, el guitarrista solista perfecto, y un muti instrumentista a su derecha con el piano, el Hammond, el Würlitzer, y también guitarra y acordeón, todo un hombre orquesta. La banda con el que todo el mundo soñaría. 

El recorrido por el resto de su cancionero comenzó con ‘Avería y redención’ y ‘Trucos fáciles’, adaptando la dylaniana ‘Is your love in vain’ como si estuviera al frente de The Band, un más que presente recuerdo en el concepto de sonido. También tuvo dedicatoria ‘en el Backstage’, a todos los caídos de la música, desde Janis  a Camarón, pasando por Antonio Vega y Enrique Urquijo entre varios más. 

Y cercanos ya a las dos horas de concierto, cuyo segundo capítulo se pasó muy rápido, demasiado, todos sabíamos que con ‘Vidas cruzadas’, su clásica despedida iba a finalizar la noche, eso sí con un inédito y muy luminoso arreglo

De su referencia más actual solo escogió ‘A la media luna’ de Auserón, ("¡tres grandes para hoy: Lapido, Dylan y Santiago!" dijo), con un Bernal soleando mutando en Ray Manzareck con el eléctrico. Brunet no es Nina, pero la sustituyó en las segundas voces dialogadas de ‘Charo’… ¡Qué bien le sentaba el contrapunto femenino a este autor! Y cercanos ya a las dos horas de concierto, cuyo segundo capítulo se pasó muy rápido, demasiado, todos sabíamos que con ‘Vidas cruzadas’, su clásica despedida iba a finalizar la noche, eso sí con un inédito y muy luminoso arreglo para doce cuerdas que recordaba a los Byrds. 

Ni que decir tiene que el público fue partícipe cómplice en todo momento de lo cantado, con un fondo coral continuo que, más allá de lo entonado, evidenciaba un gran cariño por el cantautor, aportando el calor humano que hace que los conciertos ‘orgánicos’ y ‘naturales’, es decir, de ‘tracción humana’, sean experiencias excepcionales. 

A por otros veinticinco más, que finalizar con los Traveling Wilburys  fue más que una señal.