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'Nacho Vegas sale del bache gracias a la música'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 23 de Febrero de 2022
Nacho Vegas – 'Mundos inmóviles derrumbándose'
Portada de 'Mundos Inmóviles Derrumbándose', de Nacho Vegas.
Indegranada
Portada de 'Mundos Inmóviles Derrumbándose', de Nacho Vegas.

La carrera de Nacho Vegas es ya dilatada: son más de veinte años en solitario y otro puñado de años con grupos como Manta Ray o Eliminator Jr. El gijonés se asentó bien pronto como uno de los cantautores esenciales de la música española gracias a obras de la talla de Actos inexplicables (2001), Cajas de música difíciles de parar (2003) o Desaparezca aquí (2005). Más tarde, cuando tal vez su propuesta se estaba agotando en lo musical (La zona sucia, de 2011, contenía grandes canciones pero no es un gran disco) y su pose de chico tóxico empezaba a estar trasnochada y resultar cuestionable, llegó el 15M y su planteamiento cambió. Resituación (2014) y el EP Canciones populistas (2015) dividieron a su público con su enfoque claramente político y comprometido. Pero una vez hecho este movimiento, su trayectoria encontraba una nueva senda que, en mi opinión, dio lugar a su mejor trabajo desde sus inicios: el álbum doble Violética (2018) contenía hora y media de grandes canciones con una diversidad en su sonido y enfoque realmente envidiable. Había himnos políticos, había canciones tristes, había potentes versiones, había delirantes historias sobre ballenas varadas... escucharlo era todo un viaje cargado de sorpresas.

En mi opinión, está bastante lejos del nivel de sus mejores trabajos. No es que sea un desastre, pero hay pocos momentos totalmente convincentes. Más bien predomina la sensación de que se queda todo a medio gas

Después de la gira subsiguiente, sin embargo, se sucedieron varios hechos relevantes: se separó de su banda desde hace bastantes años, convertida en un fenómeno exitoso como León Benavente; la pandemia empezó a hacerle mella hasta caer en una depresión; y finalmente decidió dejar su casa de Gijón para instalarse en Ortigueira, un pueblo de pescadores de 500 habitantes, en busca de inspiración y otras sensaciones. Mundos inmóviles derrumbándose, su octavo álbum de estudio, es el resultado de ese retiro y de su colaboración con nuevos músicos. En mi opinión, está bastante lejos del nivel de sus mejores trabajos. No es que sea un desastre, pero hay pocos momentos totalmente convincentes. Más bien predomina la sensación de que se queda todo a medio gas. Tomemos como ejemplo el primer single: “La flor de la manzana” empieza con un bajo y una percusión sencillas pero hipnóticas, y desarrolla un instrumental rico y agradable; sin embargo, su letra algo críptica y, sobre todo, su mal estribillo, entonado débilmente por Vegas, acaban por dejarme un poco frío.

Esto es lo que ocurre con la mayoría de canciones: en “El mundo en torno a ti” la letra es estupenda, pero Vegas canta de nuevo regular; “Esta noche nunca acaba” acaba con garra, pero sus estrofas son francamente aburridas; “La séptima ola” pedía un final más interesante... En fin, ninguna de ellas está entre las canciones más memorables de la distinguida carrera del gijonés. Además, como reconoce el propio Nacho, el álbum en su conjunto es muy lento y triste, con lo cual estos fallos destacan más y la escucha se hace pesada. Para cuando llega el “villancico anticapitalista” que es “Big Crunch”, la única composición algo más animada, es un poco tarde para enmendar este problema. Por último, sin desmerecer a los instrumentistas que le acompañan en este LP, lo cierto es que las canciones no suenan tan bien como en álbumes anteriores. Quizás simplemente falta la complicidad que dan los años, pero aquí no encontramos la variedad y la riqueza de Violética, y no parece que sepan dar a cada tema su carácter propio, su traje sónico a medida.

Para colmo, uno de los elementos recurrentes son las cuerdas, tanto violín como sobre todo chelo, y en mi opinión están puestas con muy mal gusto. Dan a las canciones en que aparecen un punto meloso que se me atraganta, en especial en “El don de la ternura”, donde además vuelve a no gustarme la forma de cantar de Vegas y a parecerme incomprensible la letra: es la peor canción del disco. Hay otras cosas que no encajan a nivel instrumental (la guitarra eléctrica de “Big Crunch” va por libre), pero todo esto sería irrelevante si no fuera por ese tono lánguido que lastra el conjunto. Además, el disco empieza y termina con dos de las canciones más mediocres. “Belart” empieza marcando el ritmo trotón e indolente del álbum, mientras que el cierre con “Un principiu de crueldá”, la primera canción en asturiano que incluye en un álbum, es un anticlímax total: la idea es intrigante, pero no se desarrolla lo suficiente y se acaba enseguida.

Pero ojo, Vegas no ha perdido por completo su toque. Hay pasajes fantásticos en muchas canciones, y “Ramón In” sí que puede aspirar al salón de la fama de sus mejores composiciones

Pero ojo, Vegas no ha perdido por completo su toque. Hay pasajes fantásticos en muchas canciones, y “Ramón In” sí que puede aspirar al salón de la fama de sus mejores composiciones. Aquí nos engancha de inmediato con una letra directa y brutalmente honesta: su primera estrofa es “El día en que murió Ramón bajé a la confitería/compré tres de esos que le gustaban a él y, mientras los engullía/me hice preguntas que nadie contestó, volví a fumar heroína/solo el viento gemía el día en que Ramón moría”, y más adelante cuenta que “una noche Ramón me la chupó y luego se quedó dormido”. La historia de la muerte de este personaje de la noche gijonesa progresa al mismo tiempo que el instrumental, al inicio simple, va añadiendo instrumentos, hasta culminar en una marcha final llena de fuerza que recuerda al estribillo de “Taberneros”. Además, se ponen los pelos de punta con esa última estrofa: “El día en que Ramón murió, cada uno con sus asuntos,/hicimos muchas cosas a la vez, pero ni una sola puta cosa juntos”. No hay mejor ejemplo de la capacidad del cantautor de conectar lo personal y lo político.

Así pues, Mundos inmóviles derrumbándose no es un gran disco, ni siquiera uno muy bueno, y palidece frente a las obras magnas de su autor. Pero tiene momentos estupendos que nos recuerdan lo que nos enamora de la música de Nacho Vegas, nuestro Nick Cave particular. Ahora que ha podido salir del bache, confiemos en que el asturiano retome la composición a un ritmo más constante, visto que además de darnos nueva música le sirve para encontrarse mejor, más centrado y equilibrado. Tal vez el rodaje de la gira en la que se ha embarcado con sus nuevos músicos sirva también para engrasar la maquinaria de la banda y que el próximo álbum suene mejor. Su trayectoria nos da motivos para pensar que aún puede sorprendernos en el futuro.

Puntuación: 6.5/10

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com