En Navidad, consume productos de Granada.
Artículo de Opinión por Jesús de Manuel Jerez, parlamentario andaluz de Podemos

Héroes y villanos de la carretera de la muerte

Ciudadanía - Jesús de Manuel Jerez - Sábado, 17 de Febrero de 2018
Brillante homenaje de Jesús Manuel de Jerez, parlamentario andaluz de Podemos por Granada y responsable de Memoria Histórica de Podemos Andalucía, en este artículo de opinión a víctimas y algunos de los héroes de La Desbandá, que no olvida algunos de los culpables y verdugos. No dejes de leerlo y compartirlo. Para que no se olvide, para que no se repite nunca.
Una imagen de víctimas de La Desbandá, en su huída hacia Almería.
Fotografía de Norman Bethune
Una imagen de víctimas de La Desbandá, en su huída hacia Almería.
Hoy llega a Almería la II Marcha Senderista de la Desbandá, que conmemora la que sin duda fue la mayor masacre de civiles perpetrada durante la Guerra Civil española, un episodio sangriento y cruel que durante demasiado tiempo ha permanecido en el olvido decretado primero por los vencedores y luego por los artífices de la sacrosanta transición. Afortunadamente, el movimiento memorialista, a través de iniciativas como homenajes, exposiciones, caminatas, muestras de cine o, desde el año pasado la Marcha Senderista, va retirando poco a poco esa losa de amnesia obligatoria que impide que las heridas, aún clavadas en la memoria de los supervivientes, se puedan cerrar.

La gran historia de la Huía, que poco a poco se va escribiendo, está sembrada de pequeñas historias anónimas que revelan con toda crudeza lo mejor y lo peor de lo que el ser humano es capaz. Nos acercamos a algunas de ellas en forma de cara y cruz de una trágica moneda

La masacre tuvo un claro responsable directo, el general Queipo de Llano, aún enterrado con todos los honores en la basílica de la Macarena, bajo la protección de la Iglesia católica, que se atrevió a ironizar, sin tapujos, sobre la orden que sin duda alguna lo define como autor de un horrendo crimen de lesa humanidad: “…un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación, que los bombardeó”. Es imposible entender la huida masiva sin conocer las alocuciones radiofónicas que la precedieron, en una época en que la radio era la principal fuente de información para la población: “Sí, canalla roja de Málaga, espera hasta que llegue ahí dentro de diez días! Me sentaré en un café de la calle Larios bebiendo cerveza y por cada sorbo mío caeréis diez. Fusilaré a diez… por cada uno de los nuestros que fusiléis aunque tenga que sacaros de la tumba para hacerlo“ … “Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen”. Estas palabras nos ayudan a entender que no sólo huyera de Málaga quien tuviera simpatías republicanas. Cualquier madre de cualquier ideología que quisiera protegerse o proteger a sus hijas tenía razones de sobra para recorrer, aun sin medios ni recursos, esos 260 km de Málaga a Almería.

La gran historia de la Huía, que poco a poco se va escribiendo, está sembrada de pequeñas historias anónimas que revelan con toda crudeza lo mejor y lo peor de lo que el ser humano es capaz. Nos acercamos a algunas de ellas en forma de cara y cruz de una trágica moneda.

Salvador Moreno vs Anselmo Vilar

El presidente M. Rajoy comparecía hace unas semanas rodeado de oficiales de la Armada española pulcramente uniformados en Abiyán, Costa de Marfil. A bordo del patrullero Infanta Cristina, el señor M. Rajoy se preguntaba por qué se le había cambiado el nombre a su calle, que anteriormente se llamaba “Almirante Salvador Moreno” y que ahora honra a una tal Rosalía de Castro. “Yo la sigo llamando así”, se atrevió a decir. ¿Ignoraba el señor M. Rajoy que Salvador Moreno fue un criminal de guerra? ¿Cómo definir si no, a quien después de haber bombardeado Gijón desde el Almirante Cervera, dirigió al mando del acorazado Canarias los bombardeos de los entre 150.000 y 300.000 civiles que huyeron por la carretera de Málaga a Almería? Diversos testimonios afirman que el Canarias, junto con su gemelo el Baleares y el Cervera, llegaron a bombardear la inmensa columna de civiles a 500 metros de la costa, tan cerca que los marineros eran visibles para sus víctimas. Apuntaban sus cañones a las rocas que dominaban la carretera para que al caer aplastaran a las personas que huían del horror anunciado por Queipo.: Después del triunfo de los golpistas, ese criminal de guerra, Salvador Moreno fue ministro de Franco. Si M. Rajoy no conoce su historia es grave su ignorancia, viniendo de un presidente de gobierno, y más cuando sus palabras se dirigían a oficiales y marinería del ejército de un país que se define como democrático. Si la conocía es aún peor y demostraría hasta qué punto el ADN de la derecha española sigue atestado de franquismo.

¿Ignoraba el señor M. Rajoy que Salvador Moreno fue un criminal de guerra? ¿Cómo definir si no, a quien después de haber bombardeado Gijón desde el Almirante Cervera, dirigió al mando del acorazado Canarias los bombardeos de los entre 150.000 y 300.000 civiles que huyeron por la carretera de Málaga a Almería?

Anselmo Vilar, nacido en Lugo e hijo de farero, era el encargado de mantener activo el faro de Torre del Mar en febrero de 1937. Sin embargo, al conocer lo que estaba ocurriendo con la población civil que huía de Málaga, donde durante meses se habían refugiado miles de andaluces huidos de los pueblos que iba tomando el ejército sublevado, decidió apagar el faro para oscurecer esa zona de costa y evitar la acción de los barcos golpistas y de los aviones Heinkel alemanes y Fiat italianos por la noche. Con ese gesto valiente, Anselmo Vilar salvó durante dos días a miles de personas que se acumularon en esa ciudad costera y que de esa forma quedaron temporalmente a salvo de los vuelos rasantes que ametrallaban a los huidos. Algunos supervivientes relatan como al oír su ruido característicos se arrojaban a las cunetas hasta que pasaba, de momento, el peligro. Los que lograban levantarse lo primero que veían era los cuerpos tendidos de quienes quedarían allí. Ese gesto de heroísmo le costó la vida al farero, ya que tras la caída de Torre del Mar en manos fascistas, Anselmo Vilar fue fusilado. Hace unos días se le rindió un homenaje junto al faro y, al parecer, pronto se le hará otro en su Lugo natal. Ahora que las comisiones de memoria están limpiando los callejeros de nuestras ciudades de nombres fascistas, el de Anselmo Antonio Vilar debería figurar en los listados de nombres alternativos. Un país decente sabe reconocer a sus héroes.

Mario Roatta vs Norman Bethune

La toma de Málaga permitió al general Mario Roatta Mancini presumir de una gran victoria militar exaltada por la propaganda fascista italiana. Claro que es fácil vanagloriarse cuando se combate en tan abrumadora superioridad de condiciones. Las tropas atacantes no contaban solo con el ejército dirigido por Roatta de más de 10.000 italianos entre “voluntarios” y regulares, bien armados con tanques y unidades motorizadas de ametralladoras. Por otros flancos atacaron tres grupos de tropas del ejército del Sur franquista, que incluían tabores de regulares marroquíes. A ello se sumaba el apoyo aéreo de más de 100 aviones entre cazas italianos y bombarderos alemanes, reforzados desde el mar por 3 cruceros sublevados. A este abrumador despliegue hicieron frente entre 12.000 y 30.000 milicianos, según las fuentes, mal entrenados, sin fusiles para todos, con munición escasa y sin apenas oficiales que supieran cómo hacer frente a una batalla de esas dimensiones. Roatta era un fascista general, antes que un general fascista. Era el enviado por Benito Mussolini para dirigir el Corpo di Truppe Volontarie que llegó a contar con 50.000 soldados. Apenas un mes después, sus triunfantes tropas se atascarían en el fango de Guadalajara y, al enfrentarse a un ejército de verdad, morderían el polvo de una derrota total que costó la vida a dos de los lugartenientes de Roatta. Pero esa sería otra historia, en la que habrían de vérselas cara a cara, entre otros, con el batallón Garibaldi, también integrado por italianos, pero estos enrolados en las Brigadas Internacionales. Antes de venir a España, Roatta había participado en la campaña colonialista de Italia en Abisinia (Etiopía). Posteriormente sería nombrado jefe de los servicios secretos del ejército italiano. A pesar de su cómoda primera victoria, Roatta fue herido en la batalla de Málaga por una de las pocas balas que los milicianos pudieron disparar. Una vez tomada la ciudad, las tropas italianas hostigaron a los civiles que huían desde su retaguardia y después les cortaron el paso en el río Guadalfeo, entre Motril y Salobreña, obligando a volver a Málaga a quienes no habían logrado cruzar a tiempo el crecido río. A su regreso les esperaba a muchos de ellos el pelotón de fusilamiento en las tapias del cementerio de San Rafael, de donde hace pocos años se exhumaron más de 4.000 esqueletos de represaliados. Después de la guerra española Roatta se hizo célebre de nuevo por su inhumanidad contra los civiles en Croacia, donde el fascismo italiano combatía a los partisanos durante la II Guerra Mundial.  

El doctor canadiense Norman Bethune, durante La Desbandá. Archivos Nacionales de Canadá.

Norman Bethune era un médico canadiense que adquirió conciencia social cuando se dio cuenta de que la tuberculosis mataba fundamentalmente a los pobres. Los ricos recaían con menos frecuencia y acababan curándose. La herida de esa evidencia le llevó a proponer a su gobierno que instaurase un servicio público de salud. En aquella época semejante idea resultaba subversiva y con resonancias comunistas, de modo que la propuesta fue rechazada, aunque años después se hizo realidad, a diferencia de lo que ocurrió en el vecino EEUU, donde aún hoy sigue sin haber una sanidad pública digna de tal nombre. Cuando estalló la Guerra Civil española, tras el fracaso del golpe militar en las principales ciudades del país, Bethune recaudó fondos en Canadá para ayudar a la democracia española amenazada. De forma profética escribió entonces: “La democracia se debate entre la vida o la muerte… Si no los detenemos en España, ahora que podemos hacerlo, convertirán el mundo en un matadero. Será en España donde la democracia muera o sobreviva”. Con los fondos recaudados viajó a Madrid, donde ofreció al gobierno republicano sus servicios como cirujano. Como no hablaba una palabra de español, su oferta fue rechazada, y fue entonces cuando ideó su innovador servicio móvil de transfusión sanguínea. Muchos soldados morían en el frente desangrados antes de recibir la atención médica necesaria. Bethune llamó a la población a donar sangre a través de campañas en prensa y radio y se encontró con una extraordinaria respuesta del pueblo madrileño. Así fue como Bethune empezó a salvar vidas en el Madrid sitiado por el fascismo, con un servicio que luego extendió a Valencia y Barcelona. “No he venido a España a derramar sangre, sino a darla”, decía.

Cuando Málaga cayó y oyó hablar del drama del éxodo de la población civil, Bethune acudió con su furgoneta y sus equipos de transfusión a atender a los heridos, pero ante la magnitud de la tragedia humana con que se encontró concluyó que lo mejor que podía hacer era vaciar su furgoneta de neveras y artilugios y cargar en viajes continuos, al mayor número posible de heridos

Cuando Málaga cayó y oyó hablar del drama del éxodo de la población civil, Bethune acudió con su furgoneta y sus equipos de transfusión a atender a los heridos, pero ante la magnitud de la tragedia humana con que se encontró concluyó que lo mejor que podía hacer era vaciar su furgoneta de neveras y artilugios y cargar en viajes continuos, al mayor número posible de heridos. Tres días y tres noches estuvo recogiendo heridos, entre Castell de Ferro, de donde no le dejaron pasar ante la proximidad de las tropas fascistas, y Almería. Su colaborador Hazen Sise tomó las únicas fotos que nos han llegado de la Desbandá y que se publicaron en un relato que Bethune publicó un tiempo después titulado El crimen de la carretera Málaga-Almería donde describía el horror que había visto tan de cerca. Cada vez que tenía que decidir a quién llevar y a quien dejar, entre los numerosos heridos en lamentable estado que encontraba en la carretera de la muerte, a Norman se le partía el alma. Después de la Huía, el doctor Bethune volvió a su país con la idea de recaudar más fondos para continuar con su trabajo humanitario en España, pero su partido pensó que sería más útil en China, donde Mao Tse Tung se enfrentaba a los japoneses invasores. Allí conoció personalmente al Gran Timonel y allí murió en 1939, tras muchas operaciones, al contagiarse de una infección de uno de los heridos a los que curaba, y a los que tenía que operar sin guantes. El propio Mao le dedicó un artículo en su memoria y en China Norman Bethune es un héroe popular desde hace décadas. En España sigue siendo en gran medida un desconocido, aunque el movimiento memorialista ha conseguido que su nombre suene cada vez más al menos en Andalucía y hoy cuenta ya con una estatua en Vélez Málaga, una calle en Málaga y una avenida en Motril con su nombre.

Para huir también hubo clases: Laura Smerdou vs Cañosanto

Laura Smerdou abandonó Málaga con sus siete hijos tras el golpe militar, que había fracasado en la ciudad. La ciudad sufrió continuos bombardeos que dejaban siempre su funesto rastro de víctimas civiles. Y hasta allí llegaban a diario las noticias de la barbarie de las tropas golpistas en la parte de Andalucía que controlaban. La capital estaba en manos de milicias anarquistas y radicales que no siempre obedecían las órdenes del gobierno legítimo de la República. Durante esos meses se quemaron iglesias y fueron ejecutados destacados dirigentes derechistas, aristócratas y empresarios. El hermano de Laura, Porfirio Smerdou, cónsul honorario de México, ayudó a huir a otros muchos que pidieron refugio en su consulado, con el beneplácito de las autoridades republicanas. Laura y sus muchos hijos huyeron en el Livorno, un barco mercante alemán cargado de limones, según contó recientemente su hijo en un artículo titulado, no sin evidente exageración “Hablemos de la otra Desbandada”. Los ricos y derechistas que huyeron de Málaga no lo hicieron con lo puesto, mal vestidos y peor calzados, por carretera y bajo las bombas y los ametrallamientos, sino en barcos como el que condujo a la familia de Laura, escoltado por el Deutschland, un acorazado nazi que luego bombardearía Almería causando el terror y decenas de víctimas en la ciudad. La familia Jiménez Smerdou pudo incluso disfrutar en su huida de una película proyectada por los alemanes y acabó siendo acogida en una amplia casa solariega cedida por familias bien de Jerez, como los González Byass o los Domecq, que tuvieron el detalle de matricular a sus hijos en un colegio religioso, el de los marianistas, para que no perdieran el curso, que empezaba en octubre, según cuenta Guillermo Jiménez Smerdou en el mencionado artículo, en el que desgrana una lista de apellidos malagueños de familias que fueron acogidas por otras no menos acaudaladas de la “España de orden”: los Díaz Montenegro, los Lamothe, los Sirvent, los Haffner, los Valcarce, los Huelin, los Altolaguirre, los Benthem, los Bejarano, los Muñoz Rojas…

Entre los horrores que se atreve a relatar, Cañosanto cuenta que vio junto a la carretera a una mujer que amamantaba a su bebé después de muerta. Esto lo contaba, con voz temblorosa por el recuerdo tan vivo como si hubiera sucedido ayer, hace unos días en La Nave de Málaga, en un concierto en homenaje a las víctimas de la Desbandá

Cañosanto huyó andando de Ronda ante la inminente llegada de las tropas golpistas. De allí tuvo que huir de nuevo a Almería cuando cayó la ciudad. Era muy niña y la acompañaban sus padres, a la que perdió de vista en la confusión de los continuos bombardeos del camino. Se adentró hacia la sierra, como muchas de las personas que huían y en su deambular se encontró otra niña abandonada, menor que ella, con la que siguió ruta junto a un grupo de huidos, descalza porque sus sandalias de goma habían quedado destrozadas por la dureza áspera de la carretera. Una noche el grupo se refugió en una cueva y las dos niñas, al despertar, descubrieron que los demás se había marchado sin advertir que ellas dormían y estaban solas. Salieron hacia la sierra hasta que, cuenta Cañosanto, se toparon con unos milicianos a caballo que las rescataron y les ofrecieron un pan con chocolate que les supo a gloria. Entre los horrores que se atreve a relatar, Cañosanto cuenta que vio junto a la carretera a una mujer que amamantaba a su bebé después de muerta. Esto lo contaba, con voz temblorosa por el recuerdo tan vivo como si hubiera sucedido ayer, hace unos días en La Nave de Málaga, en un concierto en homenaje a las víctimas de la Desbandá. Mientras ella estuvo perdida, su madre, ya en Almería, amamantaba al hijo de otra madre a la que se le había secado el pecho de tantos días de caminata sin comer. Al final, la familia de Cañosanto se reencontró y fue acogida con cariño en Jaén, en zona republicana, hasta que terminó la guerra. La Marcha Senderista de la Desbandá está sirviendo para que los supervivientes, niños en aquella época, se atrevan a contar lo que durante años han callado por el miedo, o como mecanismo de protección para sobrellevar tan indescriptible horror. Y ahora les alivia que alguien, por fin, quiera rescatar del destierro amnésico los relatos aterradores de aquellos días.

Porque los ricos, cuando huían, veían cine en los barcos que los escoltaban. El pueblo humilde de Málaga fue protagonista a su pesar de algo infinitamente peor que el más escalofriante film de terror que pueda imaginarse.



Jesús de Manuel Jerez. Parlamentario andaluz de Podemos por Granada. Responsable de Memoria Histórica de Podemos Andalucía