EL VOTO A SAN CECILIO

Una vela ardiendo desde hace 425 años por la salud de sevillanos y granadinos

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 26 de Enero de 2025
A las puertas de la celebración de San Cecilio, Gabriel Pozo Felguera nos revela una historia poco conocida, que te sorprenderá, en tiempos de la peste: Sevilla precedió a Granada en pedir la mediación del copatrón de la ciudad para curar a la población de la pandemia. Un magnífico reportaje, con curiosidades y abundantes ilustraciones, desde una perspectiva diferente, sobre las reliquias del Monte Sacro, por el mejor cronista de Granada.
Lámpara de plata regalada por la ciudad de Granada, con la luz encendida desde el año 1600 en el presbiterio de la colegiata.
Lámpara de plata regalada por la ciudad de Granada, con la luz encendida desde el año 1600 en el presbiterio de la colegiata.
  • La ciudad de Sevilla, asolada por la peste en 1599, fue la primera en pedir la intercesión de mártires del Monte Sacro para su curación

  • Un año más tarde, el Concejo de Granada lo declaró copatrón, regaló una lámpara ardiente de 20 kilos en plata y prometió festejarlo cada 1 de febrero

España creyó que Granada tenía mano de santo en el último lustro del siglo XVI. Pensaban que era ciudad bendita, a la altura de Jerusalén. A causa de que en 1595 empezaron a aparecer los restos martirizados de San Cecilio, San Tesifón y sus colegas del siglo primero. Todo eran milagros y curaciones en la ciudad. Incluso las epidemias de peste pasaban de largo. En cambio, Sevilla estaba regada de muertos por la pestilencia atlántica desde principios de 1599. Los sevillanos rogaron la mediación del arzobispo Pedro de Castro ante las reliquias de las santas cuevas. Prometieron, a cambio, un donativo de 2.000 ducados para obra en el santuario y una lámpara ardiente de plata. Un año más tarde, en junio de 1600, la epidemia se extendió por Granada. El cabildo local imitó a los sevillanos ofreciendo otra lámpara más ampulosa a San Cecilio, para que luciera su llama eternamente y protegiera también a los granadinos de la enfermedad. Y, de regalo, añadió el Voto de San Cecilio: cada año la ciudad subiría al Monte a testimoniar su gratitud. Aquel fue el inicio de un enamoramiento entre el senado municipal y los canónigos de la Abadía del Sacro Monte. Con unas consuetas y curiosidades que se han mantenido desde entonces con pocas alteraciones. Igual que la lamparilla del Sacro Monte: sigue ardiendo ininterrumpidamente desde hace 425 años.

Granada se convirtió en la envidia de España ─y del mundo cristiano─ en el año 1595 y siguientes. Viajeros, eclesiásticos, trovadores, arrieros, buhoneros y vendedores de libros de cuerda dispersaban noticias sobre los milagros diarios que sucedían en la ciudad

Granada se convirtió en la envidia de España ─y del mundo cristiano─ en el año 1595 y siguientes. Viajeros, eclesiásticos, trovadores, arrieros, buhoneros y vendedores de libros de cuerda dispersaban noticias sobre los milagros diarios que sucedían en la ciudad. Todo achacado a la intercesión de las presuntas reliquias de unos santos discípulos del apóstol Santiago, aparecidas a cuentagotas en unas cuevas del monte Valparaíso. Y a su lado, también unas planchas y libros de plomo que creyeron tenían escrito el quinto evangelio en unos raros idiomas. Los restos más importantes de todos los hallados correspondían al primer obispo que llegó de Tierra Santa, un tal San Cecilio. Aquel santo ya era considerado de entidad menor desde la recristianización de Granada en 1501, a quien dedicaron una iglesia en la periferia.

Se atropellaban las noticias de curaciones milagrosas, achacadas a la intercesión de las reliquias del que pronto fue llamado Monte Sacro o Sacromonte

Voy a echar mano de la “hemeroteca” de entonces y recordar algunos de aquellos titulares que recogía el cronista del momento (Justino Antolínez de Burgos, secretario del arzobispo Pedro de Castro). Se atropellaban las noticias de curaciones milagrosas, achacadas a la intercesión de las reliquias del que pronto fue llamado Monte Sacro o Sacromonte: Leonor Bravo, hija de un relator de la Chancillería, estaba tullida desde cuatro años atrás; fue llevada en jamugas a las santas cuevas y sanó de golpe. María Rodríguez lavaba junto a la Acequia Gorda y su hijo pequeño se lo llevó el agua; se lanzó tras él, sin saber nadar, la corriente los metió dentro del rodezno de un molino; la lavandera se encomendó a San Cecilio y los santos mártires y salieron sin un rasguño. El doctor Lara tenía gota y gangrena en un pie, subió a las Cuevas y sanó al instante. A Ginés Thomás le dieron una estocada que entró por la espalda y le salió por el estómago; se fue solo al hospital encomendándose a San Cecilio y a los tres días estaba en la calle de nuevo. Leonor Villalobos, mujer de un juez, tenía llagas en los pechos; visitó con mucha devoción las cavernas y salió sana y con las llagas cerradas. María Xuárez, religiosa de treinta y seis años, acumulaba todo tipo de males y malformaciones en su cuerpo; pidió que la llevasen al Monte Sacro y sanó de todos sus padecimientos. María Hernández, que vino de Valladolid, tenía hidropesía, no se podía menear; subió a Valparaíso, confesó y comulgó, y al poco tiempo se vio libre de sus males. Jerónima de Leyva, mujer de un magistrado, se levantó de noche, sonámbula, y cayó a un brasero sin sentido; fue necesario cortarle algunos pedazos de carne; viendo que no sanaba, a los seis meses la subieron a las cavernas y se recuperó. María Cabrera, hija del alcalde de hijosdalgo de la Chancillería, llevaba nueve años sufriendo perlesía, con la boca torcida y la mandíbula caída; acudió al verdadero médico que se había manifestado en las cuevas, suplicó ayuda y regresó libre de todas sus enfermedades.

En las dos planchas anteriores de Heylan están grabados sobre plomo siete de los muchos milagros atribuidos a las reliquias de Valparaíso, todos ellos acaecidos en el año 1595. Están la tullida que subieron en angarillas a la cueva, la lavandera en la Acequia Gorda, el hombre con la espada atravesada desde la espalda hasta el pecho, la sonámbula sobre el brasero, etc. ABADÍA DEL SACROMONTE.

La relación que da Antolínez de Burgos es interminable cuando describe el ambiente que vivía Granada por aquellos años de los libros de plomo y los huesos de santos. En todo punto inexplicable y asombrosa para la mentalidad de finales del siglo XVI.

El rey Felipe II y el arzobispo Pedro de Castro acordaron convocar un concilio en Granada para estudiar y calificar lo aparecido en el derribo de la Torre Turpiana (1588), el pergamino, un trozo del manto de la Virgen y un hueso de San Esteban

En aquel contexto, el rey Felipe II y el arzobispo Pedro de Castro acordaron convocar un concilio en Granada para estudiar y calificar lo aparecido en el derribo de la Torre Turpiana (1588), el pergamino, un trozo del manto de la Virgen y un hueso de San Esteban. También la veintena de libros de plomo en discos redondos, unas planchas explicativas e infinidad de huesos quemados en lo que fue un horno de cal de origen romano. Todos ellos, supuestamente pertenecientes a cristianos martirizados e incinerados en tiempos del emperador Nerón, hacia el año 64 d. C.

El concilio calificador debería haber empezado en septiembre de 1598, pero la muerte de Felipe II sumió a España en el luto. Además, ya hacía meses que había hecho su aparición un brote de peste en varios puntos de la Península. La nueva cita del concilio de las reliquias granadinas fue pospuesta para el 16 de abril del año 1600, a celebrar en la Catedral y en la Curia granadinas.

La peste apenas arraigó en Granada en los meses siguientes

En diciembre de 1599, desde Granada partieron mensajeros en todas direcciones para entregar la convocatoria a los prelados. Justo en aquel momento “apareció un ramo de la enfermedad” pestilente por Granada que hizo temer de nuevo al arzobispo convocante. Pedro de Castro reaccionó encomendándose a la Providencia “pidiendo un paréntesis de tiempo venturoso, que diese lugar a terminar milagrosamente la causa ye pendiente de la calificación … El arzobispo recurrió a Dios con fervorosa oración y decretó se hiciesen públicas rogativas y penitencias en su dilatada diócesis”. La peste apenas arraigó en Granada en los meses siguientes. La cita es de Diego Heredia Barnuevo.

Fatídico brote de peste atlántica en Sevilla

En cambio, desde la primavera del año 1599 había hecho su aparición en Sevilla un grave brote de peste atlántica. La capital hispalense tenía fama de soportar grandes y repetidas epidemias de este tipo que le llegaban en barcos procedentes de otras partes del mundo. Pero en esta ocasión las muertes de sevillanos se dispararon pronto hasta los siete u ocho mil cadáveres. El concejo de la ciudad de Sevilla se vio impotente, sus medidas profilácticas y rogativas a su San Agustín no hacían efecto. Intervino el cardenal arzobispo Rodrigo de Castro; se les ocurrió entonces pedir ayuda al arzobispo de Granada, Pedro de Castro, para que mediara con los santos varones de Valparaíso, que tantos milagros estaban obrando desde su reciente aparición, a partir de 1595. Mejor aún, el ayuntamiento sevillano solicitó permiso al obispo para enviar devotos suyos a orar en las Santas Cuevas. Pero Pedro de Castro lo denegó para evitar trasiego de contagios.

La luz de la lámpara de los sevillanos ardería eternamente en el lugar de martirio de los santos varones apostólicos

Los sevillanos le imploraron “socorro de plegarias y oraciones” para acabar con las landres que se adueñaban de los cuerpos; prometieron aportar 2.000 ducados para ayudar a levantar la colegiata primera sobre las Santas Cuevas… y labrar una lámpara de plata como voto a San Cecilio. La luz de la lámpara de los sevillanos ardería eternamente en el lugar de martirio de los santos varones apostólicos.

Lámpara de plata regalada por la ciudad de Sevilla en 1599, hoy colocada en la capilla neogótica de San Dionisio Areopagita.

Los sevillanos vieron cumplida su plegaria y enviaron los 2.000 ducados al arzobispo granadino

Resultó que la epidemia de peste empezó a remitir en Sevilla en los primeros días de junio de 1600. Los sevillanos vieron cumplida su plegaria y enviaron los 2.000 ducados al arzobispo granadino. La lámpara fue fabricada y colocada en las santas cuevas. [El 20 de septiembre de 1600 falleció el cardenal Rodrigo de Castro, tras un tiempo de retiro en Écija huyendo del contagio. Posiblemente también acabara infectado de peste, ya que no estaba enfermo con anterioridad, sino pendiente de ser elevado a cardenal primado de Toledo].

En la Abadía del Sacromonte continúa desde entonces la lámpara sevillana, trasladada y ardiendo en la capilla de San Dionisio

En la Abadía del Sacromonte continúa desde entonces la lámpara sevillana, trasladada y ardiendo en la capilla de San Dionisio. Con aquel gesto, la ciudad de Sevilla fue la primera corporación en encomendarse a San Cecilio pidiendo por la salud de sus habitantes y el alejamiento de la peste. Su ejemplo lo iban a seguir otras ciudades y pueblos en los años siguientes.

Crónica de 1741. En el libro Místico ramillete…, una crónica de la vida del arzobispo Pedro de Castro, se recoge detalladamente aquel primer gran milagro de los santos mártires granadinos para el pueblo sevillano. Resalta en el margen, a modo de titular de capítulo, “Cesa la peste en Sevilla por la intercesión de los Santos Mártires”. Esta crónica fue publicada por primera vez en 1741 por el canónigo Diego Nicolás Heredia Barnuevo (1700-1760), compuesta en la Imprenta Real de la Chancillería granadina. Aquella primera edición incluyó algunos de los grabados que encargó un siglo antes Justino Antolínez para su Historia Eclesiástica de Granada.

Paréntesis del sínodo sin peste

En enero de 1600 en Granada no se había extendido la peste todavía. Y eso que el tráfico de peregrinos era intenso en busca de saciar su curiosidad o hallar curación a sus males. El 20 de enero empezaron a llegar los primeros obispos, teólogos, priores y jueces que iban a participar en el concilio calificador de las reliquias de Valparaíso. Misteriosamente, a pesar de que acudieron desde toda España, no contribuyeron a extender la peste que ya se había adueñado de casi todo el país. Las sesiones del concilio se registraron entre el 16 y 30 de abril de 1600. Concluyó con grandes fastos, fuegos artificiales, disparo de salvas desde la Alhambra y Bibataubín, representaciones teatrales callejeras con carros que simulaban navíos volando, adornos de fachadas, guirnaldas y macetas. También con una gran misa pontifical en el entorno de las Santas Cuevas.

A partir de esa fecha ya empezaron a registrarse muertes de apestados durante los días veraniegos

Las crónicas de Antolínez de Burgos y de Diego Heredia Barnuevo resaltaron que no murió nadie por peste bubónica en Granada durante la prolongada estancia de los consiliarios que asistieron al sínodo provincial (del 20 de enero en que llegó el prior de Alcalá la Real y primeros de junio en que se marchó el obispo de Santiago). A partir de esa fecha ya empezaron a registrarse muertes de apestados durante los días veraniegos.

Grabado de Heylan que representa una sesión del concilio de 1600, cuando se dieron por auténticas las reliquias de Valparaíso y el contenido de la caja de la Torre Turpiana. Presidía el arzobispo Pedro de Castro. Sobre la mesa central están los libros plúmbeos, las planchas, el pergamino de la Torre Turpiana y los huesos y cenizas de santos varones. La sentencia de autenticación fue pronunciada el 30 de abril. El autor de la crónica, Justino Antolínez de Burgos, aparece señalado con una flecha amarilla. Es el único que mira de frente al autor del dibujo. ABADÍA DEL SACROMONTE.

El concilio de 1600 declaró como verdaderos el manto de la virgen y los huesos de San Esteban, las cenizas y la amalgama de huesos quemados de la calera de Valparaíso

El concilio de 1600 declaró como verdaderos el manto de la virgen y los huesos de San Esteban, las cenizas y la amalgama de huesos quemados de la calera de Valparaíso. El contenido de los textos quedaba pendiente de traducción e interpretación por españoles y, poco más tarde, por especialistas del Vaticano.

El acta que firmaron los asistentes declaró Valparaíso como lugar santo, con lo cual ya pasaría a llamarse Sacro Monte de manera oficial. La realidad era que el enamoramiento espontáneo e individual de los granadinos con Valparaíso venía desde casi un lustro atrás, desde los primeros hallazgos. El cabildo no hizo otra cosa que oficializar la relación que la gran masa devota llevaba practicando varios años, incluso con manifestaciones exageradas y escandalosas.

Fragmento del plano de las cuevas de principios del siglo XVII donde se ve que todos los terrenos de los alrededores estaban repletos de cruces. ABADÍA DEL SACROMONTE.
Cruces de los Tejedores de seda (1633) y de los Ganapanes de mercados (1602), entre las que perduran enteras.

En el Monte Sacro sería venerado San Cecilio como primer obispo de Granada y sus compañeros de martirio. Los días 1 y 3 de mayo fueron expuestas las reliquias, ya calificadas como santas, para que las venerase toda Granada. Y el 7 de mayo de aquel año fue colocada la primera cruz de piedra blanca sufragada por el pueblo de Santa Fe; en los años siguientes proliferarían hasta casi un millar, la mayoría de madera. [De las que hoy sólo quedan cinco completas y varios pedestales y cipos].

Las cavernas acogieron sus primeras misas y se decidió empezar a levantar la primitiva casa de capellanes para los primeros religiosos enviados por el arzobispo

Las cavernas acogieron sus primeras misas y se decidió empezar a levantar la primitiva casa de capellanes para los primeros religiosos enviados por el arzobispo. Inmediatamente se ofrecieron varias órdenes religiosas para gestionar el nuevo santuario (Agustinos recoletos, Trinitarios descalzos, Benedictinos, etc. etc.), pero Pedro de Castro prefirió formar un cabildo propio con sacerdotes diocesanos y un abad. Las primeras obras para canónigos vigilantes se iniciaron en 1601 con la proyección de la colegiata antigua y se prolongaron hasta el año 1607, cuando Pedro de Castro tomó la decisión de levantar una gran abadía y colegio.

La santa cueva de San Cecilio, donde una lámpara de hierro recuerda las dos de plata (de Sevilla y Granada) que estuvieron aquí los primeros años, hasta que fue inaugurada la iglesia en 1610. Esta fotografía es del año 1977. AHMGR.

El 8 de junio de 1600, con la situación empeorando, el cabildo de Granada decidió imitar la iniciativa del ayuntamiento sevillano: encargó otra lámpara de plata para que luciera eternamente en el Sacro Monte

Regresemos a junio de 1600, justo cuando acababan de abandonar Granada los obispos y teólogos consiliarios. De pronto se recrudeció la epidemia de peste, que debió estar larvada durante el tiempo del concilio, y los granadinos empezaron a morir a decenas. Una crónica de la época narraba que fueron abiertas fosas comunes donde sepultaron los cadáveres por centenares. El 8 de junio de 1600, con la situación empeorando, el cabildo de Granada decidió imitar la iniciativa del ayuntamiento sevillano: encargó otra lámpara de plata para que luciera eternamente en el Sacro Monte; la pagaron de su bolsillo el corregidor (Juan de Gavidia), el alcalde mayor (Francisco de Garnica) y los caballeros veinticuatro, jurados y escribanos del cabildo. No se cargó al presupuesto de propios. La lámpara fue labrada con 90 marcos de plata (20,7 kilos). Ambas lámparas ─la sevillana y la granadina─ fueron colocadas inicialmente en las cuevas (en 1601) y trasladadas al presbiterio de la iglesia cuando ésta estuvo acabada, en agosto de 1610. La de Sevilla es algo más pequeña que la de Granada. La granadina luce por la salud de todos de manera ininterrumpida desde hace 425 años, cerca de las urnas que guardan las reliquias en el retablo mayor.

Consistió en enviar una representación del Ayuntamiento cada año en víspera de la fiesta de San Cecilio y, al día siguiente, acudir a la misa del voto

Pero no quedó sólo en eso la promesa del consistorio granadino. La ciudad juró el voto de San Cecilio para la eternidad. Consistió en enviar una representación del Ayuntamiento cada año en víspera de la fiesta de San Cecilio y, al día siguiente, acudir a la misa del voto. Hoy conocido todo ello como romería de San Cecilio o Granada sube al Monte. Inicialmente la fecha de la fiesta de San Cecilio tenía lugar el 15 de mayo, coincidiendo con la onomástica de los Siete Varones Apostólicos. Granada quiso trasladarla al 1 de febrero, al tiempo que declaraba a San Cecilio copatrón de la capital (acta del cabildo de 30 de enero de 1601); el Vaticano autorizó el cambio de fecha en 1642, mediante un decreto del papa Urbano VIII.

¿Por qué el 1 de febrero fue la fecha elegida para conmemorar al patrón? Porque en la plancha de plomo aparecida el 30 de abril de 1595, cerca de los huesos atribuidos al obispo Cecilio, se explicaban algunos datos de su biografía. Se fijaba la fecha de su martirio y muerte el día 1 de febrero del año 55 d. C., segundo del gobierno del emperador Nerón. Se dice que murió en las kalendas de febrero, en este monte Ilipulitano (supuesta villa romana de Ilípula), discípulo de Santiago, dominador de lenguas, comentador de profecías de San Juan Apóstol que estaban puestas en otras reliquias de la parte alta de la Torre Turpiana, etc. Después siguieron  sucediéndose los hallazgos de los dieciocho libros en láminas redondas de plomo; la última aparición de un libro plúmbeo, los falsarios moriscos la planificaron a finales de 1599, coincidiendo con la convocatoria del concilio para su autenticación. 

La desaforada devoción por San Cecilio se disparó en Granada en cuanto desapareció la epidemia de peste. El 30 de enero de 1601 fue declarado copatrón de la ciudad, junto a San Gregorio Bético. Escultores, tallistas y pintores se afanaron en reproducir su imagen, como estas puertas de la capilla del Ayuntamiento viejo (Madraza), obra de Alonso de Mena. El arzobispo encargó a José Risueño (1665-1732) un retrato de los dos patrones San Cecilio y San Gregorio (imagen de debajo).

Aquel brote de peste de 1600 desapareció de Granada a finales de año. Se adjudicó el primer gran milagro colectivo a San Cecilio y las reliquias

Aquel brote de peste de 1600 desapareció de Granada a finales de año. Se adjudicó el primer gran milagro colectivo a San Cecilio y las reliquias. Los brotes posteriores de peste de los siglos XVII a XIX Granada no los padeció con tanta crudeza como otros lugares. La infección más dramática, la de 1649, mató en Sevilla a la mitad de su población (unas 60.000 personas); en cambio, en Granada no se registraron demasiados contagios mortales. El puerto del Guadalquivir continuó siendo puerta por la que les entraban infinidad de epidemias traídas por los barcos.

La tradición del voto sevillano a San Cecilio quedó olvidada muy pronto

La tradición del voto sevillano a San Cecilio quedó olvidada muy pronto. En Sevilla se centraron en sus santos locales en las siguientes epidemias que les flagelaron. No así en Granada, donde el Voto a San Cecilio ha continuado celebrándose ininterrumpidamente desde la promesa de 1600.

La Corporación municipal es agasajada en la iglesia en el Voto de San Cecilio de 1984. Las autoridades son colocadas en el aprisco. Los comisarios suben al altar a hacer la ofrenda al Santo. AHMGR.
Corporación y el abad Jesús Roldán posan en el claustro, muy deteriorado en 1984. AHMGR.
El alcalde Jara, el concejal Castillo Higueras y el coronel Gémar Rojas de la Guardia Civil dan buena cuenta de las “glorias” de bizcocho con crema de las monjas de Zafra, obsequiadas por los canónigos de la Abadía. AHMGR.
Los granadinos, viejos y mayores, subían en masa a honrar a su patrón el día del Voto y a pasar un rato en la romería. AHMGR.

La fiesta tuvo gran apogeo en el siglo XVII, cuando San Cecilio fue declarado copatrón de la ciudad; continuó exageradamente con grandes ceremoniales en el barroco, decayó en el inestable XIX y tuvo sus altibajos en el XX, con periodos muy participativos y otros de apatía

Representantes del cabildo municipal y de la Abadía establecieron desde el primer momento un protocolo que ha cambiado poco desde entonces. La fiesta tuvo gran apogeo en el siglo XVII, cuando San Cecilio fue declarado copatrón de la ciudad; continuó exageradamente con grandes ceremoniales en el barroco, decayó en el inestable XIX y tuvo sus altibajos en el XX, con periodos muy participativos y otros de apatía. Fue impulsada a partir de 1980 por la primera corporación democrática, precisamente de la mano del concejal comunista José Miguel Castillo Higueras, que revivió ceremoniales en desuso y volvió a devolverle fervor popular. Se programaron concursos de potajes y pucheros, tortillas Sacromonte, concierto de la Banda Municipal

La consueta fijada en 1600 se conserva en el Archivo Histórico Municipal. A grandes rasgos se puede resumir de la siguiente manera: la víspera (o unos días antes) dos mayordomos del Ayuntamiento (concejales) asisten a misa en el Sacromonte. Allí les esperan otros dos canónigos representantes del cabildo sacromontano. Pactan el protocolo y condiciones a seguir; es tradicional que los representantes de la ciudad les ofrezcan ayuda y que los canónigos les presenten una lista de necesidades de la Abadía o el barrio. Antiguamente, el Ayuntamiento montaba altares, aportaba cera para misas, adornaba la iglesia. El día de San Cecilio solía ser fiesta local; la fiesta litúrgica continúa celebrándose cada 1 de febrero, en tanto que la romería se ha pasado al domingo posterior más cercano, al no ser ya fiesta local.

Antiguamente, las caballerías había que dejarlas en el Camino de Beas y todos subían andando las Siete Cuestas

La Corporación municipal acude precedida de música, repique de campanas y rodeada de maceros y ministriles. Antiguamente, las caballerías había que dejarlas en el Camino de Beas y todos subían andando las Siete Cuestas. Hasta que en el primer tercio del siglo XVIII el Ayuntamiento decidió abrir el Carril de los Coches por la parte de Puente Mariano para que pudiesen llegar con sus carruajes.

El último capitán general que tuvo la IX Región militar de Granada (1984) besa el relicario de San Cecilio. AHMGR.

En los tiempos de mayor esplendor, los comisarios municipales solían echar la casa por la ventana; organizaban grandes comilonas

En tiempos pasados acudían todos los colegiales a cantar ante el corregidor que, con su séquito, era colocado en un lugar preferente en el centro de la iglesia. Tras la misa, se daba a besar la reliquia de San Cecilio. En los tiempos de mayor esplendor, los comisarios municipales solían echar la casa por la ventana; organizaban grandes comilonas. El canónigo Andrés Manjón era muy crítico con aquellos dispendios, llamaba comida de “sobras” a todas las viandas que les quedaban para alimentarse durante varios días. También era muy desconfiado de los políticos pues solían prometer mucho y no cumplir nada.

Cuando el voto se convirtió en fiesta popular y romería, el Ayuntamiento decidió incluir en los gastos una convidá a todos los asistentes, consistente en comida, a base de puchero, habas, jamón, salaíllas, etc. También se incluyeron bailes y algún tipo de espectáculo para los romeros.

El cabildo invita a comer al séquito municipal, habitualmente unos dulces que elaboraban sus cocineros o algún convento de la ciudad; en tanto que el alcalde obsequia con una cajita de plata que contiene pastillas de estoraque

Siempre hubo dos intercambios de regalos por ambas partes: el cabildo invita a comer al séquito municipal, habitualmente unos dulces que elaboraban sus cocineros o algún convento de la ciudad; en tanto que el alcalde obsequia con una cajita de plata que contiene pastillas de estoraque. La cajita lleva haciéndola desde hace más de medio siglo Orfebrería Moreno Romera, cada año con un diseño diferente. Se le añade la leyenda “Granada honra a San Cecilio”. También solían darse ramos de flores a las señoras. Algunas veces, los concejales mayordomos imprimían estampas de invitación para los granadinos. Solían hacerlo a su costa y figurando sus nombres. Los ramos de flores suelen ir cogidos con cintas de colores con las banderas de España, Andalucía y Granada, donde figuran inscritos los nombres de los comisarios.

Este año, hace ya varios días que se reunieron los dos concejales mayordomos con los canónigos del Sacromonte. Están a la espera de recibir la devolución de la visita.

LA TRADICIÓN DE LOS RECORDATORIOS

Los ediles mayordomos tuvieron el detalle en los siglos XVIII y el XIX de elaborar recordatorios, a su costa, que incluían sus nombres. Eran simples estampas impresas con huecograbado o ya fotografías en el siglo XX. Consistían en una imagen de San Cecilio solo, en algún detalle inspirado en los grabados antiguos o una composición fotográfica. Esta costumbre se fue perfeccionando en los años sesenta del siglo pasado, las estampas se entregaban dentro de cajitas de cartón que contenían incienso o estoraque. Y ya en la década de los setenta el Ayuntamiento asumió el gasto de encargar cajitas de alpaca o plata a algún taller artesanal. No fue hasta el año 1974 cuando el encargo recayó en el taller de Artesanía Moreno Romera; desde entonces, y se cumplen 51, este platero ha elaborado para cada Voto de San Cecilio un modelo diferente de cajita. Se las ha ingeniado para que ninguno de la colección se repita; se ha inspirado en motivos relativos a San Cecilio, pero también otros temas granadinos. Existe un cofre de San Cecilio, otro cofre de la Reina Isabel la Católica con motivo del quinto centenario de su entierro en Granada (2004), una copa que incorpora las bolas del caballo colocado sobre el tejado del Ayuntamiento (2002), etc. 

Estampas de mediado el siglo XIX (izquierda) y del periódico el Heraldo (1 de febrero de 1892).
Recordatorio del Ayuntamiento de 1892.
Estampas recordatorio impresas por el concejal Castillo Higueras en los años 1980 y 1984.
Cajita de cartón para el incienso con la estampa e incienso del día del voto, año 1913.
Fotografía formada por una mezcla de dibujos de San Cecilio, la Alhambra e iglesia de San Pedro, del año 1953. De los comisarios Carlos Torres Cruz y José Labella Dávalos.
Cajita de madera forrada de taracea donada por los comisarios mayordomos Benito Alguacil González y Andrés Gómez Castaño, del año 1954.
Obsequio de 1960, en madera lacada, con el yugo y las flechas. Fueron comisarios los concejales Agustín Laborde Vallverdú y Francisco A. Baena Vallejo.
Catálogo y algunos ejemplares de Artesanía Moreno Romera que contiene la colección de las 51 cajas que lleva elaboradas para el Voto de San Cecilio, desde 1974 hasta la actualidad.

Este año la fiesta litúrgica será el día 1, en tanto que la misa del Voto y la romería será el domingo 2 de febrero

Este año la fiesta litúrgica será el día 1, en tanto que la misa del Voto y la romería será el domingo 2 de febrero. El programa previsto es el siguiente: sábado 1 de febrero, a las 17 horas, eucaristía por el rito mozárabe. Domingo 2, misa del Voto y Romería a las 12 horas. A las 17,30, oración y reserva de las Santas Reliquias. Las celebraciones las presidirá el Arzobispo D. José María Gil Tamayo. Las Santas Cuevas podrán ser visitadas entre las 16 y 17,30 horas del domingo.

Invitación a los granadinos del abad Antonio Fernández Siles para los actos del voto de este año.

COSAS QUE NO HAY QUE PERDERSE

Quien decida hacer una visita a la Abadía con motivo de esta festividad, debe visitar el museo en su conjunto. Pero no puede dejar de fijarse en los siguientes elementos que tienen una relación más cercana con San Cecilio y las santas cuevas:

Plancha de plomo que apareció en las cuevas y grabado que explica su traducción. Con unos caracteres llamados béticos, se dice que en aquella calera sufrieron martirio los obispos cristianos Cecilio, Hiscio y Tesifón en tiempos del emperador Nerón. ARCHIVO ABADÍA.
La parte media del retablo de la colegiata concentra las imágenes de San Cecilio (1), Santiago (2), San Gabriel (3), San Hiscio (4) y San Tesifón (5). La lámpara donada por el concejo de Granada (6) y las urnas con las reliquias de San Cecilio, San Tesifón, San Mesitón y discípulos (7) y las de San Hiscio y sus discípulos (8).
Imágenes de San Cecilio en la capilla de entrada a las cuevas y el espacio del horno.
Entrada al horno de San Cecilio.
Inscripción en caracteres latinos que cuentan la leyenda: “Sagradas cuevas en las que vivieron, errantes por estos montes, unos santos de los que el mundo no era digno, y que alcanzaron el martirio por el fuego: San Cecilio, primer Obispo de Granada, y el Obispo de San Tesifón, discípulos de Santiago Zebedeo, Apóstol de las Españas, sus discípulos y el mártir San Mesitón”. 
FUENTE DE FOTOGRAFIAS: JUAN SÁNCHEZ OCAÑA y FEDERICO LABOUISS MONLLOR/RETOQUE Y MEJORA DE IMÁGENES POR LUIS RUIZ RODRÍGUEZ.
PD. La visita de las cuevas ofrece la ocasión de aprovechar para cumplir con la tradición de tocar una de las grandes piedras talismanes de las cuevas: la blanca es para resolver problemas de pareja, la negra para poner distancia definitivamente con el/la contrario/a.

LOS RETRATOS DEL CRONISTA JUSTINO ANTOLÍNEZ DE BURGOS

La mejor fuente para conocer lo ocurrido con los hallazgos del Sacro Monte y el origen del Voto a San Cecilio son los escritos y grabados que redactó y encargó pintar Justino Antolínez de Burgos. Fue el mejor cronista de aquellos años en Granada. Era el hombre de máxima confianza del jurista y político Pedro de Castro. Nació en Valladolid en 1557. Se ordenó presbítero y en 1585 se ligó como capellán de la Chancillería de Valladolid, presidida por Pedro de Castro. Sirvió como jurisconsulto de cámara. A partir de entonces, Justino Antolínez acompañó siempre a Pedro de Castro en sus destinos. Llegó a Granada en 1590. Estuvo siempre a su derecha y vivió todo en primera persona. Fue secretario, tesorero y deán de la Catedral granadina y primer abad y gobernador del Sacromonte (1610-28). Entre 1627 y 1637 ocupó el obispado de Tortosa. Falleció aquel año y le enterraron en esta catedral del delta del Ebro. Nunca perdió en contacto con el Sacromonte.

Encargó una serie de grabados a Francisco Heylan para ilustrar su magna obra. Los dibujantes incluyeron su imagen en varias de las planchas, con retratos muy parecidos

Fue el autor de la Historia Eclesiástica de Granada, concluida en 1611 y no publicada en edición definitiva hasta tiempos recientes (1996). Encargó una serie de grabados a Francisco Heylan para ilustrar su magna obra. Los dibujantes incluyeron su imagen en varias de las planchas, con retratos muy parecidos. Siempre el más cercano al arzobispo, su mano derecha. En las cuatro imágenes parciales de grabados de su Historia se le ve al lado de Pedro de Castro bautizando moriscos regresados de Orán, enseñando en la Casa de la Doctrina y ayudando al arzobispo a introducir reliquias en el famoso arcón de las siete llaves.

 

No se conoce que ningún pintor de los muchos que trabajaron por entonces para el Sacromonte y la Curia le hiciera una “retratura” ─con este término aparecen los encargos en alguna documentación sacromontana─. Tampoco hay ningún retrato en su calidad de obispo de Tortosa durante los diez últimos años de su vida.

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