Gilipojazz: El Jazzrock que se escucha y se ríe

El nombre es tan equívoco como ellos mismos, de hecho ya bromeaban en su primer disco titulado ‘¿Dónde está el Jazz?’ al respecto. El trío madrileño volvió al Plantabaja que llenaron completamente, porque es de esas bandas que multiplican y siguen, y que donde tocan repiten más veces, en un continuo crescendo. ¿Los méritos? Una formación técnica superlativa, su permeabilidad estilística absoluta y un delirante sentido del humor. Por momentos parecía un grupo de cómicos haciendo alta música y no lo contrario.
Y les niego la mayor, sí hubo jazz, mucho y de muy alto voltaje. Cuando Miles Davis, que soñaba tocar con él, se acercó al espíritu de Jimi Hendrix, Jazz y Rock colisionaron estruendosamente a principios de la década de los setenta del siglo pasado, abriendo un espacio por el que solo los hiperdotados pudieron transitar. Es el caso de Ángel Cáceres, Iker García y Pablo Levin, respectivamente bajo, guitarra y batería, aunque con plazas intercambiables. ¡Tremenda la banda!
Si el genial marciano Zappa hubiera incorporado en sus ‘Madres’ a Les Claypol en el bajo, a Steve Vay en la guitarra, Billy Cobham en los parches y…a Faemino y Cansado, nos aproximaríamos a lo escuchado (y reído) este fin de semana en Granada. Una suerte de altisonante jazzrock patafísico con muchos nutrientes, ejecuciones estratosféricas, y una descacharrante puesta en escena con gagas dignos de Tricicle o Les Luthiers.
El extremo virtuosismo del trío, unido a una sincronía univitelina les habilitan para espectaculares momentos en sus ejecuciones, brutales si se lo proponen, con un diseño anguloso de sus piezas que provocan un continuo sobresalto y sorpresa a los sentidos
No hay muchos homólogos en la escena ¿rock?, si acaso, por esa parte, estarían los Glazz de Javi Ruibal y José Recacha; y por la del jazz aquellos Iceberg/Pegasus o algunas cosas de Eneko Alberdi entre no muchas citas más. El extremo virtuosismo del trío, unido a una sincronía univitelina les habilitan para espectaculares momentos en sus ejecuciones, brutales si se lo proponen, con un diseño anguloso de sus piezas que provocan un continuo sobresalto y sorpresa a los sentidos. Una fusión cubista y desenfrenada en el que cabe el Jazz eléctrico como el Rock progresivo, arrebatos ramonianos o metálicos, y hasta, juraría haber escuchado hasta una rumba zaireña. Todo cabe en este proyecto.
Y entre tanta anabolizada musculación, también se permiten un hueco natural, "el cardiólogo nos lo ha recomendado", dijeron, para momentos de un lirismo arrebatado, que igual les sirve para una pieza armónicamente bellísima como para rememorar la infancia colectiva con las melodías de los dibujos ‘Dragon Ball’ en recuerdo a su fallecido creador Akira Toriyama. Casi al final hicieron un homenaje a los Focus de Jan Akkerman y Thijs van Leer. Y todo lo que cabe es todo. Bandón.