8 de abril, Granada contra el olvido
A pesar de la gris y desapacible mañana de domingo que ayer vivimos en Granada, cientos de vecinos y vecinas quisieron salir a protestar por el aislamiento ferroviario que sufrimos desde hace tres años, sin que haya hecho mella en su ánimo ni el tiempo ni las maniobras de desactivación de la movilización provenientes de donde era de esperar y de algunos grupúsculos minoritarios que, al parecer, se resignan a que su tierra esté aislada. Un aislamiento que durante estos más de mil días ha dañado de forma importante el desarrollo económico y social de la provincia en una cuantía difícil de calcular pero no por ello menos evidente. Por solo poner un ejemplo, Granada no ha organizado un congreso serio en estos tres años, un segmento turístico muy interesante para nuestra tierra y en el que habrá que invertir algo más que esfuerzo para recuperar el tiempo perdido.
Lo más sangrante es que esta situación de aislamiento podría haberse evitado desde el minuto uno simplemente usando la línea de Moreda, algo a lo que el Ministerio de Fomento se ha negado sistemáticamente, arguyendo todo tipo de mentiras y excusas
Lo más sangrante es que esta situación de aislamiento podría haberse evitado desde el minuto uno simplemente usando la línea de Moreda, algo a lo que el Ministerio de Fomento se ha negado sistemáticamente, arguyendo todo tipo de mentiras y excusas. Al fin y al cabo, Madrid sabe que en según qué partes del país, no hay de qué preocuparse, dado que los políticos locales, tan sumisos a sus direcciones, no alzarán la voz, no sea que se malogre su inclusión en las futuras listas electorales y la sociedad civil aún está muy verde. Es más, los representantes políticos locales se alternarán, según esté su formación en el gobierno o la oposición, en la colocación de palos en las ruedas de la movilización o maniobrando para acaparar el protagonismo.
Por esa razón, cuando desde Granada en Marcha convocamos una manifestación, ya sea en solitario o con Marea Amarilla, insistimos en que es la ciudadanía la que debe ser protagonista y no los representantes políticos, porque el intento de acaparar o protagonizar el movimiento social lo condena irremisiblemente a su irrelevancia y porque en algunos casos tenemos la sensación de que se pone al zorro al cuidado de las gallinas, sin perjuicio de que sepamos distinguir, nítidamente, entre quienes no han movido un solo dedo por el tren de Granada y quienes han estado desde el principio con los vecinos, con más o menos fortuna. Idénticas razones nos llevan a rechazar formar parte de la Mesa del Ferrocarril, en tanto en cuanto entendemos que es un órgano absolutamente inoperante que parece nacido para “domesticar” un movimiento social que debe ser expresión de poder civil, de ciudadanía y no “brazo armado” de ninguna formación, sin perjuicio del respeto que nos puedan merecer las organizaciones y personas que lo integran.
Y, obviamente, porque entendemos que Granada necesita una sociedad civil potente capaz de presionar a favor de la consecución de objetivos colectivos, a nuestro juicio imprescindibles, que parecen inalcanzables para una clase política excesivamente sumisa y gregaria. En fin, Granada –y, por extensión, Andalucía– no tiene otra opción que seguir saliendo a la calle si quiere evitar ese intento de condena al olvido, al ostracismo, al que se le quiere relegar, con la incomprensible aquiescencia de buena parte de nuestros representantes políticos; una condena que solo los granadinos podemos evitar si, como hoy, seguimos defendiendo lo que creemos justo para nuestra tierra, al margen de quien convoque, de quien quiera obtener réditos políticos, de quien quiera evitarlos y de quien esgrima excusas inverosímiles para no apoyar algo justo, porque nadie nos va a regalar nada, ni mucho menos lo hará por nosotros.