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'Animal Collective siguen perdidos entre el ruido'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 16 de Marzo de 2022
Animal Collective – 'Time Skiffs'.
Portada de 'Time Skiffs', de Animal Collective.
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Portada de 'Time Skiffs', de Animal Collective.

Animal Collective fueron uno de los grupos definitorios del indie de los años 2000. El viaje del grupo de Baltimore desde el freak folk diparatado al pop psicodélico desenfrenado fue una de las trayectorias más épicas de cualquier banda en esa década, y culminó en una obra maestra universalmente adorada como es Merriweather Post Pavillion (2009). Su aparición coincidió además con el cénit de otro ciclo: el de los blogs musicales como medio de difusión y discusión de la música alternativa. Ese espacio que había encumbrado a gente tan dispar como Arcade Fire o Vampire Weekend estaba en su apogeo cuando llegó aquel álbum, y fue allí donde el público y la crítica se dieron cuenta colectivamente de que Animal Collective habían hecho un discazo. Poco después, ese rol lo adoptaría Twitter, mientras que la aparición de Spotify y el ascenso del streaming como primera opción de consumo acabarían con las filtraciones de archivos MP3 que marcaron esos años.

Solo por momentos parece que hayan encontrado algo realmente poderoso; pero estos instantes pasan y el grupo vuelve a perderse en callejones sin salida con desesperante frecuencia

Parece que ese aire crepuscular que enmarcó la llegada del álbum acabó contagiando a la banda, que desde ese momento no termina de acertar. En Centipede Hz (2012) se pasaron de revoluciones, con un sonido agresivo y saturado que fatigaba enseguida al oyente; cuatro años después, en Painting With (2016), sus canciones pretendían tener una estructura directa y pop, pero sonaban más deslavazadas y aburridas que nunca. Ha pasado más de un lustro sin que la banda crease un disco de estudio como tal, y ahora que por fin ha llegado, esta vez con sus cuatro miembros involucrados tras el retorno de Deakin, el resultado vuelve a ser decepcionante. Time Skiffs es sin duda más coherente que sus últimos trabajos, pero sigue sin terminar de dar con un sonido consistente para los Animal Collective post-Merriweather. Solo por momentos parece que hayan encontrado algo realmente poderoso; pero estos instantes pasan y el grupo vuelve a perderse en callejones sin salida con desesperante frecuencia.

Véase, por ejemplo, el caso de “Cherokee”, la canción más larga del álbum. Empieza con calma y sus diversos e inclasificables elementos entran poco a poco para componer un retablo interesante. Lo que parecen unos sintes llenos de reverb y una especie de acordeón (¿será el hurdy-gurdy que señalan los créditos?) conforman su armazón, que transmite una sensación despreocupada, como de estar dando un largo y tranquilo paseo. La melodía vocal de Panda Bear refuerza esta sensación, y todo va bien hasta que dan con un puente francamente aburrido... ¡y deciden alargarlo durante más de dos minutos! La canción se vuelve entonces plana, y la vuelta de la melodía anterior no aporta gran cosa. Para rematar, los de Baltimore añaden absurdamente una outro insustancial de más de un minuto, y lo que parecía que iba a ser una canción bastante buena de haber tirado por otros derroteros acaba siendo una demostración de la falta de consistencia compositiva de la banda.

Para rematar, los de Baltimore añaden absurdamente una outro insustancial de más de un minuto, y lo que parecía que iba a ser una canción bastante buena de haber tirado por otros derroteros acaba siendo una demostración de la falta de consistencia compositiva de la banda

Esto de los outros innecesarios es una tónica en el disco: está el de “Walker”, otro tema con potencial pero mal resuelto. Construida entre un xilófono, el hurdy-gurdy y una gran línea de bajo, la canción podría haber concluido tras unos breves dos minutos y medio, pero parece que al grupo le da corte esta idea, porque añaden una cosa fea e informe con las voces mal grabadas y mezcladas de Avey Tare y Panda Bear contestándose entre sí para alargarla hasta casi cuatro minutos. También “We Go Back” tenía algunas partes prometedoras, en concreto las estrofas. Pero no solo se las cargan con un extraño y cacofónico juego de voces en los estribillos, sino que añaden al final una repetición más desnuda de ambas partes que muestra, de nuevo, la falta de ideas para desarrollar los temas que plaga el disco. En otros casos, en cambio, el outro es lo mejor: “Car Keys” tiene unos sonidos vagamente orientales que no funcionan y una evolución tirando a plana, pero la parte instrumental del final encuentra un mejor equilibrio entre sus elementos y resulta, al menos, intrigante.

Pero la cuestión es que rara vez el grupo encuentra el delicado equilibrio entre los sonidos psicodélicos que siempre han sido su seña de identidad y la composición de canciones sólidas. No solo porque, como venía pasando, hay elementos directamente feos (esos sintes del principio de “Passer-by”), sino sobre todo porque no consiguen encadenar partes de calidad con suficiente frecuencia. “Strung with Everything”, por ejemplo, tiene un puente fantástico, con un sonido sinfónico a lo Beach Boys, pero este solo llega después de un pasaje horrendo en que las voces se superponen de forma molesta y una especie de ruido blanco barre por completo la mezcla. Y claro, cuando la música no está al nivel que debería, la letra destaca más, y este nunca ha sido un punto fuerte de Animal Collective, ni siquiera en sus días de gloria. El punto hippie naíf de letras como las de “Passer-by” y “We Go Back” resulta un poco cansino.

Pero hay un par de ocasiones en que la banda de Baltimore encuentra el punto justo, la fórmula del éxito que tanto les rehúye desde hace más de una década. “Prester John” tiene una gran línea de bajo, un buen cóctel de instrumentos, una melodía preciosa y una progresión fantástica. Ni siquiera otra outro incomprensible puede arruinar el tema. Mientras tanto, “Royal and Desire” bien puede ser su mejor canción en trece años. Su aire pausado y dulce enamora a la primera, e incluso la letra convence con sus ambivalentes reflexiones sobre la adultez (“‘Cause you taught me to stand/and that splinters will rise/and we’ll always come ’round, ’round”). Lo mejor es ver que el grupo es capaz de ver lo que ha creado y no se interpone en su propio camino con añadidos innecesarios o desvíos desconcertantes. Lo malo, claro, es darse cuenta de que esto solo ocurre en momentos puntuales. Animal Collective se perdieron hace tiempo en la bruma de su particular bosque sonoro, y en Time Skiffs vemos que siguen ahí metidos; eso sí, al menos parece que han encontrado algo parecido a un camino de salida. Veremos si deciden seguirlo.

Puntuación: 6.2/10

 

 

 

 

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com