'Black Country, New Road son la vanguardia de una nueva generación de grupos de rock experimental'
Una pequeña desventaja de escuchar muchísima música, especialmente cuando te dedicas a escribir sobre ella y quieres, por tanto, estar al tanto de todas las novedades, es que se reducen bastante las probabilidades de sorpresa. Es natural: no solo es que escuche los discos, es que estoy pendiente de los anuncios de grupos y sellos sobre cuándo van a salir novedades, me hago calendarios para recordar escucharlas, y la nómina de grupos y artistas a quienes sigo de esta manera no deja de aumentar. Con lo cual, me encuentro con que incluso a quienes no llego a escuchar por pura falta de tiempo, los tengo controlados. Sé cuál es su estilo, cuánto han gustado sus trabajos a la crítica, y me hago una idea de cómo de probable es que me gusten a mí. Luego siempre hay lugar a pequeñas sorpresas: un disco que me decepciona o me gusta mucho más de lo imaginado, un grupo al que no había hecho caso y que resulta que me encanta. Y menos mal. Pero es raro que me encuentre con una auténtica y absoluta sorpresa: alguien de quien no sabía nada y que me deja boquiabierto.
El nombre Black Country, New Road no me decía nada hace diez días, y ahora sin embargo se han convertido en una pequeña obsesión para mí. Formada por siete jóvenes londinenses, cuatro chicos y tres chicas, esta banda amiga de los inclasificables black midi había hecho mucho ruido en el underground británico con apenas dos singles a su nombre
Esta semana me ha pasado. El nombre Black Country, New Road no me decía nada hace diez días, y ahora sin embargo se han convertido en una pequeña obsesión para mí. Formada por siete jóvenes londinenses, cuatro chicos y tres chicas, esta banda amiga de los inclasificables black midi (esta conexión me animó a escucharlos: Schlagenheim fue uno de mis discos favoritos de 2019) había hecho mucho ruido en el underground británico con apenas dos singles a su nombre. Ahora nos ha llegado su álbum debut, For the first time, y el hype, en mi opinión, se ha demostrado certero. El impacto de estas seis canciones es tan poderoso como desorientador: la unión de elementos de post punk y post hardcore, más reconocibles, con locas improvisaciones de saxofón a lo free jazz y melodías judías (!) llevan a composiciones impredecibles y sorprendentes. Al mismo tiempo, la dramática y quebradiza voz de Isaac Wood sostiene unas letras que ahondan en inseguridades, en mecanismos de defensa contra ellas más o menos efectivos (unas gafas de sol, delirios de grandeza), en el pavor y la emoción de abrirse paso hacia lo desconocido. El álbum tiene características propias de una experiencia iniciática, y la extrema juventud de los miembros del grupo puede explicar esto en parte.
El comienzo de ese viaje está en esa primera canción de título tan descriptivo: “Instrumental”. Dos poderosos golpes de caja suenan al unísono con el bajo para dar el pistoletazo de salida, y pronto la batería atrapa con su ritmo cíclico hasta que entra un sencillo riff de sintetizador cuya repetición nos va acercando a una suerte de trance. La guitarra, el violín y el saxofón se unen poco a poco, todas ellas con melodías simples e hipnóticas, y la canción va ganando fuerza hasta que en los últimos instantes el saxofón de Lewis Evans desata el caos. En estos cinco minutos y medio ya se puede ver en acción una de las grandes habilidades de Black Country, New Road: el control de la tensión. Aunque la romántica y melancólica “Track X” supone un momento de verdadera dulzura, el resto de canciones basan su atractivo en un férreo manejo de las dinámicas instrumentales y emocionales, con pocos momentos de catarsis. No hay casi ningún momento en que el grupo nos permita respirar tranquilos: el asalto del ruido es incesante.
Se acumulan entonces las disonancias en un diálogo infernal entre guitarras y saxofón, hasta que unos sintes saturados y oscuros y un violín ominoso barren la mezcla e impulsan la segunda parte de la canción
Quizás la canción que mejor resume este modelo sea “Science Fair”. El reverb y la distorsión de las guitarras combinados con el toque insistente y discreto de batería y bajo nos introducen en una atmósfera inquietante, que el disonante violín y la monótona guitarra no hacen sino reforzar. Cuando Wood empieza a contarnos el humillante momento en que prendió fuego accidentalmente a una chica que le había gustado en una feria de ciencias, la presión crece hasta hacerse insoportable. La yuxtaposición de fantasías de omnipotencia con la triste realidad de su vida diaria (“Okay, today, I hide away/But tomorrow, I take the reins/Still living with my mother”) nos da una idea del estado mental del narrador. Se acumulan entonces las disonancias en un diálogo infernal entre guitarras y saxofón, hasta que unos sintes saturados y oscuros y un violín ominoso barren la mezcla e impulsan la segunda parte de la canción. De nuevo, otra escena de humillación para Wood, y después la huida hacia campo abierto, hacia ese Black Country que da nombre al grupo, y todos los instrumentos se unen en un crescendo que se vuelve irrespirable. Entonces, cuando ya no se sabe por dónde demonios van a salir, las guitarras se vuelven pesadas y la canción concluye con un pasaje de metal acompañado por saxofón que recuerda a la monstruosa “Blood of the Past”, del grupo de jazz experimental The Comet is Coming.
Esta atmósfera opresiva sin apenas tregua es insostenible durante cuarenta minutos, y Black Country, New Road lo saben. Por eso también introducen momentos de éxtasis y liberación, aunque sean breves, que precisamente por ser ese pequeño oasis aumentan su impacto. Es el caso de “Sunglasses”, cuya primera mitad casi nos da esperanzas con sus tonalidades mayores y sus imágenes de comodidad y dicha doméstica. Pero pronto vemos que era todo una trampa: la alegría que desprende la instrumentación mientras Wood entona ese paradójico “And I am so ignorant now, with all that I have learnt” se corta bruscamente y vuelve la disonancia, para revelar que bajo ese falso idilio yacen la culpa de clase y la inestabilidad de una relación a punto de estallar. El retrato de la familia de su pareja nos ha mostrado la incomodidad del narrador con sus privilegios. Frente a esta insidiosa inseguridad, lo mejor que puede esgrimir es la protección que le brindan unas tristes gafas de sol, que supuestamente esconden sus miedos de los demás. Cuando esto falla, la réplica final de su pareja (“Leave my daddy's job out of this/Leave your Sertraline in the cabinet”) nos muestra que la relación está condenada tanto por las diferencias de clase como por las inseguridades personales de ambos.
También el respiro de “Track X” tiene un reverso oscuro: en su segunda estrofa, Wood explica cómo solo pensar en su perro, su hermana y su madre le frenó en su impulso de suicidarse tras ser rechazado por una mujer a la que se declaró en un concierto de black midi. Sucede incluso con el final de “Athens, France”: tras un inicio compacto y siniestro la canción se disuelve, convirtiéndose en una balada de tonos tiernos, casi una nana, pero el contexto de la letra (con guiño a Phoebe Bridgers incluido) no deja mucho lugar a que nos hagamos ilusiones. En otras palabras: el tono predominante en For the first time es oscuro y sofocante. Pero esto se combina con una confusa y contradictoria sensación de libertad que se plasma en la energía de la música y en las apelaciones de la letra a ese (¿metafórico?) Black Country hacia el que huir. “Opus”, la canción de cierre, condensa estas cualidades, con esos pasajes que recuerdan a la festiva música de los gitanos balcánicos popularizada por Goran Bregović y esos otros momentos en que Wood entona de forma despaciosa y deprimente una letra sobre cómo nuestras propias creaciones pueden destruirnos (“What we built to keep ourselves warm/Burnt your hand and charmed the locals/[...] What we built must fall to the rising flamеs”), dejándonos con un sabor de boca agridulce.
Eso sí, la originalidad de la música nos deja también la convicción de que este grupo está expandiendo las posibilidades del rock en la tercera década del siglo XXI. Creo que es muy interesante que el disco lo edite Ninja Tune, un sello especializado en electrónica. Otra banda británica que se mueve en las fronteras más experimentales del post punk, Squid, lanzará su disco debut en mayo a través de Warp Records, el sello de leyendas como Aphex Twin o Autechre, y el primer single, “Narrator”, suena sencillamente espectacular. El rock raro vuelve a estar de moda, y creo que eso es algo a celebrar.
Puntuación: 8.8/10
- Si quieres escucharlo, pincha en el siguiente enlace: Black Country, New Road – For the first time