Funambulismo climático

Nuestra sociedad se encuentra inmersa en una crisis que es a la vez, económica, social, climática y sanitaria, y se acerca al umbral que hará más graves algunas de sus consecuencias. Los informes del Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático (IPCC) son claros: hemos superado el punto de la duda, adentrándonos en la certeza de una grave policrisis. El aumento de la temperatura media global está ya desatando consecuencias catastróficas que redefinen la habitabilidad del planeta. Estamos aproximándonos vertiginosamente al borde de puntos de inflexión irreversibles, como el colapso de las corrientes oceánicas o el deshielo masivo y la naturaleza está dando respuestas a nuestra falta de respuesta.
La ciencia nos da una ventana crítica de acción de apenas una década para evitar los escenarios más dramáticos. Retrasar las medidas o ceder al escepticismo político es un acto de negligencia histórica que hipoteca el futuro de las generaciones venideras.
En nuestro país la respuesta a esta cruda realidad de la emergencia climática, debería ser un consenso político firme y una acción decidida en torno al Pacto de Estado frente a la Emergencia Climática, lanzado por el Gobierno de España “para dar respuesta a los impactos, cada vez más extremos, del cambio climático. Con un espíritu de país, con ambición y vocación de perdurabilidad, el acuerdo debe trascender los ciclos políticos y las diferencias territoriales, con el fin de reforzar la capacidad de adaptación, mitigación, respuesta y recuperación ante los fenómenos climáticos”.
Así lo están viendo muchos actores sociales con una amplia participación de diferentes expertos de la comunidad científica, pero también las ONGs de conservación de la naturaleza y otros colectivos sociales, asociaciones del mundo rural y del sector pesquero, sindicatos y patronal...
El Partido Popular siempre se ha desmarcado de estas acciones y ha calificado puerilmente de propaganda toda estrategia de lucha contra el cambio climático
El Partido Popular siempre se ha desmarcado de estas acciones y ha calificado puerilmente de propaganda toda estrategia de lucha contra el cambio climático. Cuando gobernaba practicó un peligroso funambulismo entre el escepticismo/negacionismo de Aznar y de Rajoy, (y su primo), y el retardismo, estrategia en la que, hasta ahora, se han movido principalmente sus sucesores, una forma de inacción política basada en el retraso de la implementación de medidas, que en ocasiones resulta muy efectiva para frenar el progreso ambiental.
El retardismo ha sido el arma de poderosos grupos de presión que se oponen a una acción climática ambiciosa y es una estrategia que consiste en aceptar formalmente la existencia del cambio climático, pero rechazar o diluir sistemáticamente las soluciones necesarias bajo la excusa de la ‘racionalidad económica’ o la ‘protección de la competitividad’. Como ocurre con otras fuerzas políticas conservadoras de nuestro entorno sociopolítico, la amenaza a la competitividad para la industria y el sector primario español, es el argumento más socorrido por el Partido Popular para justificar su postura.
Pero la realidad macroeconómica desmiente categóricamente ese planteamiento y señala que este pensamiento a corto plazo revela una miopía económica por varias razones: en primer lugar porque el coste de la inacción es mayor, los costes de no hacer nada superan con creces los costes de la transición ecológica; en segundo lugar porque supone una renuncia al liderazgo verde como oportunidad, convirtiendo la transición energética y la economía circular en una oportunidad masiva para la innovación, la creación de empleo verde y el liderazgo tecnológico. Al ralentizar las medidas, se obstaculiza que España se posicione como un líder en energías renovables, movilidad eléctrica o agricultura regenerativa, dejando que otros países copen este mercado del futuro.
Finalmente hay que señalar que la actitud retardista del PP frena la necesaria transición justa y planificada. Un ejemplo lo estamos viendo con el despliegue de las energías renovables que se está haciendo en muchos casos sin la necesaria sostenibilidad ambiental y social por culpa de la ausencia de la planificación de comunidades autónomas y de la rebaja de las garantías ambientales como ocurre en Andalucía. En un mercado global que está virando hacia la descarbonización, estas medidas dilatorias en lugar de proteger a la industria puede que la estemos condenando a la obsolescencia.
En la práctica la acción política del PP se ha traducido en una defensa del status quo o en la búsqueda de moratorias y excepciones que benefician a sectores intensivos en carbono
En la práctica la acción política del PP se ha traducido en una defensa del status quo o en la búsqueda de moratorias y excepciones que benefician a sectores intensivos en carbono. La retórica se viste de preocupación por el impacto de la transición ecológica sobre las clases medias, los agricultores o los transportistas, pero el resultado final, según los expertos científicos y las organizaciones conservacionistas, es una dilución de la ambición que requiere la gravedad de la situación y la urgencia de la respuesta.
Un ejemplo paradigmático ha sido la posición de la derecha española sobre el Pacto Verde Europeo. Mientras la Comisión y el Europarlamento, en el que el Partido Popular Europeo es la fuerza mayoritaria, han impulsado normativas para la reducción drástica de emisiones o la Ley de Restauración de la Naturaleza, en consenso con liberales, verdes y socialdemócratas, el PP español ha mostrado sistemáticamente reservas, y a menudo ha votado alineado con los grupos más conservadores y euroescépticos. Al hacerlo no solo traiciona el compromiso de España con la Unión Europea, sino que envía un mensaje de falta de seriedad sobre la crisis que nos atañe a todos.
En los últimos meses el PP de Feijóo ha derivado de nuevo hacia posiciones de una gran irresponsabilidad política al avalar y secundar los postulados de la ultraderecha y colocándose en un negacionismo frontal y activo.
En el Parlamento Europeo, ya se había observado cómo el PP se alineaba a menudo con los grupos euroescépticos y abiertamente negacionistas para votar en contra de piezas clave de la legislación ambiental. Esta alianza, motivada por la aritmética parlamentaria o por una cesión ideológica, tiene un efecto corrosivo: legitima el negacionismo y pone en riesgo la hoja de ruta verde de la UE. En España, al poner en duda la Ley de Cambio Climático española, priorizando el rédito electoral inmediato, por encima de los intereses estratégicos de nuestro país, el PP no solo desgasta al Gobierno, sino que socava la confianza en la ciencia y en las instituciones internacionales.
Ahora los conservadores en Europa han roto su compromiso de no colaborar con la ultraderecha y han votado a favor de reducir las exigencias medioambientales a las empresas eliminando las líneas rojas y los cordones sanitarios
Ahora los conservadores en Europa han roto su compromiso de no colaborar con la ultraderecha y han votado a favor de reducir las exigencias medioambientales a las empresas eliminando las líneas rojas y los cordones sanitarios. El paso dado por el PP ha ido más lejos votando junto a la ultraderecha, en plena COP30, en contra del objetivo de reducción del 90% de las emisiones contaminantes en 2040, asestando un duro golpe a la frágil unidad climática europea y al consenso que lograron cerrar los Veintisiete que ha permitido a la UE salvar la cara en la reciente cumbre del clima de Belém (Brasil).
El PP, en lugar de ejercer de puente con las otras familias políticas que soportan la estructura institucional de la Unión Europea, ha decidido tácticamente hacer de enlace con ‘fuerzas centrífugas’ europeas, quizás pensando en su eventual alianza con Vox para desalojar al gobierno de Pedro Sánchez, por lo civil o por lo criminal; por ahora lo que están consiguiendo es caer atrapados en las redes ideológicas de la derecha aún más ultra y en propiciar un ascenso en votos de sus principales amigos políticos/enemigos electorales. Y para ello están ‘comprando’ sus narrativas negacionistas, sus teorías conspiranoicas y sus bulos y mentiras.
Igualmente las condiciones impuestas por Vox, para la investidura del sucesor del ‘líder del Ventorro’ en la presidencia de la Generalitat valenciana, han llevado al PP a rechazar el Pacto Verde Europeo, un acuerdo y una estrategia apoyada por el Partido Popular Europeo e impulsado por Von der Leyen, presidenta de la Comisión
Igualmente las condiciones impuestas por Vox, para la investidura del sucesor del ‘líder del Ventorro’ en la presidencia de la Generalitat valenciana, han llevado al PP a rechazar el Pacto Verde Europeo, un acuerdo y una estrategia apoyada por el Partido Popular Europeo e impulsado por Von der Leyen, presidenta de la Comisión. Feijóo, avalando los acuerdos ha perdido, de nuevo, una oportunidad de construir un relato conservador, moderno y alineado con el sentido común mayoritario de la sociedad española y de su propio electorado que reclama de los poderes públicos una acción más decidida y eficaz contra el cambio climático.
Feijóo con su retardismo estratégico, por interés electoral cortoplacista, está llevando a su partido a un obstruccionismo, desoyendo las demandas sociales de una acción urgente. Pero una alianza negacionista, sería aún más grave y significaría una hipoteca climática, ética y ecológica que los ciudadanos, especialmente las futuras generaciones pagarían a través de peores sequías, inundaciones e impactos en la salud y en la economía.
Y este viraje de la derecha española ocurre despreciando los mensajes de la ciencia y a la misma realidad vivida en nuestro país, por ejemplo, con la DANA que los científicos han concluido el cambio climático la ha hecho más lluviosa (Bulletin of the American Meteorological Society, World Weather Attribution) y avisan que estos eventos meteorológicos extremos serán cada vez más intensos y frecuentes. O lo hacen ignorando, o no siendo sensibles, a que el cambio global está empeorando de manera drástica problemas ambientales como los incendios forestales sufridos este verano. O desoyendo las advertencias de que las olas de calor son ya 200 veces más probables y hasta 3º C más intensas que en la época preindustrial.
Y mientras algunos siguen diciendo que siempre ha hecho calor en verano y frío en invierno como principal argumento de peso en este debate climático ¡País, que diría Forges!


























