'Gente de bien'
Llevo varios días dándole vueltas a lo que quiso decir el presidente del Partido Popular la semana pasada en el Senado cuándo se refirió a la ‘gente de bien’ y a quiénes incluía en ese, se supone, selecto grupo, cuando hizo esa consideración. Apenas he podido conciliar el sueño estos días ‘devanándome los sesos’ por saber si yo podría estar en ese grupo de privilegiados, entre esa gente de bien. Cuánto más quieren enterrar este episodio y colocarlo como anecdótico, más vueltas le doy yo a su significado y trascendencia política.
Algunos han querido circunscribirlo a un “el que tiene boca se equivoca” como el propio Núñez Feijóo hizo refiriéndose a la confusión de Pedro Sánchez entre Nigeria y Senegal. Muchos lo han tratado como un lapsus linguae, ¿otro más?, del líder de la oposición, como cuando dijo que Orwell escribió en el año 84 su libro 1984, o cuando confundió galerna con caverna, o cuando confundió los premios Goya con los Oscar... y paro, aunque la lista es amplia.
Está claro que Feijóo, (al que alguien que no debe ser gente de bien ha añadido, por estos deslices, dos nuevas sílabas ‘jo’ al final de su apellido, convirtiéndolo en #Feijójojo), tiene dos problemas de comunicación: uno, cuando lee sus discursos que parecen salidos, en muchas ocasiones, del ‘Rincón del Vago’; el otro, cuando Feijóo se suelta de manos, levanta la vista del papel y habla por su cuenta y entonces comete errores ‘de infantiles’
Está claro que Feijóo, (al que alguien que no debe ser gente de bien ha añadido, por estos deslices, dos nuevas sílabas ‘jo’ al final de su apellido, convirtiéndolo en #Feijójojo), tiene dos problemas de comunicación: uno, cuando lee sus discursos que parecen salidos, en muchas ocasiones, del ‘Rincón del Vago’; el otro, cuando Feijóo se suelta de manos, levanta la vista del papel y habla por su cuenta y entonces comete errores ‘de infantiles’. A estos fallos mediáticos se le suma el error de estrategia política que supone haber elegido el Senado como escenario de confrontación con el presidente del Gobierno, en el que es vapuleado de manera sistemática. No ha trascendido si fue idea propia o de algún asesor que, en ese caso, debe estar encerrado en las mazmorras de Génova y haber sido golpeado con el martillo de destrozar ordenadores. Mi opinión personal de ‘mal pensado’, (y acertarás), es que antes que nada pensó en el sueldo como demuestra que esta semana se ha publicado que cobra un extra de 2.000 euros mensuales por ser de fuera de Madrid, aunque haya puesto su residencia en la capital. Truquillos de gente de bien.
Pero, en mi opinión, detrás de este fallo garrafal, y quizás como consecuencia de estar ‘grogui’ tras recibir varios golpes dialécticos continuados de Pedro Sánchez, lo que le ocurrió en este caso a Núñez Feijóo, es que dijo lo que pensaba y mostró, involuntariamente el problema de la derecha con los avances sociales. Si no se le hubiera acabado el tiempo quizás hubiéramos podido escuchar, en ese ataque de sinceridad sin papeles, el auténtico pensamiento que inspira la acción política de la derecha de ayer, de hoy y de mañana.
La protesta contra la Ley Trans, con las excusas que quieran poner, como antes hicieron contra la ley del divorcio, la del aborto, el matrimonio igualitario o la eutanasia, no es error de lengua; el problema es que hay muchas cosas que molestan a la gente de bien pero que suponen la forma en la que la sociedad avanza y se hace mejor la vida de la GENTE.
La prueba más palpable a la que me aferro de que no fue un error verbal está en que tras su declaración toda la claque del PP aplaudió la ocurrencia, de manera rabiosa y espontánea, sintiéndose plenamente participe de su significado e identificada con su pertenencia a esa clase distinguida de gente de bien.
El problema no es sólo esta cuestión concreta como digo, sino la división maniquea que hacen continuamente entre la gente de bien y la que no lo es, la gente normal o de orden, que decían antes, y la chusma. O lo que es lo mismo los de arriba y los de abajo
¿Quería decir el líder del PP, (con permiso de Ayuso), y toda su tropa, que a los que no nos molesta la Ley Trans no somos gente de bien? El problema no es sólo esta cuestión concreta como digo, sino la división maniquea que hacen continuamente entre la gente de bien y la que no lo es, la gente normal o de orden, que decían antes, y la chusma. O lo que es lo mismo los de arriba y los de abajo. Porque detrás de esa afirmación de que la gente de bien está molesta hay la misma intención que cuando Ana Rosa Quintana se refiere a “los del lado bueno de la Historia”; estamos en definitiva ante la misma consideración que hacía JoseMari de aquellos ‘buenos equipos’ de los que presumía, (gente que sería de bien según su filosofía pero equipos que hoy visten uniforme de rayas verticales mayoritariamente, a pesar de todo lo que han manejado en el Poder Judicial para evitarlo).
Estamos de nuevo ante el supremacismo de la derecha rancia de este país que se creen con derecho divino a gobernar, que piensan que los españoles auténticos, muy y más españoles que nadie, son los que van a misa de 12 los domingos, aunque luego su hipocresía les haga practicar, sin ningún problema moral, lo de odiar al prójimo. Porque el verdadero problema de distinguir que hay gente de bien es que consideran que los que no pensamos, opinamos y actuamos como ellos somos gente mala.
La obligación de un presidente del gobierno en una sociedad democrática es precisamente lo contrario, es preocuparse y ocuparse de la vida de los demás, por los problemas, aspiraciones e inquietudes de la gente (de toda la gente) y, en el caso concreto que se sustanciaba en el debate en el Senado, hacer lo posible por buscar la igualdad de derechos y la felicidad de todas las personas independientemente de su identidad o condición sexual
Aunque ha quedado más aparcado del debate público, en su intervención, aparte de hablar en nombre de la gente de bien y de pedir que no se les molestara, Feijóo reclamó a Sánchez que no se metiera en la vida de los demás. En esto discrepo frontal y abiertamente con el líder opositor (adviértase del matiz que introduzco en este adjetivo). La obligación de un presidente del gobierno en una sociedad democrática es precisamente lo contrario, es preocuparse y ocuparse de la vida de los demás, por los problemas, aspiraciones e inquietudes de la gente (de toda la gente) y, en el caso concreto que se sustanciaba en el debate en el Senado, hacer lo posible por buscar la igualdad de derechos y la felicidad de todas las personas independientemente de su identidad o condición sexual, aunque sean minoría, o precisamente por ello.
El grupo de personas a las que defendía y decía representar Feijóo, tiene unas ideas que se resumen en que la gente que no es “como Dios manda”, no son gente de bien. Estas ideas son incompatibles con nuestra Constitución por muy constitucionalistas que se declaren. Otra prueba de que entienden nuestra Carta Magna a manera de ‘ley del embudo’. Y van…