'Julia Holter suma y sigue'
Para un cierto perfil de aficionados a la música, el nombre de Julia Holter se ha de pronunciar siempre con reverencia. La de Los Ángeles ha hecho de su catálogo uno de los más consistentes y fascinantes del art pop de este siglo, tirando de su formación clásica en el aspecto compositivo, añadiendo letras poéticas y esquivas y adornando su música con una producción que tiene siempre un aire etéreo y vagamente psicodélico que hace las delicias de los más audiófilos. Sus discos han oscilado entre los extremos de lo más experimental y lo más accesible, entre aquellos que han tratado de reflejar el caos del mundo contemporáneo, como Loud City Song (2013) y Aviary (2018), y los que han elevado el pop a sus cotas de mayor refinamiento, como su obra maestra, Have You In My Wilderness (2015). No obstante, hacía tiempo que no sabíamos de ella, más allá de alguna banda sonora para alguna película; la antaño prolífica autora ha tardado seis años en sacar un nuevo disco de estudio, y es que, en este tiempo, aparte de sobrellevar como pudo la pandemia, ha sido madre.
El resultado es su trabajo más maduro en lo temático, amén del más sinestésico en lo sonoro, con un punto enfebrecido y vibrante que consigue, en efecto, transmitir las sensaciones trepidantes y contradictorias del amor y el deseo
Esta última experiencia ha sido importante a la hora de inspirarse para componer y producir Something in the Room She Moves, su sexto álbum. Según ha contado en entrevistas, su objetivo era crear un sonido que evocara simultáneamente la fluidez, la visceralidad y la fragilidad de la experiencia corporal del ser humano. Así, ha dejado atrás el carácter salvaje, incontenible, expansivo y desafiante de Aviary, donde cada canción sonaba diferente, en favor de una paleta instrumental más concreta y constante, aunque también variada. Fundamentalmente, este disco se basa en el piano eléctrico, sintetizadores diversos, el bajo sin trastes (y ocasionalmente el contrabajo), diversos tipos de percusión tratada con múltiples efectos y varios instrumentos de viento (sobre todo flautas y saxofón, pero también gaita, clarinete y trompeta). Gracias a la siempre excelsa producción, estos elementos se superponen con su expresiva voz, que alterna con facilidad entre la levedad del juego infantil y la gravedad de la adultez, en una deliciosa cascada de sonidos. El resultado es su trabajo más maduro en lo temático, amén del más sinestésico en lo sonoro, con un punto enfebrecido y vibrante que consigue, en efecto, transmitir las sensaciones trepidantes y contradictorias del amor y el deseo.
Esto es especialmente cierto en los cortes más largos del disco. Canciones como “Sun Girl”, “Something in the Room She Moves”, “Spinning”, “Evening Mood” o “Talking to the Whisper” se alargan más allá de los seis minutos y nos meten en esa corriente constante de sonidos táctiles y sugerentes. Por supuesto, dadas las dotes de Holter como compositora, el desarrollo de estas canciones es excelente, con progresiones melódicas poco convencionales y estructuras muy diversas. Mientras que “Spinning” cuenta con un estribillo fantástico y extático, que dan ganas de cantar a voz en grito, “Something in the Room She Moves” es mucho más sutil y despaciosa. “Evening Mood”, en línea con su letra erótica, es la que tiene más swing y un sonido más crepuscular y sugerente; “Sun Girl”, en cambio, se inspira en las canciones de cuna y es tremendamente colorida y divertida. “Talking to the Whisper”, por último, es el agridulce clímax emocional del álbum: “love can be shattering”, exclama Holter en referencia a la muerte de su sobrino mientras componía el disco, y acto seguido un solemne órgano es rodeado por flautas disonantes, antes de que un saxofón melancólico y múltiples sintetizadores inicien un crescendo brutal que engulle por completo al oyente.
Pese a la variedad de estructuras y registros emocionales, todos estos temas tienen en común la altísima calidad de las líneas de bajo, claramente inspiradas en el jazz
Pese a la variedad de estructuras y registros emocionales, todos estos temas tienen en común la altísima calidad de las líneas de bajo, claramente inspiradas en el jazz, las cuales articulan cada canción individual al que tiempo que las conectan entre sí. El resto de cortes del álbum son más sui generis. “These Morning” y “Materia” son baladas al piano eléctrico, solo que la primera está orquestada hasta crear un panorama de ensueño, si bien su mayor brevedad hace que tenga un menor impacto que las canciones antes comentadas. “Materia”, en cambio, no añade ningún otro elemento sonoro; Holter canta siguiendo las notas de su Wurlitzer con un poder de seducción irresistible, pese a la simplicidad de la propuesta. “Ocean” es una pieza de ambient instrumental, construida con sintes que evocan, en efecto, el sonido del océano; hay momentos en que casi parece que suenen cantos de ballena. “Who Brings Me”, por su parte, cierra el disco con un tono más mortecino, dada su lúgubre combinación de piano eléctrico, contrabajo y clarinete, como si fuera la resaca tras la imparable marejada de “Talking to the Whisper”.
'Something in the Room She Moves' es un disco de lo más sólido, lleno de momentos brillantes, que se suma a una discografía que ya era intachable
Realmente la única canción que desentona en el álbum, en mi opinión, es “Meyou”. Se trata de una peculiar composición estrictamente vocal, donde las voces de Holter y otras tres colaboradoras entonan una y otra vez la palabra que le da título, una fusión de las palabras “me” (yo) y “you” (tú), primero con cierta serenidad, poco a poco con más intensidad y en tonos más disonantes y extraños. Conceptualmente, es un corte interesante: la fusión de las palabras refleja la fusión de los cuerpos que articula el disco y que aparece representada en la bellísima portada, obra de su amiga, la pintora Christina Quarles. Pero sus casi seis minutos de duración se hacen muy cuesta arriba: las voces colisionan entre sí con la clara intención de incomodar, y realmente no es una pieza que me apetezca escuchar, por interesante que sea la idea que hay detrás. Más allá de este defecto, Something in the Room She Moves es un disco de lo más sólido, lleno de momentos brillantes, que se suma a una discografía que ya era intachable. El nombre de Julia Holter seguirá siendo pronunciado con reverencia, merecidamente.