La lista de la compra de Manolo
Tengo una manía: el querer convertir en columna todo aquello curioso que me pasa. Voy así por el mundo, rastreando la mirada por sitios donde hay mucha gente, oyendo conversaciones de personas que puedan inspirarme, tal vez propiciando encuentros que a la postre me pueden servir para mis propósitos de llevar al papel o a la pantalla aquello que ha sucedido en dichos encuentros. En la esquina de cualquier calle me espera un hecho que puede combustionar mis neuronas de pensar. Rastreo en plan periscopio el hecho susceptible de aprovechamiento columnístico. Suscitar la anécdota conlleva desencadenar la vivencia inusual y, de paso, la materia prima de un tipo de periodismo que se conforma con cumplir una función meramente costumbrista.
No comprar en el resto de España productos de aquella comunidad autónoma puede perjudicar a proveedores de todos los rincones del país y, por tanto, castigar al conjunto de la economía española
El otro día vi a mi amigo Manolo, un vecino del barrio, viudo y jubilado, con el que me paro a hablar o a tomar café de vez en cuando. Manolo me dijo que iba al Mercadona que hay en la zona. Llevaba en una mano un carrito de la compra y en la otra un papel con muchos productos apuntados.
- Vaya -le dije- a ti también te falla la memoria que tienes que llevar la lista de la compra.
- ¡Qué va! Esta lista me la ha dado mi hija y no me ha apuntado las cosas que tengo que comprar, sino las que no les puedo llevar bajo ningún concepto.
- ¿Y eso?
- Pues porque son productos catalanes.
- No solo nos pegamos un tiro en el pie nosotros mismos sino que es un error estratégico de presente y futuro -le solté en plan predicador.
Manolo oyó en silencio mi perorata, con ojos asombrados por lo que yo sabía sobre la cuestión, y al final dijo:
- Sí, eso está muy bien. Pero mi hija me ha dado esta lista y yo no voy a comprar algo que venga de Cataluña, vayamos a pollas.