'El otoño de Humo Internacional'
En una época en que el consumo de música a través de streaming parece haber disuelto todas las distinciones (de género, de época, de territorio), como oyente a veces es fácil olvidar el nivel de dominio del mercado que tienen las discográficas multinacionales. Las Tres Grandes, producto de un proceso de fusiones a lo largo de las últimas décadas, tienen un control brutal de la industria gracias a su combinación de integración vertical y horizontal. En otras palabras: Sony Music Entertainment, Universal Music Group y Warner Music Group controlan casi todos los aspectos y pasos en lo relacionado con la grabación y distribución de la música, de tal modo que reúnen entre las tres el 70% de los ingresos globales. De hecho, Universal por sí sola tiene más ingresos que todas las discográficas independientes del mundo juntas. Sin embargo, dado que el proceso de descubrir música nueva está ahora hegemonizado por los algoritmos (en los servicios de streaming, en redes sociales como TikTok), los oyentes prácticamente no tenemos que prestar atención a estas cuestiones. Escuchamos nuestras playlists sin fijarnos en quién edita qué. Seguimos a nuestros artistas favoritos directamente en Instagram y X/Twitter. ¿A quién le importa con quién estén firmados?
Ahora mismo, a nivel local, apenas resisten pequeños reductos que hacen lo que pueden para permitir que una oferta, por otra parte, más rica que nunca pueda, de un modo u otro, llegar al público y dar algo de réditos a sus autores
La realidad sobre el terreno, por supuesto, es bien distinta. La forma en que las Tres Grandes han copado el mercado a todos los niveles, unida al cambio de modelo que ha supuesto la expansión del streaming, han dejado a las discográficas independientes en un lugar extremadamente precario, con menos ingresos vinculados directamente a la música grabada y la aparición de nuevos métodos mediante los que las majors las excluyen. Si a ello le sumamos el encarecimiento de las giras, la crisis de las pequeñas salas y el control cuasi-monopolístico de empresas como Live Nation del mercado del directo, los artistas medianos y pequeños están en una situación de vulnerabilidad inédita. Porque, además, cualquier infraestructura previa que sirviera para sostener el tejido de estas escenas alternativas ha colapsado, y la pandemia ha provocado que incluso los vínculos directos, los entramados de relaciones entre artistas, promotores y público, se hayan resentido o hasta hayan tenido que reconstruirse. Ahora mismo, a nivel local, apenas resisten pequeños reductos que hacen lo que pueden para permitir que una oferta, por otra parte, más rica que nunca pueda, de un modo u otro, llegar al público y dar algo de réditos a sus autores.
Lo han hecho con una agenda de lanzamientos apabullante: siete discos entre el 10 de septiembre y el 2 de octubre, más otros dos álbumes de estudio y una banda sonora entre finales de octubre y finales de noviembre, y todo ello anunciado con mucho estilo, borrando todo su historial en redes y anunciando días después un recopilatorio con canciones de todos estos artistas (y alguno más)
Y luego está lo de Humo Internacional. Este sello ovetense lleva desde 2016 (o desde 2008, si contamos la época de Discos Humeantes) lanzando música y siendo un referente del rock underground en España. Pero este otoño han decidido dar un golpe de efecto y mandar un mensaje al resto de la industria: no nos contentamos con resistir, queremos recuperar terreno. Lo han hecho con una agenda de lanzamientos apabullante: siete discos entre el 10 de septiembre y el 2 de octubre, más otros dos álbumes de estudio y una banda sonora entre finales de octubre y finales de noviembre, y todo ello anunciado con mucho estilo, borrando todo su historial en redes y anunciando días después un recopilatorio con canciones de todos estos artistas (y alguno más). La portada de este disco era elocuente: el logo del sello tatuado en una pierna. Y es que Humo plantearon esta estrategia desde unas coordenadas que, en el panorama actual, resultan trasnochadas, casi ininteligibles. Hay algo de numantino, de irreductible aldea gala, en la forma en que reivindican las formas y la ética de las discográficas independientes de los ochenta; algo que va mucho más allá de las consideraciones económicas y que entronca con una manera muy particular de entender la música, algo que toca la propia identidad.
Todo esto se quedaría en mera anécdota si la música no fuera buena, claro
Todo esto se quedaría en mera anécdota si la música no fuera buena, claro. Afortunadamente, ha sido imposible ignorar la avalancha de música de calidad que han lanzado, y tal como preveían, el interés despertado por los grupos más populares ha traído más audiencia a los proyectos menos conocidos. Es probable que, si no hubiera sido por esta maniobra, no hubiese llegado a escuchar algo como Ezpatei disdira!, el tercer álbum de los vascos Tatxers. Un disco de power pop ruidoso con siete canciones y 22 minutos, cortito y al pie, que se disfruta aun sin entender las letras en euskera gracias a la frescura de las melodías vocales y las luminosas guitarras jangle. Incluso puede que se me hubiese pasado Provinciana, el estupendo debut de las asturianas Viuda, un cuarteto que combina el descaro punk, la oscuridad gótica y la raigambre folklórica en temas tan efectivos como “Quincallera”, “Aceralia” o “Un pastor”.
Con todo, hay tres LPs que, en mi opinión, destacan por encima del resto
Con todo, hay tres LPs que, en mi opinión, destacan por encima del resto. Ya hablamos en este blog del mastodóntico segundo álbum de los granadinos Ramper, probablemente el disco del año entre muchos de quienes me leen habitualmente. Sin embargo, si medimos por el impacto en medios internacionales, está claro que el proyecto que más ha trascendido de esta hornada ha sido el de Dame Área. Este dúo formado en Barcelona por Víctor Lux Crux y la italiana Silvia Konstance está inmerso en una gira mundial aparentemente interminable, y basta verles en directo (como tuve la suerte de hacer en el Canela Party este verano), o incluso en vídeos como el de su actuación en KEXP, para entender por qué medios de la relevancia de Pitchfork o The Quietus han alabado sus bondades. La electricidad y la violencia de sus conciertos convertiría al más escéptico, y en su cuarto LP, Toda la verdad sobre Dame Área, han conseguido plasmar esa energía en una grabación como nunca antes.
La combinación de los sintetizadores industriales, la percusión marcial (ya sea orgánica o electrónica) y los gritos demenciales de Konstance resulta completamente avasalladora
La combinación de los sintetizadores industriales, la percusión marcial (ya sea orgánica o electrónica) y los gritos demenciales de Konstance resulta completamente avasalladora. En varios puntos estos dos recuerdan poderosamente a Suicide, pero hay una convicción aquí, una especie de llamada a las armas, que va más allá del nihilismo del dúo neoyorquino. No en vano hay un tema que se llama “grito de guerra” (“Urlo di guerra”). Canciones como “Si no es hoy cuándo es”, “Esto es nuestro ruido” o “Si no eres nada puedes ser todo” tienen esa vocación: delimitan un “nosotros” y un “ellos” e invitan al oyente a elegir, a “creer”. Algo que conecta, obviamente, con el espíritu orgullosamente independiente de Humo, pero que estos dos aprendieron en Màgia Roja, el club y sello en el que nacieron como proyecto y que cerró en 2019. De hecho, hay varios temas, siendo “Devoción” el más claro de ellos, que nos transportan a la pista de baile, mientras que en otros como “Vengo dall'aldilà” se llevan a su terreno industrial elementos folk, como el ritmo de doce tiempos típico del flamenco o la letra de aire sobrenatural. En cualquier caso, lo que prima es esa furia primitiva y brutal que, sin embargo, nos quiere acoger en su seno, que quiere que participemos de la conflagración que desata.
El otro gran álbum que nos ha traído este asalto de Humo ha venido de parte de Somos la Herencia. Al igual que Ramper, este cuarteto afincado en Madrid había lanzado en 2020 un debut prometedor, Dolo, uno de los discos más interesantes de aquel año
El otro gran álbum que nos ha traído este asalto de Humo ha venido de parte de Somos la Herencia. Al igual que Ramper, este cuarteto afincado en Madrid había lanzado en 2020 un debut prometedor, Dolo, uno de los discos más interesantes de aquel año. Al igual que los granadinos, la gran virtud de aquel primer disco era que partía de un género algo manido (en este caso, el post-punk) para ir más allá (en este caso, introduciendo elementos del ambient, el darkwave y hasta algún toque de hip hop). Y, como también sucede con Ramper, este segundo LP supone un paso adelante casi inconcebible hace cuatro años. Joven Predicador contiene algunas de las canciones más alucinantes y singulares de este 2024 en cualquier género, con estructuras heterodoxas y un sonido de una potencia abrumadora. Al mismo tiempo, como reconocen ellos mismos, es un disco más rockero, más inmediato y menos frío que Dolo. Esto se debe, en mi opinión, a que han conseguido que lo que podrían parecer meros instrumentales post-punk suenen crujientes y vibrantes; por momentos incluso suenan como bases de hip hop.
En esa misma línea, la voz de Gonso se ha inclinado definitivamente por las inflexiones rítmicas e hipnóticas del rap, lo que hace que sus letras sean aún más seductoras sin dejar de dibujar un panorama de decadencia urbana
En esa misma línea, la voz de Gonso se ha inclinado definitivamente por las inflexiones rítmicas e hipnóticas del rap, lo que hace que sus letras sean aún más seductoras sin dejar de dibujar un panorama de decadencia urbana (ojo a las menciones de sustancias varias: drogas, medicamentos, explosivos). Por no hablar del caos ruidista e industrial que se desata en tantos cortes, aunque nunca de forma de gratuita, sino al servicio de la canción (como demuestra la instrumental “Ayuno y Silencio”). Así, temas como “Granada FAI”, “Müntzer” o “Joven predicador”, que con otra presentación podrían parecer normalitos, dejan al oyente ojiplático. Otros cortes tienen imágenes tan poderosas y estribillos tan adictivos que enganchan desde el primer momento: cómo olvidar esa cueva en el interior del protagonista de “Cenar de pie” donde viven “todos” (¿¡cuántos!?) mientras se alimentan a través de su boca, o la reivindicación del robo como herramienta en la lucha de clases de “No soy un ladrón”. Y luego está “Una flor”, una canción indescriptible, inenarrable, tan hostil como fascinante, que condensa todo lo bueno del LP. No puedo esperar a gritar versos icónicos como “una flor/un colchón/algo se repite en mi sangre” o “¿es este mi sitio o no?” en concierto.
Si el objetivo de Humo era generar ruido entre la crítica especializada y el público underground, está claro que lo han conseguido gracias a esa combinación de cantidad y calidad
Así pues, si el objetivo de Humo era generar ruido entre la crítica especializada y el público underground, está claro que lo han conseguido gracias a esa combinación de cantidad y calidad. Lo mejor de todo es que aún queda por salir uno de los discos más esperados, el debut de los vizcaínos Sal del Coche, que llegará el 22 de noviembre. El single de anticipo, “Año 2000”, es otra centrifugadora de sonidos en la que la actitud punk articula sensibilidades hardcoretas y arties (he aquí otro capítulo en la recuperación contemporánea del saxofón como instrumento del rock de vanguardia). Eso sí, después de regalarnos tanta música excelente en tan poco tiempo... ¿ahora qué? Humo Internacional son básicamente dos personas, Pablo Fernández y Sara Roca. Ellos mismos han reconocido que un lanzamiento de estas características ha supuesto “una paliza”, por lo que no está claro que esta valiente propuesta sea sostenible en sí misma en el medio plazo.
...les importa ser lo que son y hacer las cosas como las hacen: orgullosamente underground, conscientemente a la contra
Dicho lo cual, no parece que sea eso lo que les preocupa; sus pretensiones no tienen que ver con ampliar la cuota de mercado ni con construir un nuevo modelo de negocio. Más bien, les importa ser lo que son y hacer las cosas como las hacen: orgullosamente underground, conscientemente a la contra. De momento, con esas herramientas, han conseguido obtener justo lo que es más preciado en la actual economía: nuestra atención. Queda por ver si pueden aprovechar este momento para conseguir ese otro objetivo que se intuye en sus palabras: que más personas, más artistas, más sellos, más público, se sumen a su forma de entender la música en las condiciones actuales y, frente a las estrategias entristas de predecible resultado, contribuyan a reconstruir el territorio de la música independiente.