Respeto al trabajo ajeno
Estamos asistiendo a una denigración de los medios de comunicación y de los profesionales que en ellos trabajamos desde hace varios años de forma indiscriminada y generalizada. En parte, por culpa nuestra, por habernos vendido al poder incondicionalmente a cambio de sueldos ridículos, en parte, porque la ira colectiva ha decidido poner sobre nosotros el foco. Los trabajadores de Canal Sur están sufriendo en las últimas semanas ataques contra su integridad de diversos tipos: en Málaga, un equipo de compañeros del programa Hoy en Día tuvo que soportar la ira de un encapuchado que les insultó y destrozó la cámara cuando estaban prevenidos para realizar una conexión en directo sobre la detención del Melillero, el hombre acusado de arrojar ácido a dos mujeres. En Almería, un equipo de informativos trabajaba en un reportaje sobre la pandemia y mientras el operador grababa imágenes en Benahadux, dos vecinos les insultaron y empujaron. Tampoco Granada se ha librado de estos asaltos. En las paredes de las instalaciones de Canal Sur en la capital de la Alhambra han aparecido pintadas en las que se puede leer «Canal traidor al pueblo» y que investiga la Policía. Aunque no parecen acciones coordinadas, el hecho de que estén coincidiendo en el tiempo pone de relieve que algo está revolviéndose para que la ciudadanía se rebele contra el canal público andaluz.
Seguramente tendrá que ver con el hecho de que el propio Gobierno autonómico iniciara su mandato con el apoyo de un partido que desde el minuto uno puso de manifiesto su intención y deseo de proceder al cierre de la televisión pública
Seguramente tendrá que ver con el hecho de que el propio Gobierno autonómico iniciara su mandato con el apoyo de un partido que desde el minuto uno puso de manifiesto su intención y deseo de proceder al cierre de la televisión pública. Y pese a que no ha sucedido, en la última aprobación de los presupuestos conocimos que se reducía 14 millones de euros su presupuesto, que se liquidaba la Fundación Audiovisual de Andalucía, que se eliminaba uno de los tres canales y que las vacantes por jubilación se consideraban ya amortizadas y las convocatorias de ofertas públicas de empleo quedaban supeditadas a las necesidades del presente plan; es decir, que no van a sustituir a quienes se jubilan y por tanto no se apuesta por la televisión andaluza sino por dejarla morir paulatinamente.
Teniendo en cuenta la necesidad de renovación de aparataje que tiene, la mejora de material, gran parte del cual está obsoleto desde hace varios años, la cantidad de jubilaciones que se avecinan, que obligarán a reducir el personal hasta que sea muy difícil para los que se puedan cubrir todo el servicio, es lógico que se esté produciendo la mayor desconexión entre la sociedad y el canal público andaluz en sus más de treinta años de historia.
Seamos sinceros: hace años que muchos espectadores han dejado de ver nuestra televisión porque su programación estaba excesivamente dirigida a las personas más mayores y ese plan se ha alargado tanto tiempo que hoy en día incluso hay una gran parte de nuestros abuelos a los que no les gustan ese tipo de contenidos porque incluso ellos tienen otro tipo de inquietudes a las que no sabe responder
Seamos sinceros: hace años que muchos espectadores han dejado de ver nuestra televisión porque su programación estaba excesivamente dirigida a las personas más mayores y ese plan se ha alargado tanto tiempo que hoy en día incluso hay una gran parte de nuestros abuelos a los que no les gustan ese tipo de contenidos porque incluso ellos tienen otro tipo de inquietudes a las que no sabe responder. No obstante, a este problema que surge a partir de 2010 se le suman ahora las deficiencias técnicas, la falta de calidad en la emisión, la escasa variedad en los contenidos.
Afortunadamente, la televisión cuenta con algunos de los mejores profesionales de este medio en todo el país, sus operadores de cámaras, realizadores, periodistas, montadores y coordinadores se desviven por completar una programación más que digna, sus informativos pueden pecar de falta de objetividad, porque eso solo depende de la dirección general de Sevilla, pero no pecarán de deficiencias de contenido porque es evidente que quienes los confeccionan son grandes profesionales que cada día ponen su vocación al servicio de la audiencia.
Lástima que haya personas que sigan sin entender que una cosa es el medio y otra muy distinta el profesional; lástima que haya personas que no comprendan que cuando a uno no le gusta el canal que ve o no está de acuerdo con lo que dice, lo más fácil y efectivo es cambiarlo, nunca agredir a redactores u operadores de cámara, que son los últimos responsables. Es igual de baldío y absurdo que atacar a un camarero porque no estamos de acuerdo con los precios de un restaurante.
Uno que ha trabajado en Canal Sur Granada durante muchos años y que conoce a casi todos los compañeros que allí se han desvivido a veces en condiciones más que precarias para llevar la actualidad a todos los hogares andaluces no puede menos que sentirse aludido por esos asaltos injustificados, como todos los de este tipo, y mostrar su solidaridad con quienes se dejan la piel sin otra contraprestación que la satisfacción de dar a conocer lo que sucede de la mejor forma posible. Operadores que se han tenido que dar de baja por intensos dolores de espalda provocados por unas cámaras demasiado pesadas que cuesta que sean completamente sustituidas, redactores con depresión o que luchan lo indecible para que se les permita emitir una noticia concreta a pesar de las presiones para evitar su emisión de la empresa a la que se alude, delegados que tratan de que reine la paz en momentos en los que es difícil conseguirla…
Hay demasiada ira en general hoy en día en la sociedad, demasiados grupos de personas buscando objetivos para lanzársela: los que no tienen mascarillas, los que se ponen las vacunas, los que no se las ponen, los alemanes, los chinos, los norteamericanos, los vascos, los catalanes, los policías, los afroespañoles, los musulmanes, los que opinan en las redes sociales distinto a una generalidad, los que tienen el pelo azul, los que se ponen un pañuelo rosa en la cabeza y ahora, también, los periodistas. Demasiada frustración, demasiada violencia contenida en palabras hirientes que solo conducen a más frustración y más agresiones. Lo que esta gente no sabe es que quien ataca es porque piensa que se tiene que defender de algo y que no habrá nadie que sufra tanto por ese ataque como el mismo que lo provoca.