'La vida en las cárceles de mujeres'
Las prisiones de mujeres en España durante el periodo de la Guerra Civil fueron un reflejo de las difíciles circunstancias que atravesaba el país. En su mayoría, estas instituciones se ubicaban en edificios antiguos adaptados para albergar a un número creciente de reclusas, sin contar con las condiciones mínimas necesarias para su habitabilidad. Los muros de estos lugares guardaban historias de sufrimiento y lucha, y se convirtieron en testigos silenciosos de la dura realidad que enfrentaban las mujeres privadas de libertad.
Las prisiones centrales donde las mujeres de parte de Andalucía encontraron su internamiento principal fueron la prisión provincial de Granada y la de Almería. Sin embargo, también se tiene constancia de que fueron enviadas a otras instituciones penitenciarias, como la Cárcel de Mujeres de Segovia, la prisión de Amorebieta en Vizcaya, la prisión de Saturrarán, la prisión Central de Ventas en Madrid y la prisión de Guadalajara
Las prisiones centrales donde las mujeres de parte de Andalucía encontraron su internamiento principal fueron la prisión provincial de Granada y la de Almería. Sin embargo, también se tiene constancia de que fueron enviadas a otras instituciones penitenciarias, como la Cárcel de Mujeres de Segovia, la prisión de Amorebieta en Vizcaya, la prisión de Saturrarán, la prisión Central de Ventas en Madrid y la prisión de Guadalajara, ubicada en un antiguo convento de monjas franciscanas. Estas prisiones, muchas veces improvisadas, albergaron a un número considerable de mujeres que luchaban por sus ideales y eran castigadas por su oposición al régimen establecido.
En particular, la Prisión de Mujeres de Granada y Málaga fueron una de las instituciones más relevantes en las que las acusadas cumplieron sus condenas.
La Cárcel de Mujeres de Granada durante el periodo del franquismo, específicamente entre 1936 y 1945, fue un lugar utilizado por el régimen de Francisco Franco para detener y reprimir a mujeres consideradas como "enemigas del Estado" o que se oponían al régimen político establecido.
Durante la Guerra Civil la cárcel fue utilizada para albergar a mujeres republicanas o a lo que eufemísticamente llamaban simpatizantes del bando republicano y que eran consideradas una amenaza para el régimen franquista. Muchas de ellas fueron encarceladas sin juicio y sufrieron condiciones deplorables, maltratos, torturas y violencia sexual por parte de las autoridades franquistas.
Tras la finalización de la guerra y ya en la consolidación del régimen franquista, la Cárcel de Mujeres de Granada continuó siendo utilizada para encerrar a mujeres que eran consideradas "peligrosas" por el régimen
Tras la finalización de la guerra y ya en la consolidación del régimen franquista, la Cárcel de Mujeres de Granada continuó siendo utilizada para encerrar a mujeres que eran consideradas "peligrosas" por el régimen. Muchas de estas mujeres eran acusadas de actividades políticas, sindicales o culturales consideradas subversivas por el régimen.
Las condiciones de vida en la cárcel eran extremadamente duras. Las prisioneras sufrían hacinamiento, falta de higiene, escasez de alimentos y maltrato por parte de los carceleros. Además, eran sometidas a interrogatorios, torturas y abusos físicos y psicológicos como forma de obtener información o forzar su rendición. Durante este periodo, muchas mujeres fueron ejecutadas en la cárcel mediante fusilamientos o garrote vil. Otras fueron trasladadas a campos de concentración o a otras prisiones, donde también sufrieron maltratos y abusos.
Es importante destacar que la información específica sobre la Cárcel de Mujeres de Granada durante el franquismo puede ser limitada o difícil de obtener debido a la falta de registros y testimonios oficiales. Durante el régimen franquista, se realizó un esfuerzo por ocultar y negar los abusos y violaciones a los derechos humanos cometidos en las prisiones y centros de detención.
Las Torres Bermejas, antiguamente utilizadas como cárcel de mujeres, estaban en mal estado hasta el verano de 1936. Debido a esto, las nuevas autoridades de Granada decidieron acondicionar el Convento de San Gregorio Bajo, ubicado cerca de Calderería y al pie del barrio del Albaycín, como la nueva prisión para mujeres de la capital
Las Torres Bermejas, antiguamente utilizadas como cárcel de mujeres, estaban en mal estado hasta el verano de 1936. Debido a esto, las nuevas autoridades de Granada decidieron acondicionar el Convento de San Gregorio Bajo, ubicado cerca de Calderería y al pie del barrio del Albaycín, como la nueva prisión para mujeres de la capital.
1. Condiciones de vida: Las mujeres encarceladas en la Cárcel de Mujeres de Granada sufrían condiciones precarias. Los testimonios y relatos indican que el hacinamiento era común, con celdas abarrotadas y falta de higiene básica. Además, se enfrentaban a una dieta deficiente y a la escasez de alimentos.
2. Represión y maltrato: Las prisioneras eran sometidas a interrogatorios, torturas y abusos físicos y psicológicos. Las autoridades franquistas utilizaban diversas formas de violencia, incluyendo palizas, humillaciones y violencia sexual, como métodos de intimidación y obtención de información.
En la Cárcel de Mujeres de Granada se llevaron a cabo ejecuciones y fusilamientos de prisioneras
3. Fusilamientos y ejecuciones: En la Cárcel de Mujeres de Granada se llevaron a cabo ejecuciones y fusilamientos de prisioneras. No existen cifras precisas sobre la cantidad de mujeres ejecutadas en la cárcel, pero durante el periodo del franquismo se estima que miles de personas fueron ejecutadas en todo el país por motivos políticos.
4. Destinos posteriores: Algunas prisioneras de la Cárcel de Mujeres de Granada fueron trasladadas a campos de concentración, como el de la localidad de Víznar, ubicado en las afueras de Granada. Allí, muchas mujeres continuaron sufriendo represión y maltrato.
Los testimonios de las reclusas que nos han llegado revelan condiciones extremas y falta de recursos básicos en muchas de las prisiones destinadas a albergar a estas prisioneras
Los testimonios de las reclusas que nos han llegado revelan condiciones extremas y falta de recursos básicos en muchas de las prisiones destinadas a albergar a estas prisioneras. En particular, algunas prisiones emblemáticas destacaron por las difíciles circunstancias en las que se encontraban las reclusas. La prisión Central de Mujeres de Segovia fue habilitada en un antiguo edificio que previamente había sido un hospital de tuberculosos regentado por las Hermanas de la Caridad.
Este centro, convertido en prisión, carecía de sistemas de calefacción y estaba compuesto por cuatro grandes salas desprovistas de mobiliario
Este centro, convertido en prisión, carecía de sistemas de calefacción y estaba compuesto por cuatro grandes salas desprovistas de mobiliario. El frío extremo de Segovia añadía aún más sufrimiento a las mujeres encarceladas, que debían enfrentarse a condiciones inhumanas en un entorno inhóspito. A raíz de una orden emitida el 24 de octubre de 1936, se estableció una nueva Prisión Central de Mujeres en Segovia, trasladando a las internas enfermas del sanatorio penitenciario antituberculoso a la Prisión de Mujeres de Ventas en Madrid. Sin embargo, se habilitó un sanatorio para las enfermas de tuberculosis.
La construcción de esta prisión fue autorizada por el Ministerio de Justicia con el apoyo de la Junta Nacional de Obras Contra el Paro y siguiendo las directrices del Consejo de Ministros, tal como se publicó en la Gaceta de Madrid el 24 de julio de 1935. El presupuesto inicial para su construcción ascendió a 910.290 pesetas, siendo financiado en su mayoría por la Junta Nacional de Obras Contra el Paro, el Ministerio de Trabajo, Sanidad y Asistencia Pública.
El proyecto contó con la aprobación del entonces ministro de Justicia, Cándido Casanueva y Gorjón, durante la presidencia de la República de Niceto Alcalá Zamora y Torres
El proyecto contó con la aprobación del entonces ministro de Justicia, Cándido Casanueva y Gorjón, durante la presidencia de la República de Niceto Alcalá Zamora y Torres. Sin embargo, es importante destacar que la dirección general de prisiones estaba a cargo de Máximo Cuervo Radigales, cuyas creencias religiosas influyeron en gran medida en la gestión de la población penal, tanto masculina como femenina. En 1939, según las estadísticas oficiales del régimen franquista, la población penitenciaria femenina alcanzó un total de 23.232 mujeres, siendo Cuervo Radigales uno de los principales responsables de dicha gestión.
La prisión Central de Amorebieta, ubicada en Vizcaya, tuvo su sede en un antiguo colegio de Carmelitas. Aunque inicialmente fue regentada por hermanas de San José, debido a la escasez de recursos carcelarios, pasó a convertirse en una prisión central. Las condiciones de este centro penitenciario eran precarias y carecían de mobiliario adecuado. La falta de espacio y de comodidades básicas dificultaba aún más la vida de las reclusas, que debían adaptarse a un entorno hostil.
La vida dentro de estas prisiones para mujeres estaba marcada por la adversidad y la precariedad. Las instalaciones, adaptadas de manera improvisada, no cumplían con los estándares mínimos de habitabilidad
La prisión Central de Saturrarán, ubicada en Guipúzcoa, fue inaugurada en diciembre de 1937. Este edificio se componía de grandes pabellones sin mobiliario, con ventanas de dimensiones inapropiadas para el clima del norte de España. Desde su apertura, las condiciones de hacinamiento eran evidentes, ya que el número de reclusas superaba con creces la capacidad oficial del lugar. La falta de camas y mesas para comer generaba una situación aún más precaria para las mujeres encarceladas. A pesar de los esfuerzos por parte del personal penitenciario, el espacio y los recursos eran insuficientes para atender adecuadamente las necesidades de todas las prisioneras.
La vida dentro de estas prisiones para mujeres estaba marcada por la adversidad y la precariedad. Las instalaciones, adaptadas de manera improvisada, no cumplían con los estándares mínimos de habitabilidad. Las reclusas tenían que enfrentarse a condiciones de hacinamiento, escasez de recursos básicos y falta de atención médica adecuada. Las historias de maltrato, violencia y abuso eran lamentables y frecuentes en este entorno opresivo.
Además de las duras condiciones materiales, las mujeres encarceladas también debían enfrentar el aislamiento emocional y la separación de sus familias. Muchas de ellas eran madres y esposas, y la separación forzada de sus seres queridos les causaba un profundo sufrimiento
Además de las duras condiciones materiales, las mujeres encarceladas también debían enfrentar el aislamiento emocional y la separación de sus familias. Muchas de ellas eran madres y esposas, y la separación forzada de sus seres queridos les causaba un profundo sufrimiento. La falta de contacto con el exterior y la limitada comunicación con el mundo exterior agravaban aún más su sensación de aislamiento y desesperanza. A pesar de estas adversidades, las prisiones de mujeres se convirtieron en espacios de resistencia y solidaridad. Las reclusas encontraron formas de apoyarse mutuamente, compartiendo historias, ideas y estrategias de supervivencia. Establecieron vínculos de amistad y colaboración, creando una red de apoyo que les permitía enfrentar juntas los desafíos diarios.
En el ámbito político, muchas de estas mujeres eran prisioneras por sus convicciones y actividades en oposición al régimen establecido. Eran activistas, luchadoras por la justicia y la igualdad, y se negaban a ceder ante la opresión. A pesar de las dificultades, continuaron luchando por sus ideales, organizando protestas pacíficas dentro de las prisiones y resistiendo la represión sistemática a la que estaban sometidas.
La vida en las prisiones de mujeres durante aquel tiempo oscuro de la historia española dejó un legado de coraje y resistencia
La vida en las prisiones de mujeres durante aquel tiempo oscuro de la historia española dejó un legado de coraje y resistencia. Estas mujeres se convirtieron en símbolos de valentía y determinación, representando la lucha por la libertad y la justicia en medio de la adversidad. Sus historias y sacrificios no deben ser olvidados, ya que nos recuerdan la importancia de preservar y defender los derechos humanos en cualquier circunstancia.
En la actualidad, es esencial reflexionar sobre el pasado y aprender de él. Las prisiones de mujeres durante la guerra en España son un testimonio conmovedor de la capacidad humana para resistir y perseverar en momentos difíciles. Nos instan a estar vigilantes y comprometidos con la protección de los derechos de todas las personas, sin importar su género, creencias o circunstancias.
En conclusión, las prisiones de mujeres durante el periodo de la guerra en España fueron lugares de sufrimiento y opresión, donde las condiciones de vida eran extremadamente difíciles. Sin embargo, también fueron espacios de resistencia y solidaridad, donde las mujeres encarceladas encontraron fuerza y apoyo mutuo. Recordar y honrar su lucha nos invita a ser conscientes de la importancia de preservar los derechos humanos en todas las circunstancias y a valorar el coraje y la determinación de aquellos que se oponen a la injusticia.
Documentos: son copia de mis archivos personales. Paco Robles.
(La imagen de la portada, confeccionada por la redacción, del Convento de San Gregorio pertecene al Mapa de la Memoria Histórica de Granada, un proyecto de UCAR-Granada. Sobre ella uno de los documentos aportados por el autor).
Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.
En colaboración con y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada.
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