El arte de las 'pasaeras' de San Pedro

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Los que fueron segundos festejos más populares de Granada, con su pícaro concurso de travesía femenina del Darro, hace medio siglo que dejaron paso a la nostalgia
Por entonces el Paseo de los Tristes era mucho más amplio que ahora, no existía ninguna construcción a partir de la Cuesta de la Victoria y las huertas del Chapiz. El lugar más adecuado para el asueto y la romería
Las zonas del bajo Albayzín y la Churra estuvieron muy pobladas y con abundantes talleres artesanos que empleaban a la mayor parte de su población. Era un barrio joven que necesitaba esparcimiento llegada la primavera. Era el descampado ciudadano del jolgorio antes de que los franceses acabaran por trazar los paseos del río Genil y mejorasen la oferta del ocio. Por entonces el Paseo de los Tristes era mucho más amplio que ahora, no existía ninguna construcción a partir de la Cuesta de la Victoria y las huertas del Chapiz. El lugar más adecuado para el asueto y la romería. Y rematando un atractivo se disponía de las aguas del río Darro para refrescarse en los charcos que remansaban las lavanderas. Por añadidura, poder perderse en la frondosidad de los bosquecillos y huertas de los alrededores. Era, sin duda, una de las mejores ocasiones para entablar noviazgos.
En tiempos de pleno romanticismo, mediado el XIX, la fiesta del barrio de San Pedro y sus llamativas pasaderas debían estar muy consolidadas
En tiempos de pleno romanticismo, mediado el XIX, la fiesta del barrio de San Pedro y sus llamativas pasaderas debían estar muy consolidadas. La poca prensa que conservamos de esos tiempos está llena de referencias; incluso el escritor Afán de Ribera ─que debió gozarlas en su juventud─ les dedicó el mayor espacio cuando en 1885 escribió su libro de las tradiciones granadinas. He hallado un poema anónimo en el periódico La Alhambra (junio de 1859) que es una preciosa crónica en verso de un joven imbuido en las fiestas del barrio de San Pedro:
A darte, niña, la mano
Para que puedas pasar
Sin que te mojes el Dauro.
Que aunque las tablas se escurren
Y están los aficionados
Dispuestos para mirar
Las cintas de tus zapatos
Tal vez se quedaren ciegos
Rubita, de ver tu garbo.
El de las arenas de oro
Al pie de los elevados
Montes de la Alhambra, corre
Y de sus auras gozando
Se elevan frondosos árboles
Y paseos solitarios.
Después que al señor San Pedro
Estemos encomendados
Iremos a recorrer
La fuente del Avellano
Tal vez su linfa serena
Temple el fuego en que me ardo
O me enseñe el ruiseñor
Modo de vivir amando
Allí en las avellaneras
Te juraré ser tu esclavo
Hacia la verbena yendo
Los dos, asidos del brazo.
Luego alumbrará la luna
Y el gentío disipando
Guardará para nosotros
Uno de sus puros rayos
Entonces a la ribera
Dirigiremos los pasos
En tu elevado balcón
El último adiós cambiado.
La estampa no puede ser más romántica
El poema lo cuenta todo. Los jóvenes enamorados que asisten a la misa y procesión, quizás con carabina; la joven que participa en un concurso lleno de picardía y expectación por ver la voluptuosidad femenina mojada en las charcas; la pérdida disimulada por los alrededores en busca de un beso furtivo; el baile en la verbena de la noche; y el regreso a la casa de la amada para ser rondada en la ventana o el balcón a la luz de la luna, o la oscuridad, de un sofocante inicio de verano. La estampa no puede ser más romántica.
Por otra crónica periodística de 1860 sabemos que la fiesta de San Pedro también se extendía por los cármenes que jalonaban la ladera del antiguo barrio de Axares
Por otra crónica periodística de 1860 sabemos que la fiesta de San Pedro también se extendía por los cármenes que jalonaban la ladera del antiguo barrio de Axares. Decía que “multitud de familias llenaban los floridos cármenes que lo dominan, y en sus preciosas y frescas alamedas paseaban una numerosa concurrencia que se extendía hasta las riberas del río, en cuyas pasaderas reinaba la mayor alegría entre los que en aquel apacible sitio disfrutaban opíparas meriendas”. Aunque el plumilla echaba en falta ese año la banda de música que amenizaba la anochecida como años anteriores.
Personajes importantes en el tránsito de los siglos XIX al XX atestiguaron la relevancia de las fiestas del barrio de San Pedro y sus pasaderas
Personajes importantes en el tránsito de los siglos XIX al XX atestiguaron la relevancia de las fiestas del barrio de San Pedro y sus pasaderas. El sacerdote Andrés Manjón (que hoy da nombre a parte de la zona) se refirió varias veces a ellas en su famoso Diario. El 28 de junio de 1899 escribe. “Velada. La hay esta noche en San Pedro, estando iluminada la parroquia y toda la calle y Paseo de los Tristes. Asiste la música del Hospicio. Ave María”. Incluso al día siguiente anota que el párroco de San Pedro le ha pedido a su Colegio del Ave María que preste su banda de música. Por el Padre Manjón sabemos que en las fiestas del año 1904 no pudieron celebrarse los concursos de pasaderas; el motivo fue una turbiada del Darro, es decir, que hubo una tormenta que hizo crecer el cauce y bajó embarrado durante unos días. Unos cuantos años más tarde, el 28 de junio de 1907, reflejó en sus escritos que se había dado cencerrada y velonada por el Paseo de los Tristes; el motivo de la protesta del vecindario es que se habían quedado sin la velada artística y verbena de la víspera.
Granada embarrada, ciudad de pasaderas
No conocemos exactamente el origen del concurso de pasaderas sobre el Darro por San Pedro. Pero sí sabemos por infinidad de documentos del Archivo Histórico Municipal y otros textos literarios que las pasaderas formaron parte del paisaje granadino durante siglos. Las calles eran terrizas en su inmensa mayoría; el tránsito de tanto carruaje y herraduras las convertían en barrizales cuando llegaba el invierno. La solución para poder atravesarlas o circular por lo que hoy son aceras no era otra que organizar pasaderas a base de colocar piedras y/o tablones e ir saltando de uno en otro. El resultado era siempre llegar a casa con el calzado embarrado. Si no con salpicaduras hasta la rodilla. Por eso quienes podían utilizaban calzos o chapines para salir a la calle y, los más poderosos, sillas de mano que portaban sirvientes a quienes pagaban por meter los pies en el fango.
Durante todo el siglo XIX, el Ayuntamiento se dedicó a construir pasaderas invernales por muchos puntos de la ciudad: desde la Cuesta del Pescado había una de adoquines para poder acceder al Paseo del Salón
Durante todo el siglo XIX, el Ayuntamiento se dedicó a construir pasaderas invernales por muchos puntos de la ciudad: desde la Cuesta del Pescado había una de adoquines para poder acceder al Paseo del Salón; en 1865 fueron habilitadas varias “pasaderas” de cruceros en calles y plazas de Granada, que había que reparar todos los inviernos. En 1888 colocaron una fila de pasaderas para poder llegar al Convento de Gracia; en 1898 había varías pasaderas para poder cruzar la calle San Juan de Dios por varios puntos; las hubo en la Plaza de los Lobos… Hasta que las pasaderas con piedras fueron dando paso a los adoquinados que hoy llamamos paso de peatones.
Es probable que nuestros antepasados del XVIII o principios del XIX elevasen aquellas incomodidades callejeras a la categoría festiva y organizaran para el buen tiempo los concursos de 'pasaeras' en las fiestas de San Pedro
Es probable que nuestros antepasados del XVIII o principios del XIX elevasen aquellas incomodidades callejeras a la categoría festiva y organizaran para el buen tiempo los concursos de pasaeras en las fiestas de San Pedro. Extrapolaron las penurias invernales a la categoría de cachondeo festivo. Por estas fechas finales de junio ya solía bajar el Darro con bastante menos caudal. El sistema consistía en represar el agua en varias charcas. La mayoría de las veces en el tramo más ancho que va de los puentes del Aljibillo al de las Chirimías, es decir, entre las rampas frente al Carmen de la Fuente y la Huerta de Zapata; aunque también se hicieron algunas veces en la zona del Tajo de San Pedro.
En mitad de las charcas se ubicaban varios pedruscos. Había que ir saltando de uno en otro intentando no mojarse los pies o, incluso, caer de cruces al agua. El problema añadido consistía en que algunas de las piedras eran muy redondeadas, ubicadas de manera inestable y untadas con grasa o jabón. Saltarlas impunemente era realmente una hazaña.
La tradición se llevaba a cabo casi siempre en horas tempranas, con la fresca. Las riberas del Darro se ponían a rebosar de espectadores para contemplar el resultado de los remojones
La tradición se llevaba a cabo casi siempre en horas tempranas, con la fresca. Las riberas del Darro se ponían a rebosar de espectadores para contemplar el resultado de los remojones. Porque el principal atractivo no era otro que poder ver a las jóvenes empapadas, con las livianas ropas veraniegas pegadas a sus cuerpos y mostrando sus curvas. Hay que advertir que el concurso sólo permitía participar a mujeres. Había premios para las que consiguieran el salto, en uno o varios intentos. Se cuentan entre los premios paquetes de azúcar, gallinas, bolsas de fideos, chocolates, etc. A la campeona se la distinguía con un título.
A aquellas pasaeras concurrían muchachas de todas Granada. Pero siempre se asoció a las chicas de vida alegre que ejercían en el Rey Chico y en las casas de San Juan de los Reyes. Solían ser las más desenfadadas y generosas a la hora de mostrar sus carnes. Entre sus ganadoras y participantes famosas, ya en el siglo XX, figuraron algunas con conocidísimos apodos de guerra: la Caraesponja, La Pelá, la Pelona de la Fuente, La Chochina, etc.
En algunas ocasiones también fue montada la variedad de atravesar el palo y subir la cucaña a coger el gallo
En algunas ocasiones también fue montada la variedad de atravesar el palo y subir la cucaña a coger el gallo. En estos casos se repetía el enjabonado de los maderos. Duró poco esta modalidad porque el Ayuntamiento declaró peligrosa la travesía del palo ya que las caídas a la charca solían provocar daños por la falta de profundidad. Las pocas jóvenes que se atrevieron a intentar escalar los palos hicieron uso de pololos casi hasta la pantorrilla.
Los años de la II República, con aires de mayores libertades y desinhibiciones, supusieron un impulso en el concurso de pasaeras. Que, por otra parte, solían escandalizar a la gente conservadora de Granada
Los años de la II República, con aires de mayores libertades y desinhibiciones, supusieron un impulso en el concurso de pasaeras. Que, por otra parte, solían escandalizar a la gente conservadora de Granada. El director del periódico El Defensor, Constantino Ruiz Carnero, también glosó esa fiesta tan popular y, en cierto modo, sensual. El concurso de pasaeras de 1932 lo vio como un espectáculo donde los varones se arremolinaban con fruición en torno a las guapas mocitas que habían de cruzar el cauce con graciosas exhibiciones de sus encantos femeniles.
Cante jondo y teatro
Algún año, con 1923, se había completado la programación con recitales de cante jondo. Seguramente a imitación del que había tenido lugar el año anterior en el Patio de los Aljibes de la Alhambra. Por las fiestas de San Pedro de esos años desfilaron las bandas de música y artistas más destacados del abanico granadinos. Aquel año hubo dos veladas de cante y baile granadino y un curioso concurso de aguadores, a ver quién servía mejor, más lejos y sin derramar desde el tonel a la espalda. La banda de música alternaba su colocación desde la tradicional Casa de las Chirimías de los toros o un tablao que se montaba un poco más arriba. Algunos años incluso las fiestas de San Pedro habían ido precedidas de otra la noche de San Juan, con bailes y hogueras en el lecho del río.
Llegó la guerra civil de 1936 y el largo luto del primer franquismo. Las 'pasaeras' pasaron al olvido durante tres lustros. Ya a finales de la década de los cincuenta fue recuperada la procesión hasta Plaza Nueva y la colocación de algún columpio para niños, tras la llegada de Manuel Sola a la Alcaldía (1953)
Llegó la guerra civil de 1936 y el largo luto del primer franquismo. Las pasaeras pasaron al olvido durante tres lustros. Ya a finales de la década de los cincuenta fue recuperada la procesión hasta Plaza Nueva y la colocación de algún columpio para niños, tras la llegada de Manuel Sola a la Alcaldía (1953). En aquellos años empezaron a recuperarse las fiestas del barrio de San Pedro a la sombra o como parte de la programación del Festival Internacional de Música y Danza (surgido en 1952). En años sucesivos se iban a ver actuar en el tablao de los Tristes ilustres del cante y baile flamencos, de la talla de Fosforito, Meneses, Marienma, Jarrito, etc. E incluso en 1961 fue creado el Festival de Cante Jondo. Precisamente en el contexto de aquel festival fue cuando en este mismo sitio se le hizo un homenaje al compositor mejicano Agustín Lara (1964). Por ser el autor de la canción Granada.
Aquel festival “de pobres” y más popular que el de la Alhambra cobró mucha fuerza durante los años sesenta
Aquel festival “de pobres” y más popular que el de la Alhambra cobró mucha fuerza durante los años sesenta. Por ejemplo, aquí actuó varias veces el Grupo Folklórico Egipcio (1965); En 1967 trajeron a la Compañía Lírica Amadeo Vives, que representó las obras La tabernera del puerto, Agua, azucarillos y aguardiente y Gigantes y cabezudos.
Y hablando de cabezudos, también los muñecos que acompañan a la Tarasca durante el Corpus se paseaban por la Carrera del Darro y los Tristes dando vejigazos a los niños. La chiquillería tenía los típicos columpios, que pasaban del Violón a esta zona mucho más estrecha.
El año 1969 quizás se pueda considerar la apoteosis de las fiestas de San Pedro; hubo sesión infantil en el hotel el Bosque, concurso de trajes para niños, verbenas con actuación del grupo Los Selu, elección de la guapa de las 'pasaeras'
Y en toda aquella recuperación festiva, sin duda que el concurso de pasaeras se convirtió en el mayor acicate para visitantes. Los premios habían aumentado con las aportaciones de marcas comerciales que ofrecían sus productos, como fueron Puleva y Maritoñi. También el Ayuntamiento daba algunos premios en metálico. El año 1969 quizás se pueda considerar la apoteosis de las fiestas de San Pedro; hubo sesión infantil en el hotel el Bosque, concurso de trajes para niños, verbenas con actuación del grupo Los Selu, elección de la guapa de las pasaeras. Cerró una gran traca de fuegos de fallas valencianas.
Inexplicablemente, durante los años 1970 y 1971 aquella fiesta decayó. Seguramente por el éxodo de la población del barrio, falta de empuje de la comisión de fiestas y desidia del Ayuntamiento
Inexplicablemente, durante los años 1970 y 1971 aquella fiesta decayó. Seguramente por el éxodo de la población del barrio, falta de empuje de la comisión de fiestas y desidia del Ayuntamiento. Los columpios y las barras de bares desaparecieron. También la caldereta popular para todo el vecindario. Hubo un intento de recuperar la tradición de las pasaeras en 1972, la prensa local se hizo eco de ello. Fue la última vez. Para entonces las y los jóvenes disponían de otros atractivos donde ligar y pelar la pava. Se firmó el acta de defunción de una tradición granadina centenaria.
Las cinco cofradías con sede en la Iglesia de San Pedro y San Pablo, Sentencia, Dolores, Vía Crucis, Concepción y Rocío, han recuperado este año la celebración popular, con mucho ánimo, con actividades el sábado 28 y el domingo 29 en el colegio Ave María Casa Madre de la Cuesta del Chapiz, con verbena y precios populares.
Para este domingo, a las 11.00 horas se celebrará la eucaristía en la parroquia de los santos, coincidiendo con el día de su festividad y habrá una recogida de donativos y productos a beneficio de Cáritas Parroquial para atender las necesidades de una veintena de familias del barrio.
Al mediodía habrá un arroz popular gratuito para dar paso a una tarde festiva en la que se podrá volver a disfrutar de la mejor música en un ambiente familiar y distendido.