El “feo” Revés del Zacatín se volvió del haz a punta de bayoneta
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Cuatro arquitectos advirtieron que 14 casas −altas y estrechas− vivían en un peligrosísimo equilibrio sobre el muro del río
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El alcalde Ramón Crooke dio tres días de plazo para desalojar la manzana y proceder a su demolición
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Dejó de ser la calle más pintada por románticos, ocultó el río Darro y surgió Méndez Núñez/Reyes Católicos
Pero las edificaciones de este Zacatín debieron ser pobres y bajas en su origen musulmán. No gustaron a los reyes cristianos, pues en 1502 ordenaron que “aquellas casas pequeñas, el Rey y la Reina hicieron derribar algunas de estas calles, mandándolas hacer muy anchas y grandes, obligando a sus habitantes a construir casas a la manera de España”
El Zacatín fue siempre calle comercial. Eso significa su etimología árabe. Estuvo en el centro de la Medina, cerca de la Mezquita, la Alcaicería, la Madraza, la Casa de la Justicia de los musulmanes y en su vericueto de calles concentró la mayor parte del comercio de platería y ropas. Conectaba en perpendicular con la principal arteria de Granada, la calle Elvira, en cuya confluencia formaban una placeta llamada del Attabín por estar al lado de la mezquita del mismo nombre.
Pero las edificaciones de este Zacatín debieron ser pobres y bajas en su origen musulmán. No gustaron a los reyes cristianos, pues en 1502 ordenaron que “aquellas casas pequeñas, el Rey y la Reina hicieron derribar algunas de estas calles, mandándolas hacer muy anchas y grandes, obligando a sus habitantes a construir casas a la manera de España”. Así lo escribió Antonio de Lalaing en la visita que hizo a Granada acompañando al príncipe Felipe el Hermoso. Da a entender que, al otro lado del río, en lo que debió ser judería y Corral del Carbón, todavía quedaban grandes espacios abiertos.
A partir de la bóveda de Plaza Nueva discurría abierto el cauce del río Darro, de una manera un tanto anárquica, encajonado entre bajos pretiles de piedra y terraplenes
Muy poco antes, entre 1497 y 1501, los monarcas católicos ya habían ordenado ensanchar el puente de los Barberos (del Hattabín, de los Leñadores o del Baño de la Corona), para comunicar mejor la calle Elvira con la placeta de Cuchilleros y su acceso a la Alhambra. Fue el paso previo a embovedar poco más tarde el tramo frente a la Real Chancillería y dar lugar a la explanada de Plaza Nueva (1505).
A partir de la bóveda de Plaza Nueva discurría abierto el cauce del río Darro, de una manera un tanto anárquica, encajonado entre bajos pretiles de piedra y terraplenes. Los trabajadores de tintorerías y lavanderías tuvieron un acceso fácil a su cauce para realizar sus trabajos. Por la margen derecha discurría una acequia de origen nazarita, que servía para regar los campos del Jaraguí Alto (zona actual de la Magdalena-Puentezuelas).
Como curiosidad se apunta en este documento que el “proyecto” de muro en sillería de buena factura fue obra del arquitecto de la Catedral, Diego de Siloé
1550: Los comerciantes cargan sobre el muro nuevo
La primera gran reforma urbana para el tramo alto de la espalda de la calle Zacatín se produjo en el año 1550. Concretamente en el mes de octubre. Los vecinos y comerciantes situados en el tramo de los puentes de los Leñadores (Plaza Nueva) y San Francisco (Gallinería) solicitaron al Emperador licencia para poder construir, a su costa, un muro de contención del Darro. Conocemos algunos detalles de aquel proyecto en la pequeña memoria justificativa que dirigieron al Concejo de la ciudad: pedían formar un paredón para cargar sobre la obra de defensa de aguas los muros de sus nuevas casas, con saledizos y ajimeces sobre cauce del río. Se llamaría Espaldas del Darro. Recordaban que sus tiendas eran de pobre construcción, sobre puntales de madera de época árabe. Como curiosidad se apunta en este documento que el “proyecto” de muro en sillería de buena factura fue obra del arquitecto de la Catedral, Diego de Siloé. La única prevención que les puso el Concejo fue que no apoyaran puntales sobre el cajón del río para sostener los saledizos. Ya había ejemplos peligrosos por encima de Plaza Nueva.
Y con aquel estrechamiento continúa el río prisionero desde entonces
Cuando estuvo acabada la obra, un fiscal de la Real Chancillería denunció a sus promotores porque habían aprovechado para estrechar demasiado la caja del Darro. Y con aquel estrechamiento continúa el río prisionero desde entonces.
El resultado de este tramo de las Espaldas del Zacatín fue una sucesión de casillas estrechas, con sus balconadas soportadas por grandes canes y tornapuntas de refuerzo. Por el interior del muro circulaba la acequia rebautizada como Sancti Spíritus por tener su nuevo tomadero en la perpendicular del convento del mismo nombre (esta represa semicircular existe todavía a la altura del edificio Telefónica). El cauce de la acequia era compartido con algunos sótanos que tuvieron varias casas.
Las décadas y siglos siguientes propiciaron que las primitivas y estrechas casas de esta parte alta del Zacatín fuesen subiendo en altura hasta alcanzar −en la mayoría de casos− cuatro plantas y buhardilla
Las décadas y siglos siguientes propiciaron que las primitivas y estrechas casas de esta parte alta del Zacatín fuesen subiendo en altura hasta alcanzar −en la mayoría de casos− cuatro plantas y buhardillas. Todo sustentado sobre una estructura de madera y con tabiquería de adobes, tablas, cuerdas y yeso. Debieron hacer equilibrio una casilla sujetándose en las linderas. Incluso con los años, las Espaldas del Zacatín vieron crecerle nuevos salientes sobre el lecho del río que hacían las veces de aliviaderos de inmundicias humanas.
En el periodo 1632-34, estos muros de la caja del Darro fueron recalzados y construidos tramos de la Acera de los Tintes por otro maestro de obras de la Catedral, el jienense Juan de Aranda y Salazar. Debió ser como consecuencia de socavamientos por avenidas de aguas, ya que también fue reparada la parte embovedada de Plaza Nueva.
La nueva denominación era “Revés del Zacatín”. Los granadinos de los siglos XVIII y primer tercio del XIX decían que era un paisaje urbano feo, además de desagradable por los olores y desperdicios que se arrojaban
Ya en el siglo XVII nadie llamaba a las Espaldas del Darro de este modo. Era una fachada que sólo se podía ver desde la margen contraria del río, llamada Calle y Plaza de los Tintes, un ensanche al que daban acceso la casa señorial de Álvaro de Bazán, el convento e iglesia del Sancti Spíritus. La nueva denominación era “Revés del Zacatín”. Los granadinos de los siglos XVIII y primer tercio del XIX decían que era un paisaje urbano feo, además de desagradable por los olores y desperdicios que se arrojaban. El Darro era utilizado directamente como cloaca de esa fila de casas montadas sobre el murallón. Eso lo reflejaron bien los arquitectos que hicieron el dibujo antes de derribar toda la manzana, donde se aprecian albañales (que han estado en uso hasta hace poco más de medio siglo. E incluso algún comerciante de la zona acaba de ser denunciado por vertidos ilegales).
A pesar de que los granadinos del XVIII pusieron de moda el dicho “Eres más feo que el Revés del Zacatín”, los pintores extranjeros del romanticismo decimonónico no lo entendieron así. Todos se enamoraron de un paisaje que les llamó mucho la atención
A pesar de que los granadinos del XVIII pusieron de moda el dicho “Eres más feo que el Revés del Zacatín”, los pintores extranjeros del romanticismo decimonónico no lo entendieron así. Todos se enamoraron de un paisaje que les llamó mucho la atención. Roberts y Lewis dejaron magníficos cuadros retratando esa calle casada con el Darro (en la década de 1830-40); si bien su romanticismo les llevó a exagerar y reinterpretar elementos que no coincidían con la realidad. Pero sus dibujos sirven para dar una idea de lo que fue el Revés del Zacatín. Seguro que si aquel paisaje no hubiera desaparecido serviría hoy para reforzar el calificativo de que la Carrera/Ribera del Darro es la calle más bonita de Granada.
1842: Riesgo de desplome de la manzana
La elevación desmesurada de aquella estrecha fila de casas colgadas del muro del Darro se encontraba inclinada cada vez más en el verano de 1842. El 29 de agosto se registraron algunas caídas de aleros y desprendimientos en las fachadas; hubo varias denuncias vecinales. El Ayuntamiento empezó a temerse una tragedia en zona tan poblada.
Estaban muy recientes dos graves accidentes ocurridos por crecidas del riachuelo, la del 20 de septiembre del año 1810 y, especialmente, la del 27 de junio de 1835
Estaban muy recientes dos graves accidentes ocurridos por crecidas del riachuelo, la del 20 de septiembre del año 1810 y, especialmente, la del 27 de junio de 1835. Ésta había derrumbado unas casillas similares que había colgadas frente a la iglesia de Santa Ana, precisamente porque tenían pilares apoyados en el cauce; el hundimiento hizo de tapón y las consecuencias inundaron Plaza Nueva, el torrente de agua y barro se deslizó por el Zacatín y se esparció por la ciudad. Se llevó por delante unas cuantas vidas y la Fuente de las Ninfas que cerraba Plaza Nueva. También en aquella ocasión actuó como tapón el edificio del Baño de la Corona, que cerraba la Plaza de San Gil (antiguo Attabín) y sólo dejaba un pasillo estrecho para acceder a la Acera de los Tintes.
Los temores a una nueva catástrofe si se derrumbaba la fila de casas del Revés del Zacatín hicieron que saltaran las alarmas en el Ayuntamiento. El alcalde liberal Ramón Crooke llevó el tema a la Comisión de Ornato. Se decidió que los cuatro arquitectos municipales revisaran todas las viviendas por dentro y por fuera e hicieran un exhaustivo informe. Los cuatro arquitectos titulados por la Academia de San Fernando encargados del trabajo fueron José Contreras, Juan Pugnaire, Salvador Amador y Baltasar Romero.
Los temores fueron confirmados por la Comisión de Ornato en su reunión del 26 de octubre de 1842: concluía que era factible que ocurriera un desplome total en la línea de casas, con las desgracias que pudiera causar
Los temores fueron confirmados por la Comisión de Ornato en su reunión del 26 de octubre de 1842: concluía que era factible que ocurriera un desplome total en la línea de casas, con las desgracias que pudiera causar. Al Ayuntamiento acordó que se comunicara el inmediato desalojo a todos los vecinos de las casas en el plazo de un mes. Se les advertía que, de no hacerlo, se adoptarían medidas en evitación de perjuicios. Los edificios afectados eran catorce y estaban numerados correlativamente, desde la puerta número 88 a la 116. Todas las casas estaban repletas de tiendas, talleres e inquilinos.
Aquel informe de los cuatro arquitectos más señeros de Granada se conserva en el Archivo Municipal; también fue publicado en el Boletín Oficial de la Provincia (18 noviembre 1842). Comenzaba haciendo referencia a que “todas [las casas] son antiquísimas, mal construidas y peor conservadas; todas ellas tienen desplomos notables y puntos marcados de ruina... las cuales, en conciencia y atendido su estado de particulares circunstancias, deben ser demolidas”.
Aportaron una serie de mediciones y planos de alzados y perfiles para demostrar tan drástica aseveración
Los arquitectos sabían lo doloroso que sería aquel derribo para los talleres, la estrechez de la calle para hacer obras, la paralización que produciría en los talleres y la privación de vivienda a muchos “pero como peritos imparciales nos encontramos en el caso de presentar tan explícita denuncia”. Aportaron una serie de mediciones y planos de alzados y perfiles para demostrar tan drástica aseveración: “Sobre un fondo o planta de sólo cuatro varas y cuarto, se elevan aquellos edificios hasta catorce varas de altura; avanzando por su espalda, sobre el cajero del río, con un saliente de 1,3 varas, obra atrevidísima e insegura que se sostiene en el espacio con sólo el apoyo de algunos carcomidos canes. Sobre estos salientes avanzan otros en forma de tribunas para proporcionar desahogo a las tiendas; por manera que puede decirse que aquellos vecinos, cual razas de indios, ocupan habitaciones colgadas, pero suspensas sobre un río que, si bien es insignificante en sus corrientes diarias, es caudaloso y aterrador en las crecientes y avenidas”.
"Tan defectuosa construcción no ha podido menos de producir el desplomo que presentan de 24 pulgadas por algunos puntos hacia el río, y que en ningunos de ellos baja de 8 pulgadas. Este desplomo determina por sí sólo la denuncia”
Al describir los apoyos de las casas, los arquitectos decían que, “por el lado del Zacatín unas delgadas pilastras de cantería, sobre las que se levantan pilares de ladrillo de toda la altura del edificio y de sólo media vara cuadrada de planta; en sus intermedios hay los mismos pilares, y por el lado del río se constituyen sólo con endebles y desencajados postes de madera; sin otros apoyos oblicuos, sin más ligamentos o enlaces que las carreras de los suelos. Las divisiones o paredes de atraviesa son delgados tabiques, reventados en muchos puntos por el movimiento giratorio que han hecho aquellos edificios. Tan defectuosa construcción no ha podido menos de producir el desplomo que presentan de 24 pulgadas por algunos puntos hacia el río, y que en ningunos de ellos baja de 8 pulgadas. Este desplomo determina por sí sólo la denuncia”.
Aquellos técnicos presagiaban una tragedia para habitantes y transeúntes. El alcalde se alarmó tras conocerse el informe, consiguió el respaldo de la Diputación y redujo el plazo del desalojo a sólo tres días
Aquellos técnicos presagiaban una tragedia para habitantes y transeúntes. El alcalde se alarmó tras conocerse el informe, consiguió el respaldo de la Diputación y redujo el plazo del desalojo a sólo tres días. El riesgo de caída en cascada de toda la manzana parecía ser inminente. Estaban ya a 4 de noviembre. Cundía el nerviosismo y se precipitaban los acontecimientos.
Los propietarios afectados recurrieron la orden del alcalde y empezaron a extender insultos e improperios contra el Ayuntamiento y los arquitectos. Achacaban la orden de desalojo a una venganza política por ser la mayoría de ellos próximos al partido conservador, opuesto al alcalde; sospechaban que, en el fondo, lo que quería el Ayuntamiento era demoler la manzana para incluirla en su plan de reforma y alineación de la calle Zacatín, ya iniciada en la zona baja lindera con Bibarrambla. En cuanto a los inquilinos, suplicaron al Ayuntamiento que les diera un plazo mayor porque tenían que desalojar tiendas y talleres repletos de mercancía. Además, se quejaban de la ruina económica que se cernía sobre ellos. Los propietarios insistían en que los edificios no estaban tan mal como decían los arquitectos, no se les estaba dando la oportunidad de defenderse. Proponían el dictamen de otros peritos independientes para contradecir a los municipales.
Recurría a la fuerza en vista de que los dueños no mostraban interés por desalojar ni por demoler los catorce edificios
El 18 de noviembre se publicó en el BOP la resolución de la Alcaldía ordenando el inicio del derribo, una vez desestimados los recursos de propietarios e inquilinos. Y el 19, el alcalde Crooke firmaba la orden de derribo de oficio. Recurría a la fuerza en vista de que los dueños no mostraban interés por desalojar ni por demoler los catorce edificios. En el decreto de derribo especificaba la primera autoridad local que el trabajo debería hacerse “con el auxilio de los arquitectos de la ciudad y de los rondines de seguridad pública”.
Bien conocía al alcalde Crooke el tumulto que se le venía encima con aquella orden de demolición de toda una manzana de casas. Los rondines eran el equivalente a la policía local de ahora. Pero no fueron suficientes. Hubo que recurrir a soldados para que acordonaran la zona durante las semanas que duró el derribo de las casas. La actividad comercial del Zacatín quedó bastante mermada durante un tiempo.
Fueron de tal calado los altercados y la operación urbana que incluso tuvieron repercusión los días siguientes en la prensa madrileña. Cada periódico se posicionaba en función de su ideología
Fueron de tal calado los altercados y la operación urbana que incluso tuvieron repercusión los días siguientes en la prensa madrileña. Cada periódico se posicionaba en función de su ideología. El Católico hablaba de una operación de facheo de 42 casas, con un coste que no bajaría de 5.000 reales, aunque con oposición de los afectados; El Sol destacaba ya el 30 de noviembre que habían comenzado los derribos de casas y que los inquilinos eran obligados a abandonar las casas a punta de bayoneta. El Heraldo trataba el tema con marcado acento político: “En Granada han sido atropellados los dueños de las casas Espaldas del Zacatín. Los dueños se ven obligados a trasladar los muebles entre las bayonetas de los soldados”.
La factura de 1.600 reales devengada por los cuatro arquitectos fue repartida de manera proporcional entre los propietarios
Las dos únicas casas que cayeron de manera voluntaria se encontraban situadas en la zona más próximas a Plaza Nueva, en los números 104 y 116. Eran de las más estrechas. La 116 estaba pegada al edificio de cinco alturas ubicado haciendo ángulo sobre el puente de la Corona. En sus bajos había un molino y una tienda de dulces. Los catorce edificios cayeron al suelo en pocos meses; para el mes de abril de 1843 estaban derribados prácticamente todos. El 26 de aquel mes, empezaba la segunda parte del trabajo de los arquitectos municipales: trazaron las líneas de las nuevas fachadas, tanto al Zacatín como al río Darro. Si bien, en este segundo caso ya se pretendió conseguir una pequeña acera transitable. También se les dio a los promotores un dibujo básico de cómo debían ser los edificios nuevos a partir de entonces. Serían edificios sencillos, de trazos rectilíneos y fachadas simétricas. O sea, el esquema tradicional que ya estaba imponiendo Contreras en su programa de realineaciones de calles, con la mayor sencillez y buen gusto (según palabras textuales de Contreras). La factura de 1.600 reales devengada por los cuatro arquitectos fue repartida de manera proporcional entre los propietarios.
Pero las construcciones en los nuevos solares no fueron tan rápidas. La zona comercial del Zacatín se iba a revalorizar enormemente. En medio de aquella operación urbanística y social, el alcalde Ramón Crooke fue cesado
Pero las construcciones en los nuevos solares no fueron tan rápidas. La zona comercial del Zacatín se iba a revalorizar enormemente. En medio de aquella operación urbanística y social, el alcalde Ramón Crooke fue cesado (18 de diciembre de 1842); no conocemos si fue a causa de aquellos duros enfrentamientos vecinales. Y para empeorar la situación, la ciudad de Granada protagonizó el pronunciamiento contra el Gobierno del general Espartero en mayo siguiente. Granada fue cercada por tropas realistas durante más de un mes. Ítem más: ardió la Alcaicería y el caos fue total en la zona comercial granadina.
En marzo de 1844, la Comisión de Ornato del Ayuntamiento certificaba que la estrecha manzana del Revés del Zacatín había dejado de existir. No obstante, seguía enviando requerimientos para que los propietarios construyeran en unos solares −muy pequeños en su mayoría−, llenos de escombros y suciedad en la calle más comercial.
Ya sólo faltaba una década para que, a partir de 1854, empezaran las obras de embovedado del río Darro. Se iría dando paso a una nueva calle sobre el cauce del río. La cubrición, a tramos alternos, se prolongó hasta 1882
Ya sólo faltaba una década para que, a partir de 1854, empezaran las obras de embovedado del río Darro. Se iría dando paso a una nueva calle sobre el cauce del río. La cubrición, a tramos alternos, se prolongó hasta 1882. En aquellas cuatro décadas, el cauce del Darro dejó de ser una estampa romántica del pasado para convertirse en una vía funcional. Desaparecieron unos puentes y otros quedaron ocultos; la Riberilla del Darro, que continuaba a partir del Puente del Carbón, siguió los mismos pasos que la parte alta. Las fachadas de la margen izquierda corrieron la misma suerte, con la desaparición de la Calle de los Tintes. Empezaron a aparecer casas racionalistas donde antes estuvieron palenques del siglo XVI, en el lugar del convento de Sancti Spíritus, en lo que fue Hospital de San Sebastián. El paisaje romántico, abigarrado, retorcido y con curvas dio paso a la arquitectura de la línea recta.
Y el Revés se dio la vuelta y ofreció una nueva calle sobre la bóveda más ancha y luminosa. Más apta para los comercios. Los negocios empezaron a pelearse por establecerse en la que primero se llamó calle Méndez Núñez y más tarde Reyes Católicos
Y el Revés se dio la vuelta y ofreció una nueva calle sobre la bóveda más ancha y luminosa. Más apta para los comercios. Los negocios empezaron a pelearse por establecerse en la que primero se llamó calle Méndez Núñez y más tarde Reyes Católicos. Aquí decidieron abrir casa y sede bancaria los Rodríguez-Acosta; el industrial López-Rubio y su socio Zambrano dieron la vuelta a su farmacia y pusieron su entrada principal hacia la cara opuesta. Algo similar hizo el Duque de Abrantes. El Revés pasó a la historia como una casa de malos olores, albañales vertiendo desperdicios al cauce y de fachadas cochambrosas. Llegaron para instalar sus sedes Correos, Telégrafos, Caja Postal, el Centro Artístico, el Hotel Internacional, Robles Pozo, Curtidos Pascual Hermanos, La Ville de París, Almacenes San José, Almacenes el Louvre, Old England, etc. etc. Todo el comercio de importancia quiso estar en Reyes Católicos a partir de la década de 1880.
Más tarde, con la apertura de la Gran Vía, volvió a dársele otra vuelta de tuerca a la estrecha manzana resultante del Revés del Zacatín
Más tarde, con la apertura de la Gran Vía, volvió a dársele otra vuelta de tuerca a la estrecha manzana resultante del Revés del Zacatín. Fueron demolidos la mayoría de edificios para abrir la nueva avenida de los azucareros. Sus casas iniciadas en 1842 llevaban poco más de medio siglo levantadas; se aprovechó para realinear el Zacatín. Otra consecuencia fue la desaparición de su parte alta; el estrecho Zacatín dejó de existir en una tercera parte, en el tramo que hoy va desde la Gran Vía hasta Plaza Nueva. El Revés suprimido en 1842 coincidiría hoy con el tramo que ocupan el Edificio Colón, embocadura de Gran Vía, edificio de Telefónica y hasta la esquina de la calle Elvira. En este pequeño tramo fueron abiertas tres calles perpendiculares (Abenamar, Joaquín Costa y Sillería).
IMÁGENES DEL AYER Y DEL HOY
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