Granada, ciudad fecunda en bucráneos, yamures y sigilos de Salomón
Una vez sacrificado el animal y descarnado su cráneo, la testud resultante solía colgarse sobre puertas de murallas, entradas a palacios o las casas del que ofrecía el sacrificio. Era una especie de tótem que reclamaba en el futuro el favor de sus dioses
El bucráneo es el más antiguo. Su etimología viene del griego, formado por la unión de las palabras buey y cráneo. Aunque su origen es muy anterior, aparece en la arquitectura de Mesopotamia hace ya cuatro mil años. No es otra cosa que la cabeza de un buey descarnada, el frontal de su calavera que mantiene el hueso de su cornamenta. Es un elemento asociado a prácticas religiosas muy antiguas, al sacrificio de animales para pedir el favor de los dioses: buenas cosechas, salud para la tribu, prosperidad social, etc. De hecho, todavía algunas culturas orientales lo continúan practicando.
Una vez sacrificado el animal y descarnado su cráneo, la testud resultante solía colgarse sobre puertas de murallas, entradas a palacios o las casas del que ofrecía el sacrificio. Era una especie de tótem que reclamaba en el futuro el favor de sus dioses.
La cabeza ósea del buey se hacía acompañar de guirnaldas y otros arreglos florales que pendían de su cornamenta. Incluso follajes y frutas ensartadas en cintas, como si se tratara de un cuerno de la abundancia
Es una costumbre ancestral que incluso es recogida por textos bíblicos. Muy extendida por las poblaciones orientales y próximas al Mediterráneo. Aparecen en pinturas funerarias egipcias, en el Ara Pacis de Roma, en Éfeso, Samotracia, ect. Las culturas clásicas griegas y romanas adoptaron este uso social-religioso, practicaron el ofrecimiento de sangre a los dioses y lo elevaron a sus pinturas y arquitecturas. El imperio romano hizo bastante uso del bucráneo en fachadas, frisos y enterramientos. Y los extendió por sus dominios a partir de su expansión desde el siglo II antes de Cristo.
La cabeza ósea del buey se hacía acompañar de guirnaldas y otros arreglos florales que pendían de su cornamenta. Incluso follajes y frutas ensartadas en cintas, como si se tratara de un cuerno de la abundancia.
Fue un ataúd infantil que contiene inscripciones de la niña para la que fue tallado: una tal Annia Donata, fallecida con unos ocho años. Está datado en la segunda mitad del siglo II
En la provincia Bética romana ya aparecen bucráneos adornando sarcófagos de mármol. En el caso de Granada contamos solamente con un ejemplo de sarcófago infantil que tiene bucráneos en sus esquinas y en el centro de sus laterales. Mide poco más un metro y medio de largo por medio de ancho y 35 centímetros de profundidad. Fue un ataúd infantil que contiene inscripciones de la niña para la que fue tallado: una tal Annia Donata, fallecida con unos ocho años. Está datado en la segunda mitad del siglo II. Es de imaginar que sirvió de enterramiento a una pequeña habitante de Florentia Iliberritana, aunque también cabe sospechar que la pieza era más de importación que trabajada en un taller local. Posiblemente la difunta era hija de algún romano/granadino potentado, quizás de clase ecuestre. Es imposible conocer en qué edificio o necrópolis del siglo II D. C. debió estar depositado; estuvo durante el siglo XIX haciendo las funciones de pila en la fuente de una casa de la calle Sancti Spíritus. La Comisión de Monumentos lo adquirió hacia 1850 con destino al futuro Museo Arqueológico, donde ahora está depositado. La pieza está bastante desgastada por el uso continuado como pilar, incluso uno de los bucráneos tiene un agujero practicado para desaguar la pila.
No volvería a aparecer en estas tierras hasta principios del siglo XVI, cuando los pintores y arquitectos castellanos fueron a Roma a estudiar y aprender
La figura del bucráneo desaparece por completo de la pintura y arquitectura granadinas durante el extenso periodo musulmán. El arte islámico no lo adoptó en Al-Andalus.
No volvería a aparecer en estas tierras hasta principios del siglo XVI, cuando los pintores y arquitectos castellanos fueron a Roma a estudiar y aprender. Las “águilas del Renacimiento” regresaron empapadas de la iconografía que, en Italia, habían recuperado sus artistas de lo que fue su imperio en siglos pasados. Y el bucráneo era un elemento decorativo muy utilizado por los estados italianos para completar frisos y entablamentos de orden dórico.
Las cabezas de bueyes con guirnaldas representaban el símbolo de los grandes sacrificios ofrecidos a las divinidades del pasado. De hecho, los relatos milenarios hablaban de sacrificios tan numerosos que llegaban a quitar la vida a un centenar de toros en una sola celebración. Aquel aquelarre de sangre fue recogido por el el primer Diccionario de la Lengua Española de 1734 como Hecatombe (Sacrificio de cien reses de una misma especie, que hacían los Griegos y Gentíles, quando se hallaban afligidos de algunas plagas. Por lo regular era de cien bueyes, cien puercos, ovejas, etc, para lo qual, según Julio Capitolino, se erigían otros tantos altares de césped, y se executaba a un mismo tiempo por otros tantos Sacerdotes. Es voz griega, que significa cien bueyes).
Los arquitectos del Renacimiento sembraron de bucráneos sus edificios, especialmente en Jaén y Granada. En el caso de Granada, dos fueron los artistas que nos dejaron la señal de sus bucráneos aprendidos de sus estudios en Roma
Los arquitectos del Renacimiento sembraron de bucráneos sus edificios, especialmente en Jaén y Granada. En el caso de Granada, dos fueron los artistas que nos dejaron la señal de sus bucráneos aprendidos de sus estudios en Roma. No sabemos cuál fue primero, o si fueron prácticamente al mismo tiempo. Diego de Siloé ya se encargó de colocar cuatro figuras de bucráneo en la parte baja de la Catedral de Granada. Esculpió cuatro cabezas de pequeño tamaño en los umbrales o sobrepuertas de las dos escaleras que dan acceso a las tribunas de la planta baja, en la Capilla Mayor de la Catedral. Fueron tallados en piedra y después sobredorados como la mayor parte de la decoración de la Capilla Mayor. Están ubicados en una posición que es imposible ver desde la visión de los fieles, hay que subir expresamente al altar para poder contemplarlos.
En la Catedral existen otros cuatro bucráneos en el exterior, de gran tamaño y a la vista del paseante. Están colocados formando parte del friso que recorre el entablamento de la torre de San Miguel, dos en su cara sur y otros dos en la norte
En la Catedral existen otros cuatro bucráneos en el exterior, de gran tamaño y a la vista del paseante. Están colocados formando parte del friso que recorre el entablamento de la torre de San Miguel, dos en su cara sur y otros dos en la norte. En este caso son cabezas de buey cuyos cuernos están exentos, sobresalen del bajorrelieve. Fueron tallados ya en época barroca, cuando se finalizaba esta fachada principal (hacia 1677-95). Esa parte del friso que recorre toda la fachada de torre a torre es la única sección que se aparta de la sencillez de la cenefa. Quizás los cuatro bucráneos fuesen un guiño del arquitecto que la acabó (José Granados de la Barrera) para el genial Diego de Siloé.
Aunque la mayor concentración de bucráneos la encontramos en el Palacio de Carlos V. Casi en número suficiente para conformar una hecatombe. Fue trazado por Pedro Machuca, quien a partir de 1517 ─tras su regreso de Roma─ se había dedicado a pintar, esculpir y levantar obras en los reinos de Jaén y Granada. A partir de 1520 ya estaba con residencia fija en Granada y empleado al servicio del Marqués de Tendilla. Cuando se decidió construir un palacio imperial dentro de la Alhambra, el elegido como maestro de obras fue Pedro Machuca. Él lo empezó y dirigió las obras hasta su fallecimiento de 1550. Para esa fecha ya se dejó levantado el primer alzado del palacio.
Machuca rebosó sus entablamentos dóricos con bucráneos y clípeos de florones y metopas
Machuca rebosó sus entablamentos dóricos con bucráneos y clípeos de florones y metopas. La mayor concentración de bucráneos la podemos ver en la cenefa circular del entablamento interior, con nada menos que 62 cabezas de buey esculpidas. En la portada principal, la que mira al Oeste, volvió a recurrir a los bucráneos como adorno; en total se cuentan 11. Y también sobre la portada del naciente colocó otros cuatro. Se baraja la posibilidad de que colaborase en estas esculturas el tallista Juan de Marquina, que trabajó desde años atrás en el Hospital Real, la Catedral, la Universidad, portadas de iglesias, etc.
Yamur sobre mezquitas e iglesias
Granada es seguramente la ciudad española que acumula mayor número de yamures sobre sus campanarios y cubiertas de iglesias, casi todas antiguas mezquitas reconvertidas. Es una conclusión obvia por tratarse de la última gran ciudad entregada por la cultura musulmana. Además, durante el siglo XVI se procuró mantener este símbolo netamente islámico como sistema de atracción para cristianos nuevos y conversos.
Un yamur es una barra vertical, de hierro por lo general, que corona la parte más alta de los minaretes de las mezquitas. Se ensartan tres esferas ordenadas de mayor a menor diámetro según ascienden
Un yamur es una barra vertical, de hierro por lo general, que corona la parte más alta de los minaretes de las mezquitas. Se ensartan tres esferas ordenadas de mayor a menor diámetro según ascienden. Estas bolas están fabricadas en cobre, latón o bronce. Lo más habitual es que sean tres, pero también las hay de cuatro y de dos. Como separación de las esferas se colocan unos manguitos o aros. El mástil acaba en punta de lanza, bulbo o con una media luna.
El remate de los yamures en lo más alto de los minaretes tienen un sentido espiritual para los musulmanes. Se quiere representar con ellos los diferentes mundos en que Alá se da a conocer (dunia, mulk, yabarut). Alrededor de este elemento también corren distintas teorías sobre la suerte y la superstición. Incluso podrían representar a los tres profetas reconocidos por el Islam: Mahoma, Moisés y Jesucristo.
Todas las mezquitas de Granada tenían su yamur cuando fue tomada por los Reyes Católicos en 1492
Todas las mezquitas de Granada tenían su yamur cuando fue tomada por los Reyes Católicos en 1492. La mayoría continuaron ostentándolo en los pocos años que duró la convivencia. Pero a medida que los minaretes se fueron reconvirtiendo en torres campanario, los yamures también fueron desapareciendo o modificados.
Hubo yamures que se conservaron prácticamente como estaban tras la desaparición de las mezquitas; otros fueron cambiados de lugar dentro del edificio cristiano resultante; algunos fueron reutilizados para coronar los campanarios, pero se les añadió una cruz encima
Hubo yamures que se conservaron prácticamente como estaban tras la desaparición de las mezquitas; otros fueron cambiados de lugar dentro del edificio cristiano resultante; algunos fueron reutilizados para coronar los campanarios, pero se les añadió una cruz encima; algunos más fueron partidos y reutilizados en parte.
Por lo general, el yamur islámico granadino no ha desaparecido del todo. Los cristianos conquistadores los dejaron colocados en sus nuevos edificios a modo de señuelo a los moriscos o cristianos nuevos. Les querían trasmitir una especie de sincretismo de símbolos. De ahí que bastantes iglesias de Granada mantengan todavía los yamures o parte de ellos.
Aunque hubo una reinterpretación cristiana del yamur musulmán a partir de la primera expulsión de 1571 (tras la Guerra de las Alpujarras) y la definitiva de 1610: apareció el yamur calado. Es decir, esferas hechas con pletinas pero que traspasan la luz y el aire. Por supuesto, la media luna o la punta de lanza se convirtió en remate de una cruz. También se les acompañó de veletas.
El más auténtico. Este yamur es el mejor que queda en Granada, está expuesto en el Museo de la Alhambra. Perteneció a la mezquita Almanzora, levantada en época zirí. En la era cristiana fue reutilizado como mástil de veleta sobre la torre mudéjar de la iglesia de Santa Ana. Se trata de una pieza de bronce de 163,5 centímetros de mástil que atraviesa las tres esferas y remata en una especie de piña estilizada. Dispone de una base troncocónica que protegía las filtraciones de agua al minarete. También tiene dos casquetes intermedios que separan las esferas de distinto tamaño. Las esferas fueron fundidas o batidas en semiesferas que luego pegaron.
Su datación se estima en el siglo XI, dinastía zirí. Aunque lo que vemos hoy fue modificado en siglos cristianos alargando el vástago hasta algo más de cuatro metros, con un remate de veleta calada
Su datación se estima en el siglo XI, dinastía zirí. Aunque lo que vemos hoy fue modificado en siglos cristianos alargando el vástago hasta algo más de cuatro metros, con un remate de veleta calada. Se supone que en época musulmana estuvo colocado en el alminar, cuya base es prácticamente la misma de la torre; después fue trasladado a la cumbrera de la nave. Ya en el siglo XX, durante unas obras en la iglesia de Santa Ana, fue retirado y depositado en el Museo de la Alhambra. En su lugar quedó otro fabricado con esferas de cemento pintadas de verde y simulando óxido de bronce. Sobre la torre se situó en el siglo XVI el yamur calado con cruz que la preside desde entonces. Como curiosidad, se aprecian una decena de disparos de bala con agujeros de entrada y salida.
San Juan de los Reyes. Las partes bajas de esta torre tienen su origen en el siglo XIII y el cuerpo superior de campanas es un añadido cristiano, de los primeros años de la conquista, ya que esta antigua mezquita fue la primera bendecida para uso católico en enero de 1492. El yamur musulmán que conserva es de dos esferas, a cuyo vástago le fueron añadidas una veleta y una cruz. Es un edificio que ha sido muy rehecho durante los últimos cinco siglos.
San Andrés. Esta iglesia de nueva planta empezó su construcción en el primer tercio del siglo XVI, donde también trabajó el cantero Juan de Marquina. No quedaron referencias si bajo su solar ya hubo una mezquina con anterioridad, justo al lado de los baños públicos. Es probable que sí. Fue una iglesia bien dotada en sus mejores años, hoy bastante desfigurada y rehabilitada recientemente. Presenta una curiosa novedad: tiene un yamur de origen desconocido que está partido en dos mitades; la bola grande está colocada sobre el vértice de la capilla mayor, y las otras dos sirven de base para la veleta y la cruz de la graciosa torrecilla.
La Catedral. Cuando Diego de Siloé cerró los tejados de la Capilla Mayor de la Catedral (en 1561) insertó un enorme vástago de hierro que se hunde en la estructura de maderas. Eran tiempos en que todavía los moriscos existían como colectivo social a los que se intentaba atraer a la fe católica. Quizás por eso colocó un yamur calado en lo más alto del edificio. El yamur destaca ya en los primeros grabados que buriló Francisco Heylan en 1612.
Real Chancillería. También en el principal edificio político y judicial de Granada, la Real Chancillería, se decidió rematar sus dos torres traseras, la de la parte de la Cárcel, con sus respectivos yamures. Son de composición mixta, la esfera inferior es de gajos de bronce (como una naranja) y las dos superiores son caladas. La de la torre izquierda tiene una graciosa veleta con una figura humana que airea utensilios en sus manos.
Santa María de la Alhambra. Esta iglesia que sustituyó a la antigua mezquita de la calle Real de la Alhambra repite el modelo de una esfera metálica coronando el vértice de la nave (posiblemente reaprovechada de un yamur original) y dos esferas caladas sobre la empinada torre, bajo la cruz que las atraviesa.
Santo Domingo. Repite el mismo yamur calado, de origen cristiano, tanto sobre la lucerna que corona el cimborrio de la capilla mayor como en lo más alto de la espadaña que se alinea a la derecha de la fachada. En este caso, al tratarse de la comunidad dominica que controlaba la Inquisición, resulta bastante llamativa la incorporación de esta mezcla sincrética para atraerse a los antiguos musulmanes a la fe.
San Gregorio Bético. Resulta llamativo que esta iglesia que abre la cuesta de uno de los principales accesos al barrio morisco sea de los pocos edificios del Albayzín que cuentan con yamur, si bien calado y con la típica cruz enseñoreándose encima. Está levantada sobre una ermita que hubo al lado de una de las puertas de la Alcazaba Cadima, donde también cuenta la tradición que ajusticiaban a los cristianos cautivos. Este yamur fue derribado durante la guerra civil de 1936, cuando el convento y su nave se dedicaron a prisión de mujeres, y recolocado tras la reconstrucción posterior.
Yamur de la mezquita del Albayzín. Este discreto yamur corona la torre de la única mezquita musulmana granadina a la vieja usanza. Está formado por tres esferas pequeñas sobre un tejado a cuatro aguas, que simula más un campanario de iglesia cristiana que un alminar islámico. Está situado al lado del mirador de San Nicolás. No compite con el campanario de este templo católico debido a la gran diferencia de volúmenes. Es el único de Granada asociado a la religión musulmana. Tiene poco más de un cuarto de siglo de existencia. Debería haber sido rematado con la típica terraza para el muecín y la torreta central del yamur, pero…
El sigilo de Salomón, los libros plúmbeos y el Sacromonte
El sigilo de Salomón o la estrella de David es prácticamente lo mismo. Su origen mitológico apunta que David grabó una estrella de seis puntas en su sello (sigilo) con el que identificaba su correspondencia al pueblo judío. Es el resultado de entrelazar dos triángulos equiláteros. Se achaca a un símbolo que representa la sabiduría que Jehová concedió al rey Salomón.
Esta estrella de seis puntas está muy asociada al pueblo hebreo, a los originarios de Israel
Esta estrella de seis puntas está muy asociada al pueblo hebreo, a los originarios de Israel. Pero también aparece como elemento decorativo en azulejería de la Alhambra, junto con estrellas más complejas de ocho, doce o más puntas.
Este sello o sigilo de Salomón fue el emblema elegido por los moriscos que idearon las falsificaciones de los libros plúmbeos hallados durante varios años en las laderas del Monte Valparaíso, en la margen derecha del Darro. Aquello dio origen a la institución del Sacromonte por iniciativa del arzobispo crédulo Pedro de Castro Cabeza de Vaca. Como se repetían insistentemente este tipo de estrellas en los discos de plomo, el arzobispo la eligió como emblema de la Abadía y colegio que empezó a construir en los primeros años del siglo XVII.
El sigilo de Salomón es el sello mismo de la institución sacromontana. Se repite en fachadas, suelos, techos de la iglesia, escudos por toda la Abadía
El sigilo de Salomón es el sello mismo de la institución sacromontana. Se repite en fachadas, suelos, techos de la iglesia, escudos por toda la Abadía. E incluso en los ropajes de canónigos, estudiantes y la cofradía de los Gitanos que tiene aquí su sede. Esa estrella de seis puntas fue también adoptada posteriormente para adornar solería de baldosas hidráulicas, joyas, colgantes, etc.
Y todo porque a unos astutos moriscos se les ocurrió elegir este símbolo como confluencia de las religiones judía, musulmana y cristiana.
El guiño de Ángel Casas en la Plaza de Toros
Acabo este recordatorio de símbolos mencionando el detalle que tuvo el arquitecto Ángel Casas Vílchez (1885-1943) a la hora de diseñar la tercera plaza de toros de Granada, la única que continúa en pie. La plateó en estilo neomudéjar a base de ladrillo y estructura de hormigón y abundancia de hierro fundido para sujeción de tejados y balconcillos. Su construcción fue relativamente rápida en los años 1927-28; fue inaugurada el 30 de septiembre de 1928 por iniciativa del torero Lagartijillo (José Moreno Sánchez) y de un grupo de hacendados del momento.
El arquitecto Ángel Casas tuvo plena libertad para incluir varios detalles históricos. El primero de ellos fue alternar los colores blancos y verdes en las tejas vidriadas como símbolo de la tierra andaluza
El arquitecto Ángel Casas tuvo plena libertad para incluir varios detalles históricos. El primero de ellos fue alternar los colores blancos y verdes en las tejas vidriadas como símbolo de la tierra andaluza; ya desde 1919 se venía barajando esa combinación de franjas como bandera de Andalucía, aunque se retrasaría su difusión masiva hasta la década de los años treinta.
El aspecto que más nos interesa es la inclusión por Ángel Casas de elementos arquitectónicos tradicionales de Granada: el yamur, el sigilo de Salomón y la estrella de ocho puntas de la azulejería alhambreña. Amén de la arquería musulmana para los vanos. Colocó cuatro yamures sobre los caballones de las dos torres que flanquean la puerta principal; combinó las esferas con los colores verdes y blancos de las tejas vidriadas. Todos los huecos de las ventanas que tienen rejas conforman una parrilla que repite la estrella de Salomón. Obviamente, no hay ningún bucráneo porque no encaja en el estilo neomudéjar. A pesar de que este punto se convirtió desde 1928 en el “ara de las hecatombes”.