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Día Mundial del Medio Ambiente

Haciendo las paces con la naturaleza

Ciudadanía - Asociación Española de Educación Ambiental - Jueves, 5 de Junio de 2025
La Asociación Española de Educación Ambiental nos recuerda en este artículo que vivimos en un planeta con recursos finitos y que hay que hacer las paces con la naturaleza que tanto hemos maltratado, porque cuando el hombre escupe a la tierra, lo hace sobre sí mismo.

El humano (homo-humus) es naturaleza y de ella procede. Sin embargo, en algún momento de la evolución algo acontece que nos hace cualitativamente diferentes: aparece la conciencia y con ella la capacidad moral de discernimiento, además de la libertad, la creatividad, la cultura, la política, el amor... La selección natural deja paso a los valores, entre ellos la cooperación, la ayuda mutua o la compasión. Y, paralelamente, nos vamos separando del medio generando una distancia yo-tú que se amplía según vamos construyendo la historia. Comienza así una modificación del entorno adaptándolo a nuestras necesidades que, según crecen, arrinconan en mayor medida a espacios y especies. Así fue durante mucho tiempo, sin grandes impactos hasta nuestros días, en los que la queja de la naturaleza se ha convertido en grandes amenazas para el equilibrio de la vida, en la que también nosotros estamos implicados.

Con la llegada del capitalismo se produjo un importante cambio en nuestra relación con el medio. Todo fue más rápido e intensivo, lo que corría paralelo a la codicia por el beneficio, y en esa trayectoria cometimos tres importantes errores de los que hasta ahora, si acaso, no hemos sido conscientes.

Vivimos en un planeta finito compuesto de recursos renovables (siempre que se respeten sus ciclos) y otros con fecha de caducidad, de manera que una extracción masiva lleva, más pronto que tarde, a su escasez o extinción. Noticia nada buena para una población creciente que el 2050 se acercará a los 10.000 millones de personas

El primero fue considerar la naturaleza como una fuente ilimitada de recursos. Pareciera que agua, suelos, minerales o combustibles no tenían fin, consecuencia de las miradas cortoplacistas que se imprimió a la economía. Mas, vivimos en un planeta finito compuesto de recursos renovables (siempre que se respeten sus ciclos) y otros con fecha de caducidad, de manera que una extracción masiva lleva, más pronto que tarde, a su escasez o extinción. Noticia nada buena para una población creciente que el 2050 se acercará a los 10.000 millones de personas.

A continuación, encontramos la pretensión ignorante de creer que el entorno nos pertenece y, por tanto, podemos modificarlo a voluntad. Mas, la continuidad de los ciclos naturales de los que dependemos, requiere de un grado de conservación y, en general, la salud del planeta viene en función de la salud de los ecosistemas. Un efecto dramático de este olvido lo apreciamos en el surgimiento de epidemias, como el Ébola, que apareció en zonas de África recientemente deforestadas. Bacterias, virus y arácnidos entrarán más fácilmente en el medio humano si el equilibrio ecológico se destruye.

Finalmente, señalemos el valor de todo ser vivo, que no siempre hemos sido capaces de reconocer, sometiendo a los animales (seres sintientes) a prácticas crueles, sean espectáculos, cautividad, persecución, experimentación…, convirtiendo la supuesta superioridad en desdén y desprecio. Al olvidar el respeto, el cuidado y la compasión, avanzamos hacia sociedades más violentas e indignas.

Como consecuencia de este trato desconsiderado derivan los grandes problemas ambientales que nos preocupan: contaminación, clima, tóxicos…, que reafirman la antigua afirmación indígena: cuando el hombre escupe a la tierra, lo hace sobre sí mismo.

Sin embargo, conservar la naturaleza no debe representar solo una decisión práctica: existen, ante todo, motivos éticos que la apoyan. Cuando la descubrimos, es fuente de inspiración, belleza, asombro y gratitud, que eleva nuestros valores espirituales. Aporta paz, descanso, renovación…, extrayendo lo mejor de nosotros. Si educación procede del término educere –sacar fuera- la naturaleza es la gran maestra, por lo que no sorprende que importantes pedagogos, como Giner de los Ríos, Freinet o Montessori, recurrieran a ella como complemento indispensable de la formación integral de los alumnos.

La naturaleza pacifica nuestros sentidos (y educarlos es un objetivo pedagógico clave), equilibra y serena la mente, pudiendo a través de ella seguir el rastro del misterio que ha embargado a místicos y poetas. Profanarla es una muestra de brutalidad que en nada conviene a nuestra evolución consciente, por lo que debe ser incorporada a las escuelas para que sea descubierta, admirada y respetada.

Hacer las paces con la naturaleza significa aceptar sus límites y desarrollar nuestras actividades teniéndola siempre presente

Hacer las paces con la naturaleza significa aceptar sus límites y desarrollar nuestras actividades teniéndola siempre presente. Sabemos que no nos pertenece ni somos sus dueños, más bien dependemos de ella y estamos llamados a convivir en armonía y hacer realidad la propuesta del Premio Nobel de la Paz Albert Schweitzer cuando nos habla de reverenciar la vida: respetaré todo lo creado.

No quisiéramos transmitir la idea de una naturaleza débil y menesterosa. Por el contrario, aunque frágil y alterable, es tremendamente potente, observando frecuentemente algunas de sus violentas manifestaciones, en formas de tornados, huracanes o precipitaciones, entre las más destacadas, de las que suelen derivar penosas consecuencias para las poblaciones vulnerables. La naturaleza busca también su equilibrio y toda alteración externa no hará sino agravar sus impactos.

Los desequilibrios que hoy sufrimos, comenzando por el clima –la vida de la vida- deben ser corregidos porque hay una buena noticia y es que todavía estamos a tiempo (aunque no nos quede mucho) de intervenir y revertir.

Conservar un medio en buenas condiciones requiere la adopción de valores y estilos de vida sostenibles, confirmando que lo bueno para aquél lo es también para nosotros

Conservar un medio en buenas condiciones requiere la adopción de valores y estilos de vida sostenibles, confirmando que lo bueno para aquél lo es también para nosotros: nos ayuda a ser mejores en la medida en que vivamos de una forma sencilla, serena, atenta, agradecida. Pero no bastará, habrá que trabajar para hacer efectivo el cambio de rumbo, bien a través de la sociedad civil y sus organizaciones, bien en el ámbito político apoyando aquellas fuerzas para las que lo ecológico suponga un objetivo primordial.

Uno de los signos de los tiempos más esperanzadores será esta reconciliación en la que podamos caminar juntos, reconociendo el valor del mundo natural, en el que el medio humano debe estar integrado, respondiendo éticamente al cuidado y protección que se espera de la inteligencia emocional de nuestra especie.