'Periodismo con sentido: cuando contar bien el suicidio salva vidas'

Todo comienza con una escucha. En un entorno íntimo, un espacio compartido por ejemplo por mujeres que trabajaban con Yaiza Perera desde la comunicación no violenta, una de ellas se atrevió a romper el silencio y contar lo que nunca había dicho: la pérdida de su hijo por suicidio. La reacción fue inmediata y visceral
Todo comienza con una escucha. En un entorno íntimo, un espacio compartido por ejemplo por mujeres que trabajaban con Yaiza Perera desde la comunicación no violenta, una de ellas se atrevió a romper el silencio y contar lo que nunca había dicho: la pérdida de su hijo por suicidio. La reacción fue inmediata y visceral. El dolor de esa madre no solo por la muerte, sino por el vacío posterior —el silencio social, la ausencia de su nombre en las conversaciones— provocó una transformación en quien la escuchaba.
Aquel momento marcó un antes y un después. La experiencia directa de ese dolor evidenció algo esencial: el silencio no protege, el silencio perpetúa. Y desde esa toma de conciencia nació una iniciativa periodística ONCE VIDAS que hoy es referente: reportajes mensuales dedicados a la prevención del suicidio desde múltiples enfoques, publicados de forma regular, profunda y responsable.
De hablar mal a hablar con sentido
Durante décadas se repitió como un mantra que hablar del suicidio provocaba un efecto contagio. Y sí, es cierto: hablar de manera irresponsable puede hacer daño. Pero también es cierto que callar no salva. La Organización Mundial de la Salud insiste desde hace más de 20 años en que los medios deben ser parte activa en la prevención, informando con rigor y sensibilidad.
Eso implica un cambio radical en la forma de entender el periodismo. Porque en este caso, el mejor periodismo no es el que da más información, sino el que ofrece menos detalles: no hablar del método, no especificar el lugar, no compartir notas de despedida, y siempre —siempre— ofrecer recursos de ayuda
Eso implica un cambio radical en la forma de entender el periodismo. Porque en este caso, el mejor periodismo no es el que da más información, sino el que ofrece menos detalles: no hablar del método, no especificar el lugar, no compartir notas de despedida, y siempre —siempre— ofrecer recursos de ayuda.
Pero también significa contar las historias que importan. Historias de quienes sobreviven, de quienes han perdido, de quienes han acompañado, de quienes han encontrado ayuda. Porque detrás de cada suicidio hay sufrimiento, pero también detrás de cada prevención hay esperanza. El periodismo tiene la capacidad de dar voz a lo que duele y, a través de esa voz, tender una mano.
El vínculo como herramienta de prevención
Una de las claves de este nuevo enfoque es el concepto de vínculo. Porque prevenir el suicidio no es solo tarea de profesionales de salud mental. Todos podemos formar parte de esa red de protección. Y los medios de comunicación, como altavoces sociales, tienen la responsabilidad —y la oportunidad— de recordarlo.
Los textos no deben dejar al lector atrapado en el dolor, sino abrirle una puerta. Una puerta a la comprensión, a la acción, al acompañamiento
Los textos no deben dejar al lector atrapado en el dolor, sino abrirle una puerta. Una puerta a la comprensión, a la acción, al acompañamiento. Enseñar cómo preguntar, cómo escuchar, cómo ofrecer ayuda. Hacer que cualquier persona que lea una pieza informativa sepa que puede ser parte de la solución. Que puede mirar a su alrededor con más atención, con más empatía, con más humanidad.
Una red que se extiende
Este cambio no se ha producido en solitario. Son cada vez más los periodistas que, desde diferentes puntos del país, se suman a esta forma de contar. Un trabajo en red, que va más allá de las redacciones: que une a profesionales de la psicología, de la intervención social, de la educación, del acompañamiento. Que acerca a lectores con periodistas, a testimonios con audiencias, a dolor con consuelo.
Y esa red no solo informa, sino que transforma. Porque tras cada publicación, llegan mensajes. De personas que agradecen haber conocido un recurso. De otras que por fin se atrevieron a hablar. De quienes, al verse reflejados, encontraron un sentido nuevo a su experiencia
Y esa red no solo informa, sino que transforma. Porque tras cada publicación, llegan mensajes. De personas que agradecen haber conocido un recurso. De otras que por fin se atrevieron a hablar. De quienes, al verse reflejados, encontraron un sentido nuevo a su experiencia. El impacto no siempre se puede medir, pero sí se puede sentir. Y lo cierto es que, desde que este tipo de periodismo comenzó a hacerse con más presencia y compromiso, algo se está moviendo.
La importancia de la formación
Aún queda camino. Se siguen cometiendo errores sobre todo cuando hay famosos en la historia. Todavía hay informaciones que incumplen pautas básicas. Pero la diferencia es que ahora hay conciencia, y sobre todo, hay una exigencia creciente por parte de la ciudadanía y de los propios periodistas por hacer las cosas mejor.
Por eso, una de las reclamaciones más urgentes es la formación específica. En las universidades, en las redacciones, en los gabinetes de comunicación. Porque saber informar sobre suicidio no es una opción, es una necesidad. Y no solo para las secciones de sociedad: también para cultura, deportes, política… porque el suicidio atraviesa todos los ámbitos.
La formación no solo enseña a evitar errores. También da herramientas para comunicar sin causar daño, para aportar contexto, para sostener el dolor de quien habla y también del que escucha
La formación no solo enseña a evitar errores. También da herramientas para comunicar sin causar daño, para aportar contexto, para sostener el dolor de quien habla y también del que escucha. Para dar a cada historia la dignidad que merece. Para hablar cuando hay que hablar, y callar cuando toca callar. Pero, sobre todo, para hacerlo desde el respeto.
Hablar desde el amor
Porque, en el fondo, lo que mueve a quienes están liderando este cambio no es otra cosa que el amor. El amor como antídoto al sufrimiento. Como motor de transformación. Como impulso ético de un oficio que tiene un poder inmenso: el de nombrar lo que existe. Y al nombrarlo bien, ayudar a sanar.
Contar historias de suicidio no es fácil. Pero contarlas con honestidad, con cuidado y con esperanza, puede marcar la diferencia entre el aislamiento y el acompañamiento. Entre el silencio que duele y la palabra que abraza
Contar historias de suicidio no es fácil. Pero contarlas con honestidad, con cuidado y con esperanza, puede marcar la diferencia entre el aislamiento y el acompañamiento. Entre el silencio que duele y la palabra que abraza.
En una época de urgencias informativas, de titulares veloces y cifras frías, este nuevo periodismo apuesta por parar, escuchar y sentir. Porque hay temas que no admiten prisa. Porque, a veces, escribir bien una historia puede salvar una vida.