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DE BAR EN PEOR, la sección de paco espínola

'Pobres pobres'

Ciudadanía - Paco Espínola - Viernes, 5 de Diciembre de 2025
El esperado artículo semanal del gran Paco Espínola, que te aconsejamos que leas.

Los historiadores creen que Jesús pudo nacer en el verano del año 4 a.C., antes de la muerte de Herodes. Y ya que la Biblia no menciona la fecha exacta, los cristianos inventaron en el siglo IV la fiesta del 25 de diciembre para reemplazar a las paganas, sin embargo los grandes almacenes han decidido que la Navidad comience en noviembre, pero sin pobres. Y la verdad, los pobres estropean la foto del gentío cargado de regalos y la de los borrachos de las comidas de empresa.

Por esta razón, Almeida, alcalde de Madrid, quiere acabar con una de las pocas profesiones liberales que aún quedan en España: la mendicidad. Así que ha prohibido a la ONG Bocatas Madrid –treinta años asistiendo y alimentando indigentes– que continúen en la Plaza de la Ópera por saltarse ordenanzas municipales. Por supuesto no afectará a Rosalía quien, muy cerca de allí, el 21 de octubre, convocó a sus seguidores en la Plaza de Callao colapsando hasta el tráfico en Gran Vía.

Y si Rosalía escogió un espacio profano para presentar un disco místico, Feijóo, en hedor de multitudes, eligió un espacio místico, el Templo de Debod, para presentar su espectáculo porno, Anotep. Fue desechada la propuesta de Ayuso, más bífida que bilingüe, de celebrarlo en Anoeta por redundancia erótica.

Una imagen que habla por sí sola.

Pero no cambiemos de tema, la cuestión es que «es imposible sentarse en una terraza –se dice– sin que te asalte un mendigo. Es vergonzoso. ¿Qué dirán los extranjeros?».

Los extranjeros no dicen nada. El mendigo español les encanta, y muchos vienen exclusivamente a verlo, excepto el actor Richard Gere que se ha propuesto «acabar con los sin hogar en España en seis años». Fuera de aquí no hay realmente mendicidad. Para mendigar es preciso tocar un instrumento, cantar, bailar o hacer juegos malabares. Sólo España ha independizado la mendicidad de las otras artes y sólo el mendigo español llega al corazón del público sin el concurso de musas extrañas. En otros países, el mendigo, como tal, no podría vivir, y tiene, por ejemplo, que ayudarse con la pintura o la literatura. Aquí, en cambio, no es raro que el escritor tenga que ayudarse con la mendicidad o el Premio Planeta.

Por lo demás, yo no veo por qué la exhibición de mendigos sea un bochorno mayor que la exhibición de millonarios. Si la miseria es una vergüenza, la riqueza tiene forzosamente que ser otra. Si se oculta a los pobres, que se esconda también cuidadosamente a los ricos.

Y esta es la idea que propongo: asilarlos a todos, ricos y pobres, lo más lejos posible de las grandes ciudades, o no asilar a ninguno. Sería idiota el que ante un mendigo sin Instagram pensáramos que nuestra sociedad está muy mal organizada, y que ante el propietario de unos millones por la venta de mascarillas y un ático compartido en una zona exclusiva de Madrid la creyéramos organizada perfectamente. Los extranjeros no es fácil que incurran en semejante contradicción. Sobre todo, los rusos y los saudíes de Marbella.

Para acabar con la miseria no hay más que un procedimiento: acabar con la riqueza. Y mientras no se acabe con la miseria, hay que dejar tranquila a la mendicidad. La mendicidad es algo así como la libertad de expresión de los pobres. Algunos dicen que hay pobres muy ricos. Puede ser. Puede ser que haya quien presuma de pobre como hay quien presuma de rico; pero lo indudable es una cosa: que si los pobres prefieren la calle al asilo, es porque en el asilo se encuentran peor que en la calle.

Por lo que respecta a los pobres, la verdad es que deben mendigar y que a nosotros no nos conviene que mendiguen. Mendigando nos sacan más dinero que asilados, y nos lo sacan sin darnos, a cambio, ningún placer más que ese tan vago y relativo de hacer buenas obras. Asilados, les daríamos menos dinero y se lo daríamos organizando comilonas benéficas, recitales de ‘cansautores’ o carreras urbanas. Y si les decimos a los pobres que los asilos son muy cómodos, no es pensando en la comodidad de ellos. Los asilos de pobres, en efecto, sólo son cómodos para los ricos.