El Trato Andaluz.
LA INTRANSIGENCIA DE FELIPE II CON EL REINO DE GRANADA

El Rey im-Prudente que jodió a Granada

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 14 de Diciembre de 2025
Una magnífica aportación de Gabriel Pozo Felguera que explica con detalle el profundo daño a Granada que provocó el reinado de Felipe II, con decisiones desatinadas y que truncó el esplendoroso futuro de esta ciudad. Por el mejor cronista de Granada.
La Real Chancillería, con sus alcaides del crimen y sus oidores, fue sede del poder absoluto de la Corona durante el Antiguo Régimen.
LUIS RUIZ RODRÍGUEZ.
La Real Chancillería, con sus alcaides del crimen y sus oidores, fue sede del poder absoluto de la Corona durante el Antiguo Régimen.
  • Su Pragmática de 1567 provocó una guerra civil contra el numeroso colectivo de moriscos

  • Expulsó a un tercio de los granadinos; se apropió de sus tierras y gravó a sus colonos con el impuesto Renta de Población, únicos españoles que lo pagaron durante 274 años

  • Rechazó la girola de la Catedral como panteón real de la dinastía Austria y se llevó los cadáveres de su familia a El Escorial

  • ¿Serán aquellos hechos la causa de que Granada no le recuerde con una plaza, calle o estatua?

Granada tiene motivos sobrados para nombrar monarca non grato a Felipe II. El Rey Prudente fue todo lo contrario para el Reino de Granada. No supo entender la nueva sociedad dual (cristiano-morisca) tras la Toma, como antes sí lo hicieron su padre el Emperador y sus bisabuelos, los Reyes Católicos. Antepuso la fe ciega y la farda a la razón. Torció el futuro esplendoroso de esta ciudad imperial y lo truncó con desatinadas decisiones. Granada empezó el XVI siendo la primera ciudad de España y lo acabó quinta por población, enfilando ya su decadencia. El Prudente perpetró la mayor limpieza étnica de la historia peninsular: eliminó a los granadinos moriscos y se apropió de sus tierras. Persiguió a los gitanos; le quitó a Granada el panteón real y la posibilidad de ser capital y corte. Pero lo peor de todo fue la asfixia económica que cargó sobre los granadinos al imponerle la Renta de Población: entre 1571 y 1845 los granadinos fueron los únicos españoles que soportaron ese sobreimpuesto a las tierras, viviendas y actividades. Un verdadero lastre que frenó el desarrollo del Reino. De los polvos que sembró se arrastran todavía muchos lodos.

No es casual que Granada capital no le tenga dedicada ninguna plaza, calle o espacio público al rey español que ostentó el mayor poder sobre la tierra, el de los dominios en los que nunca se ponía el sol

No es casual que Granada capital no le tenga dedicada ninguna plaza, calle o espacio público al rey español que ostentó el mayor poder sobre la tierra, el de los dominios en los que nunca se ponía el sol. Tampoco hay por aquí una escultura, placa o pintura de enjundia que recuerde la figura de Felipe II. A lo sumo, una copia de retrato en la Casa de los Tiros. No se puede decir que abunden por Granada los escudos de la monarquía filipina y los nombres de su titular, a pesar de su larguísimo reinado (1556-98). Precisamente los que coinciden con el inicio de la decadencia del Reino de Granada.

La presencia más destacable de Felipe II está precisamente colocada en edificios emblemáticos en los que sustentaba su poder: la administración de Justicia y la Iglesia

La presencia más destacable de Felipe II está precisamente colocada en edificios emblemáticos en los que sustentaba su poder: la administración de Justicia y la Iglesia. En la Real Chancillería, donde se ejercía su poder en forma de virreinato, está su escudo presidiendo la fachada y una cartela sobre la puerta principal que deja claro que es obra de “Fhilippi 2 regis catholic providentia regiam litibus iudicam censuir año MCVXXXVII” (…la prudencia del rey católico Felipe II de las cosas de justicia que aquí se tratan, año 1583…). En la Catedral está grabado su nombre sobre el arco de campanas de la cara Norte: Reinando Felipe II. Posiblemente de 1589.

Cartela en la fachada de la Real Chancillería que recuerda a Felipe II reinando en la fecha de su finalización, 1587.
Enorme rótulo en la torre de la Catedral, cara norte, que también recuerda a Felipe II como reinante cuando se acabó el tercer cuerpo (1589).

Contrariamente, no ocurre lo mismo con el recuerdo que dejaron en Granada los monarcas que le antecedieron. Las huellas de los Reyes Católicos y de Carlos V están presentes por todos sitios

Contrariamente, no ocurre lo mismo con el recuerdo que dejaron en Granada los monarcas que le antecedieron. Las huellas de los Reyes Católicos y de Carlos V están presentes por todos sitios: sus escudos en los edificios que hicieron en sus reinados, sus nombres en calles principales; tienen estatuas en plazas, interior de la Catedral, Capilla Real y Universidad. Un palacio con el nombre del Emperador, un pilar a la entrada de la Alhambra, retratos por todos los museos, etc.

En el Ayuntamiento de Granada existe, aunque oculto a la vista, una copia parcial de Felipe II extraída del cuadro de Antonio Arias (s. XVII) donde figura Carlos V con su hijo Felipe II. Es de regular factura. De similar calidad son los dos que lucen en preferencia en la escalera principal de acceso a la Alcaldía, uno de Felipe III (el firmante de la expulsión definitiva de moriscos) y otro de Felipe IV. Ambas son copias ennegrecidas del siglo XIX. 

Ciudad imperial y panteón real

Pero sin duda que el recuerdo más importante de los RR CC y del Emperador es la Granada que auparon a la ciudad imperial que fue hasta mediado el siglo XVI. Los Reyes Católicos ─especialmente Isabel─elevaron a Granada a la niña de sus ojos. Su corte ambulante estuvo yendo y viniendo por España entre 1492 y 1504 en que falleció la Reina. En esa docena de años fueron cinco ocasiones en que recaló aquí, una de ellas de una duración próxima al año y medio. Los RR CC tuvieron la intención y el deseo de favorecer al Reino de Granada. Tanto, que decidieron que la ciudad fuese el panteón real de su dinastía a partir de entonces; ordenaron la construcción de la Capilla Real como túmulo funerario. Aquí se enterraron ellos, el príncipe Miguel, el rey Felipe I y la reina Juana I.

Bultos de Juana I, Felipe I y Reyes Católicos sobre la cripta de la Capilla Real donde reposan sus restos.

Unos años más tarde (1526) llegó Carlos V recién casado, con toda su Corte detrás. Los seis meses de estancia en la ciudad le inspiraron el mismo deseo que a sus abuelos: hacer de Granada su ciudad panteón. Quizás también sede de su futura capital estable, la del imperio, en mitad de la ciudadela nazarita de la Alhambra, donde trazó un palacio renacentista.

A Carlos V le pareció poca cosa la Capilla Real cuando la vio por primera vez

A Carlos V le pareció poca cosa la Capilla Real cuando la vio por primera vez. Encargó un edificio más suntuoso como panteón de los futuros Austrias; ordenó la habilitación de la girola de Catedral, en cuyos huecos de la capilla mayor irían colocados los féretros del mismo Carlos V, su mujer y sus sucesores. Por eso se decidió que la parte central debía ser la primera en estar acabada, para acoger a los que fallecieran de la familia.

Isabel de Portugal, retratada post-mortem por Tiziano. Estuvo enterrada en Granada entre 1539 y 1574.

Presidió el cortejo fúnebre de su madre el Príncipe de Asturias, de sólo 12 años; es decir, el futuro rey Felipe II. Fue la única vez que el rey prudente estuvo en Granada

Luego, la realidad quiso que la emperatriz Isabel de Portugal muriese antes de estar acabado el panteón catedralicio. En 1539 fue traída desde Toledo para ser enterrada provisionalmente en la cripta de la Capilla Real. Presidió el cortejo fúnebre de su madre el Príncipe de Asturias, de sólo 12 años; es decir, el futuro rey Felipe II. Fue la única vez que el rey prudente estuvo en Granada. Hay que recordar que Felipe II fue el único rey cristiano engendrado por sus padres en Granada, durante el verano de 1526; cuando marcharon de la ciudad, la madre iba embarazada unos cuatro meses.

La ciudad más grande en 1500

La ciudad de Granada empezó el siglo XVI con una población aproximada a 70.000 habitantes. Y eso que ya se había producido la sangría de los musulmanes que se exiliaron tras la Toma y empezaba a llegar la inmigración de cristianos viejos en busca de oportunidades. Al inicio del Quinientos, Granada era la ciudad con mayor población de toda España (le seguían Sevilla, 60.000; Valencia, 42.000; Córdoba, 35.000; Málaga, 42.000; Toledo, 32.000; Barcelona, 20.000… Madrid, alrededor de 4.000).

Estaba fraguándose una sociedad dual en la que intentaban convivir lo mejor posible castellanos viejos y granadinos nazaríes, es decir, los mudéjares. Pronto empezaron los abusos e incumplimientos de lo capitulado por la parte cristiana

Estaba fraguándose una sociedad dual en la que intentaban convivir lo mejor posible castellanos viejos y granadinos nazaríes, es decir, los mudéjares. Pronto empezaron los abusos e incumplimientos de lo capitulado por la parte cristiana; afloraban las incomodidades de la parte perdedora. Asomaron los conflictos por las presiones de los dominantes, especialmente de las jerarquías católicas y la nobleza de medio pelo, que mostraban prisa por castellanizarlo todo lo antes posible.

Los mudéjares perdieron su estatus y pasaron a ser moriscos a partir de la primera revuelta del año 1500. Arreciaban las presiones para que abandonaran costumbres y religión musulmanas. La mejor forma de acelerar su aculturación era tocarles el bolsillo: los moriscos eran la parte de la sociedad con menos derechos y que más impuestos pagaban. La situación fue empeorando en el primer cuarto del siglo XVI. La estancia de la Corte de Carlos V en 1526 pareció ralentizar las prisas por castellanizar Granada. Pero fue una pausa engañosa, ya que hubo que prometer la integración morisca a lo largo de dos generaciones, es decir, antes de 1566. Y lo más importante: reunir entre todos los moriscos la importantísima suma de 80.000 escudos de oro como aportación extraordinaria a la Corona. Compraron la paz social con 26 kilos de oro. La tranquilidad de los granadinos cristiano-nuevos (o cripto-musulmanes) iba a durar cuatro décadas.

En la Iglesia había dos tendencias, los que sostenían la atracción de cripto-musulmanes de manera sibilina y paulatina, y quienes deseaban hacerlo a sangre y fuego

En aquel largo periodo ocurrió un hecho crucial que contribuyó a enturbiar la conformación de la compleja sociedad granadina: llegó la Inquisición. En principio se pensó no instaurarla en Granada para no interferir en la aclimatación paulatina de moriscos. En la Iglesia había dos tendencias, los integradores y los integristas, los que sostenían la atracción de cripto-musulmanes de manera sibilina y paulatina, y quienes deseaban hacerlo a sangre y fuego.

Pronto se fue dibujando una sociedad en la que la principal fuerza laboral-productiva eran los moriscos y las propiedades pasaban a manos de cristianos

Pronto se fue dibujando una sociedad en la que la principal fuerza laboral-productiva era los moriscos y las propiedades pasaban a manos de cristianos. Se les cuestionaron sus títulos de propiedad ancestrales. Los grandes pecheros, pagadores de impuestos, eran las clases bajas, mayoritariamente asociadas a moriscos. De esa época procede el dicho de que “diez moriscos viven de una hectárea y un cristiano se muere de hambre con diez”.

1540-60, etapa de esplendor

A pesar de todos aquellos déficits sociales y de convivencia, la Granada de 1540 a 1560 se encontraba en su momento de mayor esplendor. Eso se reflejaba perfectamente en el plano constructivo y artístico. El palacio imperial de Machuca crecía a buen ritmo; la Catedral estaba a punto de cerrar su capilla mayor-panteón real; la mayoría de ciudades y pueblos del Reino habían constituido sus instituciones locales; el Hospital Real estaba muy avanzado; la Real Chancillería funcionaba del Tajo hacia abajo, aunque pendiente de acabar su Palacio en la Plaza Nueva; la Universidad empezaba a sacar sus primeros licenciados; la economía marchaba relativamente bien; a Granada no paraban de acceder órdenes religiosas e inmigrantes en busca de oportunidades, etc.

Pero se avecinaban oscuros nubarrones para Granada que, a la postre, acabarían convertidos en la peor de las tormentas

Pero se avecinaban oscuros nubarrones para Granada que, a la postre, acabarían convertidos en la peor de las tormentas. El 6 de junio de 1554 el Emperador se encontraba en Bruselas, nunca había retornado a Granada a ver su palacio ni a habitarlo. Sólo debió conocerlo por dibujos. Era un rey cansado por tanta guerra en Centroeuropa para sostener sus dominios políticos y religiosos. Aquel día decidió hacer testamento y renovar su compromiso con Granada: reiteró su deseo de ser enterrado en su Catedral, cuando estuviese acabada. Al lado ya le esperaban su difunta esposa, dos de sus hijos y su primera nuera. Su testamento dice concretamente: “… nuestro cuerpo sea sepultado en la ciudad de Granada, en la Capilla Real de los Reyes Católicos (…) Y cerca de mi cuerpo se ponga el de la Emperatriz, mi muy cara y amada mujer”.

La salud del Emperador empeoró en el verano de 1558 y, presintiendo su final, decidió añadir un codicilo a su testamento. Aquí fue cuando cambió de opinión sobre su enterramiento en Granada

Carlos V decidió abdicar en 1556 y retirarse a descansar al Monasterio de Jerónimos de Yuste. Felipe II heredaba el imperio que había acumulado de su padre, repartido por Europa, Indias y norte de África. Después se le sumarían las Islas Filipinas. La salud del Emperador empeoró en el verano de 1558 y, presintiendo su final, decidió añadir un codicilo a su testamento. Aquí fue cuando cambió de opinión sobre su enterramiento en Granada. Pide a su hijo no ser enterrado en Granada, sino en un edificio ex novo, en lugar diferente al de sus padres y abuelos.

[Resulta harto sospechoso aquel cambio repentino donde quería ser enterrado, máxime cuando no menciona una ciudad o catedral importante, sólo lugar de nueva creación y deja la última decisión en manos de su hijo. Cabe abrir la puerta a que Felipe ya estaba pensando en hacer capital a Madrid y construir un monasterio en su sierra.]

Los huecos de la primera altura de la Capilla Mayor de la Catedral fueron diseñados para servir como panteón de Carlos V y su dinastía.

Granada la veía muy periférica. Había aprendido de su padre que los múltiples problemas aconsejaban establecerse en un lugar lo más céntrico y equidistante de sus territorios, al menos los peninsulares. Y eso caía entre Toledo, Valladolid y Guadalajara

Felipe II estaba renovando su monarquía y las Cortes; gobernaría de manera más personalista y buscaba ciudad para asentar su administración y hacerla capital. Granada la veía muy periférica. Había aprendido de su padre que los múltiples problemas aconsejaban establecerse en un lugar lo más céntrico y equidistante de sus territorios, al menos los peninsulares. Y eso caía entre Toledo, Valladolid y Guadalajara. Su decisión final fue no aceptar condicionantes previos y hacerlo en un pueblecito llamado Madrid. Corría el año 1561.

El primer puyazo a la condición de ciudad imperial tácita que ostentaba Granada ya se lo dio Carlos V al modificar su testamento doce días antes de morir (9 de septiembre de 1558). Ahora se veía venir el segundo: el joven rey empezó a buscar sitio en el torno de Madrid para erigir el nuevo panteón imperial. Lo encontró en la Sierra, en la aldea de El Escorial. Allí, entre 1563 y 1584, invirtió buena parte del presupuesto nacional. Hasta el punto de provocar varias quiebras y suspensiones de pagos.

Retrato de María Manuela de Portugal, primera esposa de Felipe II, cuando todavía era Príncipe de Asturias. Estuvo enterrada en Granada entre 1549 y 1574.

El hachazo definitivo a Granada y su Catedral como futuro panteón de la dinastía de los Austrias se lo dio Felipe II en 1573, cuando estuvo disponible la cripta del monasterio de El Escorial y empezaron a ocuparlo los monjes jerónimos

El hachazo definitivo a Granada y su Catedral como futuro panteón de la dinastía de los Austrias se lo dio Felipe II en 1573, cuando estuvo disponible la cripta del monasterio de El Escorial y empezaron a ocuparlo los monjes jerónimos. Remitió una carta al capellán real de Granada ordenándole que le enviase los restos mortales de sus familiares más cercanos, es decir, de su madre Isabel de Portugal, sus hermanos Fernando y Juan y de su primera esposa, la princesa María Manuela de Portugal (1527-1545); los tres habían llegado a Granada en marzo de 1549, por orden del Emperador. Los cuatro cadáveres fueron sacados de la Capilla Real de Granada y llevados a El Escorial en 1574. También el del Emperador, que estuvo en el Convento de Yuste entre 1558 y 1574.

Panteón de los reyes de El Escorial. Carlos V y Felipe II están en los dos más altos de la fila derecha.

Incluso en 1574 remitió a Granada la momia de Juana I, que había fallecido en su encierro de Tordesillas en 1555

En cambio, Felipe II respetó la voluntad de los Reyes Católicos y de sus abuelos Juana I y Felipe I de quedar para siempre en Granada. Incluso en 1574 remitió a Granada la momia de Juana I, que había fallecido en su encierro de Tordesillas en 1555.

La capital en Madrid y el panteón de El Escorial perjudicaron a Granada

A la vista de los resultados, la primera década de reinado de Felipe II (1558-68) se puede concluir que torció completamente el signo de Granada. El joven Rey mostró pronto contradicciones en su política interna, aparte de sufrir serios problemas familiares. Tomó decisiones equivocadas, claramente encaminadas a abortar la senda de Granada como ciudad símbolo del renacimiento español en el Quinientos. Todo causado por su excesivo celo religioso y su incomprensión del problema morisco. No supo, o no quiso, afrontar un desequilibrio social que le antojó de imposible solución. No tuvo mano izquierda para abordarlo, como sí la demostraron antes sus antepasados. Ni siquiera previó la grave crisis social y económica que iba a desencadenar.

La comunidad morisca suplica a jueces y al obispo que no sea expulsada de Granada. GRABADO DE E. LONG.

Provocó una guerra civil y profunda depresión. Granada pasó a un segundo plano en el contexto nacional y perdió protagonismo político. Todo quedó parado

Con su Pragmática de 1567 contra los moriscos abrió el periodo de mayor violencia que ha atravesado Granada en toda su historia. Frenó en seco una era de cierta euforia económica, patrimonial y artística. Provocó una guerra civil y profunda depresión. Granada pasó a un segundo plano en el contexto nacional y perdió protagonismo político. Todo quedó parado: las obras de la Catedral, el Palacio de Carlos V y las reformas urbanas. Se iniciaba una etapa de crisis con la Guerra de Granada (1568-71), la muerte de unas 20.000 personas en combates y la expulsión de por lo menos 80.000 granadinos. Y eso sólo era el principio.

No hubo ni el menor atisbo de piedad estirando prórrogas ni inteligencia de la Corona aumentando la carga impositiva a cambio de alargar la algarabía

El tercio que aportaban los moriscos a la población granadina de 1567 eran precisamente los más laboriosos y pagadores de impuestos. La Pragmática les obligaba a renunciar, de una vez, a toda su cultura y sus costumbres. No hubo ni el menor atisbo de piedad estirando prórrogas ni inteligencia de la Corona aumentando la carga impositiva a cambio de alargar la algarabía. Entraba en acción el duro brazo de los alcaides de la Chancillería y de algunos sectores de la Iglesia, frente a las tesis negociadoras del Capitán General, algunas órdenes religiosas y familias aristocráticas de raíces musulmanas. Felipe II y sus consejeros más próximos antepusieron la espada a la negociación política y la justicia.

Grabados de la Historia Eclesiástica de Antolínez de Burgos que narra las atrocidades cometidas durante la Guerra de las Alpujarras (1569-70). En este caso, referidos a los martirios de Andarax y Órgiva.

El derramamiento de sangre y la destrucción no tuvieron mesura, mayor cuanto más alejadas de la capital. Afectaron a los distritos de Granada, Málaga y Almería

El estallido de dos años de tensión social (enero 1567 en que se publicó la Pragmática-Navidad de 1568) fue la rebelión de comunidades moriscas. El alzamiento fracasó en el núcleo más importante de todo el Reino, el Albayzín, pero se extendió rápidamente por el resto del territorio. Con un intenso tráfico en las zonas costeras de ayuda berberisca y turca. El problema de seguridad para España fue de tal calado que hubo que recurrir a traer los tercios del Norte y los marinos más destacados para sofocarlo. Se vieron afectadas la mayoría de las poblaciones y lugares. El derramamiento de sangre y la destrucción no tuvieron mesura, mayor cuanto más alejadas de la capital. Afectaron a los distritos de Granada, Málaga y Almería. La monarquía española se temió que la sublevación de los moriscos de Granada fuese el puente para una invasión turca o norteafricana. Al menos, los abundantes moriscos del Levante no se sumaron a la guerra.

El poderío militar de Felipe II se impuso claramente en dos duros años de guerra civil entre españoles. La primera de envergadura en la edad moderna

El poderío militar de Felipe II se impuso claramente en dos duros años de guerra civil entre españoles. La primera de envergadura en la edad moderna. A principios de 1571 quedaban sólo pequeños rescoldos en lugares apartados. Y muchos monfíes recluidos en zonas montañosas. Empezaba la venganza de Felipe II contra los granadinos.

En los dos años de contienda, el Rey se sirvió de su hermano Juan de Austria para capitanear sus ejércitos por tierras granadinas. Él no se atrevió a desplazarse a Granada a solucionar la grave crisis. Lo más que hizo fue convocar Cortes en Córdoba, “cerca del escenario de guerra y para supervisar en primera línea”, entre los meses de febrero y mayo del año 1570. Para que los correos tardaran menos en informarle. Fue la única vez que las convocó fuera de Madrid. Giró una efímera vista a conocer Sevilla.

Expulsión de los moriscos y requisa de sus bienes

En octubre de 1570, el Rey Imprudente ordenó la expulsión de toda la comunidad morisca del Reino de Granada. Su expatriación interior por el resto de España. La medida afectaba a quienes en realidad se sublevaron, pero también a los que habían permanecidos calmos, por mucho que desearan protestar. Se calcula que a los aproximadamente 20.000 moriscos muertos en escaramuzas y asesinatos, se les sumaron otros 80.000 camino de la baja Andalucía, Extremadura y las dos Castillas. Se relacionaron hasta 400 poblaciones y aldeas con sublevaciones; de ellas, más de un centenar quedaron destruidas y despobladas para siempre. Sus nombres desaparecieron del nomenclátor. Sólo se permitió quedarse en Granada a los moriscos que se consideraban indispensables por sus trabajos: entre 5.000 y 10.000. El valor total de las tierras y casas incautadas a los moriscos expulsos fue tasado en 34 millones de maravedíes.

Interpretación de la comitiva de moriscos expulsados de la Alhambra de Granada, según el cuadro de Manuel Gómez-Moreno. En realidad, los de la capital fueron concentrados en el Hospital Real para formar con ellos enormes cuerdas de presos.
Grabado de una expedición de moriscos atravesando Sierra Morena para repartirlos por el Campo de Montiel.

La expulsión de los moriscos del Reino de Granada no fue un castigo temporal. Aunque se les hizo creer que era por poco tiempo, hasta que se recuperasen las cosechas. Felipe II quiso solucionarlo para siempre

La expulsión de los moriscos del Reino de Granada no fue un castigo temporal. Aunque se les hizo creer que era por poco tiempo, hasta que se recuperasen las cosechas. Felipe II quiso solucionarlo para siempre. Para empezar, confiscó todos sus bienes y los adscribió al Patrimonio Real, a propiedad de la Corona, mediante una Cédula de 17 de febrero de 1571. Tierras, casas, animales y muebles pasaban a ser de la Casa Real. Los moriscos engrosaron la categoría de malhechores y obtuvieron tratamiento de delincuentes. La medida afectó a la mayor parte de 260 pueblos y aldeas del Reino que quedaron con gente, conocidos como lugares (todavía no se hablaba de términos municipales).

Poco le importó al Rey el primer problema generado con aquella expulsión masiva

Poco le importó al Rey el primer problema generado con aquella expulsión masiva, el del reparto de emigrados y su difícil integración en otras poblaciones. Cada familia debió buscarse la vida como pudo a partir de entonces, en tierra extraña y sin apenas medios. Hoy calificaríamos aquella operación como un genocidio.

Felipe II no estaba solo a la hora de tomar decisiones. Oyó siempre al Consejo de Castilla y, en casos de Hacienda y repoblación, la sabia opinión del Doctor Velasco

Felipe II no estaba solo a la hora de tomar decisiones. Oyó siempre al Consejo de Castilla y, en casos de Hacienda y repoblación, la sabia opinión del Doctor Velasco (Juan López de Velasco, 1530-98). También escuchó al Consejo de Guerra ─que se manifestó abiertamente en contra─; por mucho temor que hubiese en las costas mediterráneas, precisamente el año en que murió Solimán el Magnífico (1566) y el imperio turco estaba paralizado. El brazo ejecutor en Granada fue el presidente de la Real Chancillería, Pedro de Deza.

En descargo de Felipe II también cabe valorar que el problema de los moriscos fue una herencia envenenada recibida de su padre. Que, con su tradicional paciencia y prudencia, no supo gestionar.

Se ha achacado la decisión tomada contra los reductos cripto-musulmanes granadinos a la observación que hizo el papa Pío V al arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, al clausurar el Concilio de Trento. Le apuntó que dirigía la diócesis menos cristiana de toda la cristiandad. Y eso había que solucionarlo urgentemente. Guerrero corrió a Madrid a trasmitírselo al monarca filipino.

En descargo de Felipe II también cabe valorar que el problema de los moriscos fue una herencia envenenada recibida de su padre. Que, con su tradicional paciencia y prudencia, no supo gestionar.

Repoblar con colonos y pagar la Renta de Población

El segundo problema fue cómo llenar el hueco que habían dejado los moriscos de Granada. La solución fue llamar a españoles de otros lugares que estuvieran dispuestos a reconstruir las casas, roturar las tierras y poner en marcha los medios de producción destruidos durante la guerra. Fue creada una institución para coordinar aquella traída de colonos y efectuar el reparto de “suertes”. Fue el Consejo de Población, una institución dependiente de los oidores de la Real Chancillería y con la colaboración de algunos ayuntamientos. Acudieron a sus llamadas emigrantes de Andalucía, Extremadura, Castilla y menos cántabros y gallegos.

El inmigrante se obligaba a habitar su nuevo hogar y a poner en producción la tierra y las actividades fabriles que habían sido dejadas por los moriscos

Cada colono no se asentó donde quiso. Participaron en un sistema de sorteos (reparto de lotes llamados suertes) que los formaban casas, tierras, árboles y algunos animales. El inmigrante se obligaba a habitar su nuevo hogar y a poner en producción la tierra y las actividades fabriles que habían sido dejadas por los moriscos. Principalmente agricultura, ganadería, cultivo de la seda y actividades de azúcar de caña en las comarcas de las Marinas.

En las suertes y ventajas de Albuñol. El pintor alpujarreño Juan Arias Ortiz publicó este dibujo en la Ilustración Española (1887). Representa a tipos de la comarca tomando migas o alcuzcuz. Eran colonos de mediados el XIX, pero tanto su vestimenta como su gastronomía bien pudieran corresponder al siglo XVI. Estaban labrando un viñedo, con el Mediterráneo al fondo, en los pagos llamados suertes y ventajas (premios a los más pudientes). Para ese tiempo ya habían desaparecido los nombres de aldeas de época morisca: Enqueyra, Escariantes, Turrillas, Unqueyar, Ondurón, Jóplor, Luchar, Antura, Ryguante, Diétar, Haratandón, etc.

Las condiciones no eran malas para las familias que tuvieron la fortuna de recibir buenos lotes

Las condiciones no eran malas para las familias que tuvieron la fortuna de recibir buenos lotes. No tanto para los situados en las zonas montañosas o los secanos. Pero el reparto no era gratis total: los cuatro primeros años a partir de la entrega fueron de carencia, no se pagaba nada, pero después se estableció un pago escalonado en los siguientes años que iba aumentando progresivamente. A aquel nuevo impuesto se le llamó Renta de Población. Primero se empezó pagando en especie y más tarde se monetizó. En muy pocos años había casi 50.000 sustitutos de moriscos que se convirtieron en arrendatarios de tierras y casas propiedad de Felipe II.

No sólo no se llegó a cubrir con colonizadores los 80.000 que fueron expulsados, sino que en pocos años empezaron a registrarse abandonos del proyecto repoblador, regreso de familias a sus lugares de origen y, contrariamente, de otros que fueron acopiando las tierras que dejaban vacías

No sólo no se llegó a cubrir con colonizadores los 80.000 que fueron expulsados, sino que en pocos años empezaron a registrarse abandonos del proyecto repoblador, regreso de familias a sus lugares de origen y, contrariamente, de otros que fueron acopiando las tierras que dejaban vacías. El Consejo de Población entendió en 1595 que había cumplido su función de repoblar el hueco dejado por los moriscos. El problema de administración de la Renta de Población y su cobro pasó a manos de concejos y asentistas que contrataban la recaudación fiscal con la Corona. Obviamente, unos intermediarios a cambio de unas comisiones muy altas.

Murió el Rey y en Granada quedó el problema

Cuando murió Felipe II en 1598, el problema que él había generado con los moriscos tres décadas atrás no estaba ni mucho menos solucionado. Ni en el Reino de Granada ni en los pueblos de Castilla donde los repartió, creó guetos y enfrentamientos con los nativos. El hecho cierto es que ese año, la población de Granada capital sumaba menos habitantes que un siglo atrás (69.000 almas al empezar el siglo XVII); Madrid iba como un tiro, ya casi nos alcanzaba con 65.000 y Sevilla nos había rebasado, con 130.000. La mayoría de las capitales continuaron creciendo durante las siguientes centurias. Mientras, Granada continuó atascada hasta finales del siglo XIX. En los cálculos de población para el año 1800, Granada ya tenía menos población que Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia. Y durante la siguiente centuria la superarían otras cuantas más. Paradójicamente, la población sí aumentó en la mayoría de zonas rurales, sobre todo en las vegas y litoral a partir del XVIII, cuando dejaron de cebarse las epidemias en la población granadina.

El conflicto morisco y la crisis económica acarreada afectó enormemente a obras importantes de patrocinio real

El conflicto morisco y la crisis económica acarreada afectó enormemente a obras importantes de patrocinio real: la Catedral sufrió un parón que no se recuperó hasta 1608 (si bien, causado en parte por el terrible error de cimentación de la Torre) y el Palacio de Carlos V quedó completamente abandonado, hasta su definitivo acabado a mediados del siglo XX. Sólo fue acabada la Real Chancillería. No se inició ningún otro edificio público de importancia.

Palacio imperial de Carlos V, en el corazón de la Alhambra, abandonado cuando surgió la guerra de los moriscos. No fue acabado hasta mediado el siglo XX.

Felipe II no sólo abrió el melón de los moriscos granadinos con su Pragmática de asimilación obligatoria de 1567. También tuvo la ocurrencia por esas mismas fechas en arremeter contra un colectivo que tenía concentradas en Granada sus principales colonias: los egipcianos (gitanos). Ya en 1499 empezó a haber quejas contra ellos y los Reyes Católicos les amenazaron con expulsarlos por vagar sin oficios conocidos. La leyenda negra surgió contra ellos. En la Pragmática de moriscos también se les incluía como grupo de vagabundos, ladrones, blasfemos, rufianes, inducidores, bígamos, etc. Y las Cortes de Toledo de 1560 intentaron apretarles las tuercas mediante castigos y destierros.

La predisposición hostil de castellanos contra gitanos hizo que Felipe II los persiguiera para destinarlos a las minas de azogue de Almadén y a remar en galeras. Trabajos en los que la esperanza de vida no superaba los tres años. Entre 1560 y 1566 se reclutaba a todo gitano varón que fuese identificado como tal

La predisposición hostil de castellanos contra gitanos hizo que Felipe II los persiguiera para destinarlos a las minas de azogue de Almadén y a remar en galeras. Trabajos en los que la esperanza de vida no superaba los tres años. Entre 1560 y 1566 se reclutaba a todo gitano varón que fuese identificado como tal. Los alguaciles los aprehendían por hechos nimios. Eran carne de remo debido a la mucha necesidad que tenía la armada para mover sus barcos en las escaramuzas contra el turco. El culmen de redadas contra gitanos se alcanzó en los años 1571-72, cuando se preparaba la batalla de Lepanto y para reponer las pérdidas de remeros tras el choque. La Real Chancillería de Granada fue capitana en proveer de gitanos a los barcos que partían de los puertos andaluces por aquellos años. Quedaba claro que los buscaban para ser carne de remo, ante la falta de esclavos, ya que sólo se llevaban a los que estaban fuertes y sanos, en condiciones para bogar. Hasta el hermanastro de Felipe II, Juan de Austria, escribió al almirante Álvaro de Bazán en 1575 quejándose de que había un excesivo número de gitanos galeotes en quince galeras de la costa granadina, que llevaban amarrados al banco casi dos años sin haber cometido ningún delito, sino porque no había otra gente. Y en pésimas condiciones de vestimenta y alimentación.

Sólo consiguieron asimilarse parcialmente los que fueron entregados en encomienda a señoríos y órdenes religiosas, y los jóvenes gitanos que se alistaron voluntarios en los tercios

Aquella actitud mostrada por Felipe II y sus administradores supuso seguramente otra china en el camino de la integración de los egipcianos en la sociedad castellana de la época. Por supuesto, los gitanos apenas fueron aceptados como nuevos repobladores en las suertes ofertadas tras la expulsión de los moriscos. Fue, así mismo, una oportunidad perdida de fijarlos a la tierra y al trabajo estable. A lo sumo, se les permitió llegar a jornaleros de los colonos castellanos. Sólo consiguieron asimilarse parcialmente los que fueron entregados en encomienda a señoríos y órdenes religiosas, y los jóvenes gitanos que se alistaron voluntarios en los tercios.

Un impuesto sólo para granadinos

Hay que insistir en que el impuesto de Renta de Población sólo se cobraba a los granadinos asentados en los antiguos territorios de moriscos. Y, para redondear la situación, el año 1591 trajo consigo la instauración de otro impuesto más para Granada: la Farda de la Mar. Aunque en este caso sólo se cobraba a los habitantes de los 36 pueblos costeros. Iban destinados a pagar los gastos de vigilancia y defensa de ataques berberiscos y piratas. Su montante ascendía a 26.000 reales/año.

Ninguno de los Felipe que sucedieron al Rey Prudente, los ordinales III y IV, se interesaron por solucionar ni el problema morisco ni el fracaso del Consejo de Repoblación

Ninguno de los Felipe que sucedieron al Rey Prudente, los ordinales III y IV, se interesaron por solucionar ni el problema morisco ni el fracaso del Consejo de Repoblación. Más bien lo agravaron, sobre todo Felipe III, que en 1609 decidió expulsar a todos los moriscos de sus estados. Quedó demostrado que el impuesto granadino de la Renta de Población fue muy perjudicial para este Reino mientras que no afectó en nada a la marcha de la economía del Levante, también muy poblada de mudéjares y moriscos: a ellos no se les exigió. En cambio, el extrañamiento de 1610 afectó más a los valencianos porque granadinos ya quedaban muchos menos por expulsar. Sólo sufrieron una segunda expulsión los que consiguieron retornar subrepticiamente entre 1571 y 1609.

El impuesto de Renta de Población se asentó indefinidamente en el Reino de Granada. Su vigencia duró incluso más que la figura histórica del Reino. El impuesto de la Renta de Población no desapareció definitivamente hasta la reforma fiscal del ministro Alejandro Mon, la conocida como Ley Mon-Santillán, de 1845, base del sistema fiscal actual. (Aunque capítulo de ingreso continuó figurando todavía en el Presupuesto del Estado hasta el año 1870. En el año teórico de su supresión -1845- estaba revalorizado hasta 520.000 reales, el 0,045% de los 1.226 millones de recaudación total del país. Se ve cómo con los años va descendiendo paulatinamente, a medida que se redimían las propiedades o se iban vendiendo: en el año 1850 ya bajó a 169.000 reales; en 1854, a 124.327; y en 1870 a sólo 2.736 reales. A los tres siglos justos de la implantación de la Renta de Población, los bienes incautados a los moriscos ya eran propiedad de los descendientes de colonos que llegaron a repoblar Granada a finales del siglo XVI).

Entre su implantación en 1571 y su desaparición en 1845, la Renta de Población sumó 274 años de freno para el desarrollo agrícola e industrial de muchas zonas de Granada

Entre su implantación en 1571 y su desaparición en 1845, la Renta de Población sumó 274 años de freno para el desarrollo agrícola e industrial de muchas zonas de Granada. Nunca se consieguió recuperar el nivel de producción de la tierra de antes de 1568; los cultivos e industria del azúcar costeros, en buena parte monopolizados por empresas holandesas, se hundieron durante varias décadas. Para empeorar la situación, los portugueses aprovecharon para introducir su azúcar brasileña de contrabando en tierra de Andalucía.

Todo era lícito con tal de cobrar el alquiler de las tierras, de los árboles y de las casas. Por las buenas o por las malas

El sistema de recaudación de la Renta de Población cayó pronto en manos de asentistas, en estrecha colaboración con funcionarios concejiles. La Corona lo subcontrataba a poderosos, sobre todo a títulos nobiliarios; éstos extendieron redes de presión repletas de irregularidades. Todo era lícito con tal de cobrar el alquiler de las tierras, de los árboles y de las casas. Por las buenas o por las malas. Las cuentas a cobrar en el ejercicio de 1592 se fijaban en 25.322.111 maravedíes. Nunca se conseguía recaudar el total del valor de los censos, con lo cual iban acumulándose las deudas de los colonos del Rey. Ya para 1593 se constató que casi un 5% de los colonos llegados de Castilla habían decidido abandonar, retornaron por la presión fiscal excesiva.

Por tanto, se registraron traslados de tierras de moriscos a propiedad de los castellanos herederos de los vencedores

A lo largo de la vigencia de este impuesto, la Corona fue vendiendo buena parte de propiedades (sobre todo molinos y las mejores tierras) a señoríos, cristianos viejos y órdenes religiosas. Por tanto, se registraron traslados de tierras de moriscos a propiedad de los castellanos herederos de los vencedores.

Retrato de Felipe II, pintado por Sofonisba Anguissola en 1573. MUSEO DEL PRADO.

Con el transcurso de los años, la Renta de Población y su recaudación fueron quedando en manos de funcionarios de la Hacienda real. Se consideraba que no era del todo efectivo el sistema de recaudación de los asentistas; además de muy caro. Salía más barato tener a un puñado de funcionarios; por ejemplo, ya en el año 1828 la oficina del Comisionado Regio para cobrar la Renta de Población estaba formada por seis personas que costaban alrededor del 10% de toda la recaudación.

Hubo intentos ya en época de la ilustración de redimir esos censos, vender de una vez los terrenos a los concejos o colonos históricos

Hubo intentos ya en época de la ilustración de redimir esos censos, vender de una vez los terrenos a los concejos o colonos históricos. Incluso en el trienio liberal (1820-3) se dejaron de pagar. Pero la vuelta al absolutismo con Fernando VII hizo que se apretara aún más con la recaudación, aunque se perdonó el 50% de los atrasos de los tres años de dominio liberal.

 Entre los años 1828 y 1833, la recaudación media en el Reino de Granada fue de 702.000 reales. Es decir, una media de diez reales por titular. Eso era mucho dinero

La recaudación media de la Renta de Población por afectado era grande, sobre todo si se tenía en cuenta que se sumaba a los otros impuestos habituales que pagaban todos los españoles. Entre los años 1828 y 1833, la recaudación media en el Reino de Granada fue de 702.000 reales. Es decir, una media de diez reales por titular. Eso era mucho dinero. Cuando empezó el reinado de Isabel II ya se arrastraban deudas por atrasos de al menos 70 años. Y el fisco por entonces no tenía ningún bien al que echar mano para embargar y recuperar, buena parte de los granadinos seguían siendo inquilinos en las propiedades de los moriscos, aquellas que un lejano día les arrebató Felipe II para ser propiedad de la Corona.

Algunos colonos consiguieron comprar las tierras que labraban sus antepasados, en otros casos fueron los ayuntamientos. Pero las deudas acumuladas eran inmensas y los intereses exigidos, de verdadera usura

Algunos colonos consiguieron comprar las tierras que labraban sus antepasados, en otros casos fueron los ayuntamientos. Pero las deudas acumuladas eran inmensas y los intereses exigidos, de verdadera usura. Por ejemplo, en el año 1798 la villa de Caniles tenía que pagar anualmente 30.800 reales por la suma total de las suertes de sus vecinos; éstos eran 812 titulares, con lo cual tocaban a 38 reales/año. Intentaron redimir el censo, es decir, comprar la deuda, pero el importe se les disparaba hasta más de 2 millones de reales (unos 2.538 por titular), algo imposible.

Las tierras y casas usurpadas a los moriscos dejaron de ser del Patrimonio Real y empezaron a ser escrituradas a nombre de quienes las venían trabajando y/o ocupando desde el último tercio del XV

Así es que hubo que esperar hasta 1845 para que se pusiera fin de una vez al sistema tributario arrastrado por el antiguo régimen. Las tierras y casas usurpadas a los moriscos dejaron de ser del Patrimonio Real y empezaron a ser escrituradas a nombre de quienes las venían trabajando y/o ocupando desde el último tercio del XVI, cuando Felipe II perpetró la mayor injusticia contra el Reino de Granada. Empezó a dejarse de oír que se vivía en tierra de realengo para decir que se hacía en dominio de villazgo. O del común, si es que pasaron a ser propiedad de los concejos. Aunque todavía quedó algún caso suelto de pueblos bajo señorío, donde algunas casas nobiliarias habían conseguido hacerse con los Censos de Población y sustituir al Rey como arrendatarios de las casas y cultivos que habían sido de granadinos musulmanes y moriscos desde muchos siglos atrás.

El tratamiento gráfico y mejora de imágenes son obra de Luis Ruiz Rodríguez.