El socorrido “drugstore” de Hacienda, único abierto cuando Granada dormía
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Estuvo activo durante el último tercio del siglo XX; vendía todo lo inimaginable para la abundante fauna y estudiantes que poblaban la ciudad nocturna
Aquella caseta de prensa fue mucho más que punto de venta de periódicos y revistas. Durante el tercio final del siglo XX se convirtió en la única luz que siempre estaba encendida y abierta en la oscuridad
Aquella caseta de prensa fue mucho más que punto de venta de periódicos y revistas. Durante el tercio final del siglo XX se convirtió en la única luz que siempre estaba encendida y abierta en la oscuridad. La única farola a la que acudíamos todo los noctámbulos como las mariposas a las llamas de las velas. Parecía la única charca en medio de la sabana africana a la que acudía a saciarse la fauna diversa de la noche. Era el único lugar de la Granada tardofranquista y de la transición donde podíamos encontrar lo que buscábamos. Mientras toda Granada había cerrado las calles hasta las volvían a poner los barrenderos al alba. Era el principal punto de encuentro de quien salía tarde de trabajar y buscaba una cerveza; un café para entonar el cuerpo en el frío día que se anunciaba; hacer una fotocopia; comprar el primer periódico para buscar alquiler. Incluso echar mano de un condón para una urgencia.
El Drugstore hace ya más de una década que desapareció definitivamente. Forma parte de nuestra Historia. Merece pasar al recuerdo de Granada, como uno más de los monumentos en piedra que trascienden los siglos. Fue todo un símbolo de la transición
El Drugstore hace ya más de una década que desapareció definitivamente. Forma parte de nuestra Historia. Merece pasar al recuerdo de Granada, como uno más de los monumentos en piedra que trascienden los siglos. Fue todo un símbolo de la transición. Por aquellos tiempos Granada cerraba por la noche; sólo quedaban abiertos a su público algunos garitos y las incipientes discotecas; curiosamente, la mayoría de ellas manejadas clandestinamente por miembros de las fuerzas de seguridad. La televisión ponía su carta de ajuste y se despedía hasta la mañana; las emisoras de radio dejaban de emitir. No existía internet ni ningún otro entretenimiento. Las únicas ventanas que se veían iluminadas eran las de estudiantes empollando para sus exámenes. No obstante, había cierto movimiento de gente noctámbula que pululaba en la oscuridad; ésa fue la clientela que supo ver su propietaria y decidió aprovecharla. Con la sola venta de periódicos apenas le daba para vivir.
Sus orígenes en Jardines del Triunfo
El nombre de Jardines del Triunfo lo recibió a principios del siglo XX la tira de terreno que se extendía entre la Avenida Alfonso XIII y el muro de contención que corría frente a la Acera del Triunfo, entre el Instituto Padre Suárez y el descampado de Fuentenueva. Los jardines estaban partidos por una escalinata que salvaba el desnivel hacia la calle Santa Bárbara. Prácticamente los mismos escalones que existen en la actualidad. Fueron unos jardines a base de monticulillos de flores, algunas palmeras, una fuente y el monumento a Francisco de Paula Valladar. Enfrente, al otro lado de la Avenida Alfonso XIII, existía el terraplén de la plataforma sobre la que se asentaba la Plaza de Toros.
Esta zona de San Juan de Dios estaba convertida en la mayor residencia de estudiantes por la cercanía de facultades y colegios mayores
La calle San Juan de Dios y la embocadura de la Gran Vía eran zonas muy transitadas por la confluencia de las dos líneas de tranvías que pasaban por allí; además de ser el camino de todos los automotores y berlinas que iban a dormir a las cocheras de Villarejo. Había gran movimiento de personas por el atractivo de las dos plazas de toros (a partir de 1928), la concentración creciente de la zona hospitalaria, la Facultad de Medicina, la estación de Andaluces, etc. Esta zona de San Juan de Dios estaba convertida en la mayor residencia de estudiantes por la cercanía de facultades y colegios mayores.
En los Jardines del Triunfo primitivos el Ayuntamiento concedió varias licencias para instalación de kioscos y puestos de ventas diversas. Prensa, barquillos, helados, dulces, higos, frutas, pájaros, etc. Llegó a repartirse por su espacio hasta una docena de casetillas, entoldados y carrillos de buhoneros de venta ocasional.
Éste fue el caso de María Fernández González hacia los años cuarenta/cincuenta del siglo pasado. Aquella mujer tenía a su marido impedido y cinco hijos que alimentar. Consiguió uno de aquellos kiosquillos en medio del paseo para intentar ganarse la vida
Tenían preferencia para vender los inválidos, viudas, huérfanos o familias con padres enfermos. Éste fue el caso de María Fernández González hacia los años cuarenta/cincuenta del siglo pasado. Aquella mujer tenía a su marido impedido y cinco hijos que alimentar. Consiguió uno de aquellos kiosquillos en medio del paseo para intentar ganarse la vida.
Hasta que en el año 1958 vieron desaparecer el monumento a Paula Valladar para trasladarlo a los jardines del Genil. Aquella fue la primera señal de que la franja de Jardines del Triunfo encaraba su final. El Ayuntamiento permutó esos jardines por el solar de la Plaza de Toros. La tira de terreno ajardinado que se debería corresponder con la fachada norte de la Acera del Triunfo (inexistente) pasó a manos privadas; a cambio se harían los jardines en rampa de enfrente para trasladar la columna de la Virgen, que se apropiaron del nombre de Jardines del Triunfo.
El Fisco ya había iniciado su edificio en la Plaza de Villamena (posterior Caja de Ahorros), pero la visita de un director general truncó los planes
Corría el año 1960 cuando empezaron las obras para levantar los edificios de Calvo Sotelo (antigua Avenida Alfonso XIII, Avenida de la República en 1931-36), entre las escaleras de Santa Bárbara y la naciente calle Severo Ochoa. Sólo quedaba en espera de destino el gran solar que remataría la esquina con la calle San Juan de Dios, frente al lateral del IES Padre Suárez y delante del edificio Zeluán. Pronto se supo que esa parcela iría destinada a albergar la sede de la Delegación del Ministerio de Hacienda. El Fisco ya había iniciado su edificio en la Plaza de Villamena (posterior Caja de Ahorros), pero la visita de un director general truncó los planes. No le gustó el ambiente bullicioso de vendedores ambulantes y pregoneros de fruta que había en el contorno de mercados que lo rodeaban. Por entonces, cada mañana los mercados de San Agustín, la Romanilla y la Pescadería eran un variopinto muestrario de la dinámica actividad mercantil de Granada. Y decidió comprar el solar de la esquina de San Juan de Dios.
Ella llamaba a su tienda las angarillas. Las obras de la Delegación de Hacienda le quitaron el sitio y se retiró a colocarlo en la Acera del Triunfo, pegado a las fachadas del Bar Zeluán y La Espartera, tienda de capachos y cordelería que tenía su fábrica en la carretera de Jaén
Y allí en medio sobrevivía el kiosquillo de tablas de María Fernández González. Quizás ya viuda por entonces y con cinco bocas que alimentar. Ella llamaba a su tienda las angarillas. Las obras de la Delegación de Hacienda le quitaron el sitio y se retiró a colocarlo en la Acera del Triunfo, pegado a las fachadas del Bar Zeluán y La Espartera, tienda de capachos y cordelería que tenía su fábrica en la carretera de Jaén.
El Drugstore “importado” de Madrid
Aun antes de estar abierto el edificio de Hacienda, el kiosco de María consiguió autorización verbal de alguien del Ayuntamiento para colocarse en el chaflán que dejaron en la esquina, una especie de murete de dos metros que soportaba un jardincillo elevado. Allí, con la espalda pegada al muro, iba a estar el resto de su existencia el kiosco que se haría después el más popular de toda Granada.
Poco a poco, ya con mayor espacio en el esquinazo, fueron incluyendo algunos otros productos. Tan variopintos como huevos, tabaco, aspirinas, pilas, papelería, latas de conservas…
El equipo de trabajo lo formaban inicialmente María Fernández y su hija menor Teresa Almendros Fernández. Pronto se dieron cuenta de que la venta de periódicos y revistas, más algunas chucherías, no daba para vivir holgadamente. Poco a poco, ya con mayor espacio en el esquinazo, fueron incluyendo algunos otros productos. Tan variopintos como huevos, tabaco, aspirinas, pilas, papelería, latas de conservas… La gente empezaba a decir que era como El Corte Inglés en pequeño. Casi como Galerías Preciados que acababa de abrir en la Carrera de la Virgen.
Teresa recuerda que los fines de semana y por las noches hacían más negocio que con las luces del día. La madre se encargaría del turno de día y la hija Teresa del de la noche
Pero los grandes almacenes y todo el comercio regular cerraban por la noche, domingos y festivos. María y su hija Teresa se percataron de que había un movimiento de gente noctámbula que buscaba desesperadamente un bocadillo, un yogur, una barra de pan, un cigarrillo, etc. Y decidieron permanecer abiertos ininterrumpidamente todos los días del año. Teresa recuerda que los fines de semana y por las noches hacían más negocio que con las luces del día. La madre se encargaría del turno de día y la hija Teresa del de la noche. Le echaba alguna mano su marido Francisco Pérez Vallecidos, pero también enfermó y la dejó sola y viuda en 1979, con sólo 48 años.
Ya por entonces el kiosco Almendros no lo llamaba nadie así. Los estudiantes granadinos que viajaban a Madrid conocieron la moda de los drug-store que estaban apareciendo en la capital de España. El modelo a copiar era el situado en la calle Marqués de Urquijo. El término y el negocio eran importados de Francia e Inglaterra. Etimológicamente significaba tienda de drogas. Es decir, lugar donde se vendía alcohol y tabaco. Pero con la particularidad de que estaban abiertos las veinticuatro horas del día. Y como Drugstore se quedó bautizado para siempre jamás.
Desde todos los puntos de Granada y de pueblos de los alrededores acudía gente a tomarse la última cerveza. O algo de alcohol
Quien deseaba acabar la ronda nocturna tomándose un yogur, al Drugstore acudía de madrugada. Menos churros con chocolate, tenía prácticamente cualquier tentempié. Aunque había varias farmacias abiertas por la noche, allí también se vendían medicamentos básicos sin receta. Incluso se añadieron preservativos, chupetes y pañales. Desde todos los puntos de Granada y de pueblos de los alrededores acudía gente a tomarse la última cerveza. O algo de alcohol.
Una novedad muy importante apareció con la llegada de las máquinas fotocopiadoras. El Drugstore de Teresa fue de los primeros establecimientos que hacían fotocopias a estudiantes en la noche granadina
Una novedad muy importante apareció con la llegada de las máquinas fotocopiadoras. El Drugstore de Teresa fue de los primeros establecimientos que hacían fotocopias a estudiantes en la noche granadina. Eran máquinas manuales, pero servían para aquellos que necesitaban con urgencia copiar el cuaderno de la compañera aplicada que nunca fallaba a clase. Solían acumularse colas de madrugada. Con el tiempo, también la tercera mujer de la generación, María Teresa Pérez Almendros, echaba las manos que le dejaban libres sus estudios de Medicina. Quienes necesitaban hojear con premura algún periódico local, al Drugstore directos; los primeros ejemplares de Ideal y Patria estaban disponibles aquí en cuanto pasaban la censura en el Gobierno Civil a las dos de la mañana.
El Bar Zeluán se dio cuenta de la gran concurrencia de jóvenes que tenía su kiosco de enfrente. Por eso también abrió un tiempo en horario más laxo, colocó una máquina de discos y allí acumulaba la juventud que quería escuchar música inglesa
El Bar Zeluán se dio cuenta de la gran concurrencia de jóvenes que tenía su kiosco de enfrente. Por eso también abrió un tiempo en horario más laxo, colocó una máquina de discos y allí acumulaba la juventud que quería escuchar música inglesa. Por aquella esquina también circulaban chorizos de poca monta que escudriñaban la noche y jóvenes universitarios con pretensiones políticas. A ambos grupos los vigilaban desde la sombra jóvenes policías camuflados, ansiosos de obtener información. Corrían rumores de que el entorno y las esquinas del Drugstores tenían ojos y oídos. Este lugar también funcionaba como punto de encuentro para pegadas de carteles clandestinas y quedadas de incipientes manifestaciones.
Abocado a la desaparición
La exclusividad del Drugstore desapareció en los años finales del siglo XX. Cuando empezaron a proliferar establecimientos que estaban abiertos más horas, domingos y festivos. Aparecieron de pronto las tiendas especializadas en fotocopias; se produjo un aluvión de chinos como setas amarillas por todos los rincones de la ciudad; y la época dorada de la prensa y revistas presentaba un panorama muy oscuro. Para entonces, Teresa llevaba más de cuarenta años pasando todas las noches en vela en la esquina de Hacienda. Periódico a periódico, cerveza a cerveza, bocadillo a bocadillo, yogur a yogur… había conseguido que su hija tuviese un buen destino como médico. Se había labrado un considerable patrimonio de pisos de la zona. Decidió jubilarse y arrendar el kiosco. Lo tomó un joven argentino durante algún tiempo. Pero el periodo de bonanza de aquel modelo drug-store había pasado. El Drugstore de Hacienda había dejado de ser rentable y enfilaba el mismo o parecido destino que los demás kioscos de prensa de la ciudad.
Su desaparición coincidió prácticamente con las obras de reforma de esa esquina de la calle San Juan de Dios
Su desaparición coincidió prácticamente con las obras de reforma de esa esquina de la calle San Juan de Dios. La Delegación de Hacienda ya transformó su jardín con el traslado de las palmeras que habían quedado frente a las escaleras de Santa Bárbara; sólo sobrevive una de las dos que trasplantaron en los años ochenta. Hace poco más de tres lustros que fue eliminado el muro-terraza que daba la espalda al kiosco.
En principio, toda la esquina permaneció diáfana durante unos años y de uso público para los ciudadanos. Hasta que al Ayuntamiento le entró la fiebre por vallar los Jardines del Triunfo y la Plaza de la Libertad; también incluyó esta esquina uno poco más tarde. Hoy este espacio público se cierra cuando también lo hace la Agencia Tributaria. Quizás el pretexto sea el mismo que se utilizó para los jardines del Triunfo: quejas de algunos vecinos por los ruidos de botelloneros nocturnos.
Teresa Almendros Fernández tiene hoy 93 años. Goza de buena salud. Suele vérsela dando un paseo por el barrio o acudiendo a gimnasia de mantenimiento al pabellón de la Universidad
Teresa Almendros Fernández tiene hoy 93 años. Goza de buena salud. Suele vérsela dando un paseo por el barrio o acudiendo a gimnasia de mantenimiento al pabellón de la Universidad. De los negocios tradicionales que hubo en esta esquina del comienzo de San Juan de Dios sólo queda el nombre de La Espartera; no es la tienda de capachos y cuerdas de antaño, está reconvertida en droguería por la cuarta generación. El famoso Zeluán que fue signo y seña de la restauración granadina durante la mayor parte del siglo XX sigue abierto como bar, pero ha cambiado el nombre. Buena parte del comercio de los alrededores está en manos de gente joven e inmigrantes. Que, por supuesto, no conocen la historia de esta esquina ni del más famoso Drugstores que tuvo Granada.