Andy Navala: una noche tropical

Solo un poco más de humedad ambiental separa estas noches de las de La Habana o Miami. Donde los 40º de temperatura se alivian con otros cuarenta grados, los del buen ron, que de paso genera ese picorcillo en las piernas que anima a los bailadores a no parar. Como estaba previsto que sucediera en el concierto del piquete del Dr. Navala, con la música más adecuada para las noches tropicales que vivimos/sufrimos.
Andrew Navala ejerce de generador y animador de vocaciones en la Universidad de Jacksonville, donde dirige varias Big Band’s de alumnos. En esta visita a España se ha rodeado de una suerte de ONU ambulante con compañeros de de medio mundo: el saxofonista jienense Sergio Albacete, el bajista cubano Abel Sanabria, la percusión del valenciano Carlos LIidó, el baterista turco Emrah Kotan y el guitarrista de ascendencia puertoriqueña Neff Irizarry.
Vivir en Florida obliga a estar permanentemente inmerso en sonidos afrocubanos, de hecho Navala ya se sumergió hace años en la clave y el guaguancó con sus grabaciones junto al Conjunto Colores, dirigido por el bongosero Ricky Sánchez y el cantante Francisco Mejías
Vivir en Florida obliga a estar permanentemente inmerso en sonidos afrocubanos, de hecho Navala ya se sumergió hace años en la clave y el guaguancó con sus grabaciones junto al Conjunto Colores, dirigido por el bongosero Ricky Sánchez y el cantante Francisco Mejías. Así que la ascendencia latin del pianista viene de lejos. En el Hospital Real descargó el miércoles dentro de la programación del FEX, que como el programa del FIMD siempre reserva algunas veladas para cumplir con la cuota jazzística.
Sobre el piano tampoco levantó la voz, su fraseo fue ajustado, lírico, y sin alarde alguno ni efectismo ninguno
El director del equipo ejerció de tal, recordando a aquellas filmaciones en las que se veía a Count Basie usando el teclado como un mando distancia teledirigiendo a su gente. Todos le miraban a él, que señalaba los turnos o asentía, como buen profesor, generoso y sin ánimo de protagonismo. Sobre el piano tampoco levantó la voz, su fraseo fue ajustado, lírico, y sin alarde alguno ni efectismo ninguno. Tampoco pudo, porque el combo estaba invertido, y debiera de llevar el nombre del baterista, un explosivo músico hiperdotado e hiperventilado que tapó completamente a sus compañeros. A pesar de estar anulado en la microfonía, su pegada hercúlea y pirotécnica, una exhibición de facultades vaya, borró casi completamente a los socios, y solo con escobillas o cuando paró pudimos escuchar razonablemente bien el esforzado repiqueteo del conguero, las golosas maniobras del bajista o el hermoso lenguaje bop del saxofonista. Se salvó el guitarrista, de espíritu animoso y en funciones de segundo de a bordo, con una caligrafía quebrada y a ratos gustosamente santanera. Tampoco el espacio colaboraba, histórico y muy bello, pero poco útil para albergar música altisonante, pues es propenso a generar una masa de sonido difícil de discernir.
Conocimos al bajista Sanabria en otras lides, cuando formaba parte de aquellos increíbles Vocal Sampling, por eso resultó curioso que no se aprovecharan sus facultades vocales o el siempre resultón beatbox, en el que era un maestro. Y en medio estaba Albacete, protagonista del mejor solo de la sesión, saliendo desde abajo y elaborando un discurso largo, locuaz y sostenido que terminó enroscado en la torre del Hospital. Brillante.
El repertorio tendió a homenajear a Chucho Valdés, padre de todo el invento, si bien recordaron también a Gillespie (¡el abuelo!) con su noche tunecina, y también fueron citados hits de Sting o Stevie Wonder, colándose algún detalle bolerístico por las rendijas, como el siempre eficaz ‘Manisero’, casi como una broma-jam entre los músicos. Remataron la noche con el robusto ‘Ponle la clave’, de Valdés, casi como un propósito para un concierto de limitada cubanía y de concepto más funcional y amable que bailable. Fuera seguía la noche tropical.