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Artículo de Opinión

Un congreso contra Granada

Cultura - Álvaro Salvador - Martes, 12 de Noviembre de 2024
Álvaro Salvador, escritor y catedrático emérito de la UGR, repasa la intensa vinculación de Rafael Alberti con Granada y cuestiona que esa conexión tan simbólica se haya obviado en el congreso dedicado al poeta gaditano que se celebra en Granada.
Rafael Alberti en el Palacio de las Columnas en 1982, en una imagen del fotoperiodista Juan Ferreras.
Archivo Juan Ferreras
Rafael Alberti en el Palacio de las Columnas en 1982, en una imagen del fotoperiodista Juan Ferreras.

El año en que Rafael Alberti obtiene el Premio Nacional de Poesía por Marinero en tierra recibe en Rute una carta de Federico García Lorca, llena de recuerdos y versos, en la que le dice que se encuentra en Granada, totalmente dedicado a la poesía. Y en una posdata le pregunta: “¿Cuándo vienes a Granada?” Alberti se demoró más de cuarenta años en entrar en Granada, pero entró. El 24 de febrero de 1980, Alberti entró en Granada solemnemente para defender un Estatuto de Autonomía digno para Andalucía, y recibió las llaves de la ciudad de manos del alcalde en un acto celebrado en la Puerta de Elvira. Por fin, pudo visitar la Huerta de San Vicente y ser recibido por Isabel García Lorca, la hermana de Federico. 

Rafael Alberti visitó Granada cada año hasta 1991 en que fue investido como Doctor Honoris Causa por nuestra Universidad. Unas veces vino por motivos culturales y otras simplemente en visita privada para gozar de la compañía de sus amigos

Dos años más tarde, la Universidad de Granada organizó un homenaje a su figura en colaboración con el Dartmouth College de Estados Unidos, que se celebró los días 10, 11 y 12 de mayo y en el que participaron Nuria Espert y Anthony Geist, impartiendo Alberti una conferencia sobre Picasso en el palacio de La Madraza, un recital en el patio de la Facultad de Filosofía y Letras, y siendo homenajeado el último día en el bar La Tertulia por Javier Egea y Luis García Montero con su Manifiesto Albertista. A partir de entonces, Rafael Alberti visitó Granada cada año hasta 1991 en que fue investido como Doctor Honoris Causa por nuestra Universidad. Unas veces vino por motivos culturales –congreso de poetas andaluces, presentación de libros, conciertos con Nuria Espert o Paco Ibáñez, lectura de tesis doctorales sobre su obra, mítines políticos– y otras simplemente en visita privada para gozar de la compañía de sus amigos. Durante todos estos años, Alberti publicó en el diario El País capítulos de sus memorias, la Arboleda Perdida, en muchos de los cuales hablaba de su relación con Granada y de su amistad con los y las poetas granadinos.

Rafael Alberti, Fernando Quiñones y Eulalia Rodríguez de la Higuera en la Alcaicería, en una imagen de 1983. Foto: Antonio Ramón

El tema de Federico y Granada es un tema recurrente, un tema obsesivo –nos atreveríamos a decir– en toda la trayectoria poética de Rafel Alberti. Ya en Marinero en tierra dedica tres sonetos “a Federico García Lorca en Granada”, más tarde, tras el asesinato del poeta granadino, la “Elegía por un poeta que no tuvo su muerte”, “Retornos de un poeta asesinado”, o la “Canción china en China”, etc. En esta última etapa de su trayectoria, el tema además de como recurrencia, se ofrece a Rafael Alberti como una posibilidad real, como la posibilidad real de rellenar uno de los vacíos de toda su vida: entrar por fin en Granada, recorrer los lugares amados y frecuentados por el amigo, recuperar su memoria y contribuir también a la reconciliación de sus gentes.

Las conexiones personales que Rafael Alberti estableció con una serie de poetas e intelectuales granadinos a partir de los años 80, no me parecen solo anecdóticas sino que forman parte de ese proceso de restitución, de regresión positiva que vino a cerrar satisfactoriamente la herida abierta por la muerte de Federico García Lorca

Las conexiones personales que Rafael Alberti estableció con una serie de poetas e intelectuales granadinos a partir de los años 80, no me parecen solo anecdóticas sino que forman parte de ese proceso de restitución, de regresión positiva que vino a cerrar satisfactoriamente la herida abierta por la muerte de Federico García Lorca. Porque una simple visita protocolaria a Granada no hubiese bastado. Para deshacer el maleficio, para culminar su verdadera vida de poeta, Rafael necesitaba entrar en Granada del “modo” que entró, conquistándola y convirtiéndola durante más de diez años en su casa. Toda esta última etapa en la trayectoria poética del maestro gaditano estuvo estrechamente unida a la ciudad de Granada, por lazos históricos y legendarios, temáticos y obsesivos si se quiere, pero también por los lazos de la proximidad, de la amistad y la familiaridad. En cierto modo, podemos afirmar que Alberti “consumó” satisfactoriamente uno de sus anhelos más antiguos, gracias al calor, a la acogida y a la amistad que le brindaron las jóvenes generaciones poéticas granadinas, herederas del legado de su  antiguo amigo fraternal Federico García Lorca.

Recorte de prensa de la investidura de Rafael Alberti como Honoris Causa por la UGR en 1991. 

Para Rafael, estos años, su entrada en Granada, sus amistades, el reconocimiento de sus gentes, la restitución de la ausencia de Federico, eran muy importantes

Sin embargo, en la edición definitiva de la Arboleda Perdida correspondiente a estos años, a excepción de su entrada solemne en la ciudad en 1980, Granada es apenas una sombra más allá de unos olivos detrás de la carretera. Se han suprimido en ella todas estas conexiones del poeta gaditano con nuestra ciudad e incluso se han eliminado de documentales y distintas referencias. Se ha cercenado por tanto una etapa de importante valor simbólico en la trayectoria del poeta, pero también se ha negado la importancia que nuestra ciudad y algunas de sus gentes tuvieron en los últimos años de su vida. Y se ha intentado justificar esa ausencia afirmando que fue el propio Alberti el que suprimió estos capítulos. Por todo lo anteriormente dicho y vivido por mí mismo junto al poeta, no lo creo. Para Rafael, estos años, su entrada en Granada, sus amistades, el reconocimiento de sus gentes, la restitución de la ausencia de Federico, eran muy importantes. 

Quien organiza un congreso haciéndose cómplice de esas amputaciones, de esas supresiones, es cómplice no sólo del desprecio a determinadas personas, sino sobre todo cómplice del desprecio al valor simbólico que ese período suprimido significó en la trayectoria del gran poeta gaditano y cómplice del desprecio al territorio en el que el poeta lo experimentó: la ciudad de Granada.

Álvaro Salvador (Granada, 1950) es catedrático emérito de la Universidad de Granada. Ha publicado trece libros de poemas entre los que podemos destacar  Las Cortezas del Fruto (Madrid, l980, Granada 2022), El agua de noviembre  (Granada, l985), La condición del personaje Granada, l992), Ahora, todavía (Sevilla, Renacimiento, 2001), La canción del outsider (Madrid, Visor, 2009) por el que obtuvo el Premio Generación del 27, Diario de Firenze (Granada, 217), Un cielo sin salida (Sevilla, 2020) y los volúmenes antológicos Suena una música (Valencia, Pre-Textos, 1996 y Sevilla, Renacimiento, 2008), POPoemas (Granada, 2014) y Caras B (Granada, 2019).

Junto a Luis García Montero y Javier Egea promocionó a comienzos de los ochenta la tendencia poética bautizada como Otra Sentimentalidad, germen de la posterior poesía de la experiencia. Ha publicado además dos novelas, algunos libros de ensayo, varias obras de teatro y dos libros de aforismos, Después de la poesía (Almería, 2006) y La vida no te espera (Sevilla, 2014). De 2004 a 2008 colaboró como columnista con el diario La Opinión de Granada.