"Ya no queda pánico, todo se ha marchado a Gaza"
Las noticias que desde hace años nos llegan de Palestina hieren el corazón y nos llenan de indignación. A partir del 7 de octubre las acciones que Israel lleva a cabo con la excusa de castigar a Hamas y liberar a los rehenes nos dejan sin adjetivos para calificar la barbarie. Empleamos el termino genocidio con la sensación de que no puede acoger tanto salvajismo y horror.
En Granada un grupo de personas, siguiendo la iniciativa de Loja, decide realizar un encierro de cuarenta y ocho horas para exigir que se pare la atrocidad. Rápidamente se busca local. Los jesuitas ceden uno idóneo en plena Gran Vía granadina, aledaño a la iglesia del Sagrado Corazón. Se difunde la idea, surgen voluntarias y se bosqueja un cuadrante de turnos.
El jueves a las diez de la mañana comienza la acción, el día de antes un grupo ha acondicionado el local. Se ponen pancartas en la fachada, en el interior unas cuelgan cuadros y fotos, otras pintan un mural y se pone a funcionar a turno continuo la tetera, bien cargada de hierbabuena.
A lo largo de la mañana se coloca un taquillón en la puerta y comienza la recogida de firmas; en total más de mil quinientas los dos días, excelente acogida. Se nota que la indignación por lo que ocurre y la solidaridad con la población palestina está a flor de piel. No hace falta insistir, “¿quiere poner su firma en solidaridad con Palestina? Y la respuesta la mayoría de las veces es: “si claro, donde”, y ya da lugar a un ratito de charla.
Por la tarde una magnifica conferencia nos ilustra sobre la situación actual en los territorios ocupados y su historia; desde la colonización turca pasando por la inglesa y el sucesivo despojo por parte del estado israelí. Después, bien entrada la noche, el sueño llega acompañando los poemas de Mahmud Darwix, poeta palestino.
El viernes se continua con distintas actividades, se suman más personas al encierro. Sufrimos y conmovimos con el dolor inmenso e inútil de tantas víctimas, tan bien expresadas en la performance que un grupo ha montado en Las Pasiegas, ante la muda catedral.
En la tarde la música y la poesía nos unió y nos hizo soñar con un mundo en paz
En la tarde la música y la poesía nos unió y nos hizo soñar con un mundo en paz. Durante la cena nos visita y come con nosotras una persona sin hogar. Hablamos de lo divino y lo humano y despedimos el día con el poema de Machado “A un olmo seco” que coincide con nuestro anhelo de paz, de vida y con el final de todas las guerras. “….. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera”.
A la mañana del sábado terminamos la tarea. Contentas por lo realizado y esperando que nuestra voz se una al coro que recorre el planeta pidiendo que vuelva la cordura, que se pare el genocidio y que se redoblen los esfuerzos para encontrar una paz justa en Palestina.