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'El jazz de los sudafricanos MABUTA es perfecto para el verano'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 6 de Julio de 2022
Shane Cooper & MABUTA – 'Finish the Sun'.
Portada de 'Finish the Sun', de Shane Cooper & MABUTA.
Portada de 'Finish the Sun', de Shane Cooper & MABUTA.

Cualquier forma de expresión artística que alcanza el éxito suficiente para hacerse universal tiene que mutar para amoldarse a los distintos lugares en que es adoptada. El jazz nació en Nueva Orleans y se convirtió en una forma de alta cultura en Nueva York, pero su popularidad lo fue llevando a cada vez más lugares del mundo, donde adquirió acentos característicos que enriquecieron cada vez más su inmenso lenguaje. En ese sentido, como bien muestran referentes del jazz contemporáneo como Shabaka Hutchings o Nubya Garcia, parte de la gracia de este género siempre ha sido su capacidad de dialogar con otros sonidos, otras tradiciones. Esto tiene aún más sentido en el caso de África, el continente del que heredó buena parte de sus características musicales fundamentales.

El posterior regreso de estos referentes del exilio contribuyó a enriquecer aún más las influencias del jazz sudafricano, que siguió evolucionando hasta convertirse en una de las tradiciones jazzísticas más peculiares y vibrantes del mundo

En diversos puntos del continente africano existen desde hace décadas escenas locales de jazz, cada una con sus características propias. Probablemente ninguna sea más compleja y rica que la escena sudafricana. Ya desde los años veinte del pasado siglo, múltiples elementos musicales del jazz contribuyeron a dar forma a géneros populares surgidos en las nuevas zonas urbanas de las grandes ciudades sudafricanas, como el marabi o el kwela. Más adelante, a partir de finales de los cincuenta, tuvieron lugar allí las primeras grabaciones profesionales de jazz de todo el continente, coincidiendo con la aparición de un nuevo estilo: el jazz del Cabo, una música festiva inspirada por el carnaval. Figuras legendarias como el pianista Abdullah Ibrahim, la cantante Miriam Makeba y sobre todo el trompetista Hugh Masekela se hicieron conocidos en esta época, si bien tuvieron que huir temporalmente del país a inicios de los sesenta debido a la escalada de violencia del gobierno sudafricano para mantener el apartheid tras la matanza de Sharpeville. El posterior regreso de estos referentes del exilio contribuyó a enriquecer aún más las influencias del jazz sudafricano, que siguió evolucionando hasta convertirse en una de las tradiciones jazzísticas más peculiares y vibrantes del mundo.

Mentiría si digo que conozco bien la escena actual, pero desde luego me da la impresión de que MABUTA son una introducción excelente. Este supergrupo de Johannesburgo, formado por algunos de los mejores músicos del país y liderado por el bajista y multiinstrumentista Shane Cooper, acaba de lanzar su segundo LP, Finish the Sun. Cuenta Cooper que la inspiración para el título vino de un día en que, mientras tomaban café ante la puesta de sol antes de empezar un ensayo, alguien propuso que empezaran la sesión y él contestó que esperaran un poco, que “se terminaran el sol” antes de empezar con la música. Ese espíritu veraniego y disfrutón empapa todo el disco, que parece ideal para acompañar una tarde-noche cálida, divertida y tranquila. A pesar de que todos los músicos son obviamente unos virtuosos, no hay nada de ostentación en estas ocho canciones: está claro que el objetivo era transmitir buen rollo y despreocupación.

A pesar de que todos los músicos son obviamente unos virtuosos, no hay nada de ostentación en estas ocho canciones: está claro que el objetivo era transmitir buen rollo y despreocupación

Esto no quiere decir que el álbum no sea una obra de arte compleja. De hecho, es sorprendente la cantidad de impulsos musicales que satisface: es al mismo tiempo un trabajo profundamente melódico, que casi te acaricia con sus suaves motivos y frases, y alegremente bailable, con unos ritmos y unas líneas de bajo muy funkys (en esto último se nota el trabajo de Cooper en la música electrónica y de baile). Mientras todo esto ocurre en primer plano, los detalles de fondo, con los juegos de las guitarras y los sintes, introducen toques de psicodelia muy bien medidos que le dan otra dimensión más al conjunto. Para conseguir todo ello, se inspiran en estilos musicales de todo el continente. “Where the Heart Is”, quizás la más clásica, suena a ese jazz del Cabo que desarrollaron sus mayores; “Umshana”, mi favorita, tiene unas guitarras ligeras que evocan la rumba congoleña, mientras que las más discretas guitarras de “The Walk” nos trasladan a Mali; tanto en esta última como en “Flow”, encontramos ritmos propios del Afrobeat alternándose con otros de otras latitudes. Así constantemente, en un juego de combinaciones que encarna lo mejor de la tradición del jazz sudafricano al expandirse más allá de sus fronteras más estrictas.

En este segundo LP el rol de Cooper como líder se ha visto reforzado: además del bajo y contrabajo toca guitarras, sintetizadores, percusión y el órgano Rhodes. No es casual que haya cambiado la autoría: el primer LP lo firmaban simplemente “MABUTA”, mientras que en esta ocasión se atribuye a “Shane Cooper & MABUTA”. Pero el resto de miembros también brillan. El piano de Bokani Dyer está entre lo mejor de las canciones en que aparece, mientras que la sección melódica formada por Sisonke Xonti (saxo tenor) y Robin Fassie (trompeta) ejecuta las melodías y los solos con igual precisión y soltura. La batería, en esta ocasión, la tocan artistas de diversos rincones del globo, otra muestra más de esa apertura radical firmemente anclada en lo local que les caracteriza: aparte del sudafricano Lungile Maduna están el senegalés Andre Toungamani, el sueco Christopher Cantillo, el holandés Jamie Peet y los suizos Arthur Hnatek, Julian Sartorius y Mario Hänni. Hay que recordar en ese sentido que ya en el primer disco del grupo aparecía el mencionado Shabaka Hutchings, que tanto ha explorado la tradición sudafricana con su proyecto Shabaka and The Ancestors.

Las pegas que se le pueden poner al álbum son pocas. Me parece que, pese a contar con una de las líneas de bajo más adictivas, “Kucheza” carece de los detalles que dan tanta profundidad a la mayoría de temas aquí recogidos, y tiene un par de pasajes donde los sintes son de hecho bastante molestos. Por otro lado, “Joburg Poem” tiene un tono muy diferente al resto del disco, más sombrío, con esos sintes tan severos, y aunque no es en absoluto una mala composición sí que se siente un poco fuera de sitio. Al mismo tiempo, la decepción no dura mucho: después de estos dos cortes algo menos emocionantes viene “Flow”, sin duda la más enérgica de las canciones del álbum y la más cercana a la electrónica, tanto por el uso ciertos efectos como por ese breakdown que casi parece sacado de un himno house. Realmente es imposible enfadarse con MABUTA mientras dura Finish the Sun: han hecho la banda sonora perfecta para acompañar una fiesta en la piscina en cualquier lugar del mundo, y lo han hecho con un sonido tan original como inconfundiblemente sudafricano. Se aceptan apuestas sobre cuántas veces lo voy a escuchar este verano.

Puntuación: 8.2/10

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com