'Todo al rojo: antología discordante'

Tecleo, letra a letra, la palabra discordante. Y la RAE me conduce directamente hasta discorde. Probablemente por ahorrarse una sílaba. Una silabilla de nada. En fin. Ya sabemos que el lenguaje se rige por las mismas leyes de la economía. Disconforme. Desavenido. Eso significa. Vamos que, si nos atenemos a lo que nos sugiere el título, podríamos afirmar que no están de acuerdo estos poemas con el mundo que les rodea. Que no acatan ni aceptan ni piensan agachar la cabeza ante la realidad. Ya nos lo avisa el poeta desde el primer verso: “La poesía no cabe en un libro”. Qué remedio. Le sucede un poco como a nosotros. Que no se adapta a las estrecheces.
¿Qué sería del poeta si le obligaran a cerrar la boca, a detener el fluir de la tinta sobre el papel?
El poeta, por su parte, después de haber pasado su infancia encaramado a los árboles, eso nos dice, siente ahora, en la edad adulta, “el hambre y la sombra del animal domesticado”. Ojo. Aunque nos parezca mentira, de alguna manera le constriñen las comodidades y es ese dardo que lanza una y otra vez contra lo acomodaticio, contra esa costumbre tan nuestra de mirar hacia otro lado con la esperanza de que el mundo, sin sobresaltos, siga girando a nuestro alrededor, lo que marca el ritmo narrativo de este libro. “Todo al rojo” (Ediciones Algorfa, 2025). Una antología discordante que no se calla nada. Normal. ¿Qué sería del poeta si le obligaran a cerrar la boca, a detener el fluir de la tinta sobre el papel?
Pues sí, parece que Juan Jiménez Caballero, el poeta que nos ocupa, “de pequeño observaba a la gente encaramado a los árboles”, en una especie de preludio de lo que le tenía reservado el futuro, pues a eso se dedican principalmente los poetas, a indagar en la vida de los demás en busca de algún patrón que dé un sentido al sinsentido que nos define. Somos raros. Sí. Todos. Bastante raros. En definitiva, como bien escribe Juan Jiménez Caballero, Marcelo para los amigos, un “milagro de piel, sangre y sueños”. Un milagro que a veces se desliza sobre el papel. Como en ese poema, “Acércate a mí”, en el que el poeta se vale de un apasionante romanticismo, característica común al resto del poemario, para abrirse, de par en par, a todos aquellos lectores que quieran conocerlo. “Sólo me cabe este amor entre pecho y espalda”. Ahí queda eso, pues, por muy sociales que se muestren estos versos, no todo puede ser denuncia en un libro que ha sido escrito desde el corazón.
“¡Qué cosa más extraña es esto de la vida!” Algo así concluye Juan Jiménez Caballero después de dialogar, largo y tendido, con ella. Con la vida. Tan escurridiza. Tan risueña. Tan difícil de contar
“¡Qué cosa más extraña es esto de la vida!” Algo así concluye Juan Jiménez Caballero después de dialogar, largo y tendido, con ella. Con la vida. Tan escurridiza. Tan risueña. Tan difícil de contar. Veamos. Antes me he referido al ritmo de este poemario como narrativo. Y no ha sido en absoluto un desliz del habla. Porque estos poemas cuentan muchas cosas, por encima de la carga lírica que, sin duda, poseen. Además, tal vez con la sana intención de no caer en el patetismo, Jiménez Caballero ha sabido revestir ese dolor que se expande por todas las páginas del libro con una buena dosis de cachondeo, aunque maldita sea la gracia de muchas de las cosas que han centrado su atención. Quizás sea esa la principal labor del poeta. Al menos, yo así lo siento. El armarse de palabras para curar la herida del miedo. Del miedo que a todos nos produce vivir. Como en este verso que nace y se propaga en medio del caos para decirnos: “Voy a quemar todas las sábanas de nuestros fantasmas”. De esos fantasmas cotidianos que nos acompañan en el tránsito de los días.
En fin. Afirma el poeta, a modo de síntesis, en un verso sincero, casi transparente, que “no me quedan vestiduras por rasgarme”. Y tal vez tenga razón. A ver. Enumero. Ritmo narrativo. Sentido del humor. Y amor apasionado. Sí. El amor que todos frecuentamos cuando nos sentimos a salvo de cualquier mirada. Un amor sin tantos preámbulos ni remilgos. Sin prettyswomen ni princesas prometidas. Un amor que se resuelve con urgencia, como si de repente nos estuviéramos ahogando y, por ello, necesitáramos un buche de oxígeno. “Hacer el amor es comer con un extraño en el mismo plato”. A eso me refiero. El amor siempre presente. Tan lejos. El amor a través de un tiempo que no debemos desaprovechar. Eso nos aconseja el poeta, porque sabe que “enloqueceríamos si alguien nos dijera, al oído, el tiempo feliz que nos queda”.
Las palabras, al compartirse, no se pierden. No se agotan. No se gastan. Muy al contrario. Se multiplican. Se reproducen en la mente de quien escucha, de quien lee, de quien atiende
Pues eso. Que empecé tecleando, letra a letra, la palabra discordante. Y no encuentro en la RAE ninguna definición que me convenza. Vamos. Que me convenza al cien por cien. En cambio, acabo de darme de bruces con una en este libro que tengo entre las manos. Una que tal vez sí nos merezca la pena. Dice así: “No quiero las palabras que como los perros se acaban pareciendo a sus amos”. No sé, no sé, pero a mí me parece éste un buen epílogo para una reseña de un libro escrito por alguien que siente devoción por las palabras, por las palabras precisas, sin concesiones al adorno excesivo o a cualquier otro tipo de artificio que encubra su verdadero significado. Por esas palabras que, paradójicamente, se rigen desde antaño por las mismas normas de la economía. Ojo. Porque, en el fondo, como ya sugerí al principio, son equiparables, lenguaje y parné, pero, en realidad, no son lo mismo. Hay un matiz crucial implícito en esta correspondencia. Un matiz que escapa al control de los mercados. A ver. Lo material cambia de manos, simplemente. Mi mercancía por tu dinero. Lo que uno gana, lo pierde el otro. Pero las formas de intercambio que rigen la poesía y, por ende, la literatura, no obedecen a esas reglas. Me explico. Si Juan Jiménez Caballero ha escrito un libro y lo comparte conmigo y con cualquiera que quiera leerlo, ocurre algo sorprendente: él sigue teniéndolo. El libro. Pero ahora yo también lo tengo. Y lo tienen todos aquellos que hayan recorrido sus versos. Pues eso. A lo que iba. Que las palabras, al compartirse, no se pierden. No se agotan. No se gastan. Muy al contrario. Se multiplican. Se reproducen en la mente de quien escucha, de quien lee, de quien atiende. Y eso es algo muy grande. Algo enorme. Algo que nos sobrepasa. Normal que Juan Jiménez Caballero haya escrito, casi sin darse cuenta de ello, quizás superado por la certeza de serlo, en cualquier caso espoleado por un leve atisbo de lucidez, que “anoche tuve miedo, sentí que era poeta y todavía tiemblo”.
Ha participado en publicaciones literarias así como en diferentes recitales de la Axarquía, por ejemplo, “Damas de noche”, y en las divertidas “Tardes Patéticas de Poesía”. También en programas de radio y televisión del ámbito malagueño. En cuanto a los Certámenes Literarios, se declara agnóstico.
En el año 2016, publicó su primer libro, “Doble Cero”, un poemario a dos voces de última generación, ya que se gesta de una forma algo sorprendente en las redes sociales. En 2025, presenta su primer libro de poemas en solitario, “Todo al rojo. Una antología discordante”.
José Luis Martínez Clares (Gor, 1972) ha publicado los poemarios “Palabras efímeras” (2010), “Vísperas de casi nada” (2011), “Lo que mirarán tus ojos” (2016), “Doctorado en vientos” (2018) y “Música de carreteras” (2020), y el libro de crónicas “Versos para descreídos” (2013). En 2024, ha llevado a cabo su primera incursión en la narrativa con la novela “El dios de la luz eléctrica”, editada por Versátiles Editorial.
También podemos encontrar algunos de sus poemas en antologías de diversa índole, destacando entre las mismas “Todo es poesía en Granada” (2015), “Ciudad celeste” (2016), “Lift off Especial Bowie” (2016), “Antología de poesía iberoamericana actual” (2018), “Antología de poesía viejoven” (2020), “Cabo de Gata: espuma y versos” (2021), “Humuvia” (2023) y “Almería es poesía” (2025).
Además, por su obra poética ha obtenido numerosos reconocimientos, como el VII Certamen Águila de Poesía, el VIII Premio Federico Muelas y, más recientemente, el XLV Premio de Poesía “Rafael Morales”. Maestro de profesión, Martínez Clares fue director de la revista “Puerta de la Villa”, ha formado parte del Departamento de Arte y Literatura del Instituto de Estudios Almerienses y, en la actualidad, colabora en diversos medios digitales y en revistas literarias.
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