La campana arrestada, desde 1808, por matar al campanero de la Catedral

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Santiago Martín López (1911-89) fue el último campanero en tocarlas tirando de las cuerdas hasta que fueron mecanizadas en 1978
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La Torre se convertirá en un museo vertical para explicar el edificio, los campaneros y sus campanas; estará en la primavera de 2027
El origen de aquella tragedia se remonta al mediodía del 14 de junio de 1808. El campanero se llamaba Antonio Montero y Molina
El origen de aquella tragedia se remonta al mediodía del 14 de junio de 1808. El campanero se llamaba Antonio Montero y Molina. Se encontraba incurso en un repique de campanas al vuelo situado en la cara Norte, la que enfila al Albayzín y fondo de la calle de la Cárcel. Abajo había entonces un mercado pegado a la puerta de San Jerónimo. Al campanero le llamó la atención un griterío de jóvenes que se formó a pie de calle. Se asomó todo que que pudo para poder salvar el impedimento de la cornisa que le entorpecía la visión. Con tan mal cálculo que el borde de la campana o las greñas del yugo le golpearon la nuca, lo extrajeron de la barandilla y lo lanzaron a la calle. Murió aplastado encima de uno de los tenderetes.
La campana “homicida” había sido la llamada San Bartolomé, aunque popularmente de la apoda como Cuchillera
El veredicto fue condenarla a estar muda perpetuamente. Le fue colocada una barra que impedía que diese la vuelta por error; incluso durante muchos años el castigo consistió en volcarla con el vaso hacia arriba
El cabildo de la Catedral se reunió para valorar lo ocurrido y concluyó que la campana había tenido buena parte de culpa en el accidente mortal con su campanero. Presidía el arzobispo Juan Manuel Moscoso y Peralta (1789-1811). El veredicto fue condenarla a estar muda perpetuamente. Le fue colocada una barra que impedía que diese la vuelta por error; incluso durante muchos años el castigo consistió en volcarla con el vaso hacia arriba. Para recordar aquel crimen fue colocada una cruz de metal a su lado que dice: “Aquí se mató Antonio Montero y Molina el 14 de junio de 1808”. Los dos números finales están ya corridos por el óxido y apenas se leen.
Pasaron los años, los cabildos y los arzobispos. Nadie cayó en la cuenta de levantarle el castigo. Y la realidad se convirtió en leyenda. No tomaron la decisión de limpiar su expediente y dejarla en libertad para dar rienda a su badajo. Eso sí, una vez cumplida condena y expiada su culpa. La barra inmovilizadora ha continuado colocada hasta hoy mismo y el tribunal del cabildo no le ha expedido certificado de cumplimiento de condena. Se ha rumoreado que sí había sido perdonada, pero no hay el más mínimo rastro de esa decisión en las actas capitulares. Incluso se achacaba que el anterior arzobispo, Monseñor Francisco Javier Martínez, le levantó el castigo oralmente al cumplirse el segundo siglo: éste lo ha negado a este diario. Así es que la campana Cuchillera continúa castigada.
Ahora bien, ha sido un castigo con trampa. Es absolutamente cierto que entre 1808 y 1978 estuvo bloqueada y sin cuerda que la volteara. Así lo repitió siempre el último campanero
Ahora bien, ha sido un castigo con trampa. Es absolutamente cierto que entre 1808 y 1978 estuvo bloqueada y sin cuerda que la volteara. Así lo repitió siempre el último campanero. Pero hace casi medio siglo se decidió sustituir el sistema de toque mediante badajo y se le instalaron martillos mecanizados. También a la Cuchillera, con lo cual recibe martillazos en las pocas ocasiones que repican todas al unísono.
La decisión de electrificarlas fue adoptada por el canónigo fabriquero de entonces, Manuel Villar Ortiz, ante la inminencia de la jubilación de Santiago Martín y las dificultades de encontrar una familia que quisiera relevarle. Ya había varias catedrales que las habían mecanizado. Él fue el que, de facto, incluyó a la Cuchillera en la modernización y volvió a darle voz. Declaró lo siguiente: "Ayer (por el 13 de noviembre de 1978), después de muchos años, ha vuelto a funcionar una campana llamada la Cuchillera, que durante largo tiempo ha estado castigada: nunca tocaba".
Otros dos accidentes mortales
El capítulo de accidentes mortales relacionados con la torre de la Catedral cuenta con algunos más. Los más recientes documentados ocurrieron en el siglo XX. El 27 de marzo de 1927 era campanero titular Francisco Martín Gallegos, Frasquito, con casi cuarenta años en el oficio; y su ayudante Esteban Rodríguez Reyes, de 32 años y casado. Francisco habitaba en la vivienda principal, la de la gran balconada a la cornisa primera, mientras su ayudante lo hacía en otra habitación que había por encima. Ese día, muy temprano, los dos habían quedado para trasladar unas sillas a la iglesia del Sagrario. Esteban se asomó al balcón para avisar a su jefe y, al no contestarle, sacó más el cuerpo por encima del antepecho de hierro hasta perder el equilibrio y desplomarse al vacío. Cayó al Pie de la Torre, en la puerta de la zapatería Blanco y Negro. Contaba la prensa del momento que el cuerpo quedó convertido en “informe montón de carne”.
El último suceso trágico no tuvo como protagonista a un campanero, sino a una mujer que pasaba por ahí
El último suceso trágico no tuvo como protagonista a un campanero, sino a una mujer que pasaba por ahí. En 1976 la torre de la Catedral estaba siendo sometida a reparaciones con un proyecto de Francisco Prieto Moreno. El 3 de agosto de 1976, a eso de las doce, caminaban por el Pie de la Torre Dulcenombre Vera Martínez, enfermera del Clínico, su hija pequeña y una hermana de Dulce. En aquel preciso instante se volcó una cubeta de hormigón de los albañiles que empujó a una piedra y ésta fue a estamparse directamente sobre la cabeza de la enfermera, de sólo 27 años. Le provocó hundimiento del cráneo. Fue operada repetidamente en el hospital en busca de salvarle la vida, pero nada más se pudo hacer por ella: falleció el 18 de septiembre, tras mes y medio en coma.
A quien sí se logró salvar la vida fue al famoso naturista Olmo, ése que se pasea en pelota por las calles de Granada. Aprovechando un andamio en la Capilla Real en 2021 y con poca presencia de gente en las calles, se le ocurrió recorrer los tejados y encaramarse en las cornisas de la torre con la intención de escalarla. Fue pronto neutralizado por la Policía.
Esta campana es la que más problemas ha dado de todas, con tantas roturas y refundiciones. Incluso en 1750 se desplomó en el suelo, sin mayores consecuencias
Otro accidente, en este caso sin víctima mortal, lo protagonizó la campana Gótica o la del fuego, que era la que volteaba con más ímpetu para llamar a los bomberos. Dos veces en el mismo año arrojó su badajo al vacío. Fue a caer sobre el tejado de la familia de Don Joaquín Dávila Ponce de León, quien era Síndico Personero del Común del Ayuntamiento (el diputado de la plebe). En la primera ocasión, ocurrida el día de la Purísima Concepción de 1761, el hierro de 106 centímetros de largo y unos 20 kilos de peso, porreta incluida, atravesó el tejado del palacete y quedó enganchado entre las maderas de la armadura. Nuevamente, a primeros de octubre siguiente volvió a repetirse la caída. La numerosa familia de aquel hidalgo, que eran muchos y tenían varias casas, decidieron abandonar su vivienda de la calle de la Cárcel. Por si acaso a la tercera… Esta campana es la que más problemas ha dado de todas, con tantas roturas y refundiciones. Incluso en 1750 se desplomó en el suelo, sin mayores consecuencias.
Hay en la historia de esta torre alguna muerte más, pero causada por voluntad propia del protagonista. Mejor no recordarlas ni mentar a la bicha.
El último campanero
Las campanas de la Catedral siempre han tenido campanero o campaneros. Desde el mismo momento en que empezaron a ser colocadas. Aunque la incorporación hasta completar los dieciséis huecos actuales fue gradual a lo largo de los siglos. Incluso ha habido muchas reposiciones y/o sustituciones como consecuencias de roturas.
El antiguo estudio de Alonso Cano fue compartimentado para hacer la vivienda del campanero titular, mientras que las habitaciones debajo de las campanas eran para el segundo campanero o su viuda
En los primeros tiempos los campaneros se cobijaban en unas habitaciones situadas inmediatamente por debajo del piso de las campanas y en una caseta-chozo que había en mitad de esa planta (que ha sido derribada en las recientes obras). La vivienda del alcaide campanero no fue habilitada como tal, en el primer nivel, hasta que no falleció Alonso Cano (1667) y dejó libre lo que fue su estudio donde pintó los cuadros de la capilla mayor.
El antiguo estudio de Alonso Cano fue compartimentado para hacer la vivienda del campanero titular, mientras que las habitaciones debajo de las campanas eran para el segundo campanero o su viuda.
La familia Martín se ocupó de las campanas de la Catedral en los dos últimos siglos de existencia de la figura del campanero, posiblemente desde la muerte de Miguel de los Reyes (1808-ca.1840)
Conocemos buena parte de la historia de las campanas de la Catedral de Granada porque Santiago Martín López, el último campanero, se entretuvo en recopilarla. Luego la recogió Nieves Jiménez Díaz en su tesis doctoral, amén de completarla con infinidad de datos del archivo catedralicio. La familia Martín se ocupó de las campanas de la Catedral en los dos últimos siglos de existencia de la figura del campanero, posiblemente desde la muerte de Miguel de los Reyes (1808-ca.1840). Contaba Santiago que su padre (Francisco Martín Gallegos) era campanero desde la década final del siglo XIX; a su vez, había heredado el cargo de un tío paterno suyo y éste de su tío abuelo.
Santiago Martín López nació en 1911, en la torre de la Catedral, al igual que sus otros cinco hermanos. Ya empezó de campanero a los 17 años, en 1928
Santiago Martín López nació en 1911, en la torre de la Catedral, al igual que sus otros cinco hermanos. Ya empezó de campanero a los 17 años, en 1928. Y en 1932 se hizo cargo de todo al fallecer su padre. Desde entonces hasta su muerte, en 1989, siempre vivió en la Torre, el último tramo de su vida acompañado por dos hermanas y un sobrino. Aunque la extinción como campanero al estilo tradicional ocurrió en 1978, cuando fue electrificado el sistema mediante martillos motorizados y eliminadas las cuerdas que bajaban hasta su vivienda. A partir de entonces ya sólo tenía que apretar unos botones en un cuadro de mando que le pusieron.
A Santiago le sucedió en el apretado de botones su sobrino Juan Carlos Garzón Martín. Éste también nació y vivió toda su vida en la torre. Falleció en mayo del año 2008. Desde entonces se ha ido automatizando aún más el sistema; en 2014, la empresa Campanas y Relojes Rosas sustituyó los martillos anteriores por unos electromazos que son controlados desde una aplicación de teléfono u ordenador. Hace dos años ha vuelto a ser actualizado con una APP.
La vida del campanero, o campaneros, de la Catedral era un tanto dura por la esclavitud que llevaba aparejada y la soledad. Hoy, los toques de campanas han quedado reducidos a un puñado, pero antiguamente las campanas no paraban de repicar durante todo el día y buena parte de la noche
La vida del campanero, o campaneros, de la Catedral era un tanto dura por la esclavitud que llevaba aparejada y la soledad. Hoy, los toques de campanas han quedado reducidos a un puñado, pero antiguamente las campanas no paraban de repicar durante todo el día y buena parte de la noche. Había que estar muy pendientes de la lista de tañer o la consueta para saber qué modalidad de repique requería cada hora y cada día. Las campanas cumplieron la doble función de comunicación religiosa y civil. Regían la vida cotidiana. La escasez de ruido callejero hacía que todo el mundo en la ciudad oyera las campanas, las conociera e identificara sus mensajes. Y dentro del amplio repertorio de 16 campanas, cada una tenía su timbre, tono y su mensaje específico.
Contados días había que utilizar todas las campanas al mismo tiempo (Corpus, la Toma, batalla de Lepanto, etc.). Por eso el campanero necesitaba de ayuda para tirar de tanta cuerda. Antiguamente había hasta un alcaide de campanas y seis ayudantes; ya en el siglo XIX eran las familias del campanero las que ayudaban al jefe en los momentos de mayor necesidad. Por eso, en la Torre solían vivir familiones, a pesar de que el espacio no superaba los cien metros de superficie.
La vida en la torre se desarrollaba en buena parte de manera autárquica, con su propia leña para calentarse y cocinar, sus jaulas para criar conejos y gallinas, macetas repartidas por todas las cornisas para cultivar verduras. Lo más llamativo era que criaban hasta dos cerdos al año en los huecos de las bóvedas y escaleras
La vida en la torre se desarrollaba en buena parte de manera autárquica, con su propia leña para calentarse y cocinar, sus jaulas para criar conejos y gallinas, macetas repartidas por todas las cornisas para cultivar verduras. Lo más llamativo era que criaban hasta dos cerdos al año en los huecos de las bóvedas y escaleras. Una vez fue noticia un marrano que se precipitó al vacío. Contaba Santiago que la matanza del animal había que planificarla un día de Corpus o similar en que todas las campanas se lanzaran al vuelo para silenciar los aullidos del cochino. Era habitual ver el balcón central que da al Pie de la Torre convertido en tendedero de ropa. Era una torre con mucha vida.
El sueldo del campanero de la catedral no era para hacerse rico. A pesar de que estaba dedicado a atenderlas las veinticuatro horas del día. Lo sufragaba la Catedral en su mayor parte; no obstante, el Ayuntamiento lo complementaba con una propina anual. Hasta el año 1985 la ciudad subvencionaba al campanero con 12.000 pesetas anuales.
Santiago Martín López es el único seglar (junto a Mariana Pineda) que está enterrado en la cripta central de la Catedral de Granada
Santiago Martín López es el único seglar (junto a Mariana Pineda) que está enterrado en la cripta central de la Catedral de Granada. Debido a sus muchísimos años de dedicación a las campanas fue declarado canónigo honorario para ser sepultado con esa distinción. Él prefería dar con sus huesos en el panteón de su familia del cementerio municipal porque ─decía─ ahí en la cripta no conocía a nadie.
Son dieciséis las campanas colocadas en la Torre de la Catedral de Granada. Muy diferentes en cuanto a origen, fabricación, antigüedad, cometido y sonido
Son dieciséis las campanas colocadas en la Torre de la Catedral de Granada. Muy diferentes en cuanto a origen, fabricación, antigüedad, cometido y sonido. A grandes rasgos, se las puede calificar como de tamaño gordas, medianas y esquilones. Cada uno de los cuatro arcos centrales lo ocupa una de las gordas, flanqueadas por dos medianas. Debajo de cada gorda hay un esquilón.
Los pesos oscilan entre los 6.165 de la María o Gorda y el esquilón de los Reyes Católicos, que pesa sólo 68 kilos. La más Gorda duplica en peso a la que le sigue.
Buena parte de estas campanas han sufrido roturas a lo largo de los siglos. Por eso fueron soldadas o refundidas. El proceso de volver a subirlas se repitió con bastante frecuencia, sobre todo en los siglos XVII y XVIII
Buena parte de estas campanas han sufrido roturas a lo largo de los siglos. Por eso fueron soldadas o refundidas. El proceso de volver a subirlas se repitió con bastante frecuencia, sobre todo en los siglos XVII y XVIII. Achacan la rotura a los tremendos porrazos que les propinaban los badajos, tocando casi todos los días, aunque las grandes no se echaban al vuelo completo. También se achacaba a que las intensas heladas de la pequeña edad del hielo influyeron negativamente; este sería el caso ocurrido en el frío helador de noviembre de 1739, rajó la campana de la Vela al primer golpe. También debido a la deficiente calidad en la fabricación de algunas de ellas.
El caso más complicado fue el de la María o Gorda. Originalmente fue fundida entre las primeras en 1588, aunque subida en 1622 al vano central que mira al Albayzín. Se rompió hacia 1776 y se decidió soldarla
El caso más complicado fue el de la María o Gorda. Originalmente fue fundida entre las primeras en 1588, aunque subida en 1622 al vano central que mira al Albayzín. Se rompió hacia 1776 y se decidió soldarla. Pero no debió sonar bien y fue troceada para volver a fundirla en 1778, a cargo del herrero José Jiménez, de Jaén, por 11.600 reales. La nueva campana debería ser muy similar a la anterior, es decir, no superar las 500 arrobas de peso. (6.155 kilos).
Aquella sobredimensión resultó fatal para recolocarla en su lugar original
El resultado final fue una campana algo mayor, 220 centímetros de boca y un badajo de 170 centímetros. Aquella sobredimensión resultó fatal para recolocarla en su lugar original: fueron comprados treinta grandes troncos de pino para hacer un andamio desde el que izarla por tramos. Pero cuando fueron a encajarla se dieron cuenta de que era más ancha. La solución del arquitecto consistió en comerle unos bocados a las jambas de la torre para que encajara en su hueco. Al menos en la parte interior hay un rehundimiento que permite que la campana más grande de Granada (la tercera de España) no roce en las paredes. En caso de que se deseara voltearla, sería imposible porque quedaría atascada en las paredes. De todas formas, las campanas gordas de las catedrales no suelen echarse al vuelo ante el riesgo de que estremezcan sus anclajes o hagan vibrar la fábrica del edificio.
Referido a la antigüedad, hay una campana y un esquilón que son de procedencia anterior a la construcción de la Catedral. La campana del Fuego (porque era la que alarmaba en los incendios) y el esquilón de los Reyes Católicos se documentan traídos de Castilla por los monarcas en tiempos de la Toma. También hay otras campanas que proceden de campanarios granadinos que fueron desmontados en el siglo XIX, caso de la Jerónima del monasterio del mismo hombre o de la destruida iglesia de San Gil.
La campana más joven en cuanto a fabricación e incorporación es la Señora de los Remedios (1831). Sustituyó a otra quebrada el día del Corpus 1828
La campana más joven en cuanto a fabricación e incorporación es la Señora de los Remedios (1831). Sustituyó a otra quebrada el día del Corpus 1828. Quizás sea una que se compró al desamortizado convento de la Trinidad, en 1838.
Aunque se fueron colocando y recolocando a lo largo de los últimos siglos, el origen del proyecto de campanas arrancó en 1576, cuando ya estaba acabada la obra del tercer cuerpo y se trabajaba en el cuarto (el desmontado a finales del XVI). El cabildo catedralicio ordenó comprar 200 quintales de metal y armar una fundición cercana para fundir las campanas. El proyecto inicial sería 12, los esquilones se añadirían con el tiempo bajo las cuatro gordas. Las seis primeras ya empezaron a ser fundidas en 1586.
Elevar campanas de tamaño medio a esa altura no suponía grandes desafíos para los arquitectos del XVI y XVII. Pero hacerlo con una de más de seis toneladas fue algo muy diferente. Aquello se convertía en un espectáculo
Elevar campanas de tamaño medio a esa altura no suponía grandes desafíos para los arquitectos del XVI y XVII. Pero hacerlo con una de más de seis toneladas fue algo muy diferente. Aquello se convertía en un espectáculo. Contamos con la descripción de cómo fueron subidas dos campanas grandes a través de la narración que nos dejó Henríquez de Jorquera en sus Anales: “En este año (1622), por el mes de noviembre, subieron las dos campanas gordas mayores y otra más mediana a la torre mayor de la Santa Yglesia Metropolitana… adonde concurrió muchísima jente a verlas subir por los grandes artificios que se hicieron para subillas, porque la campana mayor pesa 132 quintales sin las hormas y cabezas, que es una de las mayores campanas que se hallan en nuestra España; duraron de subirlas toda la tarde”.
Los cabezales y los hierros que los aprisionan también pesan lo suyo. Un análisis reciente ha concluido que los yugos originales están ensamblados con madera de roble en 14 casos y otros dos con olivo
Los cabezales y los hierros que los aprisionan también pesan lo suyo. Un análisis reciente ha concluido que los yugos originales están ensamblados con madera de roble en 14 casos y otros dos con olivo.
Tipos de toques
La última tabla de tañer que Santiago Martín dejó clavada en su vivienda para orientarse es relativamente sencilla y resumida, ya que, en 1978, cuando mecanizaron las campanas, el complejo sistema que rigió la vida de los granadinos durante los siglos anteriores había dejado de tener vigencia. Ya no se avisaba a campanazos de los incendios en la ciudad y, según el número de toques, los bomberos conocían a qué barrio dirigirse. Tampoco se conocía ya por las campanas que un ciudadano relevante estaba agonizando o que alguien estaba de parto y se le deseaba buena suerte al neonato. Casos tan curiosos como los anteriores eran comunicados por las campanas. Un lenguaje que dominaban los campaneros y que prácticamente identificaban todos los ciudadanos. Era un sistema de comunicación que después ha sido relevado por la radio, el teléfono, las redes sociales, etc. Las campanas de la Catedral no paraban de repicar prácticamente en todo el día.
Veamos los toques más usuales por entonces y que hoy pueden resultarnos curiosos:
Religiosos. Son los utilizados para convocar a los fieles a los oficios, durante el alzamiento de la hostia y otros tipos de actos religiosos. Son prácticamente los herederos de los que perviven en la actualidad.
Horas. Ánimas (8 y 21 horas), Ángelus (12) y vísperas (15). Antes hubo los del Alba (tres de la mañana en verano, 4 de la mañana en invierno). Maitines, se tocaba a medianoche. Laudes, a última hora de la noche. Toque de oración al atardecer.
Toques anuales. La mayoría de los días festivos contaban con unos toques especiales y distintivos. Se hacía el día de la Circuncisión, la Toma, Los Reyes, San Cecilio, La Encarnación, San Pedro, San Miguel, Todos los Santos, etc. Por supuesto, también se tañía durante la salida y entrada de las procesiones; incluso todo el recorrido.
El Entredicho. Era un toque dedicado a los excomulgados.
De recibimiento. Cuando entraba un nuevo arzobispo, un Papa, un gobernador, nacía un rey, se casaba el monarca o fallecía.
Del parto. Nueve veces sonaba la campana mayor mientras estaba de parto alguna mujer destacada.
Por victorias de ejércitos en batallas. Este toque se hacía cuando llegaban noticias de triunfos. También se estuvo tocando todos los 7 de octubre por la victoria de Lepanto y durante la pasada guerra civil por la liberación del Alcázar de Toledo.
Difuntos o moribundos. Los toques por difuntos destacados eran distintos según la edad y el sexo del afectado. Existió un lenguaje especial para doblar por la muerte de un prelado, prebendado colegial eclesiástico.
Rebato. Por supuesto, el toque más conocido fue el de a rebato o a fuego. Cada vez que había incendio, un sereno avisaba al campanero dando porrazos en la pared de la torre. Por el número de campanazos se sabía en qué cuartel o barrio estaban las llamas. Durante la guerra civil se abusó del toque a rebato cada vez que se aproximaba un avión republicano. Hasta que el deán ordenó que no tañeran hasta que no se comprobaba que de verdad se trataba de un bombardeo.
Todo lo expuesto hasta aquí, y muchas curiosidades más, podrán conocerse y contemplarse cuando dentro de un año esté acabada la rehabilitación de la torre, tanto por fuera como por dentro
Preparando el museo vertical
Todo lo expuesto hasta aquí, y muchas curiosidades más, podrán conocerse y contemplarse cuando dentro de un año esté acabada la rehabilitación de la torre, tanto por fuera como por dentro. Por fuera ya se han acabado la terraza-mirador y el tercer cuerpo de campanas. Se están desmontando los andamios del segundo. El proyecto de rehabilitación interior ha permitido confirmar algunos detalles que ya se sospechaban. Por ejemplo, el macizado de la escalera privativa del cabildo que subía hasta el primer nivel; se hizo como consecuencia de los fallos estructurales de la esquina suroccidental, en 1590, que obligó a desmontar el cuarto cuerpo y a macizar los huecos de las plantas inferiores. Se practicó una especie de butrón para comunicar la otra escalera con esa planta.
Este primer nivel es el que habilitó el pintor y arquitecto Alonso Cano como estudio para pintar la serie que decora la capilla mayor
Este primer nivel es el que habilitó el pintor y arquitecto Alonso Cano como estudio para pintar la serie que decora la capilla mayor. A su muerte (en 1667) otros pintores, caso de Atanasio Bocanegra, lo solicitaron para ubicar ahí su taller de trabajo. [El pintor José Guerrero fue compañero de estudios del campanero Santiago Martín en la Escuela de Artes y Oficios; recordaba que estuvo viviendo y pintando un tiempo en la torre en los años treinta, a cambio de ayudar a tocar las campanas].
La realidad fue que en el último tercio del XVII aparece esa planta como residencia del alcaide de campanas o campanero mayor. Era una vivienda que tenía los tabiques levantados hasta unos dos metros y medio y sin más techo que el alto piso de madera del siguiente. Una especie de residencia de cien metros cuadrados, con el excelente mirador de la balconada que da a la calle de la Cárcel. Y zonas de expansión en recovecos interiores y sobre las bóvedas de las cinco naves. También dispone de un balconcillo que mira al interior de la Catedral para poder seguir desde ahí los oficios religiosos. Fue el lugar desde el que la familia del campanero descolgaba un cubo para subir las compras. El acceso a la vivienda se encuentra en el exterior, en una puertecilla frente al Palacio de Niñas Nobles.
Será la manera de que el visitante entienda cómo fue la vida de los campaneros, a base de audiovisuales
Esas dos viviendas que tuvieron los campaneros se han respetado en la configuración del museo vertical que se está diseñando, aunque se han hecho más diáfanos los espacios. Provienen de una reforma que se hizo hacia 1965. Será la manera de que el visitante entienda cómo fue la vida de los campaneros, a base de audiovisuales. Lo que no se ha precisado es si también se dejarán muestras de la abigarrada decoración que presentaba la casa, jaulas de criar animales, los abrevaderos y las abundantes macetas de cultivos. Sí ha sido eliminada la colección de antenas sobre la terraza y la caseta de refugio, con chimenea incluida, en el nivel del cuerpo de campanas. Contaban los campaneros que en verano hacía una temperatura ideal, pero los inviernos eran gélidos a esas alturas.
Estos espacios intermedios serán una especie de museo para quienes suban andando hasta el mirador habilitado a 81 metros, en la terraza superior
Estos espacios intermedios serán una especie de museo para quienes suban andando hasta el mirador habilitado a 81 metros, en la terraza superior. Una forma de ir descansando de la pesada subida de 237 escalones. Se subirá por grupos con guía o mediante un sistema de semáforos para alternar los flujos. La Consejería de Cultura y Patrimonio ha prohibido que se habilite un ascensor mecánico por el interior; será el equivalente a subir andando a un edificio de diecinueve plantas. Van a ser cerrados todos los huecos con mallas o cristales de seguridad para evitar tentaciones y entrada de palomas.
El interior del cuerpo de campanas seguro que será de lo más atractivo de la visita
El interior del cuerpo de campanas seguro que será de lo más atractivo de la visita. Se podrán conocer las inscripciones que tienen las 16, sus historias, así como los grafitis que han ido dejando los que las han fundido o arreglado. Otros más recientes y menos graciosos están siendo raspados. Llamará poderosamente la atención la cruz situada en el lateral de la Cuchillera en recuerdo del campanero arrojado al vacío. La anotación sobre metal está prácticamente borrada por el óxido, pero conocemos lo ocurrido a través del archivo catedralicio. Además, en el año 1932 todavía era legible y lo reprodujo la prensa local.
Las fechas barajadas por el arquitecto conservador de la Catedral, Diego Garzón, son que toda la albañilería se acabe dentro de 2026 y en la primavera de 2027 esté disponible este museo vertical para poder incluir en la visita turística a la Catedral
Las fechas barajadas por el arquitecto conservador de la Catedral, Diego Garzón, son que toda la albañilería se acabe dentro de 2026 y en la primavera de 2027 esté disponible este museo vertical para poder incluir en la visita turística a la Catedral. Seguro que a partir de entonces podremos conocer mucho más de la vida solitaria de los campaneros y de la historia de las campanas. Lo que ya no tendremos oportunidad es de volver a oír el genuino y distinto tañido que producían los badajos. Deberemos seguir conformándonos con los martillazos que las sustituyeron el 15 de noviembre de 1978.












































