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'De los botellines al vermut'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 2 de Junio de 2022
Manifestación por la abolición de la prostitución, el pasado domingo, 28 de mayo.
Manifestación por la abolición de la prostitución, el pasado domingo, 28 de mayo.

Es asombrosa la capacidad que tienen algunos para situarse en el lado de la barrera que más conviene en cada momento. Lo hacen sin despeinarse, con rotundidad y sin el mínimo atisbo de vergüenza aún sabiendo que sus palabras son sólo mentiras, tan constatables y desmontables como las que ellos han puesto de manifiesto en muchas ocasiones cuando han sido atacados con infundios o medias verdades. Que en la política esta práctica es habitual, lo sabemos, pero no deja de sorprender que quienes habían llegado a ella para cambiar todo, situar en el centro del tablero a los que se habían encontrado siempre en los márgenes y asaltar los cielos, se hayan quedado en formar parte de la casta que tanto despreciaban, han dado la vuelta al parchís para jugar a la oca y su firmamento no encuentra escalera que pase del bajo con jardín.

El mensaje en esta red social se acompañó de una foto en la que podía verse un grupo de manifestantes con sus pancartas dirigiéndose al punto en el que tenía previsto arrancar la manifestación. Ni era la marcha ya conformada, ni ese grupo era el grueso de la movilización ni la protesta se había convocado contra la Ley Trans. Hay que reconocer al señor Iglesias su capacidad de síntesis. Tres mentiras en dos líneas. Lo de Lesmes, ni cotiza

El pasado sábado 28 de mayo, entre 7.000 feministas (según cifras oficiales de la Delegación del Gobierno de Madrid y la Policía) y 10.000 (según la Plataforma Abolición Prostitución, organizadora de la acción reivindicativa) marcharon desde la Plaza de Cibeles hasta la Plaza de España para exigir el fin de la explotación del cuerpo de las mujeres y reclamar una ley de la abolición de la prostitución. Más de 180 asociaciones feministas se sumaron a la convocatoria y se organizaron para acudir a la cita en autocares o vehículos particulares que ellas mismas costearon. Un trabajo en red donde los escasos recursos se suplen con la fuerza que da la lucha por la defensa de los derechos humanos de las mujeres. No somos objetos a consumir ni nuestros cuerpos materia prima para traficar, vender o alquilar y hacer caja. La manifestación, que discurrió en tono reivindicativo y sin ningún tipo de incidente, le sentó muy mal a Pablo Iglesias que debió de atragantarse con la aceituna del vermut y, entre toses y síntomas de asfixia, vomitó junto con el hueso de la oliva el siguiente tuit: “Esta es la movilización contra la ley trans con autobuses de toda España. Faltaba el equipo de Lesmes del CGPJ”. El mensaje en esta red social se acompañó de una foto en la que podía verse un grupo de manifestantes con sus pancartas dirigiéndose al punto en el que tenía previsto arrancar la manifestación. Ni era la marcha ya conformada, ni ese grupo era el grueso de la movilización ni la protesta se había convocado contra la Ley Trans. Hay que reconocer al señor Iglesias su capacidad de síntesis. Tres mentiras en dos líneas. Lo de Lesmes, ni cotiza.

No es difícil recordar, porque no ha pasado mucho tiempo, cómo se enfadaba el exlíder de Podemos cuando desde algunos programas de televisión o en ciertos periódicos se prestaban altavoces a quienes se encargaban de difundir bulos sobre su formación

No es difícil recordar, porque no ha pasado mucho tiempo, cómo se enfadaba el exlíder de Podemos cuando desde algunos programas de televisión o en ciertos periódicos se prestaban altavoces a quienes se encargaban de difundir bulos sobre su formación. Sonadas fueron algunas tertulias televisivas donde sus enfrentamientos con Eduardo Inda por las informaciones que publicaba en su medio donde se hablaba de financiación ilegal del partido morado y se aireaban cuestiones personales de él y a su familia. Tras su paso por el Gobierno, la actitud del señor Iglesias parece haber dado el salto necesario, no para llegar al cielo, sino para bajar a las oscuras cloacas que tanto denunció y utilizar sus mismas tácticas: la mentira y el descrédito de aquellos que te superan en dignidad y honradez.

Rabitos de pasas –que diría mi madre- va a necesitar para no perder la memoria y recordar aquellos tiempos en el que él era el blanco de las manipulaciones. Sinceramente, siempre pensé que era un tipo más inteligente de lo que ha demostrado al utilizar artimañas que están al alcance de cualquier vendedor de crecepelos.

Aquel profesor universitario, de buen verbo y capacidad intelectual, demostró el pasado sábado que pasar de los botellines al vermut –mucho más cool- no le ha sentado nada bien. Las feministas españolas, cual hermosa y brillante aceituna- se le han atragantado y, al igual que en un primer momento la tos y la falta de aire no te dejan pensar con claridad, al expolítico se le nubló el entendimiento al escribir el tuit pero, tras recuperar el resuello, lo borró. Dos horas estuvo circulando para sacudir el avispero de sus incondicionales. Cobardía, es poco. Al menos, su compañero de filas, Pablo Echenique, aguantó el tipo y mantuvo el tuit en el que calificó de “basura tránsfoba” a las 6.000 mujeres que se manifestaron en Madrid el 23 de octubre para exigir el cumplimiento de la agenda feminista. En esta ocasión, el portavoz del grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados sólo sintió náuseas al no poder digerir el atracón de feminismo que vio en las calles madrileñas. El pasado sábado, en algunas pancartas podía leerse que las manifestantes iban bien provistas de Primperán.   

En Podemos el feminismo no sienta bien y a unos les da por hablar de más mientras que otras, como la ministra de Igualdad Irene Montero, aún no ha dicho una palabra sobre la manifestación del pasado día 28. Quizá no se haya enterado. Seguimos esperando. 

 

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Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.