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'Una sociedad idiotizada'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 8 de Septiembre de 2022
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Es cierto que una buena imagen vale más que mil palabras y estoy totalmente de acuerdo con esta máxima. Mi formación como periodista me ha demostrado, a lo largo de los años, que merece la pena recortar texto de un reportaje para darle más espacio a una buena fotografía. En estos tiempos de buenismo extremo, tergiversación de discursos, utilización de nuevos vocablos estúpidos, posmodernidad con tufillo a tocino rancio y muchos derechos para todos, todas y ‘todes’, es impagable la información que ofrece una simple fotografía. No hace falta saber de encuadres, filtros, luces, saturación ni contrastes, se trata de que nuestro cerebro reconozca, simplemente, lo que nuestros ojos están viendo.

La fotografía que acompaña a este artículo presenta a un hombre con lencería femenina. Se puede ver sin problemas pero, nuestros ojos nos están engañando y resulta ser una mujer de los pies a la cabeza, de cabo a rabo, e incluso, mucho más mujer que las que hemos nacido hembras de la especie humana

Sin embargo, todo parece haber cambiado y ahora lo que nuestros sentidos perciben ya no nos vale porque hay algo muy por encima de la realidad tangible y material. Los sentimientos. La fotografía que acompaña a este artículo presenta a un hombre con lencería femenina. Se puede ver sin problemas pero, nuestros ojos nos están engañando y resulta ser una mujer de los pies a la cabeza, de cabo a rabo, e incluso, mucho más mujer que las que hemos nacido hembras de la especie humana. Será necesario establecer un diálogo muy serio con los ojos para que no nos vuelvan a mentir y, con sus falacias, exponer a quien haga caso a tan bonitas esferas a una turba enfurecida que al grito de ¡transfobia! será capaz de lanzar todas las plagas bíblicas de una tacada sobre aquellos que confíen en ellas. O, lo que es peor, enfrentarse a una denuncia por discurso de odio si la Ley Trans que el gobierno PSOE-Unidas Podemos quiere aprobar con mucha rapidez para que la ciudadanía no tenga tiempo de saber que incluye cuantiosas multas por decir que el señor con barba de la lencería no parece ser una mujer. No hemos tenido en cuenta sus sentimientos de mujer y eso tiene que tener castigo.

No estamos hablando de transexuales. No. Tampoco de homosexuales. Lo que estamos explicando, con palabras sencillas para que la ciudadanía lo entienda, es que nos están intentando idiotizar para que no veamos con nitidez la ola de conservadurismo y neoliberalismo exacerbado respaldado por un ingente negocio farmacológico y médico que está arrastrando a las sociedades occidentales al absurdo

No estamos hablando de transexuales. No. Tampoco de homosexuales. Lo que estamos explicando, con palabras sencillas para que la ciudadanía lo entienda, es que nos están intentando idiotizar para que no veamos con nitidez la ola de conservadurismo y neoliberalismo exacerbado respaldado por un ingente negocio farmacológico y médico que está arrastrando a las sociedades occidentales al absurdo. Y, lo peor, es que la izquierda ha comprado estos postulados casposos y sexistas barnizados de modernidad sin rechistar bajo el paraguas de las identidades sentidas, la diversidad y la inclusión. Hasta el lenguaje han cambiado y ya, en algunos textos oficiales, se pregunta por el sexo de quien solicita el trámite y las opciones son hombre, mujer u otro. ¿Pueden explicar cuál es el otro? En algunas guarderías de Cataluña, para matricular a criaturas de entre 0 y 3 años se pregunta a los padres si su bebé es no binario (no se identifica con el sexo masculino ni femenino). Esto va a ser más difícil de explicar aún porque no sé si existirá algún bebé que pueda hablar con solvencia sobre este asunto.

A los sentimientos y la dictadura del individualismo más feroz que nos obliga a aceptar la máxima “yo soy lo que soy porque yo lo digo” se han sumado nuevos vocablos tan absurdos como ofensivos para las mujeres que ya no somos denominadas como tales, sino definidas como personas menstruantes, con vulva o gestantes. ¿Pueden explicar, los y las adalides de la diversidad y la inclusividad quién es capaz de gestar si no las mujeres? ¿Cuándo un hombre ha dado a luz un bebé? La leche materna ahora es leche pectoral o torácica. Máximo retorcimiento de las palabras para no ofender a los señores de la lencería que se definen como mujeres con pene a quienes les gusta mantener relaciones sexuales con otras mujeres. ¿Se dan cuenta del truco? Les dejo a ustedes que unan la línea de puntos.

Todo esto podría dibujar una sonrisa en nuestra cara si no fuera por las graves consecuencias de este delirio

Todo esto podría dibujar una sonrisa en nuestra cara si no fuera por las graves consecuencias de este delirio. La primera, que se pretende consolidar como ley y, la segunda, que está atrapando a miles de menores en un engaño masivo cuando se les convence de que pueden cambiar su sexo si no les gusta el suyo en una espiral de confusión donde  los conceptos sexo y género se utilizan como sinónimos sobre la base del sexismo más profundo. Hemos vuelto a los cerebros rosas y azules, a los balones para los niños y las muñecas para las niñas en un retroceso para los derechos de las mujeres que va a costar mucho revertir. Y, lo que va a ser imposible de recuperar van a ser los cuerpos maltrechos de miles de menores sometidos a tratamientos hormonales con consecuencias irreversibles y cirugías mutiladoras practicadas a edades en las que el grado de madurez no permite tomar este tipo de decisiones.

Vístanse como quieran, sufran cuanto gusten con tacones imposibles, cambien la comodidad del algodón en la ropa interior por los incómodos encajes, compartan colchón con quien deseen (siempre que sea una persona adulta y libre) pero no prohíban al resto de la ciudadanía decir lo que nuestros ojos ven, la realidad material corrobora y la naturaleza ha desarrollado. Y, por supuesto, no nos obliguen a decir que estamos en un error porque la tierra no es plana por mucho que haya quien así lo afirme ni los dogmas de fe son de obediencia debida.

Nota de la autora: la imagen que acompaña a este artículo corresponde a una campaña publicitaria que no invalida nada de lo expuesto en estas líneas. Circulan cientos de imágenes en redes sociales y medios de comunicación muy similares que, por respeto a los protagonistas, he decidido no utilizar.   

 

 

 

 

 

 

Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.