'Soy machista'

Blog - Sacando punta - Ignacio Henares - Miércoles, 25 de Noviembre de 2020
Imagen del 25N de 2019.
P.V.M.
Imagen del 25N de 2019.

Yo soy machista, así en primera persona y en presente. Y tú, y el vecino y el compañero de trabajo… (Casi) todos somos, más o menos, machistas. Sólo desde este reconocimiento puedo, podemos, empezar a dejar de serlo, ‘irnos quitando’, hasta convertirnos en referentes de una nueva masculinidad, profeministas si vamos a por nota y queremos ir más allá, y convertirnos en activistas de la causa más importante en la actualidad junto a la crisis/emergencia ambiental planetaria.

Esta confesión debe contar con todos los elementos que en nuestra cultura judeo-cristiana se asignan a los pecados, y este es ‘capital’; debemos hacer un análisis de conciencia, profundo, interno y compartido, que nos lleve a comprender que desde pequeños hemos recibido una (mala) educación en una cultura machista, más evidente en algunas cuestiones, más sutil en otras, que nos han ha ido conduciendo a unos presupuestos sobre lo que significa ser ‘un hombre de verdad’, construidos en contraposición a lo que son ‘cosas de mujeres’, mujeres-mujeres a decir de un ex presidente del gobierno de infausto recuerdo

Esta confesión debe contar con todos los elementos que en nuestra cultura judeo-cristiana se asignan a los pecados, y este es ‘capital’; debemos hacer un análisis de conciencia, profundo, interno y compartido, que nos lleve a comprender que desde pequeños hemos recibido una (mala) educación en una cultura machista, más evidente en algunas cuestiones, más sutil en otras, que nos han ha ido conduciendo a unos presupuestos sobre lo que significa ser ‘un hombre de verdad’, construidos en contraposición a lo que son ‘cosas de mujeres’, mujeres-mujeres a decir de un ex presidente del gobierno de infausto recuerdo.

Estos aprendizajes están tan instalados en nuestro interior y tan normalizados en la sociedad que se necesitan años, muchos años, para desaprenderlos. Esta necesaria re-educación es lenta y complicada porque a nuestro alrededor, en los medios de comunicación, en nuestro entorno inmediato, no cesan los mensajes, las actitudes, las acciones en contra de esta nueva socialización, pero sobre todo porque los hombres necesitamos un empuje interior que luche contra el acomodamiento que supone estar del lado ‘fuerte’, haber caído en la parte beneficiada de esta desigualdad. Y ese estímulo sólo puede venir, aparte del dolor de los pecados que lleva esta confesión, del reconocimiento de que hemos contribuido en mayor o menor medida a esa desigualdad y a la violencia necesaria para mantener el status quo, (por acción o por omisión); al confesarlo públicamente empezamos a salir del  infierno que conlleva, y tras pasar por este purgatorio, empezar a aspirar a la conquista de un nuevo paraíso: una sociedad igualitaria entre hombres y mujeres.

 

Muchos hombres andamos perdidos y nos resistimos, siquiera de manera inconsciente, a renunciar a una situación considerada de privilegio. Es difícil ceder y encontraremos múltiples razones biológicas, culturales, sociales, para justificar esta desigualdad. O nos refugiaremos en que ya se ha avanzado mucho, (y es cierto aunque no en todas partes), y que poco a poco se irá solucionando el tema. Pero este planteamiento es doblemente falso. 

En primer lugar porque no se trata de que perdamos nada sino de que ganemos ‘de otra forma’. Y por otro lado no es cuestión de ceder porque estamos hablando de algo que no poseemos, que no es nuestro, ni por derecho ni por justicia.  Si los hombres no descubrimos que podemos ganar (también) con este gran cambio social que supone la verdadera relación de igualdad, si no alcanzamos la felicidad en el descubrimiento de esta nueva relación, (que yo entiendo paralela a la nueva relación que debemos mantener con la Naturaleza), no habrá motivación para avanzar, para superar esta concepción machista. Y eso pasar por reconocer la gran contribución del movimiento feminista hacia la construcción de un nuevo orden social, más justo e igualitario. La lucha del feminismo hace mejores a las sociedades en su conjunto.

Esta confesión/liberación me lleva a manifestar que yo no me siento agredido cuando desde el feminismo se acusa a la cultura machista del origen de las violencias múltiples que sufren las mujeres. Yo no me siento interpelado por una campaña como la del ayuntamiento de Córdoba que señala a padres, o a maridos, maltratadores. El dedo no me señala a mí, a ti, al vecino o al compañero directamente pero sí a todos los hombres y a esa cultura machista que sigue protegiendo y legitimando la discriminación y la violencia hacia las mujeres. No luchar activamente contra esta violencia, que como el coñac Soberano “es cosa de hombres”, nos hace cooperadores necesarios y cómplices. Reconocerlo y visibilizarlo, es un paso, pequeño pero necesario, para avanzar en su solución. 

Necesitamos ser capaces de sacar a la luz, poner en evidencia, cómo juega esa cultura dominante con las palabras, con las costumbres, con las tradiciones… para establecer quién se comporta como un machote y quien no cumple con las expectativas requeridas para evitar ser señalado y avergonzado por no estar a la altura de las exigencias

Necesitamos ser capaces de sacar a la luz, poner en evidencia, cómo juega esa cultura dominante con las palabras, con las costumbres, con las tradiciones… para establecer quién se comporta como un machote y quien no cumple con las expectativas requeridas para evitar ser señalado y avergonzado por no estar a la altura de las exigencias.

Confesados los pecados y puesto en evidencia el dolor que ha provocado (y que nos ha provocado también a nosotros mismos), toca el propósito de la enmienda. Sólo cabe un cambio individual y colectivo que implica rebelarse ante el chiste machista, ante el comentario vejatorio contra una mujer, porque no van contra una mujer concreta, sino que van dirigidos contra todas las mujeres, incluidas las nuestras (dicho en sentido afectivo, no posesivo). Nuestras madres, mujeres o hijas también son insultadas, menospreciadas, humilladas detrás de cada palabra, de cada pensamiento, de cada ofensa o insulto, detrás de cada agresión.

No, no podemos reír, ni siquiera seguir callados, no basta ya con poner mala cara cuando oímos eso de “mira como le gusta a la puta” o “a esa lo que le hace falta es un buen manojo de pollas en la boca” por citar dos de las expresiones escuchadas esta misma semana muy cerca mía y que han provocado el jolgorio del grupo. Voy a empezar ya a manifestarme y a contestar, de manera sistemática, contra todo micro o macromachismo que vea u oiga; voy a exponer que ese es el soporte de una in-cultura basada en el dominio de los hombres, que es el origen de la violencia hacia las mujeres y hacia los niños y niñas. No, no (me) basta ya con el silencio, con una mirada de desaprobación, hay que pasar a una actitud proactiva, no sólo en la denuncia como propone la campaña de la Diputación de Granada de la violencia de la que seamos testigo, sino que debe alcanzar a ‘combatir’ las palabras y los comportamientos que los generan, que los justifican, a sabiendas o por ignorancia.

La sororidad debe ser acompañada de una nueva fratría entre hombres que han superado, o estamos dispuestos, al menos, a superarlo. Encontrarnos, entre nosotros y con ellas, debe alimentarnos, darnos fuerza para luchar contra esta inercia de ‘siempre ha sido así’ o ‘poco a poco las cosas irán evolucionando, de manera natural’

La sororidad debe ser acompañada de una nueva fratría entre hombres que han superado, o estamos dispuestos, al menos, a superarlo. Encontrarnos, entre nosotros y con ellas, debe alimentarnos, darnos fuerza para luchar contra esta inercia de ‘siempre ha sido así’ o ‘poco a poco las cosas irán evolucionando, de manera natural’. Es verdad que siempre ha sido así, pero no que deba ser así y no podemos confiar-nos en la evolución espontánea, las cosas cambian cuando las personas empujamos a esos cambios, los provocamos porque aspiramos a sociedades mejores y una sociedad no puede progresar, aunque avance, si no lo hacen todos sus miembros en igualdad. Y además en estos momentos hay un riesgo cierto de involución, con el rearme ideológico del machismo tradicional y con la aparición de nuevos tipos de machismo que incluso se permiten el lujo de decirle al feminismo por dónde debe transitar. No podemos consentir dar pasos atrás como los que pretende la ultraderecha, y dan cobertura las otras derechas, como querer evitar que en los colegios se hable de igualdad y de violencia de género.

Declaro solemnemente la guerra al machismo para sumarme al ejército de ‘hombres de paz’, en pos de una convivencia más equitativa entre hombres y mujeres, una sociedad en la que las renuncias que hacemos los hombres, que a muchos les pueden desconcertar y producir perplejidad, están recompensadas por la riqueza de las nuevas relaciones construidas desde la igualdad y la solidaridad. La igualdad de género nos permitirá ser personas más completas, hombres no violentos, cuidadores, libres y sin miedos a perder privilegios o a ser amenazados en nuestra omnipotencia. Me afilio a la legión de abolicionistas de la prostitución y contra la trata con fines de explotación sexual.

 

Termino con el último requisito necesario para completar esta confesión de “yo soy machista” y que se refiere a la necesidad de cumplir la penitencia. No supone esta liberación ningún castigo, sino una auténtica satisfacción de sentir haber alcanzado un punto en este largo camino al que he llegado gracias a la lectura y al ejemplo de vida de muchas mujeres feministas (y de algún hombre); gracias a la re-educación recibida de tantas amigas y compañeras incansables de esta batalla.  No pretendo que nadie se sienta atacado, más bien mi objetivo es que muchos se sientan invitados a ser nuevos hombres.  En todo caso, si alguien se siente molesto al salir ‘retratado’ y ofendido por mi declaración, estoy dispuesto a la pena que se me imponga por haber renegado de la fe, por ser un converso que ha tardado tanto en caer, definitivamente, del caballo para ver la luz del nuevo camino a emprender. Caigan sobre mi rayos y centellas, dardos envenenados, y en estos tiempos más modernos, hates y troles. Me lo merezco, pero no sabéis lo a gusto que me he quedado. Creía que el 25N era un buen día para sumarme a la condena de la Violencia contra las Mujeres, para manifestar la necesidad de luchar contra ella todos los días del año, ahondando en sus raíces, y de contribuir, cada cual con su aportación, a una de las causas más importantes que tiene la Humanidad en su conjunto, la Igualdad entre Mujeres y Hombres (y viceversa).

Imagen de Ignacio Henares

Ignacio Henares Civantos es biólogo de bata, de bota, y de gabinete. Máster (de los de verdad) en Gestión del Medio Ambiente y del Agua por la Universidad de Granada. Desde 1989 es funcionario, técnico del cuerpo superior facultativo de la Junta de Andalucía donde ha desempeñado varias tareas en las Consejerías de Agricultura y Pesca y de Medio Ambiente. Durante quince años ha sido el conservador del parque nacional y natural de Sierra Nevada. En la actualidad trabaja como asesor técnico en el departamento de Sanidad Vegetal.

Escritor de numerosos artículos sobre medio ambiente y conferenciante incansable, en los últimos años ha concentrado su tarea de divulgador en Sierra Nevada, siendo coautor de tres interesantes libros divulgativos sobre Sierra Nevada: “Sierra Nevada, una gran montaña, un pequeño continente”, “Las Aves de Sierra Nevada” y “Mariposas diurnas de Sierra Nevada”. Fue colaborador de “La Voz de Granada” con un programa semanal titulado “El hombre y la Sierra” y lo has sido del periódico Granada Hoy desde el año 2014 con más de 150 reportajes dedicado a Sierra Nevada agrupados en diferentes series: “Sierra Nevada, Paraíso de Biodiversidad”, “La Huella del Cambio Global” , “Sierra Nevada, Montaña de Oportunidades” y la última que estuvo dedicada a “Sierra Nevada, Paisaje y Paisanaje”, una aproximación al parque nacional y natural de Sierra Nevada a través de ‘nombres propios’.