"Urgencia médica desatendida durante varios minutos en el centro de salud de Ogíjares por una celebración interna"
Esta mañana hemos vivido una situación que considero de extrema gravedad y que, como ciudadano, no puedo ni quiero dejar pasar por alto.
Mi mujer comenzó a encontrarse mal tras sufrir la picadura de algún insecto en el cuello. Rápidamente se le inflamó la zona afectada, apareciendo pequeñas burbujas por el cuello, los hombros y el pecho. Conforme pasaban los minutos, le costaba cada vez más respirar. Ante la urgencia, nos dirigimos de inmediato al centro de salud de nuestra localidad, Ogíjares, al ser el recurso sanitario más cercano.
Nada más llegar, me acerqué a una de las tres personas que se encontraban en el mostrador de atención al público. Les expliqué con urgencia lo sucedido: que tras la picadura, mi mujer se encontraba cada vez peor y apenas podía respirar. La respuesta fue que los médicos se encontraban reunidos y que, hasta que no terminasen, no podrían atenderla. Nos indicaron que esperáramos en una de las salas de espera.
Mientras tanto, se escuchaban risas y aplausos procedentes de uno de los pasillos, zona habilitada para esa supuesta reunión. Más que un encuentro profesional, todo indicaba que se trataba de una celebración o despedida de algún compañero o compañera. En ese momento, mi mujer, visiblemente angustiada, me decía: “Papi, me encuentro mal, cada vez peor, me cuesta respirar”. La impotencia de ver cómo una situación potencialmente grave era ignorada es indescriptible.
Fue entonces cuando vi a Alfonso, administrativo veterano del centro de salud, una persona muy querida y respetada en este pueblo por su humanidad, educación y vocación. Al contarle lo que sucedía, no dudó ni un instante y salió rápidamente a avisar a una de las enfermeras
Fue entonces cuando vi a Alfonso, administrativo veterano del centro de salud, una persona muy querida y respetada en este pueblo por su humanidad, educación y vocación. Al contarle lo que sucedía, no dudó ni un instante y salió rápidamente a avisar a una de las enfermeras.
Gracias a su rápida actuación, dos enfermeras acudieron de inmediato a atender a mi mujer. Al valorar su estado, le administraron urgentemente Urbason y una cantidad considerable de Adrenalina para frenar la reacción alérgica que estaba sufriendo. Quiero expresar mi agradecimiento a ambas profesionales por su celeridad y compromiso, que posiblemente evitaron consecuencias mayores.
Sin embargo, este episodio pone de manifiesto una realidad preocupante: no se puede tratar a las personas como si fueran números o ganado. Cada paciente tiene nombre, apellidos, familia, y merece respeto y atención, especialmente en una urgencia.
Hay personas, supuestamente profesionales, que ejercen su oficio por verdadera vocación, y hoy, lamentablemente, la persona que nos atendió en el mostrador demostró no sentir devoción alguna por su trabajo. Más bien parecía que su única preocupación era esperar que le llegara la nómina a final de mes. Esa actitud, en un centro de salud donde se trabaja con vidas humanas, es inaceptable.
Quienes trabajan en sanidad deberían hacerlo movidos por la empatía y el respeto hacia los demás. Nadie que se dedique a cuidar de la salud pública puede anteponer una celebración al deber de atender a quien lo necesita de manera urgente.
Los ciudadanos debemos denunciar y señalar este tipo de situaciones, porque todos podemos vernos algún día en la misma circunstancia. La salud pública es un derecho, no un favor.
Ojalá este testimonio sirva para reflexionar, mejorar y dignificar el servicio sanitario que todos merecemos.
Atentamente,
Ramiro Gil