Alejandro Gorafe persiste en la memoria

Música, luces, destellos fugaces, ruido intenso, bocinas, risas, flujo de personas alegres, algunas más de la cuenta, y multitud de atracciones, todas llenas, en las que el movimiento no cesa. En otras se prueba la habilidad y puntería, estando el circo en el epicentro de todo este escenario lúdico.
La noche se presume larga, dominada por una media luna de apariencia alegre, mutando su aspecto en figura enigmática, cuando la brisa se viste de helor, en las altas horas de la madrugada, cuando el llanto de la luna se convierte en rocío.
El poeta sueña, se sumerge en el universo alegre que el ambiente muestra, en su densidad sensitiva, mas la fiesta esconde su máscara auténtica. La tristeza se escapa de la faz alegre simulada de los payasos, pues la vida verdadera está en el rostro cotidiano, libre de pinturas. Los trapecistas bostezan, condenados a repetir el mismo número como autómatas, y en el exterior la brisa arrecia, vuelan los boletos arrojados por el público, la desolación se revela al final del espectáculo. Como la vida misma.
Federico supo comprender la metafísica de estas imágenes, artificios por donde escapar de la rutina, de la fealdad y rigores de la vida, más la tragedia posa sus manos en los rincones oscuros, acechante, con sus garras dispuestas para cuando todo concluya. Gira la noria y el tiovivo, ruedan, ruedan, como la vida misma, simulan cambio, fuga hacia otros horizontes felices, pero siempre permanecen en su lugar. Todo es ficticio y pasajero. Al final la verdad imprime su fuerza.
Alejandro Gorafe quiso con esta obra, cuya instalación le tenía ilusionado, recrear este mundo fantástico, para homenajear al Lorca más puro, aquel fundido en la tradición popular y sus fiestas, partícipe de su jolgorio, pero atrapado bajo el peso de la tragedia presentida
Alejandro Gorafe quiso con esta obra, cuya instalación le tenía ilusionado, recrear este mundo fantástico, para homenajear al Lorca más puro, aquel fundido en la tradición popular y sus fiestas, partícipe de su jolgorio, pero atrapado bajo el peso de la tragedia presentida.
Extrae la esencia del concepto en sus estructuras circulares, construcciones tensionadas, rígidas, evocadoras de formas imposibles, sometidas al imperio del círculo, rueda del tiempo, principio y fin, olvido y resurgimiento sobre el polvo de la extinción. Acompaña estas piezas organizaciones estructurales, en las que retuerce la geometría, trasladándola hacia los espacios oníricos de la plástica, si no, ofrece figuras simples, proporcionadas, sencillas conformaciones geométricas.
En las piezas expuestas, consigue este desaparecido genio de la representación plástica, dotar de alma al vacío, a través de sus composiciones de alambres, pajitas y materiales diversos, cuya tensión persistente vibra, comunicando sus resonancias en los ecos percibidos en el ambiente, llenando la nada de volumen presentido. El orden visual, en una realidad optimista, se descompone en el espacio de la nada, así observada, la cual encierra sensaciones de misterio, neblina sensitiva que oculta la verdadera realidad que esconde el destino. Lorca bebió de sus efluvios, transportándolos en la musicalidad festiva de sus poemas, y en el peso de la sombra de su comprensión.
Alejandro Gorafe supo interpretar este sentido, el peso final del poema, reflejándolo en una obra nítida, precisa, limpia, equilibrada y superadora de cualquier relato grafico que la explicara. Este montaje es la huella dejada por un portentoso artista. Gorafe persiste en la memoria.