Antonio Álvarez: Viviendo en la Calle Música

Hay ya muchas calles célebres cantadas: la de la melancolía, la de la alegría a la que se mudó Sabina, la del olvido, la del viento de 091, la del amor, la 59 del puente, la de los sueños rotos, la de la esperanza… o la calle E, que bautizó al grupo de Springsteen. Y sin duda está última hace esquina con la almeriense ‘Calle de la música’, por la que ha paseado y que inspira el último disco de Antonio Álvarez. Aunque en su tierra nativa lo presentó en un teatro y a toda banda (¿de la calle M?), en Granada, donde reside desde hace muchos años, hizo un estreno más reducido, pero también más cercano en el Lemon.
Álvarez es formalmente un cantautor eléctrico con querencias pop y swingueras, (ahora también levemente flamencas), pero más que nada de inspiración americana bien bañada en el salitre mediterráneo y con más luz que un Sorolla
Álvarez es formalmente un cantautor eléctrico con querencias pop y swingueras, (ahora también levemente flamencas), pero más que nada de inspiración americana bien bañada en el salitre mediterráneo y con más luz que un Sorolla. Alguien dijo que la canción de autor se divide en dos escuelas, la de Silvio Rodríguez y la de Bob Dylan, en esa tesitura Antonio Álvarez sería una suerte de cruce en entre un John Cougar calmado y un Hilario Camacho encendido, que a más compañeros más rock puede llegar a sonar. En versión bolsillo, con Carlos López a la guitarra y Ramón García al piano como socios de base, la apariencia pudiera ser más folk electroacústico. Ambos amplían los márgenes de las canciones y decoran con tino y gusto lo tocado por su autor, aportando nivel de detalle y calor humano, en una sesión de tarde ya cálida por jugar en casa y con su gente.
Como buen artista de crianza en banqueta tan importante fue lo cantado como lo contado, así, explicó el origen y los destinatarios de sus composiciones
Como buen artista de crianza en banqueta tan importante fue lo cantado como lo contado, así, explicó el origen y los destinatarios de sus composiciones; como esa ‘Taberna del irlandés’ nacida con fantasía de infante que mezcla realidad con imaginación aventurera, o la soulera que da nombre a su séptimo álbum. Álvarez suena honesto en sus canciones, creíble, lo ha hecho siempre en su discografía, que funciona como un álbum familiar y de recuerdos personales de toda una vida, escritos con caligrafía de cronista de emociones universales capaces de ser compartidas. Buen observador, usa gran angular e imagen especular, y concluye con habilidades de gran narrador cuando pone en orden esas palabras que "surgen de improviso", como relata.
En esta sesión recordó también su espléndido ‘Libre asociación de ideas’, y fue apoyado al final por Laura Díaz y Carlos Choin (su productor). Una ‘premier’ que necesariamente tendrá que tener una próxima representación, ampliada con La banda en Movimiento, su tropa habitual, en todo su esplendor. Esas canciones merecen pisar alfombra roja.