Crítica de Arte

Ignacio Antonio

Cultura - Francisco Bautista Toledo - Martes, 28 de Enero de 2025
Francisco Bautista Toledo brinda un homenaje póstumo al pintor Ignacio Antonio, cuya trayectoria artística elogia con un recorrido por su trabajo.
Obra de Ignacio Antonio.
Obra de Ignacio Antonio.

La noticia del fallecimiento, el viernes 24 de enero, del pintor Ignacio Antonio me produjo una profunda tristeza y desazón, ya que pude disfrutar de su amistad desde hace casi treinta años. 

Lo conocí en el año 1996, en la galería Jesús Puerto, de Granada, cuando exponía su obra de título “Pórticos”. Ya me habían hablado de su trabajo plástico, de la valía contenida en él, debido a la honda carga conceptual reflejada en su configuración, auténtica teoría estética definida en cada una de sus piezas, luminosa rotundidad en la descripción de la idea que sustentaba su expresión artística. 

Ignacio Antonio mantenía una continuidad en su trayectoria creativa, sustentando cada una de sus propuestas en la anterior, surgida como producto de sus indagaciones estéticas.

Su ingenio fue más allá de la forma tradicional del cuadro, consiguiendo realidades plásticas novedosas, auténticas expresiones sobre la esencia de las claridades percibidas

Inició su experiencia artística desde la miniatura, siendo el detalle mínimo el signo característico que explicaba todo el contexto, y significado, de la pieza. Trabajaba sobre tablas de madera, la cual con sus nudos, y vetas, conferían relieve presentido en la lisa superficie, generando impresiones de recovecos en el recorrido de las claridades. En sus composiciones fue recogiendo monumentos históricos, evolucionando su intención plástica hacia las construcciones tradicionales de la tierra granadina. En estas piezas se observa un brillo propio, un pulso lumínico que surge de las claridades tonales incorporadas en ellas, las cuales se liberan de las formas impresas para adquirir una presencia singular. Parece ser que el artista se percató de tal revelación, regalada por el momento creativo, sumiéndose en la fuerza de su influjo, elaborando composiciones de mayor tamaño, incorporando la Luz como protagonista en ellas. Buscó en los cielos el origen de su esencia, en nubes caprichosas, en paisajes difusos por la reverberación solar, persiguiendo su rastro en el cosmos, en mundos imaginados en la profundidad del espacio, hasta acceder a las puertas que cerraban la entrada al laberinto resplandeciente, que prometía desentrañar el misterio que el fulgor suscita en nuestro ánimo. Estos pórticos guardaban enigmas imaginados, provocando que la mirada suponga escenarios fantásticos tras ellos, en otras producciones los traspasó, describiendo campos de colores infernales, en algunas se aproximó a los destellos del Paraíso, mas la impronta telúrica ejercía su influencia. Y el pintor la superó, traspasando los Pórticos, dejando atrás la representación de la luz a través de imágenes y paisajes abstractos, para intentar reflejar el rastro lumínico caprichoso, la simulación de sus variaciones bajo el orden de las horas. Investigó el efecto del encuentro entre la materia y los haces de su espectro, olvidando la bidimensionalidad para poder representarla en formas caprichosas, que rompían el orden geométrico, pues la Luz es eso, creación azarosa que supera la lógica humana. Su ingenio fue más allá de la forma tradicional del cuadro, consiguiendo realidades plásticas novedosas, auténticas expresiones sobre la esencia de las claridades percibidas. No conforme, siguió penetrando en los secretos que el espectro visible esconde, volviendo su mirada en lo minúsculo, en construcciones tridimensionales, donde los colores impresos en su geometría, cuan direcciones de los haces luminosos, jugaban con las sombras de los instantes del recorrido solar, o el lugar expuesto según los focos, construyendo composiciones de penumbras y claridades, mostrando estructuras dinámicas  alejadas del concepto de cuadro. Exploró las posibilidades de la expresión pictórica, tocando las orillas de la creación plástica futura, sin caer en las astracanadas que algunos quieren imponer como vanguardia. Paralelamente, a esta producción pictórica, se interesó por la escultura en madera, como vínculo de su investigación del signo visible de la materia, queriendo plasmar sus emociones personales. Sublimaba las formas, las depuraba, para que sintonizaran con el entorno luminoso. 

Igualmente investigó la fotografía, siempre persiguiendo el genio que cabalga en las radiaciones cromáticas, interesándole más la sustancia del color que la forma, considerando como único protagonista el cromatismo y las figuras que sus conjunciones sugieren.

Ignacio Antonio Sánchez-Alhama era un gran artista, mi gran amigo cuya obra siempre me tuvo seducido, y uno de los más avanzados exploradores de las posibilidades que la percepción visible guarda. No se conformó con la forma, sino con la sustancia etérea que define la existencia, el tiempo, las dimensiones, que fluye y llena todo, pasa fugaz y nos explica la realidad. 

Hay artistas que dicen haber alcanzado horizontes nuevos, y originales, en la expresión plástica, mas llegan tarde, Ignacio Antonio ya transitó por esos lugares.

Ignacio Antonio se unió a la Luz, yéndose con el Creador del primer instante luminoso. Nos dejó una poderosa obra, rica en hallazgos estéticos.