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Javier Cereto: la madurez de un actor que sabe cuándo callar

Cultura - Ramiro Gil - Viernes, 20 de Junio de 2025
El actor encarna a Lorca en la adaptación de La casa de Bernarda Alba que ha dirigido Marta Cora Castro. Ramiro Gil nos aproxima a su interpretación.
El actor, en una escena del largometraje rodado en Granada.
Prensa largometraje 'La Casa de Bernarda Alba' de Cora Castro.
El actor, en una escena del largometraje rodado en Granada.

En la reciente adaptación cinematográfica de La casa de Bernarda Alba, dirigida por Marta-Cora Castro, Javier Cereto firma una de esas interpretaciones que, sin necesidad de alardes ni protagonismos grandilocuentes, se instala con firmeza en la memoria del espectador. Y lo hace desde un territorio donde pocos intérpretes contemporáneos se atreven a transitar: el del silencio elocuente.

Encarnar a Federico García Lorca no es un ejercicio de caracterización, sino de comprensión emocional y de inmersión histórica

Encarnar a Federico García Lorca no es un ejercicio de caracterización, sino de comprensión emocional y de inmersión histórica. El poeta granadino es una figura sobradamente representada en la cultura española, pero pocas veces desde la cercanía despojada de artificio que logra Cereto. Su Lorca no es una recreación académica ni un monumento al genio andaluz; es un hombre de carne, pulsión y mirada interior.

Desde el punto de vista cinematográfico, Cereto entiende a la perfección que el cine -a diferencia del teatro- es el arte de los matices mínimos. En este sentido, su trabajo en La casa de Bernarda Alba destaca por una gestión impecable de los tiempos internos y una contención ejemplar en cada gesto. El actor no actúa “hacia fuera” sino “hacia dentro”, consciente de que la cámara capta incluso aquello que el intérprete apenas sugiere.

Resulta especialmente meritorio cómo resuelve las escenas de introspección: solo, a la luz de una vela, escuchando los ecos de su infancia y de las voces femeninas que marcaron su imaginario. Cereto logra construir esa atmósfera sin sobreexplicarla, haciendo del silencio un recurso dramático poderoso. En un cine muchas veces rendido al exceso y a la sobreinterpretación emocional, este tipo de propuestas interpretativas resultan no solo refrescantes, sino profundamente honestas.

Cabe destacar, asimismo, la química natural que establece con Chelo Araque, quien encarna a Margarita Xirgu. La complicidad entre ambos -que recuerda inevitablemente a la histórica relación entre Lorca y la actriz catalana- se percibe orgánica, desprovista de impostación, y permite que los momentos compartidos en pantalla respiren verdad.

Cereto es un actor de formación sólida y trayectoria discreta, pero precisamente por eso sus interpretaciones poseen un poso de madurez poco habitual. No hay en él esa ansiedad de protagonismo que tanto contamina algunas producciones contemporáneas. Su Lorca está construido desde la humildad interpretativa y el respeto hacia la figura que representa, evitando caer en la tentación de la sobreactuación o del cliché.

Cereto entiende que, cuando se trata de Lorca, lo verdaderamente valioso es no intentar abarcarlo todo, sino permitir que su misterio permanezca

Más allá de la ficción, su trabajo tiene una dimensión ética: la de sostener la memoria cultural de un país a través de gestos sencillos y palabras justas. Cereto entiende que, cuando se trata de Lorca, lo verdaderamente valioso es no intentar abarcarlo todo, sino permitir que su misterio permanezca. Y en eso, este actor demuestra una inteligencia y sensibilidad dignas de aplauso.

La interpretación de Javier Cereto en La casa de Bernarda Alba es, en definitiva, una lección de contención y madurez actoral. Una muestra de que, a veces, los grandes papeles no se escriben en los diálogos sino en las miradas, en las ausencias y en los silencios. Cereto confirma con este trabajo su categoría como actor de vocación seria y de verdad escénica. Sin duda, un intérprete a seguir muy de cerca.

Nota de producción: La casa de Bernarda Alba, dirigida por Marta-Cora Castro, se rodó los días 8 y 9 de marzo en Valderrubio, en los escenarios reales que inspiraron a Federico García Lorca. Inicialmente concebida como un mediometraje, el proyecto creció en postproducción al comprobarse la calidad y cantidad del material rodado, lo que llevó a convertirlo en un largometraje. Es la primera vez en la historia que esta tragedia se lleva al cine filmada en sus localizaciones originales, añadiendo una dimensión emocional, histórica y artística inédita en la filmografía lorquiana.