¿Peine o peineta para coronar la Catedral?

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Las 300 barras de aluminio inoxidable del mirador llaman demasiado la atención con la luz de la tarde
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Se confía en que pronto se vuelvan mates y dejen de resplandecer desde las partes altas de Granada
A la torre de la Catedral siempre la han rodeado chascarrillos. Cojita la llamaron en el siglo XVII porque hubo que recalzarla con infinidad de hileras de piedra pudinga y vigas clavadas. Como los pilotes que sujetan Venecia. El antecedente de los micropilotes actuales. Se hundía por su mala cimentación; hubo que dejarla inconclusa. Más tarde, a alguien se le ocurrió compararla con la cabeza del obispo; quizás por aquello de que estuvo rematada por un casquete en forma de solideo curial. Después, la semiesfera dejó paso al extraño tejado invertido que tantos problemas de humedades ha acarreado. Sistema acompañado de una casetilla que parecía albergar la maquinaria de un ascensor antes de que Elisha Otis lo inventara hace siglo medio. Pero no, era el chozo para proteger la escalera de caracol. Nuestros abuelos lo apodaron la verruga en la calva del arzobispo. Sería porque continuaban asociando la torre a la figura del prelado de la provincia eclesiástica.
Inmediatamente se aceleraron unas obras que llevaban demasiados años ─quizás décadas─ de retraso. La edad de la torre superaba ya los cuatro siglos y solamente había sido sometida a parcheos y arreglos de poca monta. Siempre de urgencia
Hace ya veinticinco meses que la torre empezó a desmoronarse. Me cayeron piedrecillas al paso por su Pie, esquina a la Cárcel. Me senté a desayunar en la Romanilla y vi rayos de sol atravesando las piedras de la cornisa superior. Estaba soñando o aquello amenazaba catástrofe. Creí ver visiones. Por si acaso, avisé a la curia y al anterior arquitecto conservador (Pedro Salmerón). Y escribí aquí mismo que torre estaba viva. Se movía. Al día siguiente había unos herreros cosiendo con grapas la cornisa por arriba y reforzando toda la esquina por abajo con una especie de estructuras tornapuntas. Hubo que colocar un cobertizo metálico en la calle para evitar desgracias mayores. Estábamos en Semana Santa.
Inmediatamente se aceleraron unas obras que llevaban demasiados años ─quizás décadas─ de retraso. La edad de la torre superaba ya los cuatro siglos y solamente había sido sometida a parcheos y arreglos de poca monta. Siempre de urgencia. El arquitecto Francisco Prieto Moreno enfundó con cemento cornisas desportilladas y piedras desmoronadas. Hace más de medio siglo. Con el resultado de un dentista que trabaja un mal empaste.
Ahora sí ha tocado el turno a un proyecto de rehabilitación integral de la torre de la Catedral. Por fuera y por dentro. Le ha sido colocado un costoso andamio alrededor que la ha tenido tapada hasta hace pocas semanas
Ahora sí ha tocado el turno a un proyecto de rehabilitación integral de la torre de la Catedral. Por fuera y por dentro. Le ha sido colocado un costoso andamio alrededor que la ha tenido tapada hasta hace pocas semanas. Ya está acabado el tercer cuerpo y empiezan a desmontar andamios y arpilleras. Van bajando parsimoniosamente, todavía tardarán unos meses. La torre se asemeja ─en sentido figurado y literario─ al falo descorrotado de un adolescente. Para estrenar, nuevecito; la piedra rubia como el primer día del aquel lejano siglo XVI que la cortó un anónimo picapedrero.
Casquete o solideo del siglo XVII (según el dibujo de Vico) y cabaña o caseta que ha habido hasta el año pasado.
En lo más alto, donde se sucedieron casquete y cabaña, ahora ha quedado una preciosa terraza. Será el novedoso mirador de la Catedral dentro de unos meses, cuando toda la obra esté acabada
En lo más alto, donde se sucedieron casquete y cabaña, ahora ha quedado una preciosa terraza. Será el novedoso mirador de la Catedral dentro de unos meses, cuando toda la obra esté acabada. Subiremos a asomarnos en grupos de veinte; sólo quienes puedan levantar las rodillas para salvar los 237 escalones que suman los variados tramos de los 56 metros que la coronan. Asomaremos a una explanada guarnecida por casi 300 barrotes verticales. Son las barreras de protección para evitar caídas fortuitas y alejar malos pensamientos de algunos.
El sistema de protección de caídas cumple con toda la normativa de urbanismo y seguridad; la de carácter local, autonómico, nacional e internacional. Homologado y utilizado en otros miradores similares
El sistema de protección de caídas cumple con toda la normativa de urbanismo y seguridad; la de carácter local, autonómico, nacional e internacional. Homologado y utilizado en otros miradores similares. De hecho, es gemelo del que colocaron hace ya mucho tiempo sobre el Arco del Triunfo de París. Las barras miden 1,20 de altura y se asientan sobre un pretil de piedra de otros 25 centímetros. Imposible caer al vacío. Siempre que uno no ponga mucho empeño en ello. El sistema no es escalable, no se puede subir metiendo los dedos en cuadrículas o hexágonos como las alambreras de los gallineros. Han sido fabricados con aluminio inoxidable… Y aquí es donde ha surgido el pero.
Los pináculos apenas se ven desde los miradores del Albayzín con la luz de la mañana. CARLOS CHOÍN
La luz de la tarde hace que el aluminio inoxidable destaque como una barrera blanca, una cristalera o parezca un peine si se le contempla con prismáticos. CARLOS CHOÍN
Pero con las puestas de sol, tan ardiente como es en verano, y desde las partes altas de la ciudad (sobre todo los miradores del Albayzín), la barrera de pináculos se vuelve de un blanco resplandeciente.
Los pináculos verticales están retranqueados estratégicamente para que no puedan verse desde las zonas inmediatas a la Catedral. Hay que retroceder hasta un centenar de metros para poder percatarse de su existencia. A ciertas horas del día y con luz normal, el sistema de protección se hace prácticamente invisible. Pero con las puestas de sol, tan ardiente como es en verano, y desde las partes altas de la ciudad (sobre todo los miradores del Albayzín), la barrera de pináculos se vuelve de un blanco resplandeciente. Desde algunos puntos llega a brillar como si se tratara de una barandilla pintada de blanco. Incluso da la sensación de ser una pantalla de cristal. Ha cambiado por completo la línea de horizonte que estábamos acostumbrados a vislumbrar en la torre. De la verruga del obispo hemos pasado al pelopincho o al peine del deán. O la peineta como empiezan a llamarla algunos vecinos del Albayzín. Les resulta chocante el remate final.
Porque se parte de la base de que el Obispado quiere convertir la torre en un mirador público. Entonces hay que instalarle defensas. Se ha barajado todo tipo de cristales y materiales, pero se descartaron porque brillarían más y habría que estar limpiándolos continuamente. Es la solución menos mala
He conferenciado con el arquitecto de la Catedral, Diego Garzón. Nos ha dado todo tipo de explicaciones y justificaciones. Es consciente de que a alguien le pueda resultar extraño el resultado. Al menos, inicialmente. En el proceso de redacción del proyecto se han hecho todo tipo de pruebas, se han tomado todas las cautelas y ha opinado todo el mundo con sapiencia y competencias. Los técnicos supervisores de Cultura están siguiendo la obra a pie de torre. Se ha cumplido toda la normativa al respecto. Pero es lo que hay, han elegido el menos agresivo de los sistemas de protección. Porque se parte de la base de que el Obispado quiere convertir la torre en un mirador público. Entonces hay que instalarle defensas. Se ha barajado todo tipo de cristales y materiales, pero se descartaron porque brillarían más y habría que estar limpiándolos continuamente. Es la solución menos mala.
Se optó por este sistema de pináculos de aluminio. Está sobradamente probado en miradores similares. Ahora, recién instalado, el aluminio brilla como un espejo. Pero se confía en que le ocurra lo que al del Arco del Triunfo de París; en pocos años se volvió mate y ahora apenas es perceptible
Se optó por este sistema de pináculos de aluminio. Está sobradamente probado en miradores similares. Ahora, recién instalado, el aluminio brilla como un espejo. Pero se confía en que le ocurra lo que al del Arco del Triunfo de París; en pocos años se volvió mate y ahora apenas es perceptible. Se espera que pronto se convierta en neutral. Que sólo lo vea el que lo quiera ver. Se desea que el ojo del granadino se acostumbre al cambio de la línea de horizonte. Es bueno que la gente entienda que hemos entrado en un nuevo periodo en que estamos redescubriendo la torre. Guste más o guste menos. Que la gente opine.
Sistema de protección muy similar al de Granada, instalado hace años sobre el Arco del Triunfo de París. Debajo, el monumento francés visto desde la distancia, con la barrera apenas perceptible. INTERNET
Las administraciones públicas han prometido aportar una parte. Se sigue esperando que la burocracia dé paso a los euros. De lo contrario, habrá que suspender la segunda fase, la que afectará al interior de la torre
La obra lleva ya más de un año. Se ha trabajado ininterrumpidamente en la primera fase, la envolvente, que era la que corría más prisa. Porque la piedra se desmoronaba y ofrecía mucho peligro de caídas. Ha habido que desmontar todo el esquinado superior suroeste, el de la enorme grieta, y volver a armarlo piedra a piedra. Todo ello con un presupuesto de 1,8 millones de euros. Que está corriendo a cargo exclusivamente de la faltriquera del obispado. Las administraciones públicas han prometido aportar una parte. Se sigue esperando que la burocracia dé paso a los euros. De lo contrario, habrá que suspender la segunda fase, la que afectará al interior de la torre.
Este es el proyecto más ambicioso que se ha acometido relativo a esta torre mocha y huérfana; la que nunca imaginó el arquitecto Diego de Siloé, hace ahora casi quinientos años
Este es el proyecto más ambicioso que se ha acometido relativo a esta torre mocha y huérfana; la que nunca imaginó el arquitecto Diego de Siloé, hace ahora casi quinientos años. Si el dinero prometido llega pronto, la idea del Diego responsable actual es que dentro de un año esté todo acabado y pueden empezar las visitas al principal monumento renacentista de Granada.