La URSS: mucho más que punk

La última vez que se habló por aquí del cuarteto que nació en Granada fue a cuenta de que en el momento más crítico del covid tuvieron que desinfectar (y certificarlo) cada una de las copias del disco que acaban de publicar. Pero debiera ser un nombre mucho más conocido más allá de su nicho, sea por su amplia discografía ya de una decena de referencias, por sus continuas giras intercontinentales, o por ser los más que dignos sucesores de la camada punk (¡con siglas!) de los años ochenta: TNT, KGB o SOS.
Por seguir en esa línea, grabaron varias veces en los estudios de PPM (pueden sonreír, sí). Pero sobre todo por uno de los mejores directos que se pueden escuchar ahora mismo: hiperenergéticos e hiperdinámicos, con la lengua bien afeitada y un nivel literario notable, como de compromiso social y vital. Dedicaron una canción a la memoria de Jesús Arias (¡recomendado la audición de su música!), así que ya tienen una buena referencia de su santoral, como la de Jello Biafra y sus Kennedys fallecidos pongamos también por caso.
Tras la actuación ‘technopunk’ de los madrileños ¡Miau!, los URSS volvieron al Planta una vez más dentro de la programación habitual del ciclo Serpiente Negra, donde no hay año que falten. El apellido ‘punk’ se le queda muy escaso a esta banda, pues como a sus reconocidos mentores, aquellos TNT de Arias, el minimalismo elemental del género no es más que un elemental punto de partida sonoro, en ocasiones trabajado con maneras hasta progresivas si se quiere, y con guiños muy meridionales y sureños.
Este mismo mes la revista Ruta 66 los incluía en un especial postpunk ibérico firmado por Emilio Cascajosa, y es recomendable tanto leerlo para testar la viveza del panorama, como asistir a un directo de la banda. Escuetos, generalmente de apenas 45 minutos, en este caso, sería por aquello de jugar en casa se alargó sus intervención a la sesentena. Tiempo suficiente para recibir en pleno pecho su punzante y elaborada propuesta (atentos a la parte instrumental, más trabajada y excéntrica de lo habitual… ¿Escuela Lagartija Nick?), y descubrir visualmente a uno de los mejores ‘frontlines’ que habitan en el rock patrio: Áfrico Martín. Áfrico pudiera pasar (para los más añosos) por un remedo enchufado de Jim Morrison, completamente poseído por su discurso (digno de leer negro sobre blanco); más que cantante es un intenso vehículo performático de comunicación, codo a codo, que si el entorno lo permite, puede estar más tiempo entre el público que bajo los focos. Sucedió.
Si media hora en algunos parecen más eternos que en un partido de baloncesto, una entera de la URSS es siempre poco. No se los pierdan si se los tropiezan por ese mundo exterior. El testigo del punk granadino está en muy buenas manos.