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'Piernas protectoras'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 28 de Septiembre de 2023
Siora Photography (@siora18)

La Estadística de Condenados en nuestro país durante el año 2022 arroja datos espeluznantes en cuanto a los menores pero nadie hace nada por reducir tan alarmantes cifras. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), un total de 501 menores fueron condenados por delitos sexuales, lo que representa un 14,1% más que el año anterior. No son juegos de niños, son los autores de 636 delitos, de los que 389 fueron agresiones y abusos sexuales a menores de 16 años. Otros 134 fueron considerados abuso sexual y 27 agresiones, de las que cuatro fueron violaciones. Como en años anteriores, la tendencia es al alza.

Ni desde Educación ni desde Igualdad se quiere atajar un problema que concierne a centros educativos y familias pero, principalmente a las mujeres que, como siempre, vuelven a ser las perdedoras. No olvidemos que las niñas son el blanco de los pequeños depredadores

¿Qué está pasando? Es la pregunta que se plantea la ciudadanía, en su conjunto, mientras las instituciones siguen entretenidas en sus cosas. Ni desde Educación ni desde Igualdad se quiere atajar un problema que concierne a centros educativos y familias pero, principalmente a las mujeres que, como siempre, vuelven a ser las perdedoras. No olvidemos que las niñas son el blanco de los pequeños depredadores.

Las educadoras feministas llevan mucho tiempo alertando de que en los colegios ha desaparecido la coeducación. Se quejan, incluso, de que actividades que hace tres o cuatro años eran muy bien acogidas entre el alumnado en fechas señaladas, como el 8 de marzo o el 25 de noviembre, ahora son recibidas con pereza, desgana e incluso con una fuerte oposición por alumnos impregnados del negacionismo que esparcen algunos partidos políticos y ciertos tertulianos ‘todólogos’ que no dudan en decir que los datos sobre violencia machista son falsos. En nuestras aulas se están formando futuros violadores, maltratadores e incluso asesinos de mujeres.

Y si a esta realidad le sumamos el consumo masivo de pornografía, cada vez más violenta, a edades muy tempranas –los primeros visionados se sitúan ya en los ocho años, según el mayor estudio realizado en España por un equipo de investigación de las Islas Baleares- el cóctel es explosivo

Obligado por los protocolos impuestos en las comunidades autónomas volcadas, sin excepción y de cualquier color político, en los postulados transgeneristas, el profesorado observa cómo la igualdad ha quedado arrinconada y la coeducación completamente desplazada. Y si a esta realidad le sumamos el consumo masivo de pornografía, cada vez más violenta, a edades muy tempranas –los primeros visionados se sitúan ya en los ocho años, según el mayor estudio realizado en España por un equipo de investigación de las Islas Baleares- el cóctel es explosivo. La educación se perfila como la única arma efectiva para empezar a echar el freno a esta deriva que sólo aumentará la espiral de violencia contra las niñas y las adolescentes por varones de su misma edad que no sienten ninguna empatía hacia las mujeres.

Hace unos días nos sorprendía la noticia de lo ocurrido en un colegio de Montijo (Badajoz) donde una pequeña de 6 años era agredida por tres compañeros de su misma clase durante el recreo. A la criatura le arañaban los genitales, le obligaban a restregarse contra una piedra y le metían tierra y, ante su indefensión, cuando llegaba la hora de salir al patio se agarraba a las piernas de su tutora para no salir con el resto del alumnado asegurando que le dolía la tripa. El colegio ha sido denunciado y al director sólo se le ha ocurrido decir que los protocolos son muy liosos mientras que el jefe de estudios adujo que eran cosas de niños.

Y, sí. Son cosas de niños, efectivamente, porque a las niñas no se les ocurre ejercer este tipo de violencia contra sus compañeros de clase. Y, sí, también hay que preguntarse qué clase de educación están recibiendo esos niños no sólo en el colegio sino en sus familias, qué mensajes están recibiendo y qué contenidos están visionando

Y, sí. Son cosas de niños, efectivamente, porque a las niñas no se les ocurre ejercer este tipo de violencia contra sus compañeros de clase. Y, sí, también hay que preguntarse qué clase de educación están recibiendo esos niños no sólo en el colegio sino en sus familias, qué mensajes están recibiendo y qué contenidos están visionando. Si anteriormente mencionaba el estudio realizado por la Universidad de las Islas Baleares, otro similar de Save the Children sitúa el inicio del consumo de pornografía en torno a los seis años. Y aquí tenemos los resultados.

Tenemos el problema a la vista, las señales de alerta son claras pero mientras, la responsabilidad de quienes se sitúan al frente de los organismos que están obligados a proteger a niñas, adolescentes y mujeres brilla por su ausencia. Debe ser que aún les parece poco un aumento del 14,1% de los delitos sexuales cometido por menores y se lo plantearán  más adelante. Quizá, cuando el mundo de las identidades sentidas también les estalle en la cara y entiendan que sustituir los contenidos en igualdad de los centros educativos por el mundo de los unicornios no ha sido tan buena idea. Pero, entonces, habrá que interpelar a sus señorías sobre la reparación de todas las víctimas, cada vez más pequeñas, que van a quedar por el camino.

La igualdad no es otra cosa que entender que las mujeres somos seres humanos, titulares de derechos en las mismas condiciones que los varones y que nuestros cuerpos no están a disposición de los caprichos o las maldades ideadas por mentes carentes de las más mínima empatía. Las relaciones entre hombres y mujeres deben ser igualitarias, respetuosas y concebidas como un trato entre iguales. Es injusto que nosotras tengamos que buscar continuamente unas piernas a las que agarrarnos para protegernos.

 

 

 

 

Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.