En Navidad, consume productos de Granada.

'No es moderno'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 4 de Abril de 2024
bioeticablog.com
bioeticablog.com

Ni un solo medio de comunicación de los que se llaman progresistas ha publicado la noticia sobre la decisión del Reino Unido de dejar de recetar bloqueadores de la pubertad a menores con problemas de aceptación de su propio cuerpo sexuado. Para estas cabeceras la decisión de la sanidad británica para frenar la experimentación con niñas y niños no tiene demasiada importancia. Debe ser que la castración química de criaturas a las que se recetan medicamentos que pueden perjudicar gravemente su salud no merece la atención de su audiencia que decidió, hace ya algunos años, situarse sin condiciones al lado de los que al grito de ¡defendamos la diversidad! ven con normalidad los penes femeninos.

En España, por el contrario, lo moderno parece haberse aliado con la industria farmacéutica sin importar el daño que se causa a los más débiles, a quienes más deberíamos estar protegiendo, la adolescencia y la infancia

Sus responsables, que miran tanto hacia Europa y recuerdan continuamente las extensas coberturas sociales de los países nórdicos, las facilidades para conciliar la vida familiar y la laboral y lo modernos que son en todo, no reparan en que dos de ellos  -Finlandia y Suecia- ya tomaron en 2021 la misma decisión que ha anunciado ahora el Reino Unido para salvaguardar la salud de la infancia. En esta misma línea, la semana pasada Italia anunció que también está planteándose restringir el uso de bloqueadores de la pubertad en menores tras la alarma lanzada por 259 madres y padres de adolescentes tratados con este fármaco en el Hospital Careggi de Florencia. En España, por el contrario, lo moderno parece haberse aliado con la industria farmacéutica sin importar el daño que se causa a los más débiles, a quienes más deberíamos estar protegiendo, la adolescencia y la infancia.

Su estudio concluyó que no había ninguna evidencia para respaldar la seguridad y eficacia clínica de los bloqueadores de la pubertad a pesar de que, durante más de veinte años, se había contemplado como un tratamiento rutinario

El Servicio Nacional de Salud del Reino Unido tomó las riendas cuando, tras veinte años de tratamientos afirmativos a niñas y niños que acudían a Tasvistock (la clínica de referencia para este tipo de tratamientos), empezó a enfrentar demandas por los daños causados a la salud de estos menores y las declaraciones de profesionales de la medicina que comenzaron a manifestar sus dudas ante la idoneidad de algunos fármacos. Lejos de acallar las voces críticas o cerrar filas en torno a las prácticas habituales seguidas en Tavistock, las autoridades sanitarias encargaron un informe a una experta independiente, Hilary Cass, que se sorprendió por el espectacular aumento de los casos atendidos en sólo diez años. De los 250 menores que recibieron tratamiento en el periodo 2011/2012 se pasó a 5.000 en 2021/2022. Su estudio concluyó que no había ninguna evidencia para respaldar la seguridad y eficacia clínica de los bloqueadores de la pubertad a pesar de que, durante más de veinte años, se había contemplado como un tratamiento rutinario.

Los datos son parecidos en Andalucía donde se ha incrementado un 136% el número de niñas y niños que dicen ser trans tratados en las unidades especializadas dependientes de la Consejería de Salud y Consumo del Gobierno andaluz en cada provincia

Estos datos que pueden sorprender, no se alejan demasiado de las cifras que se están registrando en nuestro país en los últimos años. El estudio realizado por Feministas de Cataluña sobre Transit en esta comunidad autónoma arroja resultados parecidos. Según los datos oficiales facilitados por este Servicio dependiente del Instituto Catalán de la Salud y dedicado al tratamiento de personas trans, entre los años 2016 y 2021 el número de pacientes se ha cuadruplicado y ha pasado de 366 en 2016 a 1.454 en 2021 donde cada vez se encuentran más menores llegando a alcanzar cifras del 40,4% del total de personas atendidas en 2021. Los datos son parecidos en Andalucía donde se ha incrementado un 136% el número de niñas y niños que dicen ser trans tratados en las unidades especializadas dependientes de la Consejería de Salud y Consumo del Gobierno andaluz en cada provincia.

El asunto, que está creando un problema de salud entre menores sanos, ya ha sido incluido por la derecha en la lista de temas para confrontar con el Gobierno central 

El asunto, que está creando un problema de salud entre menores sanos, ya ha sido incluido por la derecha en la lista de temas para confrontar con el Gobierno central sin valorar, en su justa medida, la gravedad generada por la aplicación de un protocolo que se ha demostrado completamente ineficaz para el tratamiento de la disforia de género de inicio rápido entre la infancia y la adolescencia. Se trata del conocido como Protocolo Holandés que, básicamente, consiste en suministrar bloqueadores de la pubertad a niñas y niños para detener el desarrollo de los cambios físicos derivados de la madurez sexual, seguido por la ingesta de hormonas cruzadas y cirugías de reasignación de sexo. Numerosos estudios están evidenciando que esta terapia no resuelve la disforia sino que crea graves problemas de salud entre menores y adolescentes tratados con estos fármacos.

Las feministas llevan tiempo alertando de que esto no es moderno sino profundamente misógino porque un porcentaje elevadísimo de menores afectadas son niñas y adolescentes que desean huir de los estereotipos sexistas de género. Al igual que en los 80 las drogas se llevaron por delante a miles de jóvenes que creyeron comerse el mundo diluido en una jeringuilla, pudieran ahora ser las hormonas sus sustitutas más cool, menos marginales, con distintas presentaciones (incluidos los geles), ‘superinclusivas’ y muy diversas las que consigan en pocos años convertir a miles de adolescentes sanos en adultos estériles y ‘yonkis’ de hormonas para poder sobrevivir.

 

 

 

Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.