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Reyerta en el Generalife

Cultura - JTG - Viernes, 6 de Junio de 2025
Crónica de un concierto excepcional de El Hombre Garabato y José Antonio García que por sus valores debiera ir obligatoriamente a todos los escenarios de Andalucía.
Un momento del emocionante concierto de anoche en el Generalife.
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Un momento del emocionante concierto de anoche en el Generalife.

El mismo cinco de junio en que Lorca hubiera cumplido 127 años, eso sí, por minutos, finalizaba el concierto ‘Reyerta’. Nuevamente en el teatro del Generalife, el equipo tan fecundo que forman El Hombre Garabato, Jorge Morata y su coro, y el vocalista José Antonio García repusieron ese proyecto, casi una  ópera rock, que hace un año estrenaron sobre poemas del poeta de Fuentevaqueros. Un concierto excepcional que por sus valores debiera ir obligatoriamente a todos los escenarios de Andalucía (¡y qué decir de nuestra provincia, imperativo!). 

En esta misma web se reflejaba hace unas semanas lo que había sido (es) la sesión ‘Lorca en familia’, tejida con los mismo mimbres e incluso con evidentes vasos comunicantes, como un brote para chicos y grandes de la ‘reyerta’ nodriza; por tanto lo ya escrito pudiera ser también en aplicable en buena parte al proyecto original, en fondo y forma. 

El inquietísimo Nicolás Hernández, guitarrista de los Garabatos, ha sido el último creador completamente abducido por el embrujo lorquiano, y es el responsable último de esta (y otras muchas) exploraciones lorquianas, ahora en formato de banda XXL

Presidida por una luna creciente, como guiñando su medio ojo cómplice desde las alturas, la noche no podía presentarse más amable. Con el frescor de ese oasis citadino que es el entorno alhambreño, tan verde y tan agradablemente silencioso, resulta también especialmente estimulante ver la representación de un proyecto surgido aquí, y al mismo nivel de las figuras internacionales que por allí han pasado.

Abducido por el poeta

Personalmente el primer Lorca cantado que recuerda entre aquellos cipreses fue el de Carlos Cano, al que le gustaba mucho ese escenario, con la configuración antigua de anfiteatro, donde recogió buena parte de lo tocado en su primer disco en directo de 1990. Cano y Lorca ya habían cruzado sus caminos años antes, en París en 1972, de la mano de Juan de Loxa. Y en el rock la estela lorquiana es larga hasta llegar a nuestros Lagartija, Planetas o la estadounidense-granadina Josephine Foster; también Dellafuente, La Plazuela o Lola Índigo han acudido en algún momento al poeta de la Vega, que siempre ha sido muy inspirador para la música eléctrica contemporánea. El inquietísimo Nicolás Hernández, guitarrista de los Garabatos, ha sido el último creador completamente abducido por el embrujo lorquiano, y es el responsable último de esta (y otras muchas) exploraciones lorquianas, ahora en formato de banda XXL.

Del freerock a la canción de cuna 

Tras un pequeño retraso motivado por la complejidad para acomodar a las más de 1.500 personas que llenaron el ‘patio de sillas’, comenzó la función. ‘Reyerta’ está planteado en tres partes o movimientos, entre tres de las ciudades que enmarcan el imaginario del poeta: Granada, Nueva York y La Habana; enlazadas por el director del Coro de Cámara con sus resueltas habilidades comunicativas y didácticas.

El poema ‘Reyerta’ que da nombre al programa, sirvió de arranque entre proyecciones rojo sangre, como corresponde  a una ‘cruz de navajas’ con el resultado de apuñalamiento letal, el de Juan Antonio ‘el de Montilla’ como contaba la prensa. Un comienzo dramático y luctuoso donde el toque sureño lo aportaba José Cortés 'Pirata', bilingüe ‘tocaor’ cuando se apoye en la pedalera de efectos rock.

Imágenes del concierto en un escenario inigualable. Fotos: JTG

A diferencia del concierto familiar, del que sonaron algunas partes (por ejemplo ‘Los reyes de la baraja’ y ‘El niño mudo’), Nicolás, Guillermo Egea al bajo y el baterista Carlos 'Cata’ no tienen por qué buscar ritmos más sencillos o condescendientes, y se pueden enrabietar por momentos con picos casi de Free (en ‘Vuelta  a la ciudad’ rozan el Spoken Word al modo hardcore de Henry Rollins), como bordar de lirismo las partes más emotivas; sucedió en esa preciosa ‘Canción Tonta’, que José Antonio recordaba oír niño en la voz de su madre, y que él leía a su hija, «y ahora, a mi nieta, se la canto».

El segundo acto estuvo dedicado a la ciudad de Nueva York, aquella que Federico frecuentó de noche en clubes como el Smalls Paradise

El aporte de cuerda suaviza con su untuoso sabor natural a madera y completa la pared sonora de fondo, mientras que la nómina de Morata, y me repito, agiganta el volumen de lo escuchado; en ocasiones subrayando lo cantado cuando no dialogando con la voz solista. En estas formas de armonizar coralmente poesía y canciones, uno recuerda los trabajos de los pioneros de tantas cosas: Aguaviva (anécdota: algunas canciones de Aguaviva tal vez se idearan en Torrenueva, donde los lugareños aseguran que pasaba temporada su mentor Manolo Díaz).

De García, con la chaqueta roja de las grandes ocasiones (luego cambiaría el atuendo por otro más tropical), por más que sea  conocida su capacidad de maniobra, sorprende por la emoción que le imprime a los textos, y más cuando hasta flamenquea. La ‘Gacela del amor que no se deja ver’, ‘Romance de la luna luna’ y la ‘Baladilla de los tres ríos’ cerraron este primer capítulo.

Cantor en Nueva York

El segundo acto estuvo dedicado a la ciudad de Nueva York, aquella que Federico frecuentó de noche en clubes como el Smalls Paradise, donde vio «una masa de público danzante que era negra, mojada y grumosa, como una caja de huevas de caviar; una bailarina desnuda que se agitaba convulsamente, bajo una invisible lluvia de fuego…», describiendo el ambiente del jazz más físico del Harlem que visitó. Sin embargo no hay Jazz en el programa, y eso que se le atribuye a Lorca haber dicho que «las únicas cosas que Estados Unidos ha dado al mundo son los rascacielos, el Jazz y los cocktails». Sí en cambio, hubo surrealismo (traducido al oído en psicodelia) y un acercamiento más folk cabaretero con el siempre simpático ukelele mandando para ‘Murió al amanecer’, también soplada en la armónica por García.

Son de la loma Alhambreña

«Si me pierdo que me busquen en Andalucía o en Cuba», dijo el poeta, así que para allá que se fueron camino de Santiago «en un ‘autobús’ de aguas negras». ¡Y en compañía del ‘coro de ranas del conservatorio de la Alhambra’ que amenizaba a los que estábamos al fondo de las gradas!

Aquí, como en un viaje de ida y vuelta, ‘aflamencaron’ el Son, sobre todo para ‘La pena negra’, en sus dos partes, dando alas al ‘Pirata’ con un José Antonio  por colombianas que sabían a ondulantes habaneras. Y como no podía ser de otra manera (perdón por la frase hecha), aquellos meses en La Perla del Caribe, en los que, como contaba Nicolás Guillén, «le gustaba irse en las noches a las “fritas” (puesto de comida callejera), a los cafetines de Marianao (barrio playero del extrarradio), donde se hizo amigo de treseros y bongoseros», no podía faltar ‘Son de negros en Cuba, al modo que compusiera  Jesús Arias y que fuera sintonía del espacio radiofónico ‘El manisero’. Animoso Rockson que prescinde (ay) de la clave, marcapasos de todo lo cubano, para finalizar entre la alegría que ya sintetizara Matamoros en su estribillo: «el son es lo más sublime para el alma divertir», y el cuerpo también. (Anécdota 2: en versión maqueta esa pieza fue canción de la semana en una emisora habanera).   

Fue un ‘Son de la loma’ de la Alhambra y nunca mejor dicho, epilogado con una invitación a seguir de cerca su fascículo familiar, y con el celebérrimo  ‘Zorongo gitano’ como punto y final, que, casualmente sonaba también a la misma hora en Madrid en la gala de los Premios de la Academia de la Música cantado delicadamente por Amaia y Silvia Pérez Cruz.

‘Reyerta’ completaría el póker de ases de ‘musicales poéticos’ granadinos, al lado de ‘Camelamos Naquerar’, ‘Macama Jonda’ y ‘La Invasión de los Bárbaros del Sur’. Felicidades ‘duelistas’. Felicidades poeta.