Francisco Villar: “Cualquier cosa que hagamos para aliviar el dolor, devolver la esperanza, reforzar los lazos o reducir la capacidad de autodaño, es prevención del suicidio”

Francisco Villar ha escrito varios libros que abordan los grandes desafíos de la infancia y la adolescencia, como Morir antes del suicidio, Sin pantallas mejor, Cómo las pantallas devoran a nuestros hijos o Conociendo mis emociones, siento y pienso mejor o Con buenos amigos, siento y pienso mejor. Pero más allá de sus publicaciones, es su mirada integral la que interpela: la salud mental no se construye en soledad, ni en casa ni en consulta, sino en comunidad.
El suicidio infantojuvenil: una herida social que requiere compromiso
Francisco Villar nos cuenta que hace más de una década recibió el encargo de abordar de forma monográfica la conducta suicida en niños y adolescentes. Su primera reacción fue el rechazo. “Recuerdo que aquella noche me fui a casa con una sensación de vergüenza por querer esquivar ese dolor. Y al día siguiente, fui al hospital y acepté”.
Esa decisión marcaría su vida profesional. Desde entonces ha acompañado a cientos y cientos de familias y jóvenes. De esa experiencia nace su libro Morir antes del suicidio, una obra que recoge lo que a él mismo le habría gustado saber antes de enfrentarse a esta problemática. “Es una guía para entender lo que hay detrás de una conducta suicida: el dolor, la desesperanza, la pérdida de vínculos, la sensación de no tener salida… pero también las herramientas que pueden devolver la esperanza”. Francisco Villar , refleja con fuerza el enfoque del libro hacia la vida y la prevención: "Este no es un libro sobre la muerte, de esa no sé nada. Este es un libro sobre la vida, y de ella sé algunas cosas, al menos todas las que me han explicado quienes han querido abandonarla de forma prematura». Estas líneas capturan su propósito: no hablar del suicidio en sí, sino de la vida que late detrás de cada decisión trágica. El libro busca acercar claves útiles para prevenir conductas suicidas en adolescentes, convirtiendo el dolor en una oportunidad de ayuda y reflexión compartida.
“El suicidio es una historia de dolor, de desesperanza, de falta de vínculos y de capacidad de suicidio”, explica. “Cualquier cosa que hagamos para aliviar ese dolor, devolver la esperanza, reforzar los lazos o reducir la capacidad de autodaño, es prevención del suicidio”
“El suicidio es una historia de dolor, de desesperanza, de falta de vínculos y de capacidad de suicidio”, explica. “Cualquier cosa que hagamos para aliviar ese dolor, devolver la esperanza, reforzar los lazos o reducir la capacidad de autodaño, es prevención del suicidio”.
Este enfoque integral resalta una idea clave: el papel de los adultos como figuras vinculantes, como modelos que inspiran, sostienen y acompañan. “Cuando un chico siente que alguien lo espera, que alguien cuenta con él, que hay un motivo por el cual seguir, eso puede marcar la diferencia”.
“Educar es fácil, pero cansadísimo”: la comunidad como sostén
Pero Francisco Villar no solo trabaja desde el enfoque clínico. Su visión educativa es igual de contundente: con nuestros hechos, hemos aislado a las familias y debilitado a la comunidad, lo que deja a los niños sin referencias adultas sólidas fuera de casa.
“El suicidio es una historia de dolor, de desesperanza, de falta de vínculos y de capacidad de suicidio”, explica. “Cualquier cosa que hagamos para aliviar ese dolor, devolver la esperanza, reforzar los lazos o reducir la capacidad de autodaño, es prevención del suicidio”
“La crianza hoy en día es una tarea solitaria. Nos han convencido de que nadie más puede intervenir en la educación de nuestros hijos. Pero si dejamos de confiar en otros adultos, también les robamos a nuestros hijos el derecho de ser sostenidos por una red”, explica.
Comparte una anécdota muy ilustrativa: “Una señora en el mercado me pidió permiso para reñir a uno de mis hijos. Le dije: ‘Por favor, señora, ayúdeme’. Porque cuando dos adultos se alían, la cosa mejora. Pero lo más grave es que esa señora sintiera que necesitaba mi permiso. Como si los hijos fueran propiedad privada”.
Esa escena simboliza el colapso del sentido de comunidad. Para Francisco Villar, la solución no está solo en políticas públicas o recursos sanitarios, sino en recuperar la corresponsabilidad educativa, donde padres, docentes, vecinos y entrenadores colaboren en lugar de competir o sospechar unos de otros.
Referencias múltiples, no exclusivas
Francisco Villar apunta también al conflicto que sienten algunos padres cuando su hijo muestra más admiración por otro adulto que por ellos. “Pero tu hijo no es tuyo”, dice sin rodeos. “Es una vida que acompañas. Y si encuentra inspiración en otro, eso puede ser bueno, si ese otro comparte los valores del acompañamiento, del respeto y del cuidado”.
Esto tiene una implicación profunda: los niños necesitan más de un adulto de referencia. El problema surge cuando dejamos que esa tarea recaiga únicamente sobre una persona, o cuando convertimos la autoridad en algo individual e intransferible. “La escuela, el club, el barrio… todos deberían ser parte de esa red”
Esto tiene una implicación profunda: los niños necesitan más de un adulto de referencia. El problema surge cuando dejamos que esa tarea recaiga únicamente sobre una persona, o cuando convertimos la autoridad en algo individual e intransferible. “La escuela, el club, el barrio… todos deberían ser parte de esa red”, insiste.
La comunidad también salva vidas
El suicidio juvenil no es un fenómeno aislado de la cultura individualista. Está profundamente conectado con la falta de vínculos significativos. Francisco Villar lo resume así: “Si alguien tiene dolor, pero cree que ese dolor terminará pronto, aguanta. Pero si además de dolor hay desesperanza, y siente que no hay nadie al otro lado, aparece el riesgo real”.
Por eso propone volver a lo básico: crear entornos donde los adolescentes se sientan vistos, valorados y necesarios. Donde un profesor pueda ser un ancla, donde una madre no se sienta sola, donde un entrenador entienda que también tiene un rol preventivo.
Y en todo esto, el mensaje final no es solo de alarma, sino de esperanza: “Lo más impresionante es ver cuántos chicos salen adelante. Cuántos me han demostrado que se puede. Y ese mensaje vale más que cualquier teoría”
Y en todo esto, el mensaje final no es solo de alarma, sino de esperanza: “Lo más impresionante es ver cuántos chicos salen adelante. Cuántos me han demostrado que se puede. Y ese mensaje vale más que cualquier teoría”.
El suicidio infantojuvenil: una herida social que requiere compromiso
Educar y acompañar no es una tarea individual, es una responsabilidad comunitaria. Educar, sostener, acompañar: una tarea demasiado grande para hacerla en soledad.
El mensaje de Francisco Villar es claro y urgente: necesitamos recuperar la comunidad como espacio educativo y protector. No se trata solo de prevenir el suicidio, sino de construir una cultura del cuidado, donde todos los adultos asuman el compromiso de acompañar, intervenir, cuidar, reñir, amar
El mensaje de Francisco Villar es claro y urgente: necesitamos recuperar la comunidad como espacio educativo y protector. No se trata solo de prevenir el suicidio, sino de construir una cultura del cuidado, donde todos los adultos asuman el compromiso de acompañar, intervenir, cuidar, reñir, amar.
Como él mismo dice: “Cuando los chicos ven que los adultos se ayudan entre ellos, sienten calma. Ver colaboración, ayuda a la colaboración frente a la competitividad. Porque saben que hay alguien allí. Y eso es lo que los ata a la vida”.
Aspectos clave de la conversación:
1.- Origen del compromiso con la prevención del suicidio
- En 2013 le proponen abordar de forma monográfica la conducta suicida en menores. Su primera reacción es el rechazo. Luego, tras reflexionar, lo asume como una responsabilidad ética y profesional. Deja la práctica privada y reorganiza su vida laboral para dedicarse por completo a este ámbito.
- El libro “Morir antes del suicidio” nace como una recopilación de todo aquello que le hubiese gustado saber antes de iniciar este camino.
2.- El suicidio como historia de dolor, desesperanza, desvinculación y capacidad
Francisco Villar resume el suicidio con cuatro elementos fundamentales:
- Dolor: un sufrimiento profundo y constante.
- Desesperanza: percepción de que ese dolor no acabará nunca.
- Falta de vínculos: no sentir que uno es valioso para nadie.
- Capacidad de suicidio: que el deseo se vuelva ejecutable.
Prevención = Reducir dolor, generar esperanza, fortalecer vínculos, y dificultar la capacidad suicida.
3.- El poder del vínculo
- El vínculo afectivo es uno de los factores protectores más potentes en cualquier contexto.
- Aunque los adolescentes estén rodeados de afecto (especialmente familiar), pueden no sentirlo o interpretarlo como carga.
- Muchos adolescentes llegan a creer que su muerte sería una “solución” para su familia.
“Lo que me ata a la vida” es una frase clave en su trabajo clínico.
4.- Sobre las autolesiones y la habituación al daño
- Las autolesiones no siempre implican intento de suicidio, pero son un riesgo porque:
- Normalizan el dolor físico.
- Acostumbran al cerebro a la idea del daño.
- A veces van acompañadas de fantasías suicidas que bajan la barrera del miedo.
5.- La esperanza se puede construir
- No todos los adolescentes están desesperanzados por igual:
- Algunos no ven alternativas: ahí la literatura, la narrativa y el arte pueden ayudar a abrir caminos.
- Otros saben qué hacer pero no se sienten capaces: aquí se trabaja la autoeficacia, la autoimagen, la tolerancia a la frustración.
Francisco Villar menciona libros como La fuerza de uno, que muestran caminos de superación desde la narrativa.
6.- El papel de la adolescencia
- No se puede exigir sentido de la vida a un adolescente como a un adulto.
- La adolescencia es el momento de construir ese sentido, no de tenerlo ya dado.
- Muchos adolescentes sufren por la presión del rendimiento, de la felicidad, de no “fallar” a expectativas externas.
7.- El entorno familiar como primer factor protector
- Su modelo de intervención es familiar: no trabaja con el adolescente aislado, sino con toda la familia.
- Facilita el diálogo, permite a los padres escuchar, entender y también transformar su manera de acercarse a sus hijos.
8.- Entorno educativo y comunitario
Francisco Villar deja abiertas dos líneas de trabajo:
A. El sistema educativo:
- Puede generar dolor y desesperanza a través de la presión, la exclusión o la falta de acompañamiento emocional.
- También puede ser fuente de vínculos, apoyo e incluso despertar vocaciones (proyectos de sentido).
- Francisco Villar nos deja una invitación urgente y honesta: recuperar el sentido de comunidad, involucrarnos en la educación de los hijos de otros, asumir juntos la tarea de formar personas capaces de vivir en sociedad. “Porque educar cansa. Pero cuando se hace entre todos, se vuelve más posible… y más humano”
B. La comunidad:
- A menudo no está preparada para dar respuestas a estas realidades.
- Existe una cultura de la competitividad, del “tú puedes solo”, del rendimiento extremo, que erosiona la salud mental.
- Necesitamos una comunidad que sostenga, que dé sentido, que incluya y que no castigue el fracaso o la tristeza.
9.- Una ética del compromiso y la vida
- El trabajo de Francisco Villar es, más que clínico, humanista y profundamente ético.
- Se basa en el compromiso con el dolor ajeno, con transformar el sufrimiento individual en prevención para otros.
- Su objetivo final es mostrar que del suicidio también se sale. Y que la vida, aunque duela, vale la pena ser vivida.
Frases para reflexionar de Francisco Villar:
- “El suicidio es una historia de dolor, desesperanza, desvinculación y capacidad”
- “Jamás nadie va a estar mejor sin ellos que con ellos”
- “No estoy aquí para que aceptes vivir así, sino para ayudarte a vivir de otra manera”
- “El sentido de la vida no se busca, se crea”
- “Educar es fácil, pero es cansadísimo”
- “Hoy en día, hay miedo a intervenir. Si ves a un niño haciendo algo inadecuado, lo piensas dos veces antes de corregirlo, porque no sabes cómo reaccionará su familia”
- “Cuando los niños ven que los adultos se ayudan entre sí, sienten calma, seguridad. Saben que hay alguien ahí para ellos”
- “Si tú eres el único que puede reñir a tu hijo, ¿qué pasa cuando no estás? ¿Qué pasa cuando está en el colegio o con otros adultos? ¿No debería ese otro adulto tener tu confianza para corregir, orientar, educar?”
- “Llegamos al colegio y preguntamos al niño si fue feliz, si lo pasó bien, en lugar de hablar con el maestro y preguntar cómo se comportó, si fue respetuoso, si aprendió a convivir”
- “Tu hijo no es tuyo. Es una vida que acompañas. Y si ve en otro adulto algo que le inspira, eso puede ser bueno para él. Lo importante es que todos los referentes rememos en la misma dirección”.“Nos han engañado con un mensaje muy potente: que los hijos son solo responsabilidad de sus padres”.
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