'Acoso'
Menos mal que han venido unos señores a decirnos que existe el acoso sexual. Las mujeres nunca lo habían sospechado. Tal revuelo se armó hace unos días porque en la fiesta que siguió a la gala de la entrega de los Premios Feroz un hombre había acosado a otros hombres, que se han puesto enseguida manos a la obra para detener al presunto autor de los hechos y elaborar protocolos antiacoso para prevenir hechos similares en otros eventos. ¡Qué diligencia! Nadie ha puesto en duda el testimonio de las víctimas y, con toda celeridad, el caso se resolvió en cuestión de horas ¡Qué envidia!
En España, muchas actrices se sumaron a esta iniciativa, pero a nadie se le ocurrió entonces elaborar protocolos para empezar a poner coto a estas situaciones
En 2017 un movimiento mundial de mujeres denunció con el hastag #MeToo o #YoTambién (en español) la cantidad de abusos, acosos y agresiones sexuales sufridas en la música, el teatro, el deporte, la televisión o la política. En España, muchas actrices se sumaron a esta iniciativa, pero a nadie se le ocurrió entonces elaborar protocolos para empezar a poner coto a estas situaciones. Han tenido que llegar dos señores para decir lo que las mujeres ya saben desde que son niñas.
En cada centro educativo, universidad, medio de comunicación, empresa de cualquier actividad, bar de copas, fiesta local, discoteca, concierto o cine el acosador está al acecho
No es necesario ser una estrella del cine, una cantante de éxito o una deportista de élite. En cada centro educativo, universidad, medio de comunicación, empresa de cualquier actividad, bar de copas, fiesta local, discoteca, concierto o cine el acosador está al acecho. De pequeñas, se aprende en los colegios a ceñirse la falda con las manos a las piernas para que los estudiantes no practiquen el ‘divertido’ deporte de ir levantando las faldas o vestidos a sus compañeras También se busca con ahínco la pared para subir las escaleras porque otra de las actividades más ‘graciosas’ es mirar hacia arriba desde el piso inferior. ¡Son cosas de niños! Han dicho siempre desde la dirección de los centros o las propias familias de los que se van riendo, a mandíbula batiente, de la indignación de las alumnas al comprobar que nadie hace nada.
Aún así, no era extraño sentir el aliento y la respiración de cualquier hombre en el cogote y algún que otro apéndice demasiado contento si la masificación del transporte no permitía llegar hasta la pared del vehículo. El asco era infinito.
Conforme se va creciendo, las agresiones van subiendo de nivel. Mi madre siempre me advertía, cuando iba al cine con mis amigas, que contáramos los asientos y buscásemos las butacas necesarias para ocupar el extremo de los laterales y coincidir, la última de nosotras, al lado de una mujer. A los hombres, entre escena y escena, se les iban las manos. El transporte público entrañaba serios peligros, especialmente en hora punta. La carpeta bien pegada al pecho y la espalda contra la pared del autobús o del metro. Aún así, no era extraño sentir el aliento y la respiración de cualquier hombre en el cogote y algún que otro apéndice demasiado contento si la masificación del transporte no permitía llegar hasta la pared del vehículo. El asco era infinito.
Los lugares de ocio como bares o discotecas añadían más riesgos
Los lugares de ocio como bares o discotecas añadían más riesgos. La excusa del alcohol era perfecta y la fiesta con las amigas y amigos podía aguarse si el pelma de turno no aceptaba un no por respuesta. Faltaban metros de barra para intentar alejarse, cada vez más, del acosador que pretendía acortar las distancias a mayor velocidad de lo que el antro en cuestión permitía.
Como por arte de magia, el acosador o agresor pasará a ser la víctima y la agredida una mujer sin escrúpulos que no duda en arruinarle la vida a un modélico padre de familia por querer escalar puestos sin estar preparada
Y así se llega al mundo laboral. Todo un reto. La zancadilla al compañero que se dedica a levantar faldas ya no es una opción. Pisar con todas las fuerzas que el cuerpo pueda darte el pie del baboso del autobús, tampoco parece una solución plausible. Gritar y montar un pollo como en el cine, no arregla nada. Pedir ayuda a tus amigos y amigas como lo harías en el bar, queda descartado. Porque, en el mundo laboral las mujeres se juegan su futuro profesional y perder el empleo es lo que ocurre cuando se denuncia una situación de acoso sexual. Ellos saben perfectamente a por quién ir, a quién intimidar, con qué amenazar y, cuando se está en el estrato más bajo, hay pocas opciones. La primera, aguantar a ver si pasa el chaparrón, la segunda dar un portazo y dejar el empleo y, la tercera, denunciar a sabiendas de que poco se puede hacer porque nadie te creerá. Como por arte de magia, el acosador o agresor pasará a ser la víctima y la agredida una mujer sin escrúpulos que no duda en arruinarle la vida a un modélico padre de familia por querer escalar puestos sin estar preparada. Y alrededor de la víctima, la agredida, se creará un inmenso vacío que se ocuparán de agrandar quienes, hasta ese momento, formaban parte de su círculo.
Dos señores han contado que fueron acosados y todo a su alrededor se ha movido para defenderlos. Nadie ha dudado de que dicen la verdad, han concedido entrevistas a varios medios de comunicación y las organizaciones de otros eventos se han apresurado a articular las medidas necesarias para que esto no vuelva a ocurrir. ¡Qué suerte tienen de ser varones!