La necesidad de la educación ambiental
No supone ninguna novedad observar cómo los desafíos ambientales continúan en su perfil global, exponencial y persistente, destacando dos por su gravedad y urgencia:
Desde el exterior, la crisis climática que, con la confirmación del año 2024 como el más cálido de los hasta ahora registrados, y la inesperada subida de 1,6ºC, nos sitúa ante un panorama sombrío en el que el entorno aparece más hostil e incierto.
En lo interior, con las decenas de productos que se acumulan en nuestros organismos (muchos de ellos disruptores hormonales), de los que ya comenzamos a conocer algunas consecuencias: el 15% de las parejas europeas tienen problemas de infertilidad y el cáncer su multiplica por tres entre la población no anciana.
Con todo, continuamos afirmando que aún estamos a tiempo.
"La educación ambiental es imprescindible. Desde pequeños, sí, pero alcanzando también a la población adulta que son hoy los que, con su actitud, pueden orientar sus hábitos de forma sostenible o irresponsable"
Para ello, los problemas ambientales deben abordarse desde diferentes instancias, destacando la educación ambiental que busca el compromiso de la sociedad y los ciudadanos en los tres siguientes niveles, ordenados por su grado de implicación:
A través de prácticas sencillas de ahorro y eficiencia, incluida la conservación de los recursos y el reciclaje (que, en ningún modo, debe constituir la única ni la mejor alternativa).
Con hábitos éticos y coherentes que conduzcan a un consumo responsable (incluyendo el comercio justo y las finanzas éticas), movilidad sostenible, alimentación saludable y ocio de bajo impacto.
Apoyando a las organizaciones de la sociedad civil que trabajan por un mundo mejor y formando parte de ellas compartiendo tiempo, dinero, vida…, con una causa en la que se cree y que necesita la colaboración de todos.
Para desarrollar estos niveles de conciencia, la educación ambiental es imprescindible. Desde pequeños, sí, pero alcanzando también a la población adulta que son hoy los que, con su actitud, pueden orientar sus hábitos de forma sostenible o irresponsable. Se necesitan buenos ejemplos y referentes sólidos.
Los valores ambientales llevados a la práctica fortalecen la sociedad civil haciéndola más consciente, sensible y crítica, lo que no solo ayudará a preservar el medio, sino a encontrar relaciones de justicia y equidad, sin las cuales ni la paz no el ambiente están asegurados. Aún estamos a tiempo, aunque no quede mucho, de encaminarnos hacia mejores escenarios a condición de que todos, en lo personal y lo comunitario, actuemos. Y junto a las medidas políticas, la educación ambiental debe continuar siendo un instrumento vivo y necesario.