El paraíso perdido de Rolando Levanto, el riquísimo genovés del XVII
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Por encima del Cercado Bajo de Cartuja y hasta el pago de Aynadamar, el comerciante de sedas, lanas y azúcar estableció su casa, el convento de San Antonio de Padua y el Mirador de Rolando
En la segunda mitad del siglo XVI aumentó notablemente el establecimiento de ciudadanos genoveses en Granada. A principios del XVII ya se contaba más de un centenar de familias
En la segunda mitad del siglo XVI aumentó notablemente el establecimiento de ciudadanos genoveses en Granada. A principios del XVII ya se contaba más de un centenar de familias. La mayoría llegaron como delegados enviados por sociedades mercantiles para negociar en una ciudad pujante y prometedora; eran transeúntes en buena parte, pero otros echaron raíces para siempre. E incluso emparentaron con familias españolas.
Vinieron para comerciar con seda, lana, azúcar y actuar como banqueros. Alquilaron casas, las compraron o construyeron edificios preferentemente en la parroquia de San Justo y Pastor. En la calle San Jerónimo dejaron muestra de sus construcciones en los edificios más señeros (Colegio Notarial, Colegio Mayor San Bartolomé).
El apellido genovés que se hizo más notorio, y rico, durante el primer tercio del siglo XVII fue el de los Levanto. Formado por los hermanos Horacio y Rolando Levanto. Entre los dos sumaban una fortuna que sobrepasaba el millón de ducados, suficiente como para construir dos veces y media la Abadía del Sacromonte
El apellido genovés que se hizo más notorio, y rico, durante el primer tercio del siglo XVII fue el de los Levanto. Formado por los hermanos Horacio y Rolando Levanto. Entre los dos sumaban una fortuna que sobrepasaba el millón de ducados, suficiente como para construir dos veces y media la Abadía del Sacromonte (alzada por esas fechas con 435.000 ducados). Horacio era soltero y alternaba sus estancias entre Granada y Sevilla, donde también armaba galeones para las Indias; Rolando se casó con otra genovesa, María Vivaldo, con la que tuvo nueve hijos. Éste es el protagonista de nuestra historia a partir de ahora por su constante presencia en la sociedad granadina en el siglo XVII y la gran influencia que tuvo en la ciudad y su urbanismo.
No se conoce la fecha de nacimiento de Rolando Levanto, pero sí que fue en Génova en el último tercio del XVI. Era hijo de Vicencio Levanto y Magdalena Franquis. Muy joven ya se le relaciona con la exportación de seda granadina hacia Italia; vivía por aquellos primeros años de su llegada en las inmediaciones del convento de San Agustín, donde costeó la capilla mayor de su iglesia. Su afán −como otros muchos advenedizos− era conseguir la nacionalidad española y honores hidalgos; Granada empezaba a acumular una alta nobleza ociosa que repudiaba cualquier tipo de trabajo productivo. Los genoveses eran el contrapunto en cuanto a laboriosidad y emprendimiento.
Rolando ascendió como la espuma en la escala social granadina debido a su fortuna. Construyó casas en el centro y se hizo con los restos del Palacio del Gallo o de San Miguel
Rolando ascendió como la espuma en la escala social granadina debido a su fortuna. Construyó casas en el centro y se hizo con los restos del Palacio del Gallo o de San Miguel; lo reconstruyó, pero no parece que viviera mucho tiempo en él ya que lo alquiló pronto la casa nobiliaria del Marqués Águila Fuente (Pedro Luis de Zúñiga y Enríquez, capitán general de Granada). Con el transcurrir del tiempo también sería residencia del arzobispo Ascargorta (aquí fallecido en 1719) y más tarde Casa de la Lona.
Su engrosada fortuna le permitieron pronto comprar a la Corona de Felipe IV las jurisdicciones de las villas de Cúllar, Otura, Gabia y Marchal
Su engrosada fortuna con sus lavaderos de lana en Huéscar, sus ganaderías en Benamaurel, su ingenio azucarero de Motril, etc. le permitieron pronto comprar a la Corona de Felipe IV las jurisdicciones de las villas de Cúllar, Otura, Gabia y Marchal. También accedió a hacerse cargo de la recaudación del servicio de millones de Baza y su comarca. Para ser recaudador de impuestos reales había que poseer unas finanzas muy considerables. Así mismo, también compró la escribanía de millones de Granada capital, donde colocó a funcionarios a su sueldo.
Todo su empeño era conseguir la nacionalidad española y poder así acceder a un hábito de orden militar, a la veinticuatría de la ciudad e insertarse en la nobleza por servicios al rey
Todo su empeño era conseguir la nacionalidad española y poder así acceder a un hábito de orden militar, a la veinticuatría de la ciudad e insertarse en la nobleza por servicios al rey. Por fin, en 1637, las Cortes le concedieron la naturalización como español; esto le permitió comprar por 11.000 ducados los hábitos de las órdenes de Calatrava y Alcántara para sus hijos mayores, Juan Carlos y Vicencio. Se había acercado a la monarquía mediante la aportación de una compañía de infantería de cien soldados para combatir en el Reino de Murcia. En agradecimiento a Felipe IV por sus favores, Rolando le regaló el mejor caballo que había en Granada, valorado en 1.000 ducados.
Villa renacentista en Granada
El burgués de origen genovés centró su empeño en construir una villa al estilo italiano renacentista, como las que abundaban en el cinquecento italiano, sobre todo a las afueras de Roma, Florencia y Génova. Puso su mirada en unos extensos terrenos que había situados extramuros de la Cerca de Don Gonzalo; compró todos los olivares, viñedos y zonas baldías por encima del barrio de San Ildefonso hasta el límite Noroeste con los terrenos de cartujos y jesuitas; por el norte lindaba con los terrenos del pago de Fajalauza, donde había una pequeña colonia de artesanos del barro. Allí tenía como vecinos a otros italianos, los Tallacarne.
Adquirió más derechos de aguas de las que tenía de la acequia Aynadamar desde tiempo inmemorial para conformar el vergel que buscaba
Adquirió más derechos de aguas de las que tenía de la acequia Aynadamar desde tiempo inmemorial para conformar el vergel que buscaba. Iba a combinar en estos amplios terrenos en ladera el cultivo de huerta y productivos con zonas ajardinadas para el recreo.
Empezó por construir su residencia pegada a la muralla, por la parte exterior y justo lindando con los alfares que ya estaban en funcionamiento. En 1630 obtuvo autorización del arzobispo Ambrosio Spínola (genovés como él) para empezar la construcción de una iglesia y convento. Pero por aquel año ya se consideraba que Granada estaba saturada de órdenes religiosas, había demasiados clérigos mendigando y pidiendo ayuda para sus fundaciones. A pesar de todo, los Levanto empezaron a levantar su complejo monástico pegado a su casa. Deseaban ser patronos de una orden religiosa, tener sus habitaciones pegadas a la nave de la iglesia desde la que asistir a misa y construir su panteón funerario en el centro de la capilla mayor.
Con las obras avanzadas, Rolando estuvo negociando con autoridades religiosas y la Chancillería para conseguir una orden que aceptara su ofrecimiento
Con las obras avanzadas, Rolando estuvo negociando con autoridades religiosas y la Chancillería para conseguir una orden que aceptara su ofrecimiento. En 1633 llegó la oferta a los franciscanos descalzos; estos habían conseguido abrir casa en Huéscar, Loja y Puebla de Don Fadrique, pero no les dejaban en la capital, donde ya había otras ramas de franciscanos llegados con los Reyes Católicos. En principio, el oratorio que estaba levantando Rolando daba para ubicar una comunidad de 12 frailes franciscanos. Obtuvo los correspondientes permisos, con la condición de que se les asegurase la autofinanciación con el patronazgo de los Levanto y el producto de sus huertas. Se consideró que era necesaria su presencia en el barrio pobre de San Luis, devastado por la riada de 1629 (28 de agosto, que derrumbó un tramo de muralla junto a la ermita de San Miguel).
La licencia municipal para abrir el monasterio franciscano junto a la casa de los Levanto la obtuvieron en agosto de 1633. Las obras continuaron a marchas forzadas para acoger a los religiosos. No sin pocos problemas e impedimentos. Por fin, en junio de 1636 tomaban posesión de aquel convento los primeros 20 frailes franciscanos descalzos o alcantarinos (de la rama de San Pedro de Alcántara). Se les encomendó la ayuda del vecindario de las parroquias San Luis, San Cristóbal y San Bartolomé, además de la alquería de El Fargue.
Los patronos Levanto calculaban que la construcción del convento de San Antonio de Padua y San Diego, como lo bautizaron, les supuso un gasto superior a 100.000 ducados de su bolsa; además, cada año deberían aportar otros 4.000 para la manutención y ampliación de instalaciones
Los patronos Levanto calculaban que la construcción del convento de San Antonio de Padua y San Diego, como lo bautizaron, les supuso un gasto superior a 100.000 ducados de su bolsa; además, cada año deberían aportar otros 4.000 para la manutención y ampliación de instalaciones. El complejo monacal estaba formado por una iglesia de tamaño mediano, de nave central y cuatro capillas a cada lado; tenía un gran atrio de acceso mirando al camino que bajaba desde el Manflor hasta el Hospital Real (que pronto fue bautizado como Cuesta de San Antonio). Al lado de la iglesia se dispusieron un claustro pequeño, las celdas de los frailes y el colegio de novicios. Al otro extremo de la parte religiosa estuvo situada la vivienda de los Levanto, en íntima comunicación con los frailes.
Al convento de San Antonio de Padua se le llegó a llamar el “pequeño Escorial” por el gran número y alta calidad de su patrimonio artístico
Los Levanto decidieron volcarse con aquella fundación contratando a los mejores pintores, tallistas y escultores del barroco granadino. Su intención era adornar sus estancias y la iglesia con lo mejor del arte del momento. Al convento de San Antonio de Padua se le llegó a llamar el “pequeño Escorial” por el gran número y alta calidad de su patrimonio artístico. En este convento trabajaron Bocanegra, los Rojas, Alonso Cano y todo el que era alguien con nombre en los ambientes artesanos de la Granada barroca.
Era una balconada excepcional sobre el Campo del Triunfo, lugar tradicional de recreo, romerías, rezos y paseos en el siglo XVII. Allí celebraron los ricos Levanto sonados festejos para la aristocracia granadina
Paralelamente a la construcción del Convento de San Antonio de Padua, Rolando decidió levantan un palacio-mirador y unos jardines a la italiana, en la parte baja de la finca. Eligió una especie de espolón que se enseñoreaba justo por encima de las últimas casas de la Acera de San Ildefonso o calle Real de Cartuja. Es el sitio que desde entonces se ha venido llamando Mirador de Rolando o de Orlando. Se trató de un palacete de dos plantas, no habilitado como vivienda, sólo para fiestas, recepciones y agasajos. Era una balconada excepcional sobre el Campo del Triunfo, lugar tradicional de recreo, romerías, rezos y paseos en el siglo XVII. Allí celebraron los ricos Levanto sonados festejos para la aristocracia granadina.
Ella fue la que en 1656 encargó a Alonso Cano las pinturas para decorar el retablo de la iglesia; y varias obras más a José de Mora, especialmente las tallas de San Antonio de Padua y varios santos de la orden franciscana descalza
Pero Rolando Levanto no pudo disfrutar muchos años del esplendor que estaban tomando su monasterio y su Mirador. Falleció en Motril el 7 de abril de 1639, antes de cumplir la edad de sesenta y cinco años. Su cuerpo fue traído a enterrar en una cripta que había bajo el altar mayor de la iglesia. Fue su viuda, María Vivaldo, la que se encargó de continuar el engrandecimiento del Convento de San Antonio de Padua; Doña María era mucho más joven que Rolando, le sobrevivió más de cuarenta años. Ella fue la que en 1656 encargó a Alonso Cano las pinturas para decorar el retablo de la iglesia; y varias obras más a José de Mora, especialmente las tallas de San Antonio de Padua y varios santos de la orden franciscana descalza. También consiguió permiso y costeó la vía sacra o vía crucis entre el Triunfo y su convento de San Antonio; las estaciones estuvieron esculpidas en grandes bloques de piedra, de los que sólo se conserva uno adosado en una casa de la Cuesta de San Antonio. María Vivaldo tuvo un papel muy importante en las ceremonias de desagravio a la Inmaculada Concepción de 1640.
Quizás se debiera a que nada más morir el patriarca Rolando Levanto, la Corona embargó todos sus bienes debido a problemas detectados en los contratos de recaudación de impuestos
La familia Levanto emparentó con los mejores apellidos de la burguesía genovesa; también de los castellanos. Durante los siglos XVII y XVIII dieron grandes empresarios, cargos de la alta jerarquía eclesiástica y la administración del Reino. Emparentaron con la nobleza, pero no consiguieron título nobiliario propio para su apellido. Quizás se debiera a que nada más morir el patriarca Rolando Levanto, la Corona embargó todos sus bienes debido a problemas detectados en los contratos de recaudación de impuestos. No conocemos el final del asunto, pero el cronista Henríquez de Jorquera refirió en sus Anales que la familia cayó en la pobreza a partir de la incautación de sus bienes. Pero no debió acabar muy mal del todo porque María Vivaldo continuó dotando al Convento de San Antonio contratando adornos para sus capillas en las décadas siguientes.
Nos ha quedado un magnífico dibujo de finales del siglo XVIII en el que se ven sentados en el Mirador a los principales personajes de la vida política y religiosa granadina del momento
El destrozo empezó por los franceses
En el siglo XVIII empezaron las segregaciones de la inmensa finca. El Mirador de Rolando pasó por distintas manos, que lo continuaron utilizando como finca de recreo. Pero a su alrededor fueron añadiendo construcciones complementarias para hacerlo quintería de labor. Especialmente zona de olivar, algún viñedo y huertas. El pago tenía agua procedente de un ramal de la Acequia Aynadamar y también de una mina (que en la actualidad sigue activa).
Nos ha quedado un magnífico dibujo de finales del siglo XVIII en el que se ven sentados en el Mirador a los principales personajes de la vida política y religiosa granadina del momento. Así es que debía continuar con la función original con que lo construyó Rolando Levanto en el primer tercio del siglo anterior.
El convento de San Antonio de Padua continuó engrandeciéndose cuando fue segregado de la finca matriz de los Levanto, aunque ya con el patronazgo ampliado a infinidad de fieles protectores granadinos. En el siglo XVIII llegó a concentrar a más de un centenar de frailes, era de los monasterios más numerosos y afamados (en el censo de 1768 tenía 93, el que más de Granada). La comunidad religiosa de San Antonio de Padua alargó las instalaciones de su noviciado.
Exclaustraron a los frailes, saquearon todas las obras de valor que les gustaron y vendieron las huertas. Empezó una vorágine de arranque de puertas, vigas, rejas y tejas por parte de sucesivos propietarios y arrendadores
La vida plácida de los monjes alcantarinos se quebró bruscamente en la primavera de 1810 con la ocupación de Granada por los franceses. Exclaustraron a los frailes, saquearon todas las obras de valor que les gustaron y vendieron las huertas. Empezó una vorágine de arranque de puertas, vigas, rejas y tejas por parte de sucesivos propietarios y arrendadores. El convento quedó semidestrozado en sólo dos años. Los franciscanos lo recompusieron hasta su definitiva expulsión en 1835. A partir de esa fecha, las instalaciones fueron repartidas en habitaciones de alquiler, talleres y cuadras. Era una época anticlerical empeñada en arrancar todo símbolo que se asociara a religión.
Varios miembros de la Cuerda Granadina (Pedro Antonio de Alarcón, Pablo Jiménez y Salvador de Salvador), en una excursión a las ruinas del Convento de San Antonio de Padua en 1851-2, hallaron una inscripción en la puerta del claustro que decía:
Incluso los literatos románticos granadinos sostenían que en realidad el Don Juan Tenorio de José Zorrilla está ubicado en este Convento y no en Sevilla, ya que su autor se había inspirado en un asunto parecido que ocurrió pocos años antes de visitar Granada por primera vez
“Sean diez, sean veinte, sean ciento,
mil, un millón, millares de millares,
más que las hojas que remueve el viento
y las arenas que ciñen tantos mares;
sean, en fin, sin número ni cuento
las veces que has pecado o que pecares,
que el punto que al Señor vuelvas
abiertas hallarás de su amor las dulces puertas”
(Año de 1785)
Incluso los literatos románticos granadinos sostenían que en realidad el Don Juan Tenorio de José Zorrilla está ubicado en este Convento y no en Sevilla, ya que su autor se había inspirado en un asunto parecido que ocurrió pocos años antes de visitar Granada por primera vez, entre el 5 y 28 de mayo de 1845.
La parte del arte que no fue rapiñado por los franceses lo fue por los granadinos
La parte del arte que no fue rapiñado por los franceses lo fue por los granadinos. A mediados del siglo XIX, cuando la Comisión de Monumentos empezó a acopiar obras para un futuro museo en el claustro de los Dominicos (Santa Cruz la Real), allí fueron a parar algunos cuadros a imágenes. Los que sobrevivieron se conservan en el actual Museo de Bellas Artes de la Alhambra; la imagen de San Antonio de Padua fue a parar a la Basílica de las Angustias.
La parte más numerosa de pinturas y esculturas del Convento de San Antonio de Padua recaló entre 1863 y 1865 en el monasterio de Santa Isabel la Real
La parte más numerosa de pinturas y esculturas del Convento de San Antonio de Padua recaló entre 1863 y 1865 en el monasterio de Santa Isabel la Real. En esta institución del Albayzín están las siguientes obras: dos estatuas en madera de San Pascual Bailón y dos de San Pedro de Alcántara; una colección de retratos de dieciséis santos y santas franciscanos; una imagen de Santo Domingo de Guzmán; una pintura del Señor de las Calzas; una Virgen de las Angustias; una Purísima concepción de casi un metro de alta; un cuadro de la Adoración de los Reyes; un Señor de Jerusalén; una Niña María y un Niño Jesús en sus urnas; además, hay otras siete imágenes de diversos santos que estuvieron repartidos por las capillas del convento de San Antonio de Padua.
En cuanto a lo que fue residencia de los Levanto, iglesia, claustro, convento y noviciado nada queda en la actualidad. Sólo los cimientos de una prospección arqueológica junto al paseo de la muralla, ya de principios del siglo XXI
En cuanto a lo que fue residencia de los Levanto, iglesia, claustro, convento y noviciado nada queda en la actualidad. Sólo los cimientos de una prospección arqueológica junto al paseo de la muralla, ya de principios del siglo XXI. Quedan los huecos horadados en la muralla en forma de puerta y ventanas que abrieron los frailes para comunicarse con la parte interior del Albayzín. El resto de la planta del complejo fue removida a partir de finales de los años setenta en que empezó la construcción de la fila de casas adosadas de los Cármenes de la Alberzana, una franja con fachada al Camino de San Antonio y la parte trasera al paseo que hay junto a la Cerca de Don Gonzalo.
En cuanto a la inmensa parcela entre el Camino de San Antonio, la Carretera de Murcia (en sus tramos bajo y alto) y el Callejón de Lebrija, el destino ha sido muy dispar
En cuanto a la inmensa parcela entre el Camino de San Antonio, la Carretera de Murcia (en sus tramos bajo y alto) y el Callejón de Lebrija, el destino ha sido muy dispar. Ya desde el siglo XVIII fue seccionada en varias propiedades, cármenes y quinterías de labor. Hubo incluso una vaquería. En la segunda mitad del siglo XX fueron construidos unos depósitos de agua de la ciudad. La comunidad religiosa de La Salle levantó su colegio e instalaciones deportivas; en aquella remoción de suelos se verificó que allí hubo una necrópolis ibera de los siglos VI-III a. C.; aparecieron varias falcatas y abundante cerámica, hoy depositados en el Museo Arqueológico. Ya en el siglo XIX era tradicional que los arados desenterraran alguna pieza e incluso tégulas romanas.
Y para empeorar la situación, en los años setenta del siglo pasado fue abierta una cantera de áridos y habilitado un olivar como escombrera procedente de las excavaciones del Hotel Luz
El Carmen o Mirador de Rolando fue devuelto a la vida en el último tercio del XIX como centro cultural y vivienda por el hacendado Mariano de Damas. Pero en 1893 sufrió un incendio que lo dejó muy tocado. A partir de entonces la edificación fue perdiendo prestancia, a pesar de su figura señera en el altozano. Y para empeorar la situación, en los años setenta del siglo pasado fue abierta una cantera de áridos y habilitado un olivar como escombrera procedente de las excavaciones del Hotel Luz.
Urbanización a partir de los ochenta
Las fotografías aéreas que se conservan de esta zona, hechas en 1957, nos ofrecen todavía un área completamente rústica extramuros de la cerca. Solamente sobresalen las heridas causadas por los taludes de la construcción de la carretera de Murcia. En realidad, esta vía nueva había comenzado a abrirse en 1915, pero se eternizaba medio siglo más tarde.
El Plan Albayzín de 1975, dirigido por el arquitecto Santiago Birguet, planteó una interesantísima e idealizada propuesta para ordenar lo que fue finca de los Levanto
Las planificaciones urbanísticas del siglo XX no repararon en ordenar este amplio sector. Solamente se había construido por encima el poblado de casas baratas de Haza Grande. El Plan Albayzín de 1975, dirigido por el arquitecto Santiago Birguet, planteó una interesantísima e idealizada propuesta para ordenar lo que fue finca de los Levanto. Diseñó una gran zona ajardinada en toda la parte baja que circunda el Mirador, una gran zona deportiva en el centro, franja arbolada por encima y un complejo de talleres o actividades artesanales relacionadas con la cerámica a ambos bordes de la carretera de Murcia. Pero aquel ambicioso primer plan Albayzin no llegó a aprobarse y hubo que esperar al Plan General de 1985.
La mayoría de los terrenos de esa gran manzana habían sido adquiridos por el constructor Ávila Rojas. Y a ambos lados de la muralla, tanto por el interior junto a la Escuela Inmaculada como en la franja paralela al Camino de San Antonio, también empezaban a tramitarse las construcciones de cármenes modernos, casas a lo sumo de dos plantas con pequeños jardines.
Fue de las primeras ocasiones en que el Ayuntamiento negoció con los propietarios la forma de urbanizar un extenso plan parcial. Y la primera en que se consiguió para la ciudad la cesión o compensación de terrenos destinados a equipamientos sociales
Fue de las primeras ocasiones en que el Ayuntamiento negoció con los propietarios la forma de urbanizar un extenso plan parcial. Y la primera en que se consiguió para la ciudad la cesión o compensación de terrenos destinados a equipamientos sociales. De arriba hacia abajo, la promotora dio terreno para el campo deportivo Aynadamar; a su lado, una parcela en la que levantaron las Aldeas Infantiles SOS; en mitad ya estaba el Colegio la Salle/Instituto Aynadamar; también los depósitos de agua de Emasagra. El resto de espacio se dedicó a tres urbanizaciones de chalés, en su mayoría con piscina y amplias zonas verdes. Pero también dos de ellas son adosados con jardín y piscina comunitaria. El porcentaje total de suelo construido residencial no supera el 30%.
No se practicaron sondeos arqueológicos. Era precisamente el lugar donde estaba la cripta con el cadáver de Rolando Levanto y su mujer; también por ahí se encontraba la sepultura del escultor José de Mora (enterrado en 1724)
Hubo que acometer grandes desmontes y muros de contención. Todas estas obras que colmataron la antigua propiedad de Rolando Levanto fueron hechas, en su mayor parte, en las décadas de los años ochenta y noventa. Para entonces, los restos que quedaban del convento/vivienda junto a la muralla fueron acabados de derribar. Solamente se conservan los cimientos salvados por la franja de terreno que forma el paseo cercano a la muralla, por encima de la puerta de San Lorenzo y hasta la guardería Arlequín; fueron excavados por arqueólogos hace unos años (2006-7) y están perfectamente identificados y visibles. La parte central y delantera del Convento, la que pegaba al Camino de San Antonio, fue removida para la construcción de los Cármenes de la Alberzana. No se practicaron sondeos arqueológicos. Era precisamente el lugar donde estaba la cripta con el cadáver de Rolando Levanto y su mujer; también por ahí se encontraba la sepultura del escultor José de Mora (enterrado en 1724). No se tiene noticia de si ya habían sido exhumados con algunos frailes extraídos en 1863. O si sus huesos fueron a parar a una escombrera.
Toda aquella operación urbanística sobre el solar de una necrópolis ibero-romana, sobre el monasterio de San Antonio de Padua y la finca-mirador renacentista de Rolando Levanto, a lo sumo recibió críticas leves en prensa; ninguna institución conservacionista se pronunció al respecto
Toda aquella operación urbanística sobre el solar de una necrópolis ibero-romana, sobre el monasterio de San Antonio de Padua y la finca-mirador renacentista de Rolando Levanto, a lo sumo recibió críticas leves en prensa; ninguna institución conservacionista se pronunció al respecto. Solamente el profesor Manuel Garzón Pareja (Ideal, 4.4.1982) se atrevió a advertir suavemente lo que se avecinaba con los primeros movimientos de tierra: “… Es posiblemente el carmen más antiguo que tiene hoy Granada, y sus restos, aún bastante airosos e identificables, siguen en pie ¿Por cuánto tiempo? Nos tememos que con las urbanizaciones que ya han llegado a su contorno, de cuyos terrenos salieron hace algunos años bastantes restos arqueológicos, pronto desaparezca para dar paso a saber Dios qué mamotreto estridente o a qué pastiche, que no sabemos qué es peor…”
Un temor similar expresó la periodista María Dolores Fernández-Fígares
Un temor similar expresó la periodista María Dolores Fernández-Fígares (Ideal, 22. 4.1988): “…en la pequeña colina que va a quedar ahora definitivamente cubierta de edificaciones hubo una necrópolis ibérica, donde se hallaron materiales muy interesantes… Año tras año hemos visto cómo el palacete de Orlando de Levanto se iba derrumbando sin que nadie le diera más importancia a un hecho como es la caída de las casas viejas. A pesar de que era un hermoso edificio del siglo XVII, bien costeado, que podemos imaginar dotado en su día de obras de arte y rodeado de hermosos jardines escalonados en ladera, donde todavía pueden verse muros de contención…”
Esta bucólica descripción de la villa a la italiana fue la que imaginó y empezó a construir el rico genovés, pero nunca llegó a acabar por su cercana muerte y la expropiación de la fortuna familiar por la Corona
Esta bucólica descripción de la villa a la italiana fue la que imaginó y empezó a construir el rico genovés, pero nunca llegó a acabar por su cercana muerte y la expropiación de la fortuna familiar por la Corona. La realidad hoy en día de aquella pretendida isla −al estilo Villa del Príncipe Andrea Doria de Génova− no ha sido tan patética como se temía a principios de los años ochenta. A ambos lados de la Cuesta de San Antonio han proliferado urbanizaciones cerradas que están integradas en el paisaje urbano y asumidas entre los mejores ejemplos del urbanismo en ladera que se ha practicado en Granada a partir del Plan General de 1985.
La guinda del bloque “Algarrobico”
Restaurado y salvado el Mirador como hito simbólico de un paisaje y de un tiempo pasados, ya se daba casi por rematada la urbanización de esta gran manzana. Solamente quedaba en su esquina baja una parte formada por unas casillas ruinosas, restos seguramente de la que ocupó en el siglo XVI el Carmen e imprenta de los herederos de Antonio de Lebrija. El Plan General de 1985 daba a entender que toda esa ladera sobre la que se alza el Mirador, que bordea la carretera de Murcia, era zona no urbanizable, una especie de cinturón verde bajo la escarpadura (sobre ella pasa un tendido de alta tensión). La urbanización de adosados que desciende por la carretera de Murcia fue cediendo una acera de entre 3 y 4 metros de anchura; se estrechaba al llegar al muro de la finca levantado en el siglo XVII para delimitarla y separarla del Cercado Bajo de Cartuja.
Pero hace menos de dos años fue derribada esta tapia histórica en un santiamén. No estaba catalogada como BIC
Pero hace menos de dos años fue derribada esta tapia histórica en un santiamén. No estaba catalogada como BIC. Entró maquinaria a vaciar el solar hasta llegar a la vertical de la primera fila de adosados. Por la cartelería expuesta supimos que una constructora se disponía a levantar −en un solar tan exiguo− unas cuarenta casas y bajos de distinta tipología, con el nombre Terrazas de Rolando. La ocupación de suelo construido en este caso no será del 20, 30 ó 50% como en sus terrenos vecinos de arriba, sino que se disparará del 100% del suelo ocupado. Ya sobre la maqueta se la empezó a calificar de mazacote de proyecto en un lugar tan sensible, valorado en términos históricos. Del que Rolando Levanto y el gramático Lebrija seguro se avergonzarían si levantaran la cabeza.
En la actualidad, con las obras bastante avanzadas, el mazacote ha empezado a ser calificado como el “Algarrobico del Rolando”
En la actualidad, con las obras bastante avanzadas, el mazacote ha empezado a ser calificado como el “Algarrobico del Rolando”. Es una urbanización de casas que trepan unas sobre otras, a ver cuál de ellas llega antes a tapar el Mirador. Hace tiempo ya que la comunidad de propietarios se quejó de este proyecto que va a poner la guinda a lo que fue la villa italiana soñada por Rolando. Se alarmaron por el terrible desmonte de 33 metros que dejó colgando las casas de arriba, también por sus pilotes y los anclajes. Hay temor a filtraciones de las minas de agua arriba o a que un terremoto pueda mover este terreno ya removido.
En estos momentos se está tratando de averiguar cómo fue el proceso de cambio de no urbanizable en 1985 a terreno urbano un cuarto de siglo después
La comunidad de propietarios puso el tema en manos del bufete de abogados Jiménez Casquet. Han presentado escritos al Ayuntamiento y pedido la documentación de la licencia de obras y sus condicionantes. Se ha recurrido a dictámenes de arquitectos e ingenieros expertos para que aclaren los pormenores y legalidad de la obra. En estos momentos se está tratando de averiguar cómo fue el proceso de cambio de no urbanizable en 1985 a terreno urbano un cuarto de siglo después; la tramitación de un plan parcial y de la licencia tuvo lugar en una de las épocas recientes más cuestionadas del urbanismo granadino, bajo el mandato del alcalde José Torres Hurtado. La promotora asegura contar con todos los parabienes del Ayuntamiento y del Catastro.
La promotora sostiene que todo lo que se está haciendo se atiene a la licencia municipal. La comunidad de propietarios cuestiona lo que se está haciendo en varios aspectos
La tramitación administrativa de esta urbanización les presenta serias dudas a los afectados de arriba. Hay papeles que no aparecen por el Ayuntamiento. Los vecinos primero barajaron la posibilidad de recurrir a un interdicto y paralizar la obra; pero entendieron que era un recurso con mucho riesgo y ya hay terceros compradores afectados. Descartado el interdicto, se ha recurrido a una denuncia de acción pública, utilizando los informes de peritos. Ha habido reuniones entre técnicos del Ayuntamiento, la constructora y los propietarios de arriba. La promotora sostiene que todo lo que se está haciendo se atiene a la licencia municipal. La comunidad de propietarios cuestiona lo que se está haciendo en varios aspectos.
Arquitectos e ingenieros independientes califican esta construcción como una barbaridad técnica y urbanística, fruto de un changüí político
Arquitectos e ingenieros independientes califican esta construcción como una barbaridad técnica y urbanística, fruto de un changüí político. Por lo pronto, a simple vista, se ve que la acera es más estrecha que la que había; el Ayuntamiento no defendió en su día el retranqueamiento a la línea que traía la acera de bajada, de por lo menos tres metros. Los técnicos municipales se lavan las manos, muchos papeles están desaparecidos.
Si el Ayuntamiento no actúa, en el futuro inmediato se avecina otro contencioso-administrativo para este “Algarrobico” creciente en la ladera del famoso Mirador, en que el ricohombre Rolando Levanto gastó buena parte de su fortuna.
Para conocer la colonia de mercaderes genoveses en Granada en los siglos XVI a XVIII, la tesis doctoral de Rafael María Girón Pascual, titulada “Las Indias de Génova. Mercaderes genoveses en el Reino de Granada en la edad moderna”.
Para los orígenes del convento de San Antonio de Padua y su relación con la familia Levanto, el artículo “El antiguo convento de San Antonio de Padua”, de Pedro A. Galera Andréu y Antonio Fernández Ortega, publicado en la Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino (número 10-11, de los años 1996-97).
En la guía del Monasterio de Santa Isabel la Real existe abundante información del patrimonio recogido por esta comunidad religiosa tras la exclaustración de los frailes alcantarinos.