Esquía en primavera en Sierra Nevada.
critica literaria por josé luis martínez clares

'Cuestión de mala fe'

Cultura - José Luis Martínez Clares - Domingo, 27 de Abril de 2025
José Luis Martínez Clares nos ofrece, como en él es habitual, una magnífica crítica de la primera novela de Emilio Calvo de Mora, la excelente, 'Mala Fe'.
Portada de 'Mala Fe'.
Mahalta Ediciones
Portada de 'Mala Fe'.

“Cuando eres niño, / los cuentos no se leen; / los cuentos se descorchan”. Así termina uno de mis poemas más queridos, uno que consideraba totalmente infalible hasta que comencé a leer la nueva novela de Emilio Calvo de Mora. Porque Mala fe (Mahalta Ediciones, 2025), que así se llama, merecía que la descorchara desde un principio, a ver, desde el preciso momento en que llegó a casa recluida en un paquete postal y la acomodé, a modo de promesa, sobre la mesa de mi escritorio. Sí. Lo merecía. Aunque uno ya no esté para juegos y haya perdido por completo las trazas de aquel niño que, para dejarse engañar gustosamente, leía cuentos al caer la tarde.

Después de frecuentar tantos libros, aunque no todos los que me habría gustado, a la hora de contar una historia o un cuento o un suceso, yo prefiero hacerlo como él lo hace

¿Qué sería la narrativa de no ser eso? De no ser un cuento. O un engáñame un poquito. O un ojalá sea cierto. O un cébame este anzuelo que estoy deseando picar. Qué sería, si como bien afirma Claudio Acevedo, nuestro protagonista, “escribir es un desvarío y contar es especular”. Ojo. No me estoy yendo por las ramas, ya que ésta es una de las principales cuestiones que aborda Emilio Calvo de Mora en su novela, un artefacto metaliterario que efectivamente, en diversos momentos, le sirve para reflexionar acerca de lo que supone el acto de escribir y la dificultad de saber contar una historia de manera coherente. La dificultad de contarla ciñéndonos a un guion sin mácula, perfectamente estructurado, como si se tratara del mapa conceptual de un temario de oposiciones, en el que todas las partes acaben dándose la mano en el último renglón. Sin embargo, después de frecuentar tantos libros, aunque no todos los que me habría gustado, a la hora de contar una historia o un cuento o un suceso, yo prefiero hacerlo como él lo hace. Y ahora mismo, al afirmar esto, no sé si me estoy refiriendo al modus operandi de Acevedo o al de Calvo de Mora, es decir, al de la marioneta que protagoniza Mala fe o al del tipo que mueve sus hilos. En cualquier caso, a su manera, se trate de quien se trate, porque la fragilidad de lo contado, la provisionalidad de lo escrito tal vez regale al lector un atisbo de emoción que difícilmente podríamos hallar en una novela al uso. Claro que él, Acevedo, o Calvo de Mora si me apuran, encerrados el uno o el otro o ambos entre las cuatro paredes de una celda a la espera de una sentencia que se hace de rogar, recordando entretanto, trago a trago, a la simpar Beatriz, lo explican mucho mejor que yo: “Pues sólo se me ocurre divagar, ir de aquí para allá, sin oficio, contando lo primero que me viene, sin apenas pulirlo, para que no sufra la visita del olvido, ahora que ya soy viejo”. Sin oficio. Qué hermosa manera de entregarse a la literatura.

Emilio Calvo de Mora no ha llegado hasta aquí, hasta esta forma tan personal de entender la narrativa, por pura casualidad. Como el que no quiere la cosa. Sin duda, son esos seis mil ochocientos cuarenta y nueve días, aproximadamente diecinueve años, de entrenamiento diario en 'El espejo de los sueños', su bitácora particular, los que han hecho que escriba extraordinariamente bien sobre cualquier asunto cotidiano

Pero no nos engañemos. Emilio Calvo de Mora no ha llegado hasta aquí, hasta esta forma tan personal de entender la narrativa, por pura casualidad. Como el que no quiere la cosa. Sin duda, son esos seis mil ochocientos cuarenta y nueve días, aproximadamente diecinueve años, de entrenamiento diario en El espejo de los sueños, su bitácora particular, los que han hecho que escriba extraordinariamente bien sobre cualquier asunto cotidiano. Ah. El secreto era la constancia. Él mismo, cargando la suerte de la mejor ironía, define su empresa como “la épica doméstica del siglo XXI”. Pues eso. Que es ahí, en ese blog que se ha convertido con el tiempo en la sagrada lectura de la mayor parte de mis mañanas, donde Emilio Calvo de Mora ha ido forjando su estilo, un estilo que se basa en una escritura fácilmente reconocible que crece aupándose sobre sí misma, como bien afirma el autor, o tal vez su trasunto Acevedo (resulta bastante complicado discernir entre ambos cuando lo que se traen entre manos son asuntos literarios), en alguno de esos párrafos que he subrayado, de manera casi obsesiva, a lo largo de la novela: “Anoto al margen de los márgenes, escribo desde afuera, todas estas líneas son un asunto privado”.

Partiendo de esa cotidianidad que nos rodea para bien o para mal, Calvo de Mora ha edificado una trama fabulosa, preñada de personajes que se dirían directamente sacados de la chistera de un observador concienzudo de nuestro entorno

Pues bien, partiendo de esa cotidianidad que nos rodea para bien o para mal, Calvo de Mora ha edificado una trama fabulosa, preñada de personajes que se dirían directamente sacados de la chistera de un observador concienzudo de nuestro entorno. Una trama por la que el narrador, ajustando cuentas a diestro y siniestro, anda y desanda de manera astuta, sin perder nunca el rumbo ni la cadencia ni la embriaguez. Y, llegados a este punto, no pienso desvelar nada más, sólo faltaría, si bien cabe resaltar que, en un momento álgido del relato, es su propio protagonista el que precisa: La historia de los niños ricos de los papás muertos. Y pare usted de contar. Porque todo lo demás es un runrún de palabras que nos va meciendo mientras leemos. Qué remedio. Pocos narradores dominan el lenguaje de la manera en que lo hace Emilio Calvo de Mora, lo que le convierte, menuda responsabilidad, en un escritor para escritores que busquen algún tipo de inspiración. Quién podría dudarlo. Si hasta la mismísima Lola, uno de los personajes más adictivos del libro, lo expresa sin remilgos en una de sus intervenciones estelares: “A veces leer sus novelas me hace usar palabras que nunca he dicho y contar las cosas como nunca las he contado”. Pues eso. Que, con frecuencia, uno cree que es totalmente suyo lo que está escribiendo pero, en realidad, tenemos un sinfín de palabras prestadas en la cabeza. Palabras como las que desfilan por esta historia. Palabras que consiguen que, en definitiva, todos seamos lo que leemos. Y poco más.

¿Cómo iba a descorchar, si no, una vez inmerso en la edad adulta, un libro urdido desde el desencanto?

En fin. Descorchar un libro. Claro. De eso iba esto. A la manera de aquel niño que fui. Pero con una cierta dosis de Mala fe. Lo reconozco. Porque, de lo contrario, probablemente me hubiera resultado imposible hacerlo. A ver. ¿Cómo iba a descorchar, si no, una vez inmerso en la edad adulta, un libro urdido desde el desencanto? Un libro pergeñado en esa etapa de la vida en la que todo autor teme que sus personajes empiecen a pedirle explicaciones. Un libro que, por dudar, duda hasta de sí mismo, gracias a la certeza de que cualquier “verdad, aparte de una inexactitud”, bien podría resultar una trampa.

Emilio Calvo de Mora (Córdoba, 1966). Es maestro de Primaria y autor de dos libros de poesía: “El espejo de los sueños” (1985) y “Curso de escritura automática” (2017); de un volumen de relatos: “Cuentos del astronauta zurdo” (2008); de dos colecciones de aforismos: “Catedral en construcción” (2021) y “Un poco de swing, por favor. Aforismos sobre jazz” (2022); de un ensayo sobre literatura: “Los mundos sutiles / 100 apuntes sobre el arte de la escritura” (2023) y de “Caballos perdidos en la tormenta” (2020). Mantiene un blog desde 2006 en el que escribe casi a diario sobre lo que ve, escucha o lee (cinepoesiajazz.blogspot.com). Ha visitado numerosos colegios e institutos con la ilusión de hacer que los alumnos lean y escriban. Esta es su primera novela. 
 
José Luis Martínez Clares (Gor, 1972) ha publicado los poemarios “Palabras efímeras” (2010), “Vísperas de casi nada” (2011), “Lo que mirarán tus ojos” (2016), “Doctorado en vientos” (2018) y “Música de carreteras” (2020), y el libro de crónicas “Versos para descreídos” (2013). En 2024, ha llevado a cabo su primera incursión en la narrativa con la novela “El dios de la luz eléctrica”, editada por Versátiles Editorial.

También podemos encontrar algunos de sus poemas en antologías de diversa índole, destacando entre las mismas “Todo es poesía en Granada” (2015), “Ciudad celeste” (2016), “Lift off Especial Bowie” (2016), “Antología de poesía iberoamericana actual” (2018), “Antología de poesía viejoven” (2020), “Cabo de Gata: espuma y versos” (2021), “Humuvia” (2023) y “Almería es poesía” (2025).

Además, por su obra poética ha obtenido numerosos reconocimientos, como el VII Certamen Águila de Poesía, el VIII Premio Federico Muelas y, más recientemente, el XLV Premio de Poesía “Rafael Morales”.

Maestro de profesión, Martínez Clares fue director de la revista “Puerta de la Villa”, ha formado parte del Departamento de Arte y Literatura del Instituto de Estudios Almerienses y, en la actualidad, colabora en diversos medios digitales y en revistas literarias.

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