Los humanos asustan cada vez más a los animales y les generan un ‘paisaje del miedo’, según un estudio de la UGR
Científicos españoles, liderados por la Universidad de Granada, han advertido de que los humanos asustan cada vez más a los animales, y generan un ‘paisaje del miedo’ que condiciona notablemente el comportamiento de muchas especies animales.
Su trabajo, publicado como letter (carta) en Trends in Ecology and Evolution, la revista científica más prestigiosa del mundo en Ecología y Biología Evolutiva, y una de las principales en Genética y Herencia, concluye que muchos animales tienen miedo de los humanos, y este miedo condiciona fuertemente su comportamiento. Esta relación surgió poco después de los albores de nuestra especie, cuando nos convertimos en uno de los principales depredadores de mamíferos, aves y peces.
Como explican los investigadores Marcos Moleón Paiz (Universidad de Granada) y José Antonio Sánchez Zapata (Universidad Miguel Hernández), autores de este trabajo, pocas emociones son tan ubicuas como el miedo. “El miedo nos incapacita y, en casos extremos, hasta nos paraliza. Durante buena parte de la historia evolutiva de los humanos, el miedo a un depredador, a un alimento maloliente o, simplemente, a lo desconocido fue una herramienta valiosísima que nos ayudó a sobrevivir y a cuidar de nuestra prole en ambientes hostiles. Hoy día, en lo más primario de nosotros, seguimos mostrando las reacciones fisiológicas propias del miedo en respuesta a multitud de situaciones, aun cuando la mayoría de ellas no representa un peligro real como el que sufrieron nuestros remotos antepasados”.
Pero el miedo no es exclusivo de los humanos, sino que está ampliamente distribuido entre el reino animal. Para los millones de especies animales que pueblan el planeta, el miedo sigue siendo una señal de alarma que les ayuda a evadir las numerosas situaciones de riesgo propias de su quehacer diario – o a enfrentarse adecuadamente a ellas, en caso de que sean detectadas demasiado tarde.
Durante sus movimientos de búsqueda de alimento, agua, refugio o pareja, los animales van percibiendo y aprendiendo cuáles son los lugares y momentos seguros y cuáles son los que presentan, o pueden presentar, una amenaza. “Así, los animales van dando forma al ‘paisaje del miedo’ que les rodea, que es propio de cada especie y de cada individuo. En general, este miedo, que se distribuye de forma irregular y relativamente cambiante por el paisaje, es provocado por el riesgo de ser atacado por un depredador o infectado por un parásito”, apunta Moleón.
Los humanos y el paisaje del miedo
Hoy día, sin embargo, uno de los grandes causantes de miedo entre los animales es el humano. Según el estudio liderado por la UGR, el miedo provocado por los humanos puede clasificarse, a grandes rasgos, en predecible (o periódico) e impredecible. Dentro del primero, se diferenciarían aquellas situaciones que se relacionan en última instancia con los ciclos naturales (estaciones, ritmos diarios) y aquellas otras que son fundamentalmente independientes de dichos ciclos.
“Por ejemplo,” destacan los autores, “la caza es una actividad eminentemente estacional, que se realiza principalmente en otoño, durante la época no reproductora de las especies cinegéticas. También, la presión que sufren los espacios naturales durante los periodos vacacionales varía estacionalmente”.
Otro ejemplo de perturbación provocada por los humanos y predecible por los animales es el llamado efecto del fin de semana. “De viernes a domingo, la presencia de los humanos en el medio rural se incrementa hasta tal punto que algunas especies de depredadores modifican sus movimientos habituales y amplían sus territorios en busca de lugares más tranquilos. Hay que recordar que la mortalidad provocada por los humanos, ya sea por disparos u otros métodos de persecución directa, sigue siendo una de las mayores causas de muerte entre los depredadores”.
Otras situaciones de riesgo más impredecibles tienen que ver con actividades como el furtivismo, que puede tener su origen en guerras y otros conflictos armados, hambrunas o las demandas del mercado negro. Además, tal y como indican los autores, “los conflictos armados pueden llegar a ser bastante predecibles llegados a un punto, y las situaciones de hambruna pueden aparecer o endurecerse durante la estación más dura, por lo que la distinción entre peligros predecibles e impredecibles es a veces difusa”.
“El confinamiento durante la pandemia de Covid-19 puso de manifiesto hasta qué punto el comportamiento de los animales silvestres está condicionado por el miedo al ser humano, algo que en nuestro día a día pre- y postconfinamiento pasa desapercibido porque para nosotros es ‘lo normal’. Entonces, pudimos ver a muchos animales, entre ellos, cabras monteses o jabalíes, que se adentraban en las ciudades y hacían uso de calles y jardines. Incluso algunas especies de aves, como los abejarucos, se atrevieron a criar dentro de las ciudades, algo que rara vez ocurre en circunstancias normales”, apunta Moleón.
En un mundo cada vez más humanizado, donde pocos resquicios quedan libres de nuestra huella, el miedo inducido por los humanos en otras especies animales será cada vez más patente. “Esto debe ser un argumento más para diseñar medidas eficientes que minimicen el impacto directo e indirecto de nuestra especie en la biosfera”, concluyen los autores.