La historia de la familia Miranda, masacrada por el fascismo
Siempre dudo si contar la historia familiar sirve de algo, hoy creo que sí por varias razones, porque quizá ocultar nuestra historia, silenciarla, está dando lugar a un crecimiento de los partidos fascistas porque mucha gente ni sospecha la ideología de destrucción, exclusión y muerte que los alienta.
Porque me parece que no hacerlo es como empezar a olvidarlos, y porque tengo un inmenso hartazgo de que haya gente que sí la han utilizado en algún momento, incluso utilizando fotos familiares sin haber consultado con nadie y sin dudar en enfocar el relato desde una óptica un tanto frívola, quizá pensando que un poquito de “salsa rosa” le daría más interés y de paso si hacía más caja, pues aún mejor.
Solo quiero mantener viva su memoria y que su historia sea conocida y respetada y que nadie tenga la tentación de volver a reescribir la historia.
El 27 de diciembre se cumplen 83 años del asesinato de mi bisabuelo José Miranda Rodríguez y tres mujeres de la familia, en las tapias del cementerio de Loja.
Su forma de ser y de estar en el mundo, su deseo de una sociedad más justa, igualitaria y solidaria, su valentía para enfrentarse a la derecha, lo habían colocado tanto a él, como el resto de miembros de la Agrupación Socialista local, en el punto de mira de esa derecha, que agrupada en el Centro Agrario, no se dio tregua en su empeño de acabar con todos aquellos que ponían en peligro una forma de vida y unos privilegios que no estaban dispuestos a perder
Tanto en su vida privada, en su militancia política, como al frente del Ayuntamiento, había dado sobradas muestras de generosidad y de compromiso con los más desfavorecidos de la sociedad. Algunas personas mayores aún me hablan de él con una mezcla de admiración y respeto, recordándole rodeado de niños y mujeres bajo el árbol de la Miranda (una gran acacia situada en la puerta de la casa de su hija) leyendo novelas o enseñando a leer a los críos más curiosos, a mujeres o quien se lo pedía.
Su forma de ser y de estar en el mundo, su deseo de una sociedad más justa, igualitaria y solidaria, su valentía para enfrentarse a la derecha, lo habían colocado tanto a él, como el resto de miembros de la Agrupación Socialista local, en el punto de mira de esa derecha, que agrupada en el Centro Agrario, no se dio tregua en su empeño de acabar con todos aquellos que ponían en peligro una forma de vida y unos privilegios que no estaban dispuestos a perder.
Y utilizaron todos los medios a su alcance, desde manipular resultados en las urnas, agresiones a votantes socialistas, impedir la celebración de mítines como el que se tuvo que suspenderse al ser recibido a tiros Don Fernando de los Ríos, hasta culminar con el asesinato, la cárcel o el exilio de la mayoría de socialistas locales.
La tragedia familiar había comenzado cuatro meses antes del asesinato de mi bisabuelo, cuando su hijo (mi abuelo), José Miranda Lara, que era el Presidente de la Agrupación Socialista de Padul y de la Sociedad Obrera “La Alianza”, y que había sido concejal del Ayuntamiento, fue detenido, encarcelado y fusilado el día 7 de agosto, en las tapias del Cementerio de Granada, pocos días después del golpe de Estado contra la República.
Cuando mi bisabuelo hizo el estremecedor relato de la detención y asesinato para que, como él mismo dejó escrito, “la familia nunca lo olvidara”, quizás no sospechaba que él mismo y parte de la familia serían victimas del fanatismo, la intolerancia, el rencor y la sinrazón que se apoderó de aquellos primeros meses tras el golpe de Estado y que sumió al país durante 40 años en la más trágica y negra etapa de la historia reciente.
Los hechos que acabaron con casi todos los adultos de la familia comenzaron cuando las fuerzas golpistas, que habían ocupado el pueblo de Salar, se dirigieron a la vivienda familiar, de la que estaba ausente su hijo Francisco y sus dos nietos, para proceder a la detención de la familia, acusada de incitar a un soldado oriundo de Padul y conocido de mi bisabuelo, a pasarse al Ejército Republicano.
Los hechos que acabaron con casi todos los adultos de la familia comenzaron cuando las fuerzas golpistas, que habían ocupado el pueblo de Salar, se dirigieron a la vivienda familiar, de la que estaba ausente su hijo Francisco y sus dos nietos, para proceder a la detención de la familia, acusada de incitar a un soldado oriundo de Padul y conocido de mi bisabuelo, a pasarse al Ejército Republicano
Desde ese momento la vivienda sufrió varios registros y quedó bajo vigilancia permanente de un escuadrón de Falange. Mi tía Pura aconsejada por el juez municipal, acudió ante la autoridad militar que se negó a recibirla, al parecer ya tenían tomada la decisión sobre el destino de la familia.
Esa detención le costó la vida a Pura, maestra del pueblo desde hacía 26 años, y dejó malherida a su hermana Enriqueta, circunstancia que no impidió que la colocaran sobre un colchón, tal como había indicado el médico al que habían avisado, no para que la atendiera de las heridas, si no para que informara de su estado e indicara la manera de trasladarla.
A Enriqueta, malherida, a mi bisabuelo, anciano y enfermo, y a Concha, la otra hermana, los condujeron en un camión hasta Loja en cuyo cementerio fueron fusilados al amanecer del día siguiente. A Enriqueta, recostada sobre el colchón, ya que las heridas que sufría le impedían mantenerse erguida.
Mientras el cadáver de mi tía Pura permanecía largas horas en la calle y posteriormente en el depósito de cadáveres del cementerio de Salar, sin que nadie decidiera que hacer con él ,(seria el sepulturero local quien tomó la decisión de enterrarla junto a la tapia, cuando ya no era posible prolongar la espera), los gerifaltes de Falange, el comandante del puesto de la Guardia Civil, acompañados por vecinos del pueblo, desvalijaron la vivienda llevándose cuanto encontraron: mobiliario, enseres, menaje, lencería , cuadros … llegando en su afán de rapiña a levantar las losetas de parte de la vivienda buscando joyas y dinero. Búsqueda infructuosa ya que Pura, sospechando que algo muy grave podía ocurrir a la familia, las había enterrado en una caja bajo una parra del huerto de la casa.
Parte del mobiliario fue destinado para “adecentar el local de Falange”, según consta en un documento incorporado al proceso seguido en los años 40 contra el comandante del puesto de la Guardia Civil de Salar, Manuel Pérez Vázquez, responsable de estos y otros hechos similares, y condenado, no por los asesinatos, si no por los robos y saqueos a los que sometió a varias familias del pueblo.
Sólo muchos años después, tras el paso por varios frentes de batalla, cárceles y campos de trabajo, mi tío abuelo y sus hijos conocieron el verdadero alcance de la tragedia familiar y pudieron recuperar una ínfima parte de los bienes usurpados.
Mi familia, por su lealtad a la República, su compromiso con la sociedad, su independencia, su generosidad y su valentía frente a la derecha, se había convertido en objetivos prioritarios a eliminar, y los golpistas lo consiguieron valiéndose de cualquier medio, trama o individuo sanguinario como el sargento Manuel Pérez Vázquez, responsable de su asesinato
Mi familia, por su lealtad a la República, su compromiso con la sociedad, su independencia, su generosidad y su valentía frente a la derecha, se había convertido en objetivos prioritarios a eliminar, y los golpistas lo consiguieron valiéndose de cualquier medio, trama o individuo sanguinario como el sargento Manuel Pérez Vázquez, responsable de su asesinato.
Hoy 83 años después la familia conocemos parte de lo ocurrido. Pero aún seguimos, al igual que miles de familias, sin conocer los hechos en su totalidad, seguimos esperando que se anulen procesos y condenas, esperando que se abran fosas. Cuarenta años después de la muerte del dictador, seguimos siendo los olvidados de este país.
Seguimos sin saber dónde están sus restos, seguimos sin poder recuperarlos para darles sepultura y cerrar definitivamente unas heridas que se siguen transmitiendo de generación en generación.
Mientras tanto recordaré año tras año el asesinato de mis familiares, para impedir que se borren de la historia, para seguir honrando su memoria.
En memoria de Enriqueta, mujer joven alegre y vital, que por aquellos días preparaba su boda con un maestro al que mi tío abuelo vio por última vez detenido y pensábamos que también había sido asesinado. (según el historiador local de Salar murió hace unos años).
En memoria de Concha, mujer discreta, que dedicó toda su vida a cuidar y hacer feliz a su familia.
En memoria de Pura, mujer independiente, inteligente, trabajadora (premiada por un proyecto educativo) convencida de que sólo la educación podía cambiar el mundo. Fue una de esas maestras de la República que tanto hicieron por la modernización del país.
En memoria de mi bisabuelo, un hombre bueno, generoso, valiente y comprometido con la sociedad y que no dudó, pese a sus años y a su enfermedad en desplazarse desde Padul a Salar para proteger a la familia en ausencia de su hijo de la vivienda familiar.
En memoria de todos los desaparecidos, de sus familiares que se fueron de este mundo sin poder enterrar a sus muertos, para todos ellos, ¡¡¡ Verdad, Justicia y Reparación!!!
“Mientras me quede voz
Hablaré de mis muertos”…
Nuestro agradecimiento a Pepa Miranda por elegir este Foro de la Memoria para contar la historia de su familia.
Para ampliar esta información, te recomendamos:
- "Doña Pura: la memoria recuperada de la maestra de Salar", por Pepa Miranda y Silvia González.
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Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.
En colaboración con y las asociaciones memorialistas de la provincia de Granada.
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