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'Descubriendo a los clásicos: El brasileño Belchior puso voz a una generación en Alucinação'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 12 de Enero de 2022
Belchior – 'Alucinação'.
Portada de Alucinação, de Belchior.
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Portada de Alucinação, de Belchior.
Esta semana en “Descubriendo a los clásicos” nos vamos a Brasil. He pasado los últimos tres meses del 2021 viviendo en este país latinoamericano y he podido descubrir mucha música apasionante, tanto nueva como de artistas míticos menos conocidos fuera del país. Os traigo mi descubrimiento favorito: el cantautor cearense Belchior, quien en su segundo álbum, Alucinação, expresó las ilusiones y sobre todo las decepciones de los jóvenes brasileños durante la dictadura, en especial aquellos que migraron del interior rural a las grandes ciudades. Con su pasión, su fuerza y su talento lírico, Belchior se convirtió en una estrella, pero con el paso del tiempo acabó cayendo casi en el anonimato. Os cuento su historia y, sobre todo, os invito a escuchar su vibrante música.

Si los años sesenta fueron los del sueño de la contracultura, los setenta fueron el duro despertar. Las promesas hippies de cambiar el mundo a través del amor y el pacifismo se disolvieron rápidamente, mientras la guerra seguía en Vietnam, las normas y estructuras sociales contra las que se rebeló toda una generación se mantuvieron en su lugar y el capitalismo entraba en una nueva y más cruda fase neoliberal. En Latinoamérica, se trató de una década especialmente cruel. Se sucedieron golpes de Estado que llevaron a dictaduras militares: Ecuador en 1972, Uruguay y Chile en 1973 y Argentina en 1976. En otros países estos regímenes militares ya estaban operando desde antes y siguieron su curso: Guatemala, El Salvador, Honduras, Perú, Bolivia, Paraguay... y Brasil. Tras el golpe contra Goulart de 1964, apoyado, como tantos otros, por Estados Unidos, el país más grande de Latinoamérica se sumió en veinte años de dictadura al mismo tiempo en que se producía la revolución contracultural. Músicos como los integrantes del movimiento Tropicália (Caetano Veloso, Gilberto Gil, Os Mutantes...) protestaron contra esta situación con su arte vanguardista, que incorporaba influencias del rock venido de Estados Unidos y Reino Unido. El resultado: Veloso y Gil pasaron por la cárcel y más tarde debieron partir al exilio en Londres, mientras la censura se hacía más fuerte y la tortura se institucionalizaba gracias al Ato Institucional Número 5 (AI-5).

Como también ocurría en España en esos años, los músicos debieron afinar su ingenio para esquivar la censura. Por ejemplo “Construção”, la gran canción de Chico Buarque, parece un mero retrato de un accidente durante la construcción de un edificio, pero el subtexto la revela como una impugnación de la brutal violencia del gobierno

Como también ocurría en España en esos años, los músicos debieron afinar su ingenio para esquivar la censura. Por ejemplo “Construção”, la gran canción de Chico Buarque, parece un mero retrato de un accidente durante la construcción de un edificio, pero el subtexto la revela como una impugnación de la brutal violencia del gobierno. El caso es que los años pasaban, Veloso y Gil volvieron de Londres, pero la situación política no cambiaba. En 1975 Elis Regina, una de las voces más queridas de Brasil, presentó un nuevo espectáculo donde combinaba la autobiografía con la crítica política sutil; al año siguiente se transformó en álbum: Falso Brilhante. Dos de las canciones más importantes del repertorio habían sido compuestas por un joven cantautor, originario del empobrecido nordeste del país, con solo un disco publicado sin ninguna repercusión. Eran “Como nossos pais” y “Velha roupa colorida”, y el autor se llamaba Belchior. Gracias al impacto de las canciones en la voz de Regina, el de Ceará consiguió los recursos para grabar Alucinação (1976). Mientras el disco terminaba de fabricarse, la discográfica Phonogram envió el primer single a las radios. El éxito fue inmediato: “Apenas um rapaz latino-americano” comenzó a sonar a todas horas, y según cuenta el productor, Marco Mazzola, en la discográfica se volvieron locos porque el disco aún no estaba a la venta.

Aunque hubiese pasado por un camino difícil hasta poder grabar el álbum, es fácil entender que Belchior triunfara con Alucinação. El disco recoge a la perfección la desilusión de su generación, la de quienes eran un poco más jóvenes que los tropicalistas y los hippies y habían visto cómo se desvanecían sus esperanzas de cambio. Arropado por grandes músicos de rock, pero introduciendo toques de tradiciones musicales del interior de Brasil, el cearense transmite la rabia de quien ve todo lo que va mal pero es incapaz de cambiarlo. La crítica a sus predecesores no es en absoluto velada: las letras de “Apenas um rapaz...” y “Fotografia 3x4” interpelan directamente a Veloso, respondiendo a versos concretos del bahiano y reclamando que nadie cree ya en sus ingenuas palabras sobre lo maravilloso que es todo y lo bonito que es el sol. Pero él mismo no escapa de esta crítica: en el estribillo de “Como nossos pais”, Belchior se incluye en el “nosotros” que, pese a todos los esfuerzos, “aún somos los mismos y vivimos como nuestros padres”.

Esta rebeldía incluso contra los propios referentes anticipa el espíritu punk que estaba a punto de estallar en Reino Unido, pero a la hora de tener un impacto político profundo tiene las patas igual de cortas que el más inocente buenrrollismo hippie

Aquí se introduce la tensión fundamental que recorre Alucinação, y que le da su fuerza. Su objetivo declarado es hacer música que sea como un cuchillo (“A palo seco”) y penetre las conciencias de sus oyentes; es tratar con lo real, con la vida misma, no con ensoñaciones lisérgicas o delirios New Age (“Alucinação”). Sin embargo, lo que ha podido ver a su alrededor es que la capacidad de impacto real del arte contracultural ha sido muy escasa. “Velha roupa colorida” es un mordaz examen de sus méritos: entre referencias a Dylan y los Beatles (y también al legendario cantante nordestino Luiz Gonzaga), Belchior da por periclitada la era política que su música representaba, la de las melenas al viento, el signo de la paz y el flower power fácilmente aplastados por la represión policial más tímida. Al mismo tiempo, pronostica la llegada de algo nuevo; pero ¿qué forma puede tener? “Como o diabo gosta”, la breve pieza folk-rock que cierra la impresionante cara A del LP, propone un espíritu anarquista no menos ingenuo: “E a única forma que pode ser norma/É nenhuma regra ter/É nunca fazer nada que o mestre mandar/Sempre desobedecer, nunca reverenciar”. Esta rebeldía incluso contra los propios referentes anticipa el espíritu punk que estaba a punto de estallar en Reino Unido, pero a la hora de tener un impacto político profundo tiene las patas igual de cortas que el más inocente buenrrollismo hippie.

Lo importante, sin embargo, es que Belchior convenció con su música y, sobre todo, con su voz. Las imágenes que va desgranando en estas canciones son vívidas y expresivas, y se suceden con tal rapidez e intensidad que uno se siente como en medio de una catarata. Lo difícil es no dejarse llevar. Esa convicción suya asegura que a pesar de los duros diagnósticos, no se trate de un disco pesimista. Como mayor prueba, ahí está “Sujeito de sorte”. Con su base enérgica en los estribillos y funky en las estrofas, la canción condensa el aguerrido buen ánimo que atraviesa el álbum al yuxtaponer la conciencia de todo lo sufrido con la convicción de que “Dios es brasileño y anda de mi lado”. Cualquier compositor mataría por un pareado tan poderoso como “Tenho sangrado demais, tenho chorado pra cachorro/Ano passado eu morri, mas esse ano eu não morro”; en la voz nasal y masculina de Belchior, se convierte en un momento icónico.

Además, aparte de ser un retrato generacional, el disco también captura maravillosamente otra experiencia: la de los migrantes nordestinos que dejan su hogar rural y empobrecido por las grandes ciudades del sudeste de Brasil, São Paulo y Rio de Janeiro

Además, aparte de ser un retrato generacional, el disco también captura maravillosamente otra experiencia: la de los migrantes nordestinos que dejan su hogar rural y empobrecido por las grandes ciudades del sudeste de Brasil, São Paulo y Rio de Janeiro. En particular “Fotografia 3x4” habla del cansancio y la desorientación de quien llega de lejos y debe enfrentarse a los prejuicios capitalinos. “Eu sou como você”, insiste una y otra vez al final de la canción Belchior, y esa identificación con la juventud de clase obrera rural desilusionada y frustrada remite, inevitablemente, a Bruce Springsteen, que por estos años estaba triunfando con un discurso y un sonido similares. Lo sorprendente es que esa comparación no hace daño a Alucinação, que no tiene nada que envidiarle a todo un Born to Run. En lo lírico, si acaso, Belchior parece el más lúcido de los dos, y consigue transmitir la misma pasión sin necesidad de las idealizaciones del Boss. En lo musical, la E Street Band particular del de Ceará (José Roberto Bertrami, Paulo César Barros, Rick Ferreira, Pedrinho Batera, Antenor Gandra...) le arropa con brillantez, y Mazzola consiguió darle al conjunto un sonido excelente. Y como colección de hits, Alucinação no tiene competición: la práctica totalidad de los cortes se convirtieron en himnos. El álbum vendió medio millón de copias y lanzó a Belchior al estrellato.

Si bien sus siguientes discos fueron bien recibidos, y siguió trabajando hasta el cambio de siglo, nada de su discografía posterior conseguiría conquistar de la misma forma, y su carrera se fue desinflando. Para los años 2000, ya retirado, Belchior era más noticiable por sus problemas legales y hasta por sus supuestas desapariciones que por su música, hasta su muerte por un infarto en 2017 a los 70 años de edad. Para entonces, la icónica imagen del cantautor flaco y bigotudo casi no despertaba recuerdos entre los brasileros más jóvenes; irónicamente, los mismos vientos de cambio que él pronosticó acabaron por barrerlo a él del imaginario público. La dictadura militar acabó en 1985; sobrevivió a Elis Regina, muerta por sobredosis en 1982. Tal vez Brasil ya no necesitaba una voz como la suya; tal vez, irónicamente, no supo reinventarse, a diferencia de un Caetano Veloso aún hoy exitoso y respetado. Pero lo cierto es que no importa el tiempo que pase o cuánto cambie el mundo: la fuerza de Alucinação no necesita explicaciones. Basta con oírlo para entender por qué es uno de los discos más importantes de la historia de la música popular brasileña y una obra maestra del rock latinoamericano.

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com